Celia Monsalve, gerente del clúster de automoción de Cantabria GIRA analiza la situación del sector en un momento que califica de mucha incertidumbre por la enorme caída de las ventas de vehículos en lo que va de año, que sitúan a España con los peores registros de toda Europa. Por ello, reclama un marco regulatorio claro y una correcta gestión de los fondos de restructuración europeos, además de ayudas que estimulen la oferta y no solo la demanda y contribuyan a potenciar y retener el talento. Con todo, asegura que aún estamos a tiempo de que las cosas mejoren, pero que hay que hacer bien y rápido los deberes. En juego está el futuro de un sector estratégico y eminentemente exportador que, con una facturación de alrededor de 2.200 millones de euros anuales, representa el 30% del PIB industrial de la región y da empleo a cerca de 8.000 trabajadores.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Marzo 2021

Pregunta.– Los fabricantes de componentes de automoción e industrias auxiliares del automóvil en Cantabria fueron uno de los primeros sectores productivos en darse cuenta de la importancia de la cooperación, incluso con otros sectores de actividad, para competir con fortaleza en un mercado cada día más global. ¿Los resultados alcanzados están a altura de las expectativas?
Respuesta.¬– Yo creo que sí. GIRA comenzó en 2005 con 16 socios; hoy somos 32 [quince de ellos pymes] y representamos más del 90% de la industria cántabra de automoción, medido tanto en facturación como en términos de empleo. Las empresas han visto en la colaboración una palanca para aumentar su competitividad. GIRA se ha posicionado como una asociación de empresas para las empresas y la defensa de sus intereses.

P.– Pese a sus esfuerzos y a los de otros sectores, Cantabria no ha destacado precisamente por contar con un asociacionismo empresarial sólido y fuerte. ¿Continúa siendo ese uno de nuestros principales pecados?
R.– Es cierto que hace quince años quizá no estábamos a la altura de otros países o regiones en lo que a asociacionismo se refiere, pero hemos avanzado mucho en este aspecto. La fuerza de GIRA y su razón de ser no es otra que la colaboración empresarial y el aprovechamiento de sinergias para una mejor defensa de los intereses del sector en nuestra región. En GIRA, además, tenemos la ventaja de no tener competidores dentro del clúster, por lo que la colaboración entre empresas y el intercambio de buenas prácticas es muy eficaz.

P.– En la actual coyuntura provocada por la pandemia, parece lógico que muchas pymes estén más centradas en sobrevivir que en colaborar con el clúster. ¿El coronavirus ha llegado en algún momento a poner en jaque la viabilidad económica de este proyecto compartido?
R.– En absoluto. En momentos complicados es justamente cuando más valor tiene la colaboración. Los clústeres, además, están pensados para las pymes, que por su tamaño tienen dificultades para acceder por sí solas a ciertas cosas. Para mantener e impulsar la actividad económica es necesario promover la colaboración entre empresas, tanto en automoción como en otros sectores.

La fabricación de componentes de automoción aporta en torno al 30% del PIB industrial de Cantabria.

P.– El sector, ¿está trabajando al ralentí? ¿Hay riesgo de cierres a corto plazo?
R.– En términos generales la carga de trabajo de nuestros socios en este momento no es mala. Lo que sí hay es mucha incertidumbre por la enorme caída de las ventas, lo cual hará que la carga de trabajo termine bajando. Los fabricantes de equipos originales (OEM, por sus siglas en inglés) están ya anunciando paradas y lógicamente esto se traslada a toda la cadena de valor. Afortunadamente, somos un sector eminentemente exportador lo cual supone un balón de oxígeno en estos momentos.

P.– ¿Toca reestructurarse? En este sentido, ¿cree que la fusión es una alternativa o una necesidad?
R.– Todas nuestras empresas están tomando o deberán tomar medidas para gestionar la crisis que estamos viviendo. La severidad de las medidas a tomar dependerá en cada caso de la posición financiera de cada uno.

P.– Defienden la excelente posición geográfica y de costes de las empresas cántabras, además de su flexibilidad y la calidad y diversificación de sus productos, pero todas dependen de centros de decisión que están fuera de la región. ¿Cómo se puede minimizar el riesgo de que decidan llevarse la producción a otro sitio y perder de esta manera las ventajas competitivas?
R.– Pues siendo los primeros de la clase. De forma que, cuando una multinacional decida cerrar un centro productivo, Cantabria sea siempre el penúltimo centro a cerrar. (Lógicamente el último suele ser la sede). Aquí juega también un papel fundamental la Administración. La presión y la incertidumbre regulatoria actual no nos favorecen. Es necesario crear un marco regulatorio atractivo.  Por otra parte, es necesario facilitar el acceso a la financiación y potenciar la I+D+i y la digitalización, ya que las empresas necesitan de ellas para mantener su competitividad.

P.– En su nuevo plan estratégico para el periodo 2020-2023 apuntan que faltan profesionales cualificados y critican la ausencia de plantes formativos más ligados a la realidad empresarial. ¿No hay forma de superar esta asignatura pendiente?
R.– Esperamos que sí. Nosotros trabajamos hace años en este sentido tanto con la Universidad de Cantabria como con la Universidad Europea del Atlántico y la Dirección General de Formación Profesional y Educación Permanente del Gobierno de Cantabria. La realidad empresarial cambia a un ritmo cada vez más rápido y es necesario un contacto permanente para que los planes de estudios recojan la opinión de las empresas. Nosotros somos partidarios de promover programas de formación dual (tanto FP como universitaria) involucrando en su desarrollo a grupos de trabajo integrados por empresas y a las administraciones públicas.

P.– En su hoja de ruta de la automoción cántabra para los próximos años también señalan como una debilidad el hecho de contar con una Administración poco involucrada. ¿Qué echan de menos en este sentido?
R.– Nuestra relación con la Consejería de Industria siempre ha sido buena y cercana. Apoyan al clúster y son conscientes de la importancia del sector de la automoción para la economía de nuestra región y su efecto tractor sobre el resto de industrias y sectores.  A nivel nacional, sin embargo, la incertidumbre regulatoria actual y la fiscalidad existente han producido una caída de las ventas en enero del 51% y se prevé una caída del 40% en febrero. Son los peores datos de Europa. Echamos en falta una estrategia-país a medio y largo plazo en materia de automoción que asegure la competitividad y el posicionamiento del sector de automoción español.

Celia Monsalve y el presidente del clúster Gira, Juan Fernández, en una reunión mantenida en diciembre de 2019 con el entonces consejero de Industria, Francisco Martín.

P.– Recientemente, la Consejería de Industria ha concedido a siete clústeres de Cantabria algo más de 323.000 euros para apoyar la labor que cada uno de ellos desarrollan, de los que 96.000 –casi el 30% del total– han sido para GIRA. Este reparto, ¿refuerza el potencial del sector de la automoción en el desarrollo económico regional?
R.– El reparto se corresponde con los proyectos que cada clúster haya presentado a la convocatoria de ayudas de 2020. En el caso de GIRA, al ser el clúster más antiguo de Cantabria y el que representa un mayor porcentaje del PIB, es lógico que los proyectos presentados tengan también más envergadura. Pero son suposiciones. Conozco el proyecto que ha presentado GIRA, pero no los presentados por los demás.

P.– Todos los actores coinciden en que la innovación en productos y procesos es clave para afrontar la transformación del sector. ¿La inversión en I+D+i en Cantabria está en consonancia con la envergadura de este reto?
R.– En general, las empresas fabricantes de componentes de automoción de Cantabria tienen pocas oportunidades de innovar en producto ya que, como ha comentado antes, sus centros de decisión y de I+D están fuera de esta comunidad. Nuestras empresas innovan por tanto en procesos y en temas organizativos o de gestión. A este respecto, sí que las empresas están realizando grandes esfuerzos para mantener o aumentar su posición de mercado y su competitividad. Juega aquí un papel importante la correcta gestión de los fondos de restructuración, ya que las empresas con dificultades financieras recortarán las inversiones, paralizarán los proyectos y con ello perderán competitividad y talento.

P.– La decidida apuesta por el coche eléctrico en Europa ha desatado la lucha por conseguir que las fábricas de baterías se implanten en territorio propio. ¿Cantabria puede aspirar a contar con una de esas plantas que cubran las necesidad de los cercanos centros de producción?
R.– Es muy difícil. Desde el punto de vista logístico, es muy caro mover las baterías lo cual hace que sea más ventajoso implantarse junto a una OEM. Además, desde el punto de vista del proceso productivo, requiere alto consumo de energía y los costes de la energía en España son prohibitivos.

P.– Dirigentes de otros clúster de automoción españoles confían en que los fondos de recuperación europeos ayuden a impulsar de nuevo al sector, que afronta retos que ya venían de atrás, como la transición hacia el coche eléctrico y la nueva movilidad. ¿Lo considera usted también así?
R.– Por supuesto. Los dirigentes de los clústeres de automoción españoles nos reunimos todas las semanas y estamos muy de acuerdo en este tema. Los retos de la pandemia se han sumado a los que ya el sector traía de atrás: la nueva movilidad, la conducción autónoma, la digitalización y la electrificación. Además, las interconexiones en toda la cadena de valor son susceptibles de provocar un efecto dominó en el sector. De ahí la vital importancia de la correcta utilización de esos fondos.

La gerente del clúster Gira, en su despacho.

P.– La incertidumbre que pesa sobre la automoción derivada de la pandemia se ha visto acrecentada por la ausencia de un discurso único por parte del Gobierno sobre el modelo de futuro de los coches en España, lo que no ha hecho sino aumentar las dudas de los consumidores sobre qué tipo de coche comprar. ¿Comparte la necesidad de una única voz en apoyo a esta industria?
R.– Comparto la necesidad de un marco regulatorio claro. Por otra parte, estoy a favor de las ayudas a la demanda, pero creo que deberían complementarse con ayudas a la oferta, incentivando el desarrollo de la industria e invirtiendo en la infraestructura necesaria para los vehículos eléctricos y la tecnología que hay detrás de ellos. Además, la apuesta por la electrificación completa del automóvil tiene ahora muchos detractores. Nosotros apostamos por una transición ordenada en la que los vehículos híbridos juegan un papel fundamental.

P.– La venta de coches en España cayó un 32% en 2020, el cuarto mayor descenso en los últimos veinticinco años. Y 2021 no ha empezado mejor, ya que el primer mes del año ha sido el peor enero desde 1989, con una caída de más del 51% con relación al mismo periodo del pasado año. Además, el sector augura un ejercicio plano con números de unidades vendidas similares a los de 2020, en torno a las 855.000. ¿Pintan bastos?
R.– El panorama no es desde luego bueno, pero quiero confiar en que mejorará. Las asociaciones de automoción han presentado un plan de choque al Gobierno orientado a garantizar la posición mundial España en el sector (segundo productor de Europa por detrás de Alemania y noveno en el mundo). Estamos a tiempo de que las cosas mejoren, pero hay que hacer bien y rápido los deberes.

P.– A la vista de estos datos y proyecciones, parece que el Plan de Impulso del sector del automóvil, dotado con 3.700 millones de euros, no ha surtido aún los efectos esperados. ¿Hacen falta más estímulos o tiempo para que cuajen?
R.– Hacen falta más estímulos y otro tipo de medidas: medidas de apoyo a la inversión, incentivos fiscales, potenciar el I+D+i y desde luego medidas para potenciar y retener el talento.

La empresa cántabra, una de las principales exportadoras de Cantabria y que tiene en Reino Unido uno de sus principales mercados, cerró 2020 con unas cifras de producción y ventas casi idénticas a las de doce meses antes, a pesar de los condicionantes de la crisis sanitaria y de las incertidumbres provocadas por la salida de los británicos de la UE. El lanzamiento de nuevos productos y la diversificación de mercados han sido claves para sacar adelante un año que ha estado también marcado por la entrada en funcionamiento de las nuevas instalaciones. Continuar potenciando la inversión en innovación y buscar oportunidades para crecer mediante compras, objetivos para el nuevo escenario.

José Ramón Esquiaga |  @josesquiaga | Marzo 2021

En abierta contradicción con la máxima atribuida a Ignacio de Loyola –aquello de en tiempos de tribulación, no hacer mudanza– el estallido de la crisis sanitaria sorprendió a Imem estrenando sus nuevas instalaciones y sin haber completado aún el traslado, en una coincidencia que se produjo muy a su pesar pero que, a la postre y no sin dificultades, apenas tuvo incidencia en la capacidad de la empresa para afrontar una situación para la que no existían precedentes. La declaración del estado de alarma y las erráticas medidas tomadas desde la Administración a partir de ese momento –con sucesión de cierres y aperturas de los centros de trabajo que se anunciaban de un día para otro– así como la incidencia de la pandemia sobre los mercados y las redes de suministro fueron elementos que incidieron directamente sobre la actividad de una fábrica con una producción volcada hacia el exterior y que se encontraba entonces metida de lleno en el lanzamiento de una nueva línea de producto. A todo esto vinieron a sumarse, ya en la segunda mitad del año, todas las incertidumbres derivadas del divorcio entre la UE y el Reino Unido, un país que ocupa el primer lugar entre los destinos de los productos que fabrica el grupo. Todos esos condicionantes, explican desde la empresa fabricante de ascensores, se salvaron gracias a la flexibilidad, comprensión y compromiso asumidos por proveedores, clientes y trabajadores, en un esfuerzo que finalmente permitió salvar un año atípico desde cualquier punto de vista que quiera contemplársele.

Ampliación de la capacidad productiva

La entrada en servicio y progresiva ocupación de las nuevas instalaciones de Imem –anexas a las anteriores, pero ocupando un edificio completamente nuevo– ponía fin el año pasado a un proceso de ampliación de la capacidad productiva de la fábrica que, en sus primeros pasos, se inició en 2014 con las inversiones para automatizar la fabricación. La ampliación permite sacar todo el partido al incremento de productividad derivado de la robotización de la planta, al hacer posible un rediseño de todo el ‘lay out’ –la organización del trabajo y del tráfico de materiales en la fábrica– que optimiza tiempos y tareas. Esa última ocupación de espacios era, precisamente, la tarea en la que trabajaban los responsables de la empresa cuando la irrupción de la pandemia obligó a revisar todos los planes.

Nueva línea de producto

Operarios de la planta de producción mecánica de ascensores Imem, trabajando con una cabina especial de dos metros de altura.

En términos más directamente relacionados con la estrategia, el momento coincidió con el proceso de lanzamiento de una nueva línea de producto, una gama de ascensores que buscan sacar el máximo partido a las tecnologías de la información y la comunicación y con las que la empresa cántabra –que ocupa una posición de privilegio como fabricante de ascensores especiales– buscaba dar un salto dentro del segmento ‘commodity’, aquel que concentra el grueso del mercado y en el que identificaba un mayor potencial de crecimiento para sus productos. Ambos objetivos –la puesta en marcha de las nuevas instalaciones y la renovación de la gama– se vieron fuertemente condicionados por las circunstancias que marcó la covid-19 pero, pasados los primeros meses tras el confinamiento y al volver a una cierta normalidad, se retomaron con fuerza y terminaron por ser decisivos para conseguir cerrar 2020 con cifras de producción y ventas muy similares a las alcanzadas el ejercicio anterior.

La declaración del estado de alarma alcanzó a Antonio Pérez, gerente de Imem, en centroamérica, adonde se había desplazado precisamente dentro de la campaña para dar a conocer la nueva gama de ascensores a los clientes de la empresa. A diferencia de lo que sucedió en el caso de otros empresarios, él pudo tomar un vuelo de regreso y enfrentarse a pie de fábrica a la situación creada por la pandemia: “Los primeros momentos fueron muy difíciles, en gran medida por el permanente desatino en las decisiones que se tomaban desde el Gobierno, con incongruencias que provocaron un colapso”, señala el máximo responsable de la fábrica cántabra, que recuerda que sucesivamente, con pocos días de diferencia y avisando con una antelación de pocas horas, se obligó a cerrar las industrias para, posteriormente, autorizar la reapertura a aquellas que tenían la condición de exportadoras, atendiendo a su importancia para la economía española: “Pero incluso estuvo mal llevado, porque por la misma razón debería haberse permitido abrir a toda la cadena de suministro de los exportadores, y eso no se hizo. Cuando quisimos volver a fabricar, nos encontramos que nuestros proveedores habían cerrado todos. Fue una situación de locos”.

Lo que vino después, explica Antonio Pérez, fue un extraordinario trabajo de adaptación a las nuevas circunstancias, asumiendo que aquella situación iba a prolongarse en el tiempo mucho más allá de lo que inicialmente podía preverse: “Tuvimos reuniones internas para reprogramar toda la producción, adelantando vacaciones, preparándonos para el teletrabajo, adelantando la implantación de algunos programas informáticos que teníamos casi preparados y que nos permitirían ese trabajo a distancia y, sobre todo, tuvimos que comunicar a nuestros clientes que habría compromisos que no íbamos a poder cumplir, algo que podía entenderse dadas las circunstancias, pero que genera mucha frustración”. El objetivo, apunta el director de Imem, era minimizar el impacto que la situación generada por la crisis sanitaria pudiera tener sobre la actividad de la fábrica y sobre sus clientes, haciendo los mínimos cambios posibles, pero pensándolos mucho: “Se entendió muy bien por parte de todos, trabajadores, proveedores, y clientes, que esa rigidez que hay que tener en otros momentos para que los planes salgan adelante, ahora no tenía cabida, que eran tiempos de flexibilidad y adaptación. El resultado ha sido que conseguimos hacer un año prácticamente idéntico al anterior. Yo lo considero un éxito”.

La facturación del grupo Imem se movió en 2020 en cotas muy similares a las registradas el año anterior, un dato que Antonio Pérez valora como muy positivo y que explica a partir de dos razones principales: la cooperación de todo el equipo de la empresa y la aportación de los nuevos productos. En varios momentos del año se ha tenido que simultanear la producción con el reordenamiento de los espacios en planta, y casi siempre con el departamento informático y el de ingeniería de procesos trabajando a distancia, lo que suponía un esfuerzo añadido. Todo ello, además, en un año en el que, además de culminar la mudanza a las nuevas instalaciones, estaba previsto completar la nueva gama de ascensores, cubriendo el abanico de pesos que suponen el 90% del mercado internacional de elevadores para personas. Aunque en algún momento se pensó que no iba a ser posible conseguirlo, Imem ha llegado a este 2021 con versiones desde los 100 a los 1.000 kilos –desde una a 13 personas de capacidad– para su modelo Revolution, el nombre con el que se ha bautizado al nuevo ascensor, fruto de una labor de innovación y desarrollo desarrollada a lo largo de los cuatro últimos años.

Dos operarios del mismo departamento montando una cabina especial de grandes dimensiones.

“Se trata de un ascensor que nos diferencia tecnológicamente, y que aporta varias novedades mundiales –explica el director de Imem– aumenta un 20% la velocidad estándar, tiene una comunicación extraordinaria con los usuarios y con nuestros técnicos, lo que permite optimizar las operaciones de mantenimiento y adelantarnos a posibles averías. Seguimos llamándole ascensor, pero lo que hemos hecho es incorporarle todo lo que aportan las tecnologías de la comunicación en conectividad, en la linea de lo que ha hecho el automóvil o otros dispositivos relacionados con la movilidad”. El resultado es un elevador que informa del consumo de energía, el tiempo de duración del viaje o los segundos que tendrá que esperar el usuario para que lo recoja. El primer segmento de esta nueva familia de ascensores, correspondiente a los modelos de 450 y 630 kilos –6 y 8 personas– ya había salido al mercado antes de la pandemia, y estaba en pleno lanzamiento a la llegada de esta. La gama fue completándose en los meses posteriores, consiguiendo una acogida en el mercado que Antonio Pérez califica de “extraordinaria” y aportando, al cierre del ejercicio, en torno al 35% de las ventas totales de la empresa cántabra: “Es obvio que sin esas ventas habría sido imposible llegar a repetir las cifras de 2019”.

Aunque también es perfectamente válida para hoteles y edificios públicos, la nueva familia de ascensores desarrollada por Imem está concebida sobre todo para el mercado residencial, En ese ámbito, se considera también que debe jugar un papel importante para incrementar la actividad en España, pero las incertidumbres que la crisis sanitaria han provocado en la construcción han hecho que el mercado nacional siga teniendo un peso residual en las ventas de la empresa cántabra. El nuevo producto, que tiene ya unidades en funcionamiento en los cinco continentes, se han vendido en más del 90% fuera de las fronteras españolas, en línea con las cifras de exportación de una empresa que, desde la crisis de 2008, está decididamente volcada en la exportación.

Esa circunstancia, y el hecho de tener en el Reino Unido su principal mercado –aporta en torno al 30% de la facturación del grupo– situó al Bréxit en un lugar principal dentro de las preocupaciones de la empresa a lo largo del difícil último año, sobre todo cuando este avanzaba hacia su final sin que se avanzase en la consecución de un acuerdo. “Lo viví muy de cerca, porque CEOE me pidió colaborar desde Cantabria para representar a la industria en las mesas del Bréxit. De cerca y con asombro por el comportamiento de los negociadores del Reino Unido y su poca intención de llegar a un acuerdo, con situaciones increíbles en las que entiendo que había una consigna para no avanzar”, explica Antonio Pérez, que cree que los acuerdos alcanzados a última hora son la antesala de problemas venideros: “Hay situaciones críticas que habrá que resolver, no sé si cerrando los ojos y dejando que pasen, para evitar el desabastecimiento. Montar todo un sistema aduanero y restricciones donde antes había una entrada libre complica mucho las cosas, y el país no estaba preparado. Hay sectores donde eso está teniendo ya un impacto tremendo, pero por fortuna ese no es nuestro caso”. El director de Imem recuerda que la empresa hizo un trabajo previo para contactar con todos sus clientes británicos, informando de toda la documentación que requerirían las operaciones para que ninguno se quedase atrás. A su favor jugaba también toda su experiencia exportadora, que permitía trasladar al Reino Unido las prácticas que ya realizaba en las operaciones fuera de la UE: “No hacemos nada que no hagamos a diario con nuestros clientes no europeos, como Australia, que es nuestro tercer mayor mercado tras Reino Unido y Francia, y por lo que hemos observado el Bréxit no ha tenido un impacto serio en nuestras operaciones. Es verdad que el ritmo no es el de otros años, y que el mercado se ha ralentizado, pero creemos que eso se explica por la pandemia, y no por la salida del Reino Unido de la UE”.

Antonio Pérez, director general de Imem, en su despacho de las nuevas instalaciones de la empresa.

La definitiva conclusión de las obras de la nueva fábrica, en la que Imem ha invertido 9 millones de euros, unida a la automatización de la producción que ya se había acometido con anterioridad, deja al grupo con capacidad para dar respuesta a las necesidades de fabricación que puedan darse en los próximos años. La ampliación de planta y la automatización de procesos han tenido el máximo protagonismo en el capítulo inversor desde 2014, compatibilizándose con las partidas destinadas a innovación que han dado como resultado, entre otros, la nueva familia de ascensores. Con el aumento de la capacidad de fabricación resuelta, la inversión en I+D+i se verá reforzada dentro de los planes de Imem, que busca además oportunidades para el crecimiento corporativo, adquiriendo alguna empresa dedicada al mantenimiento de ascensores que permita aumentar la cartera de clientes. En línea con la que es otra de las características del grupo –que además de con la empresa que le da nombre cuenta con una filial en Raos, Global Lift Equipment– la idea es buscar esas oportunidades en España. “Hay a quien le sorprende que invirtamos en hacer una fábrica aquí, y no en otros países. Pero estar fuera tiene otras complejidades, hay que buscar proveedores, cadenas de suministro… Aquí la mano de obra es más cara, en efecto, pero también tiene otras características que conviene tener en cuenta. Nosotros continuamos apostando por seguir fabricando en España”, concluye Antonio Pérez.

Pese al frenazo provocado por el cierre primaveral de comercios y países, la fábrica cántabra de menaje registró una segunda mitad de 2020 de vértigo, en un rally que llevó las cifras de producción y ventas hasta cotas superiores a las registradas el año anterior. La expansión internacional y el lanzamiento de nuevos productos han sido claves en la rápida recuperación tras las incertidumbres del confinamiento, con un incremento de pedidos al que se pudo dar respuesta gracias al aumento de capacidad de producción fruto de las inversiones realizadas en los últimos años. Aunque la empresa encara el nuevo ejercicio con buenas perspectivas, las incertidumbres sobre la evolución de la pandemia y los efectos de esta sobre la cadena de suministro ponen algunos interrogantes sobre el futuro más inmediato: “Repetir 2020 sería un éxito”, admiten los responsables de la fábrica.

José Ramón Esquiaga |  @josesquiaga | Febrero 2021

Cuando cayó la primera hoja del calendario de 2020, el que iba a ser recordado como el año de la pandemia era, para Vitrinor, solo aquel en el que tocaría celebrar sus bodas de plata y dar continuidad a las cifras de crecimiento de ejercicios anteriores, en busca de los máximos de producción y ventas de la empresa, dedicada a la fabricación de menaje de cocina en acero vitrificado. Como para el resto de empresas, la irrupción de la pandemia supuso dar un vuelco a todos los planteamientos previos y afrontar una situación que, en el caso del Vitrinor, adquirió por momentos la forma de una montaña rusa: a la incertidumbre de los primeros momentos le siguió un brusco frenazo, y a este una recuperación primero tímida y luego vertiginosa, en una rápida sucesión de acontecimientos que puso a prueba toda las estructuras de la fábrica. De todo ello resultó finalmente un año que, sin alcanzar los registros récord que apuntaban las previsiones con las que comenzó, se quedó muy cerca de estos y que, sobre todo, avaló lo acertado de las líneas estratégicas sobre las que, en 2015, el consejo de administración decidió asentar el futuro de la empresa. Se determinó entonces dar el máximo protagonismo a la internacionalización como motor de crecimiento, incrementar la capacidad de producción de la planta de Guriezo y sistematizar la inversión en investigación y desarrollo de nuevos productos, factores todos ellos que, en una u otra medida, han sido claves para salvar un ejercicio con dificultades verdaderamente merecedoras del calificativo de históricas.

Vitrinor –Vitrificados del Norte Sociedad Anónima Laboral– nació en 1995 de las cenizas de la antigua Gursa, una de las dos empresas que el desaparecido grupo Magefesa tenía en Cantabria. La sociedad creada al efecto por los propios trabajadores retomó la producción en una planta que por entonces se antojaba enorme –unas dimensiones acordes a lo que requerían los mejores tiempos de su anterior propietario, muy diferentes a los tocó vivir después– y que hoy tiene su espacio dedicado a fabricación ocupado en su totalidad. En los últimos meses de 2020, durante el pico de producción para dar respuesta al incremento de la demanda, el número de empleados llegó a superar el medio millar,  en un año en el que la media se situó en el entorno de las 400 personas, 267 de ellos socios de la empresa, que tiene el 100% de su capital social en manos de sus trabajadores.

Una trabajadora de Vitrinor con una de las piezas de menaje que fabrica la empresa, que comercializa sus productos bajo dos marcas: la histórica Magefesa, de la que tiene los derechos en menaje de acero vitrificado y alumino; y Vitrinor.

A falta todavía de las cifras definitivas, Vitrinor terminó 2020 con una producción que se movió en el entorno de los 10 millones de piezas, y una facturación de 48 millones de euros, datos ambos que se mueven en cotas superiores a las registradas en 2019. Alcanzar esos niveles, que están a su vez muy cerca de los máximos a los que se llegó en 2018 –11 millones de piezas producidas y 52,7 millones de euros de facturación–, fue resultado de una segunda mitad de año en el que se vivió lo que Fernando Garay, gerente de la empresa, califica como un auténtico ‘rally’, con las líneas de producción trabajando con un nivel de actividad extraordinario. Se recuperaba así gran parte del terreno perdido durante el confinamiento de la primavera, cuando el cierre del comercio no esencial paralizó las ventas de menaje en el mercado español y la situación provocada por la pandemia provocó una caída prácticamente equivalente en las ventas realizadas fuera de España. “El año ha tenido dos partes muy diferenciadas pero, con esos altibajos, con las difíciles condiciones que ha provocado la pandemia y con la complejidad que ello ha supuesto desde el punto de vista operativo, el balance final ha sido muy positivo”, señala el director de la fábrica cántabra, que destaca la capacidad de respuesta de la planta de Guriezo para atender los picos de producción de los últimos meses: “Eso ha sido fruto de las inversiones realizadas en los últimos años, y reafirma la buena evolución que había seguido la empresa antes de la crisis sanitaria”.

Acero vitrificado

Vitrinor fabrica menaje en acero esmaltado –o vitrificado– un material que suma a su amplio abanico de posibilidades estéticos un catálogo no menor de prestaciones directamente relacionadas con la función a desempeñar en la cocina por las piezas –sartenes, cazuelas y cazos, en una amplia gama– que salen de las líneas de producción de la planta cántabra. Las inversiones realizadas en la fábrica a partir del giro estratégico decidido en 2015 –12 millones de euros en cinco años, doblando ampliamente la media de lo que se destinaba antes de eso– se han empleado tanto en la mejora de la capacidad de fabricación que mencionaba el director de la planta, como en el desarrollo de nuevos productos con los que explotar las capacidades del acero vitrificado. Lo primero ha permitido duplicar la capacidad de la fábrica, que trabaja todavía hoy con un margen de en torno a un 25% sobre sus límites. Lo segundo, la inversión en I+D+i, a la que se han destinado una media de un millón de euros al año en los últimos cinco, ha dado como resultado gamas como la ecológica, que permite ahorros de hasta un 50% en el consumo de energía al cocinar, o la higiénica, fabricada con un esmalte certificado como capaz de eliminar el 99% de las bacterias. Ambas líneas son a la vez causa y consecuencia de la apuesta por el crecimiento que realizó la empresa en su plan de hace cinco años: “Para atender los nuevos mercados era necesario tener capacidad de fabricación, y para llegar a nuevos clientes tenemos que ser capaces de diferenciarnos, por nuestro producto y por nuestros valores”, explica Fernando Garay.

Sobre estas líneas, Antonio Reyes, que preside la sociedad anónima laboral Vitrinor desde el pasado verano. Tras las inversiones realizadas en los últimos años, la planta de Guriezo tiene capacidad para fabricar 50.000 piezas al día.

En 2015 Vitrinor facturaba 30 millones de euros y realizaba tres cuartas partes de sus ventas en España. Cinco años después, y además de haber hecho crecer casi un 70% su volumen de negocio, la fábrica de Guriezo exporta el 80% de su producción y cuenta con clientes en los cinco continentes, aunque siga siendo Europa el principal destino de sus productos. Aunque también se ha crecido en España, ha sido la exportación el principal motor que ha impulsado las cifras de ventas en esta última media década, en una progresión que, pese a verse frenada en los primeros momentos de la pandemia, ha tenido continuidad en la última parte del año y mantiene un potencial de crecimiento que no se ha visto puesto en cuestión con motivo de la crisis: “Tenemos una presencia muy fuerte en Europa, y también muy significativa en el norte de África y oriente medio. Hemos empezado  hacer alguna operación en América y creemos que es ahí donde hay más posibilidades de aumentar nuestro nivel de actividad”, explica el director de Vitrinor, que quiere ser cauto en los pasos a dar en un mercado de enormes dimensiones y gran capacidad de compra: “No queremos fallar. Si llegas a un cliente y no eres capaz de servir lo comprometido, es una oportunidad que pierdes para siempre. En algún momento hemos levantado el pie del acelerador porque no queríamos arriesgarnos a que sucediera eso, pero ahora tenemos capacidad suficiente para afrontar el reto”.

América como objetivo

Durante el último año Vitrinor ha comenzado a vender en México y Argentina, y tiene la vista puesta en Estados Unidos, un mercado que por el momento tiene un peso mínimo en sus ventas –apenas un 1%–, pero donde ha estado presente en las últimas ediciones de la feria de Chicago la más importante del país en menaje. “En exportación normalmente buscamos un ‘partner’ a largo plazo, con el que podamos crecer y tener una relación duradera en el tiempo, no solo hacer una operación puntual”, señala María Moreno, directora de Exportación. Dependiendo de los mercados, Vitrinor opera con sus propias marcas –la que comparte denominación con la empresa y la histórica Magefesa, de la que tiene los derechos para el menaje de acero vitrificado y de aluminio– o bien con las de otros fabricantes que encargan a los cántabros sus productos de menaje en acero esmaltado. “Vitrinor es una marca cada vez más reconocida internacionalmente, y Magefesa sigue siendo una referencia en España. Cuando trabajamos para otros fabricantes, siempre son primeras marcas, que no tienen gama de acero vitrificado y que buscan calidad”, señala el director de la empresa cántabra, que por el compromiso de confidencialidad habitual en estos contratos no puede revelar el nombre de esos clientes a los que la fábrica de Guriezo destina una parte significativa de su producción.

En todos los casos, tanto en lo producido bajo la propia marca como en la captación de encargos para otros clientes, la principal competencia de Vitrinor está en Asia. También son comunes los argumentos para hacerle frente, con la calidad como principal elemento diferenciador y el ‘made in Spain’ y los valores de la empresa como factores más o menos intangibles en los que apoyarse, ideas que ya tenían peso en la decisión del cliente antes de la pandemia y que, tras esta, se espera que tengan cada vez mayor importancia. “Nuestra fábrica está en un valle, junto al río y muy cerca del mar, estamos comprometidos con la sostenibilidad medioambiental y la generación de riqueza en nuestro entorno… La empresa es propiedad de los trabajadores, y todo el proceso productivo lo realizamos en España. Cuando todo esto se lo trasladamos a nuestro cliente, a esos socios con los que queremos tener una relación estable a largo plazo, es algo que sorprende y que cada vez se tiene más en cuenta”, asegura Garay.

María Moreno, directora de Exportación, Antonio Reyes, presidente, y Fernando Garay, gerente, con una cazuela de la gama higiénica, el último fruto del desarrollo de nuevos productos llevado a cabo por el departamento de I+D de Vitrinor.

Valores y calidad tienen un punto de encuentro en las inversiones –con actuaciones destinadas al ahorro de agua y el reciclaje– y en el desarrollo de nuevos productos, en los que la búsqueda de la eficiencia energética ha dado como resultado la línea ‘eco’, una gama que no tiene hoy por hoy competencia en otros fabricantes, o la higiénica, en la que sucede otro tanto. Ese desarrollo de nuevos productos ha permitido también incorporar otros productos que nadie más hasta ahora había fabricado en acero vitrificado, como los ‘Dutch Oven’, cazuelas con un termómetro que permite conocer en tiempo real la temperatura del alimento que se cocina. La última novedad, que de nuevo ha dado como resultado un producto sin competencia en otros fabricantes, son las bandejas de borosilicato. Vitrinor aplica un antiadherente a este vidrio de alta resistencia térmica –utilizado en las bandejas para hornear– lo que da como resultado un producto que puede realizarse en un amplio abanico cromático y con la ventaja de impedir que los alimentos se peguen a su superficie. “La inversión en I+D+i no garantiza resultados, a veces no llegamos a ningún sitio, pero en otras, como en estas bandejas, o en las gamas ecológica e higiénica, nos permite una clara diferenciación con la competencia”.

El desarrollo de productos de mayor valor añadido, y asociar a los mismos los compromisos que la fábrica tiene sobre el entorno, son claves a la hora de hacer frente a una competencia, la del producto asiático, que tiene en el precio su principal argumento de venta. Que sean factores imprescindibles para competir con lo fabricado en países con costes laborales mucho más bajos no significa que sea posible eludir la competencia en precio, máxime cuando gran parte de la producción que se hace en Asia llega al mercado identificada con la marca de fabricantes europeos: “Hay un nivel de precio que no puedes superar, tienes que estar lo suficientemente cerca del precio del producto asiático para que el comprador pueda poner en valor el resto de aspectos del nuestro. Si no llegas ahí, no compites”, admite Fernando Garay, que enmarca en ese objetivo gran parte de las inversiones realizadas en la planta en los últimos años, que han permitido un notable incremento de la productividad.

Incertidumbres

La cuestión de los costes marca las coordenadas donde se sitúan las principales incertidumbres con las que convive la empresa, y que en último término condicionan las previsiones sobre la actividad en los próximos meses. Las consecuencias que la pandemia ha tenido sobre los mercados han provocado una inestabilidad en las cadenas de suministro que se ha trasladado a los precios de la materia prima y, en menor medida pero también, a los del transporte. Buena parte de las acerías europeas han parado su producción o, cuanto menos, la han reducido a causa de la crisis. La recuperación de la demanda en China –que se sitúa ya en niveles pre-covid– ha coincidido con esa menor oferta de acero, lo que ha tenido un efecto directo sobre los precios y está desviando buena parte de las existencias de acero hacia ese mercado. “Por el momento eso no está llevando a que tengamos problemas de abastecimiento –explica el director de Vitrinor– pero sí ha provocado una especulación con los precios que, a su vez, ha llevado a que estos tengan una volatilidad que es el peor escenario para una empresa como la nuestra, que siempre trabaja con acuerdos a largo plazo con los clientes, y que por lo tanto no tiene capacidad para trasladar esas variaciones en el coste a nuestros precios”.

El área de fabricación de la planta de Guriezo, el pasado enero. La empresa cuenta con una media de 415 trabajadores en plantilla, si bien en algunos momentos de la segunda mitad de 2021 llegó a emplear a más de 500 trabajadores.

Ahora mismo, señala Fernando Garay, es esta situación de las cadenas de suministro la más preocupante entre las consecuencias de la crisis sanitaria, lo que no significa que el efecto de esta sobre el mercado no ponga también un punto de incertidumbre sobre las previsiones que manejan los responsables de la empresa, que confían en la buena acogida que pueden tener los nuevos productos para, cuanto menos, mantener la producción y las ventas en los niveles de 2020: “Las expectativas son positivas, pero preferimos ser prudentes. Siguen preocupándonos los posibles cierres que se podrían dar en supermercados o en países, y eso hace muy difícil los pronósticos. Este año será todavía complicado, ya habrá otros para plantear objetivos de crecimiento”, concluye Fernando Garay.