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Desde el 1 de junio cualquier inmueble que vaya a ser traspasado o alquilado ha de contar con un certificado energético, un documento que servirá para saber lo eficiente que es el edificio desde el punto de vista energético. Sin embargo, y aunque técnicamente la nueva normativa ya ha entrado en vigor, aún se desconoce dónde registrar la documentación, las posibles sanciones o el coste que supondrá.

Texto de Jesús García-Bermejo @chusgbh Fotos de Nacho Cubero
Publicado en junio de 2013

A la hora de adquirir un electrodoméstico, es habitual que el cliente se fije en la etiqueta que figura junto al precio y que mediante una letra y un color indica al usuario el consumo de energía del mismo. Sin embargo, desde el 1 de junio no sólo las lavadoras o secadoras deben contar con esta calificación, sino también todos aquellos inmuebles que vayan a ser traspasados o alquilados, algo que con el paso del tiempo puede convertirse en un importante elemento de juicio para posibles compradores.

De acuerdo al real decreto aprobado el pasado mes de abril por el Gobierno de Mariano Rajoy, todos los edificios, salvo los industriales, los locales de menos de 50 metros cuadrados y aquellos que vayan a ser alquilados por un periodo inferior a 4 meses, ya sean pisos, comercios, oficinas, casas unifamiliares, colegios o polideportivos, deberán contar con un certificado energético para poder ser vendidos o arrendados, un documento que servirá para saber lo eficaz que es la construcción en lo que respecta a su consumo de energía. De esta forma, una vez que el técnico competente en la materia haya realizado la inspección del inmueble mediante una metodología específica, el propietario dispondrá de una etiqueta que servirá para clasificar su instalación entre las letras A –muy eficiente– y G –poco eficiente–, además de contar con una lista de las modificaciones a realizar para conseguir una mejor calificación y, por lo tanto, gastar menos energía y reducir las emisiones de CO2.

Sin embargo, y a pesar de que técnicamente la normativa ya ha entrado en vigor, aún son numerosas las incertidumbres existentes entre los propietarios en lo que respecta a las posibles sanciones, el punto en el que registrar la documentación, los técnicos autorizados a realizar las inspecciones o el coste que estas pueden suponer.

Obligación comunitaria

En 1991 España era la nación más eficiente desde el punto de vista energético de toda la Unión Europea. Hoy, sin embargo, nos situamos por debajo de la media comunitaria, y ni siquiera cuatro años de caída del PIB y de una crisis sin parangón han servido para reducir el derroche energético del país, dado que, según el balance publicado por el Ministerio de Industria, en los últimos 12 meses la intensidad en el consumo de energía primaria ha crecido un 0,4% en territorio nacional.

Actualmente los españoles importamos prácticamente el 100% del petróleo que consumimos, y casi el 100% del gas natural, una dependencia que en el anterior ejercicio supuso un gasto aproximado de 50.000 millones de euros y que, de no producirse un cambio radical, continuará incrementándose durante los próximos años. Además, las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de edificios se han incrementado en el país un 20% desde 1990, y se calcula que cerca del 60% de nuestras viviendas han sido levantadas sin que la eficiencia energética fuese siquiera un criterio a tener en cuenta.

Ignacio López Rebollar, presidente de Afilia

Por este motivo, la Unión Europea aprobó una directiva que, entre otras cosas, obligaba a certificar el consumo de los edificios existentes a partir de enero de 2013. De hecho, en diversos puntos del continente, como Italia o Francia, la etiqueta energética es una realidad ya asentada en el mercado, aunque en España la lentitud en el desarrollo de la normativa ha provocado que el real decreto no estuviese aprobado hasta el pasado 13 de abril. Este retraso, unido a la denuncia presentada en su día por la Comisión Europea contra nuestro país por limitar el certificado de eficiencia a los nuevos inmuebles y a los que sufren una renovación importante, son los factores que, en buena medida, podrían explicar la rapidez con la que la nueva obligación ha entrado en vigor –apenas mes y medio desde su aprobación–, una premura que muchos profesionales del sector y propietarios consideran excesiva. “Las empresas aplaudimos la medida –afirma Ignacio López Rebollar, presidente de la agrupación de inmobiliarias Afilia–, es más, la consideramos necesaria para que los compradores dispongan de más información a la hora de adquirir una vivienda. Lo que no entendemos es la precipitación con la que ha comenzado a aplicarse, dado que nos está tocando informar al ciudadano acerca de todo el proceso, una labor que creemos que le corresponde a la Administración. Además, actualmente en Afilia contamos con 3.751 inmuebles en venta o alquiler, y es imposible tenerlos todos inspeccionados y clasificados para el 1 de junio”.

En este sentido, no hay que olvidar que, para su posterior registro en el ámbito territorial, una vez obtenidos los certificados, el propietario debe presentarlos ante el organismo de la comunidad autónoma competente en la materia –lo que muy probablemente conlleve el pago de una tasa–, responsabilidad que en el caso de Cantabria corresponde a la Consejería de Industria. Sin embargo, dado que todavía son muy pocas las regiones que cuentan con normativa propia, cuerpo de inspectores y registro en funcionamiento, el real decreto otorga un plazo de tres meses a las autonomías para desarrollar estos aspectos, por lo que se entiende que hasta el 13 de julio no se aplicarán sanciones de ningún tipo.

Sin embargo, aquellos propietarios o promotores –en casos de nuevas edificaciones– que a partir de la citada fecha no cuenten con absolutamente toda la documentación en regla y pretendan arrendar o vender un inmueble, podrán ser sancionados con infracciones leves –de 300 a 600 euros–, graves –de 601 a 1.000 euros– y muy graves –de 1.001 a 6.000 euros–. Así, publicitar una vivienda para su traspaso o alquiler sin contar con el certificado necesario, ya sea a través de un portal inmobiliario o en el escaparate de una agencia, será una falta leve, mientras que falsificar el documento se considerará una infracción muy grave. “Dado el escaso coste que supone, no creemos que muchos propietarios vayan a arriesgarse a comercializar sus inmuebles sin la etiqueta energética, especialmente porque la normativa, independientemente de la calificación obtenida, no obliga a realizar ninguna reforma. Eso, en principio, será siempre decisión del propietario”, expone López Rebollar.

Y una vez pasado el periodo de transición, el certificado no solo será necesario para el anuncio de una vivienda, sino que deberá estar presente siempre que se vayan a firmar escrituras de venta o contratos de alquiler, puesto que el nuevo dueño o inquilino puede denunciar al vendedor o casero por carecer del mismo.

Mercado potencial

A la hora de inspeccionar el inmueble son muchos los aspectos que se revisan. Básicamente consiste en una toma de los datos dimensionales del edificio y de las características de la envolvente e instalaciones del mismo: consumos de electricidad, gas, eficiencia de los aislamientos, etc. El objetivo es que a medio plazo todas aquellas construcciones que vayan a salir al mercado y que hayan sido llevadas a cabo antes de 2007 –se supone que las posteriores a esa fecha están obligadas a contar con la certificación– estén clasificadas en función de su consumo energético. “Parece impensable ahora mismo, pero la nueva normativa va a suponer un cambio muy importante para el mercado inmobiliario. Con el ‘boom’ de la construcción la simplicidad se antepuso a la eficiencia, por lo que la gran mayoría de los edificios de Cantabria y del resto del país obtendrán calificaciones entre la D y la G. Esto dará lugar a nuevas caídas en el precio de la compra y en el del alquiler, el cual ya venía reduciéndose un 15% en los últimos meses. Además, es muy probable que, al menos inicialmente, las operaciones comerciales en el sector se reduzcan, y los propietarios de viviendas edificadas antes de los años 70, numerosas en la región, van a tener serias dificultades para darles salida. Igualmente, aquellos que cuenten con inmuebles más eficientes podrán establecer precios superiores, y, a pesar ello, les resultará más sencillo traspasarlos o alquilarlos”, considera López Rebollar.

Pero el incremento en el valor de la propiedad no es el único incentivo para la realización de las reformas que indiquen los técnicos encargados de la certificación, obras a las que en ningún caso obliga el real decreto. De acuerdo a distintos estudios, se calcula que aquellos edificios que se adapten para ser eficientes podrían llegar a reducir la factura final de agua, luz y gas hasta en un 45%, lo que supondría un ahorro global de casi 6.000 millones de euros para el conjunto del país. Además, el Gobierno presidido por Mariano Rajoy ha establecido una serie de ayudas y subvenciones dirigidas a fomentar la eficiencia energética dentro del próximo Plan Estatal de Vivienda 2013-2016, como las destinadas a la sustitución de calderas, la mejora de aislamientos o la incorporación de energías renovables, por citar algunas.

Así pues, todo parece indicar que la nueva normativa dará lugar a distintos nichos de mercado en el maltrecho sector de la construcción: por un lado, es probable que a medio plazo sirva para dinamizar la reforma, especialmente una vez que la ciudadanía pase a concebir el consumo de una vivienda como un criterio fundamental de cara a su adquisición, algo que, en opinión de los profesionales del ladrillo, tardará algún tiempo en darse; por otro, las propias inspecciones y la emisión de certificados pueden suponer una fuente de ingresos muy importante para colectivos que hasta la fecha habían visto reducida su actividad hasta mínimos históricos en todo lo relacionado con la edificación, especialmente teniendo en cuenta que a día de hoy Cantabria suma unos 6.000 inmuebles a la venta o en alquiler, y la inmensa mayoría de ellos carece de certificado alguno.

Serán los ingenieros industriales y los arquitectos, junto a los ingenieros industriales técnicos y los arquitectos técnicos los encargados de elaborar el informe, aunque la normativa contempla la posibilidad de que otros profesionales que realicen un curso de formación y obtengan un título al efecto puedan realizar también esta labor. En cualquier caso, cada autonomía tiene la posibilidad de ampliar o restringir estos criterios.

En este sentido, en los últimos meses han proliferado por todo el país empresas que ofrecen la emisión de este documento, ya sean compañías que se han creado a tal efecto o firmas que resultan de divisiones de negocio de tasadoras, consultoras o agencias de intermediación. Incluso los autónomos o las propias inmobiliarias están ofertando esta posibilidad, como es el caso de Afilia, que está formando a profesionales para que sus asociados puedan incorporar este servicio. Por su parte, Miguel Ángel Berrazueta, presidente del Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Cantabria (Coaatcan), recomienda cautela al usuario ante la más que probable guerra de precios que se avecina. “Es importante tener en cuenta que la calidad del estudio que el facultativo haga del edificio determinará la validez de la calificación obtenida. Nosotros estamos preocupados ante las ofertas en las que se está delegando la captación de datos a los propios usuarios, creando una suerte de calificación energética a distancia que en modo alguno tendrá utilidad práctica. Posiblemente por esta razón la normativa incluye medidas de control por parte de la Administración de la validez de los datos de partida para la elaboración del certificado, lo que puede ser objeto de exigencia de responsabilidades. De cualquier manera, y a pesar de que no es el mejor momento para la compraventa y el alquiler de viviendas y locales, esperamos que esta nueva obligación sea satisfactoria para, al menos, algunos de nuestros colegiados, no en vano contamos con la formación, especialización y bagaje necesarios para garantizar un servicio de calidad a un coste proporcionado. Sea como fuere, aconsejamos acudir a técnicos que ofrezcan la máxima garantía y profesionalidad”.

A este respecto, antes de la aprobación de la ley se calculaba que el coste medio del certificado energético podía rondar los 250 euros para un piso en altura de entre 80 y 100 metros cuadrados, sin embargo, a medida que se ha ido incrementando la competencia entre las distintas firmas, este importe ha descendido a poco más de 150 euros. Así, será el propio equilibrio entre oferta y demanda el que fije el coste de la etiqueta, aunque no hay que olvidar que también influirán aspectos como dimensiones del inmueble, antigüedad, tipología constructiva, obras recientes de renovación documentadas, estado de mantenimiento de las instalaciones… En definitiva, la complejidad que en cada caso ofrezca la vivienda o local, tanto para captar datos como para ofrecer medidas de mejora de la calificación previamente obtenida.

Lo que aún se desconoce es el desembolso que supondrá la renovación del certificado, dado que este tiene una validez de 10 años, una responsabilidad que de nuevo recaería sobre el propietario del inmueble y para la que cada comunidad autónoma deberá establecer el protocolo de actuación, otra de las incógnitas que rodean a la normativa. “Aún no tenemos noticias por parte del Gobierno regional en lo que se refiere al registro en el que depositar la documentación de las inspecciones, aunque esperamos que en los próximos días se aclaren muchos de los interrogantes que a día de hoy siguen en el aire. En Cantabria no son pocas las viviendas y locales que están en venta o alquiler, por lo que una organización eficaz resultará fundamental de cara a evitar un colapso en la Administración”, asegura Berrazueta. Lo que al menos sí se sabe es que, en caso de realizarse obras de calado que supongan una clara mejora en la eficiencia del inmueble, se podrá actualizar el certificado antes de su expiración.

Con una inversión de 16,5 millones de euros, capacidad para 2.000 alumnos y una plantilla de 200 trabajadores, la Universidad Europea del Atlántico ultima todos los detalles para abrir sus puertas el próximo mes de septiembre. El proyecto, que llega de la mano de la Fundación Universitaria Iberoamericanca (Funiber), enriquecerá la oferta académica de la región con 14 nuevos grados, 16 másteres universitarios, dobles titulaciones y distintos títulos propios.

Publicado por Jesús García-Bermejo Hidalgo @chusgbh. Fotos Nacho Cubero.
Públicado en febrero 2014.

En uno de los edificios de la calle Albert Einstein, en pleno Parque Científico y Tecnológico de Cantabria (PCTCAN), se encuentra un bajo comercial de apenas 140 metros cuadrados desde el que se está gestando el embrión de la que será la nueva institución académica con la que contará la región a partir del próximo mes de septiembre. Entre sus paredes, 10 profesionales trabajan arduamente a jornada completa para desarrollar las áreas de desarrollo y calidad, admisión, comunicación, contabilidad y laboral, becas y alumnos, rectorado y secretaría general de la futura Universidad Europea del Atlántico (Uneatlantico), la cual se ubicará en una gran parcela a escasos metros de las actuales instalaciones.

La idea es que este equipo pueda ir regulando desarrollo de un centro que deberá estar funcionando en el inicio del curso académico 2014-2015. De hecho, a día de hoy son muchas las labores que aún quedan por realizar. Por lo pronto, se ha abierto ya el proceso de preinscripción de los alumnos, ha comenzado a realizarse la selección de personal no docente, se está desarrollando todo el sistema informático, lo que incluye el campus virtual con el que podrán contar los estudiantes y el sistema de matrículas, y se ha iniciado una importante campaña de difusión para dar a conocer la oferta y características de la entidad, ya sea a través de inserciones publicitarias, apareciendo en medios de comunicación o asistiendo a ferias del sector, como la reciente Unitour. Y es que hablamos de un proyecto especialmente complejo, cuya inversión total asciende a 16,5 millones de euros y que generará 200 puestos de trabajo directos.

Las cifras

La nueva universidad llegará de la mano de la Fundación Universitaria Iberoamericana (Funiber), grupo promotor del centro, que aportará el inmovilizado material y las infraestructuras, inversión que se amortizará a largo plazo. De hecho, desde que se fundase en Barcelona en 1997, Funiber se ha enmarcado dentro del mundo universitario y de la formación mediante convenios y proyectos de diversa índole, ámbito en el que cuenta con una red académica y profesional con presencia en 25 países de todo el mundo, en la que participan 45 universidades europeas y latinoamericanas, empresas y organismos de renombre internacional.

Precisamente, es el propio edificio en el que se ubicará la futura institución académica el que se ha llevado la mayor parte de la inversión realizada hasta la fecha, en torno a 14,5 millones de euros. No en vano, hablamos de una infraestructura de 16.500 metros cuadrados cuyas obras, llevadas en su totalidad por empresas cántabras –al igual que las de la actual oficina de admisión–, deberán estar finalizadas antes de la conclusión del mes de agosto. Por lo pronto, los plazos previstos se están cumpliendo y, actualmente, se ultima la estructura externa de la construcción, fase que, tras concluirse a cierre de febrero, dará paso a los trabajos en el interior.

Al margen de la aportación de Funiber, la Universidad Europea del Atlántico obtendrá buena parte de sus ingresos de las tasas de matrícula. En este sentido, desde el futuro centro se estima que en el primer año de actividad habrá entre 400 y 450 estudiantes distribuidos en los 14 grados que se ofertarán, unos 30 por grado, aunque a cuatro años vista, cuando la entidad esté funcionando a pleno rendimiento, la capacidad será de 2.000 alumnos.

De acuerdo al estudio de mercado levado a cabo, en una primera fase se pretende que el 60% de los matriculados sean de Cantabria y el 40% restante procedan de regiones limítrofes. Más adelante, en una segunda etapa, el objetivo es llegar al alumnado nacional, momento en el que Uneatlantico pondrá en marcha los postgrados y títulos propios. Finalmente, en una última fase, cuando el centro este al máximo de su capacidad, el objetivo es que el 20% de los estudiantes sean de procedencia extranjera, especialmente de Iberoamérica.

Las tasas de matrícula de los alumnos –no hay que olvidar que la futura universidad tendrá carácter privado– se destinarán a financiar los gastos variables de la institución académica, fundamentalmente los recursos humanos, lo que se amortizará en el corto plazo. En total, 200 profesionales entre los que se incluyen perfiles de muy distinto tipo, un equipo encabezado por Rubén Calderón Iglesias, rector del centro que llegó al cargo en diciembre y que ya se encuentra desarrollando diversas funciones en la oficina de admisión. “Entre el 70 y el 80% de nuestros gastos futuros se destinarán al abono de nóminas, porque para un centro como el nuestro los recursos productivos son nuestras instalaciones y la plantilla. Las universidades no somos empresas al uso, y prueba de ello es que no hay muchas compañías que para cubrir un presupuesto de 10 millones de euros necesiten 200 trabajadores”, asegura.

A día de hoy, aún no se ha iniciado el proceso de selección de personal docente e investigador, lo que tendrá lugar en marzo, pero sí el de las áreas de administración y servicios, y la respuesta recibida, según aseguran desde la propia universidad, ha desbordado todas las previsiones. Sin ir más lejos, una oferta de trabajo para el departamento de contabilidad colgada en un conocido portal de empleo habría generado en solo 4 días más de 1.100 solicitudes, dato que habla de la complejidad de un proceso que ha de emprenderse en un momento en el que los índices de paro rozan su máximo histórico en el país.

En lo que se refiere al profesorado, la universidad ya cuenta con un plan de organización docente para ir abarcando las distintas necesidades formativas, aunque en este caso la dificultad es aún mayor, ya que a la habitual selección de currículos hay que añadir las exigencias que marca la ley, que establece que el 50% de los elegidos han de ser doctores en la materia, el 30% reconocidos por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca) y el 70% han de estar contratados en régimen de exclusividad. “Somos muy conscientes del momento en el que vivimos y uno de los objetivos fundamentales que nos hemos marcado es ser lo más transparentes y claros a la hora de realizar las contrataciones. Por eso, habilitaremos una pestaña en nuestra página web en la que se publicarán las ofertas que se convoquen y el formato de currículum requerido –afirma el rector del centro–. Para nosotros es esencial lograr formar un equipo humano del máximo nivel, y para ello contrataremos a los mejores, sean de donde sean. Es cierto que, en igualdad de condiciones, optaremos antes por un profesional de Cantabria, pero no por favorecer, sino por puro pragmatismo: si una persona ya reside aquí, es más probable que tenga la intención de continuar en ese puesto el mayor tiempo posible, mientras que alguien de fuera siempre estará pendiente de que le salga alguna oportunidad en su tierra, como es lógico”.

Modelo y oferta

Si todo marcha según lo previsto, en septiembre de este año Uneatlantico abrirá sus puertas con el primer curso de cada uno de los 14 grados que se pondrán a disposición de los estudiantes. Sin embargo, cuando el centro esté a pleno rendimiento ofertará, además, 16 másteres universitarios, dobles titulaciones y distintos títulos propios.

Así, las instalaciones que actualmente están en plena construcción contarán con tres grandes torres, en las cuales su ubicarán tres centros: la Facultad de Ciencias de la Salud, la de Ciencias Sociales y Humanidades y una Escuela Politécnica. En esta última se ofertarán cinco títulos de máster y los grados de Ingeniería de las Industrias Agrarías y Alimentarias, Ingeniería de la Organización Industrial e Ingeniería Informática. En la rama sanitaria será posible matricularse en tres máster y en los grados de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, Nutrición Humana y Dietética y Ciencia y Tecnologías de los Alimentos. Finalmente, ciencias sociales contará con ocho títulos de máster y otros tantos de grado: Administración y Dirección de Empresas, Psicología, Ciencias Políticas y de la Administración, Lenguas Aplicadas, Traducción e Interpretación, Periodismo, Publicidad y Relaciones Públicas y Comunicación Audiovisual. “Antes de iniciarse siquiera el proyecto, se realizó un detallado estudio de mercado que dejaba claro que Cantabria tenía espacio para una universidad de naturaleza privada, dado que no existen muchas en la zona norte del país, y en el que se proponían una serie de títulos académicos a ofertar. Existía el compromiso de no solaparnos con ninguna de las titulaciones que actualmente ofrece la Universidad de Cantabria, y eso lo combinamos con aquellas carreras que mayor demanda tuviesen y que no abundasen en la zona. Las solicitudes de información recibidas hasta el día de hoy confirman lo apuntado, y todos los grados están generando gran interés, con especial protagonismo de Periodismo, Psicología, Actividad Física en el Deporte e Ingeniería en la Organización Industrial”, cuenta Rubén Calderón Iglesias.

Como no podría ser de otra manera, dado que la oferta académica planteada está adaptada al Espacio Europeo de Educación Superior y, por tanto, al tan mentado Plan Bolonia, se apuesta por un modelo pedagógico presencial, muy orientado a la práctica, siguiendo pautas anglosajonas por las que los alumnos realizan labores propias de su profesión desde el primer curso, creando entornos laborales reales en el mismo campus con instalaciones adaptadas al efecto.

Así mismo, de acuerdo a las exigencias de un planeta cada vez más globalizado, el inglés también formará parte esencial de los planes de estudio de todos y cada uno de los grados ofertados, con cuatro asignaturas de inglés a lo largo del periodo formativo y entre dos y cuatro materias impartidas en su totalidad en este idioma. El objetivo es que todos los graduados salgan del centro con un nivel C1.

Con una inversión de 16,5 millones de euros, capacidad para 2.000 alumnos y una plantilla de 200 trabajadores, la Universidad Europea del Atlántico ultima todos los detalles para abrir sus puertas el próximo mes de septiembre. El proyecto, que llega de la mano de la Fundación Universitaria Iberoamericanca (Funiber), enriquecerá la oferta académica de la región con 14 nuevos grados, 16 másteres universitarios, dobles titulaciones y distintos títulos propios.

Del mismo modo, consciente de la importancia que para una universidad privada tiene lograr altos índices de inserción laboral entre sus alumnos, el actual equipo de Uneatlantico ya está desarrollando las herramientas con las que contará el Centro de Orientación e Inserción al Empleo (COIE), organismo encargado de asegurar a los estudiantes prácticas en empresas tanto en tercero como en cuarto curso –la ley exige que los alumnos hayan superado al menos el 50% de los créditos de la titulación para realizar estancias de este tipo–. Y no solo eso. Además, según asegura el rector de la entidad, la universidad irá de la mano del graduado también en el camino posterior a la carrera. “Ya tenemos muy avanzadas diversas negociaciones con asociaciones sectoriales, instituciones y empresas para que nuestros estudiantes puedan realizar prácticas, acuerdos que se harán públicos en próximas fechas. De hecho, estoy convencido de que cuando la primera hornada de matriculados llegue a tercero, ya tendremos, como mínimo, 1.000 convenios de este tipo”.

Actualmente, el periodo de preinscripción ya está abierto y, según se asegura desde el departamento de admisiones, la Universidad Europea del Atlántico ha recibido más de 700 solicitudes de información, además de hacer efectivas un buen número de ellas, unos resultados que el propio rector del centro califica como muy positivos y que animan a pensar en que no habrá problema para alcanzar esos 400 matriculados de cara al primer curso.

Para la consecución de este objetivo, la institución académica cuenta con varias herramientas adicionales. Por un lado, los alumnos podrán optar a las becas del Ministerio de Educación en las mismas condiciones que en cualquier otra universidad, las cuales se compatibilizarán con las ofertadas por la propia entidad: becas a la excelencia y al rendimiento deportivo, con las que se podrán costear hasta el 100% de los gastos académicos. Por otra parte, la universidad ha constituido, junto a Funiber, el Centro de Investigación y Tecnología Industrial de Cantabria (Citican), organismo que cuenta con una dotación fundacional de 2 millones de euros, a través del que se canalizará toda la investigación de la entidad. De hecho, los alumnos de la Escuela Politécnica de Uneatlantico podrán solicitar becas de colaboración para departamentos del centro o para proyectos concretos que se hayan puesto en marcha.

A pesar de que la industria discográfica española ha experimentado una contracción del 80% en los últimos 12 años, aún existen artistas aficionados que sueñan con poder vivir algún día de sus producciones. Si bien la revolución tecnológica ha permitido reducir los costes a los que debe hacer frente una banda para dar a conocer su trabajo, la elevada atomización existente y la difícil rentabilización de las inversiones, hacen que subsistir en este sector sea una utopía solo al alcance de unos pocos.

Texto de Jesús García-Bermejo Hidalgo @chusgbh Publicado en abril de 2014

De acuerdo a un informe publicado por Promusicae (Productores de Música de España), la venta de música en España descendió un 15% en 2013, en el que es ya el duodécimo año consecutivo de retroceso en este aspecto. Y lo más preocupante es que, mientras otros países como Italia, Francia o Alemania han logrado volver a la senda del crecimiento tras 10 ejercicios de pérdidas, en nuestra nación no solo no hay signos de mejoría, sino que el desplome es cada vez mayor, como demuestra que en 2012 la caída fuese de apenas un 5%. De hecho, con los 119,8 millones de euros que el pasado año se gastaron los españoles en la compra de música, la contracción que la industria discográfica ha experimentado en los últimos 12 años supera ya el 80%.

Como no podría ser de otra manera, la venta en soportes físicos ha seguido con la trayectoria descendente de los últimos años hasta los 71,7 millones de euros de 2013, cifra que supone un desplome del 22,8% con respecto al ejercicio inmediatamente anterior, cuando se facturaron 92,8 millones de euros. Así, el formato mayoritario, el CD, vio caer sus ventas un 16,6% con 9,5 millones de unidades, y solo el vinilo, con un tímido repunte del 3,7%, logró mejorar sus resultados.
Podría parecer que, en un entorno cada vez más tecnológico, las buenas noticias con respecto a la industria musical española tendrían que llegar de la mano del mercado digital, pero no es así. De hecho, según los datos publicados por Promusicae, se redujo un 0,35% –48,1 millones de euros–, y solo el streaming por suscripción, que generó un desembolso de 20,3 millones, un 9,4% más que en 2012, se salvó de la quema. De hecho, el streaming financiado por publicidad –las modalidades gratuitas de servicios como Spotify, Deezer, Youtube o Vevo– cayó 4 puntos, las descargas de álbumes o canciones disminuyeron un 9,5% y los tonos y demás productos para móviles vieron empeorar sus resultados en un 17,8%.

En cuanto a los factores que explican esta caída, los expertos, sin obviar la evidente influencia que la propia crisis económica ha podido ejercer, no dudan en señalar a la carga impositiva que ha de soportar el sector, actualmente del 21%, como una de las grandes culpables. Además, la vertiginosa revolución tecnológica que venimos experimentando en los últimos años, con el incremento de la piratería que implica, así como la importante reducción de los conciertos subvencionados por las administraciones parecen tener mucho que ver.

En cualquier caso, y a pesar de las cifras, son muchos los que se animan a componer, interpretar y comercializar su propios temas. De hecho, el abaratamiento del proceso de producción y grabación debido a la proliferación de herramientas tecnológicas accesibles y las numerosas posibilidades de distribución y promoción gracias a las redes sociales y a las plataformas a las que es posible subir canciones o discos, hacen que cada vez surjan más pequeños grupos cuyos miembros sueñan con poder vivir algún día de la música. La duda es, tal y como está la industria a día de hoy, ¿es eso posible?

Manuel Quintanal, Nano Teja, José María Quintanal y Miguel Gómez, componentes de Los Clientes de la Noche.

Empezar de cero

En 2010 cuatro jóvenes cántabros, Nano Teja, Miguel Gómez y los hermanos Manuel y José María Quintanal, amigos desde que eran niños, se animaron formar su propio grupo, Los Clientes de la Noche. Iniciaban así una carrera de fondo repleta de obstáculos que muchos como ellos se han atrevido a emprender, pero que solo unos pocos han logrado culminar. De hecho, hasta 2012 no publicaron su primer disco, Caer de pie, y no solo por el proceso creativo que implica sacar adelante un LP de 10 temas, sino porque, antes de nada, debían lograr la financiación necesaria para cubrir los costes que un trabajo como este exige. Cuatro años después, se encuentran en plena gira de presentación de su segundo álbum, Líneas, círculos y remolinos, y, a pesar de contar con una agenda repleta de bolos por todo el país, aseguran que, a día de hoy, lejos de haber obtenido beneficios, apenas han logrado cubrir gastos.

En un primer momento, optaron por crear algunos temas con los que empezar a ofrecer conciertos, y fue la grabación de esos directos lo que les funcionó como maqueta para mostrar su trabajo y lograr cerrar así nuevas actuaciones. “En la actualidad, lo más habitual para los grupos que empiezan es grabar un EP, que es un disco con tres o cuatro canciones, pero nosotros optamos por un LP, que suele tener entre 10 y 12 temas –cuenta Nano Teja, vocalista de Los Clientes de la Noche–. Con eso o con una maqueta, que hoy en día con las tecnologías que existen puede ser de mucha calidad sin necesitar de un desembolso demasiado elevado, te vas dejando oír, ya sea a través de plataformas en las que cuelgas ese trabajo o mediante actuaciones. Y así, poco a poco, empiezas a lograr ingresos con los que hacer frente los numerosos costes”.

En buena lógica, la primera inversión que ha de afrontar todo grupo de música es la de sus instrumentos, incluyendo no solo guitarras, bajos o baterías, sino también amplificadores, equipo de voces y de mezclas, adquisiciones que en el caso de los cántabros rondaron los 15.000 euros.

Del mismo modo, para los desplazamientos, el alquiler de una furgoneta con la que viajar y transportar todo el material, el cual suele ascender a unos 80 euros al día, y el coste del alojamiento son prácticamente inevitables. “En estos casos, conocer a alguien que te preste un vehículo en el que quepan todos los instrumentos o que te pueda hacer un hueco en su casa supone un ahorro muy importante. Nosotros, si no tenemos donde dormir, nada más acabar la actuación recogemos los bártulos y nos ponemos en marcha. Eso implica volver conduciendo toda la madrugada, pero merece la pena, porque los tiempos en los que los locales donde tocabas te pagaban el alojamiento pasaron a mejor vida”, afirma el vocalista de Los Clientes de la Noche.

Y es que, atendiendo a los ingresos que un grupo modesto puede lograr con una actuación en directo, reducir al máximo los gastos se antoja fundamental. En este sentido, según aseguran los miembros del conjunto cántabro, a día de hoy es muy complicado que una sala contrate una actuación previo pago, algo más propio de los festivales o reservado a grandes artistas, por lo que el esquema habitual suele implicar un acuerdo entre las partes. De esta forma, o bien es el propio grupo el que paga al establecimiento por dar un concierto –la cifra puede oscilar entre los 100 y los 500 euros–, en cuyo caso lo obtenido mediante la venta de entradas iría a los bolsillos de la banda y para el local lo facturado en barra, o la sala cede su espacio de forma gratuita con un reparto idéntico al anterior esquema. “Si el concierto funciona, ganan ambas partes, y, si la cosa va mal, las dos salen perjudicadas, aunque el artista es siempre quien más arriesga –considera Nano Teja–. De cualquier forma, a este nivel, por muy bien que salga la taquilla, tampoco puede decirse que hablemos de un gran negocio. Es más, en muchos bolos hemos perdido dinero”.

El disco

A día de hoy, los pequeños grupos obtienen mayor rendimiento con actuaciones en directo que con la venta de discos, sin embargo contar con un trabajo con un mínimo de calidad, ya sea un EP o un LP, es casi imprescindible para ser contratado.

Normalmente, una vez que el artista tiene todos los temas listos, el proceso se inicia con la grabación de ellos en un estudio, el cual cobra un importe por hora de alquiler, por lo que, según aseguran los miembros de la banda cántabra, trabajar previamente las canciones puede servir para lograr un buen ahorro. A continuación, se realiza la mezcla y, finalmente, la masterización, fases para las que se puede acudir a compañías especializadas o a empresas que abarquen todo el proceso, el cual, en conjunto, para un trabajo de 10 ó 12 temas puede suponer, en palabras del propio Teja, una inversión desde 3.000 euros en adelante. Con esto se obtiene lo que en el mundillo se conoce como máster, que es la grabación sonora original de la que se hacen las copias editadas, aunque antes el artista debe decidir si su apuesta pasa por el mercado digital, el físico o por ambos.

En este aspecto es importante tener en cuenta que, actualmente, según la experiencia del grupo cántabro, cada copia de un CD de 12 pistas puede tener un coste de entre 1 y 1,15 euros, aunque los artistas deben considerar la escalabilidad en los precios y, por supuesto, ser realistas en cuanto al número de ejemplares que confían vender. “Dependiendo de las tarifas de la compañía en cuestión, 300 copias pueden salir a un precio parecido a 100, y lo recomendable es buscar la máxima rentabilidad por unidad, aunque te arriesgues a no vender algunos ejemplares. En nuestro caso, del primer disco publicamos 1.000 copias, de las que vendimos unas 800 a 10 euros la unidad, y de este segundo hemos optado por sacar 500. Si se agotan, con el dinero obtenido podremos asumir el coste de las 500 siguientes”, asegura Teja.

Así mismo, optar por el formato físico implica numerosos costes añadidos en todo lo que tiene que ver con la distribución. Por un lado, en el momento que se apuesta por el CD es necesario acudir a una empresa que se encargue de editar el disco, que sería la responsable de todos los pasos que otorgan al artista el amparo legal necesario, incluyendo código de barras, logo, depósito legal y pago a las SGAE (Sociedad General de Autores Españoles). Este trabajo suele recaer en el sello discográfico, que puede ser sello editor, es decir, encargarse exclusivamente de las gestiones que van desde la grabación del disco hasta la salida de los ejemplares de fábrica, o, también, distribuidor, cuya labor incluiría la puesta a la venta en los distintos establecimientos –aunque existen multitud de firmas especializadas exclusivamente en la promoción y la comercialización–.

En este aspecto influyen las ambiciones del propio grupo o artista sobre los puntos en los que quiere que su trabajo esté disponible. Así, si el objetivo es llegar al pequeño comercio local o el establecimiento especializado, puede ser el propio grupo el que se encargue directamente de distribuir, aunque, si la intención es contar con un espacio en grandes cadenas como El Corte Inglés o FNAC, acudir a profesionales se antoja fundamental. “El primer disco lo sacamos con un sello de Madrid y el segundo con uno de Cantabria, aunque la distribución no la hacemos con nadie, dado que un grupo como el nuestro apenas va a dar salida a 50 ejemplares en un establecimiento físico –calcula Teja–. La mayoría de nuestras ventas tienen lugar después de los conciertos, y ahora vamos a poner en marcha una tienda ‘on line’. Además, estamos presentes en la única tienda especializada que queda en Santander, y no creemos que en una gran superficie nos fuese excesivamente bien”.

Así, de acuerdo a las cifras que manejan Los Clientes de la Noche, si cada CD supone un coste de aproximadamente 1 euro, cifra a la que hay que sumar los 50 céntimos a abonar a la SGAE por copia, el sello discográfico se lleva entre el 15 y el 20%, porcentaje similar al que podría ir a parar al distribuidor, y el establecimiento en el que se comercializa el disco se queda entre el 30 y el 40% de la venta, se obtiene que de cada disco el artista o grupo apenas percibe el 20% del precio final.

De cualquier manera, el músico siempre tiene la opción de gestionar por su cuenta todos los aspectos y abarcar la totalidad del proceso, una labor compleja que ya en su día Vetusta Morla, grupo de referencia en nuestro país, demostró que era posible.
En el caso de la banda encabezada por Nano Teja, los dos discos publicados han supuesto unos 12.000 euros de inversión, sin olvidar los 1.700 correspondientes a las copias en CD de ambos trabajos, importes que, aún a día de hoy tratan de recuperar a través de ventas y, sobre todo, actuaciones en directo. “Estamos cerca del punto de equilibrio, aunque, una vez lo alcancemos, tendremos que continuar con los bolos para pagar el siguiente disco”, apunta el vocalista.

Mercado digital

La evolución de las tecnologías ha abierto un abanico infinito de posibilidades para que los artistas modestos puedan dar a conocer sus trabajos y, actualmente, quien quiera tener visibilidad en este sector puede renunciar a publicar en formato físico, pero nunca a estar en Internet. Este nuevo esquema, en el que la venta tradicional de discos ha caído en picado, ha provocado que las grandes discográficas hayan tenido que reinventarse. Así, mientras que antes se encargaban de absolutamente todo el proceso –grabación, distribución y promoción–, labor que continúan realizando para artistas y grupos cuyas cifras de ventas incluyen varios dígitos, hoy se centran en la gestión de las actuaciones de sus representados, trabajo que realizan a cambio de un porcentaje sobre la recaudación que oscila entre el 15 y el 20%.

Y es que, en un contexto en el que el mercado digital supera por primera vez en España el 40% del volumen total de la industria, frente al 34,2% que suponía en 2012, plataformas como Spotify, Itunes, Shazam o Youtube, por citar algunas de las más conocidas, resultan imprescindibles. De hecho, en los últimos tiempos parece estar extendiéndose en el sector el uso de Bandcamp, página web que ofrece a las bandas jóvenes múltiples opciones para subir su material y promocionarse y cuya principal novedad radica en la capacidad que tiene el propio grupo para establecer un precio por descarga o reproducción. Incluso, si el artista lo desea, existe la opción de que el usuario pague lo que considere oportuno por cada canción o disco.

Una de las apuestas más habituales suele ser Itunes, la tienda de contenidos multimedia desarrollada por Apple, a la cual los grupos modestos pueden subir sus trabajos, previo pago, y obtener aproximadamente el 70% del importe que genere la descarga de sus temas. La otra plataforma estrella en el sector es, sin lugar a dudas, Spotify, que es solo para la reproducción de música vía streaming, obteniendo su financiación a través de publicidad y de la suscripción premium de algunos usuarios –también existe versión gratuita–. En este caso, teniendo en cuenta la cuota de mercado que cada grupo tiene en el servicio, que resulta de dividir el número de reproducciones de cada artista entre el total de las de Spotify, el propietario de los derechos del tema percibe un porcentaje de la cuantía total, una ecuación compleja en la que entran numerosos factores y que deja cifras ridículas a las bandas. De hecho, no son pocos los profesionales del sector que han vertido críticas al sistema de pagos de la plataforma o que incluso han retirado sus trabajos de ella. Para hacerse una idea, basta con decir que Los Clientes de la Noche obtienen 0,00153 euros por escucha, frente a la inversión de 40 euros que tuvieron que asumir para que una empresa especializada situase sus trabajos en la propia Spotify, Itunes y Shazam.

Del mismo modo, no hay que olvidar el importante rol comercial que la red de redes juega para promoción y difusión de los artistas modestos, ya sea a través de páginas web propias, redes sociales o blogs. De hecho, la tradicional industria de los carteles, muy utilizada años atrás para anunciar conciertos o giras, ha pasado a tener una presencia prácticamente residual, y solo las grandes producciones y artistas continúan apostando por ella.

Marcos Casal, a la izquierda, y Raúl Delgado, en un concierto de La Sonrisa de Julia

Cambio de concepto

Marcos Casal, vocalista, guitarrista y compositor de La Sonrisa de Julia, es el ejemplo perfecto de que vivir de la música es posible, no en vano, en 11 años de trayectoria su grupo ha publicado cinco discos, dos de ellos con Warner Music y otros dos con Universal Music, lo que le ha valido para situarse como uno de las bandas cántabras de referencia en el panorama nacional. Pero, además de sacar adelante sus trabajos, Casal ha comenzado a realizar labores de producción para otros artistas, entre los que se encuentran, sin ir más lejos, Los Clientes de la Noche. “Ya habíamos colaborado con ellos anteriormente, y sabía de las dificultades que habían tenido con su primer disco, por lo que me ofrecí, junto con Mario de Inocencio, que se encargó de la parte técnica, a echarles una mano en temas relacionados con la composición de las canciones, el proceso de grabación y la mezcla. Y, por lo que me han dicho, están muy contentos con el resultado final”, cuenta.

Actualmente, Casal se encuentra inmerso en plena gira de despedida de la Sonrisa de Julia con Raúl Delgado, el otro integrante del grupo a día de hoy, y su siguiente objetivo es sacar adelante varios trabajos en solitario, alguno de los cuales asegura tener ya listo. Así, este cántabro se enfrenta de nuevo al reto de poder vivir de la música, aunque esta vez, en lugar de hacerlo como autónomo, figura por la que había apostado para sus anteriores discos, no descarta crear un sello discográfico propio, el cual estaría al servicio de sus producciones y a las de otros artistas.

Conocedor de la realidad económica y empresarial de la industria tanto en el pasado como en la actualidad, Casal no solo considera que es posible vivir de la música, sino que cree que lograrlo en la actualidad es mucho más sencillo que hace 10 años. “Hoy, para dar a conocer tu música tienes multitud de posibilidades y canales, mientras que antes solo existía la opción de la discográfica, con la que, en el mejor de los casos, te llegaba un 10% de lo generado. Con la evolución de las tecnologías, si quieres grabar varios temas no necesitas acudir a un estudio, y puedes hacerlo tú mismo, y con los videoclips, sin ser tener excesivos conocimientos técnicos, ocurre exactamente lo mismo. La promoción se puede realizar mediante redes sociales e Internet, y plataformas como Itunes o Spotify abaratan el proceso de distribución. Al final, hay una máxima que no ha cambiado en absoluto: la necesidad de dar con un producto calidad, diferenciador y que mueva a un buen número de público. Si tienes eso, puedes lograr triunfar en este mundillo, pero si no, lo mejor es que te lo tomes solo como una afición, porque la multiplicación del número de grupos y artistas que ha traído consigo la revolución del sector está provocando que el usuario sea cada vez más selectivo con la música que consume”.

En opinión del aún hoy vocalista de La Sonrisa de Julia, el cambio en la industria española se produce en 2008 con la publicación del primer disco de Vetusta Morla, Un día en el mundo, el primero que, a pesar de ser producido y distribuido en su totalidad por una banda, logra competir con los grupos que llegan al gran público. Este hito supuso el inicio de un nuevo panorama en la música española por el que las discográficas dejaban de ser una herramienta imprescindible para pasar a convertirse en una opción más. Sin embargo, seis años después, el sector vive uno de sus peores momentos de la historia, y no solo las empresas que durante décadas crecieron al calor un proceso para el que resultaban fundamentales lo sufren, sino también los propios artistas. “No tiene sentido culpar a la piratería, la crisis o pintar a las discográficas como las malas de la película –considera Casal–. En España el problema principal radica en la concepción cultural que existe de que se puede disfrutar de música profesional gratis, y eso es muy difícil de cambiar. Durante años, los conciertos en este país han estado subvencionados por ayuntamientos y gobiernos, y los artistas y grupos que se contrataban eran de caché, es decir, los más escuchados en las radios y los que movían grandes masas, los cuales cobraban cantidades fijas y normalmente muy elevadas, independientemente de la gente que acudiese a escucharles. La coyuntura que nos ha tocado vivir ha provocado que ese modelo haya pasado a mejor vida. Ya no cabe una industria subsidiaria del Estado, y hoy los grupos solo valen las entradas que venden. Eso es avanzar hacia un auténtico mercado, un proceso del que, por ahora, solo se están sentando las bases, pero que dará lugar a un sector maduro en el que los directos serán la principal manera de llegar a tu público, que es quien se descargará tus canciones y comprará tus discos. No hay más que fijarse en países como Estados Unidos o Inglaterra, que suman años luchando contra la piratería y que también han sido golpeados por la crisis, pero cuyas industrias musicales han logrado volver a la senda del crecimiento tras años de pérdidas”.

Apenas un año después de su salida al mercado, Destilería Siderit se ha convertido en una referencia a nivel nacional gracias a una ginebra alabada tanto por consumidores como por expertos. Ahora, con la intención de dar el salto a otros países, la firma cántabra acaba de iniciar la comercialización de un vodka muy particular que se destila a partir de la fermentación de la lactosa de la leche.

Texto de Jesús García-Bermejo Hidalgo @chusgbh. Fotos de Nacho Cubero
Publicado en abril 2014

Según un estudio realizado por Rives, compañía especializada en la producción y distribución de destilados y espirituosos, la venta de ginebra en España aumentó un 7,6% en 2013, lo que sitúa a nuestro país como el tercer consumidor mundial de este producto. Estos datos contrastan con el descenso del 8% registrado en la comercialización de bebidas alcohólicas a lo largo del último año, una caída en la que la propia crisis económica y la subida de impuestos han tenido buena parte de culpa, factores a los que hay que sumar el cambio de gustos del consumidor español en lo que a combinados se refiere, con el gin tonic pisando fuerte desde hace varios ejercicios. Así, a día de hoy, las bebidas de alta graduación más consumidas en España son whisky –31%–, ron –20%–, ginebra –17%–, licores –15%–, brandy –8%–, vodka –4%– y tequila –1%–, siendo la ginebra la que mayor crecimiento viene experimentando en los últimos años.

Esta tendencia fue uno de los factores que animaron a David Martínez y Rubén Leivas a producir y comercializar su propia ginebra, Siderit’s Dry Gin, la cual en apenas un año ha logrado posicionarse como una referencia entre los destilados premium del país, pudiéndose encontrar hasta en 25 provincias españolas. Ahora, ambos emprendedores se preparan para dar el salto al mercado extranjero, paso que afrontarán de la mano de un nuevo producto: un vodka elaborado con alcohol destilado a partir de los azucares de la leche.

El toque cántabro

Anteriormente, estos empresarios dedicaban su jornada laboral a la dirección de una ingeniería especializada en la puesta en marcha de industrias agroalimentarias de distinto tipo, un sector que con la llegada de la crisis vio caer su volumen de actividad sustancialmente. Fue entonces cuando, aprovechando la experiencia adquirida en proyectos relacionados con cerveceras y productores de vino, se plantearon montar su propia factoría y combinarla con su otra empresa, que suma ya 10 años de trayectoria. “Buscábamos un producto que no fuera perecedero y que nos permitiese acceder al sector del lujo –cuenta David Martínez–. Ya habíamos hecho pruebas con licores y, viendo el crecimiento que venían experimentando las ginebras, optamos por producir una que destacase por su calidad, lo que no fue nada fácil. De hecho, fueron necesarias 131 recetas y tuvimos que organizar hasta 750 catas antes de salir al mercado”.

En total, dos años de pruebas hasta dar con la fórmula idónea, la cual incluye ingredientes como el agua de mineralización más débil de la península, procedente del manantial de Ortigosa de los Montes –Segovia–, alcohol de centeno y 12 botánicos, entre los que se encuentra el té del puerto, planta típica de la cordillera cantábrica que otorga a la ginebra su acento regional. Es más, su nombre científico, syderitis hissopifolia, fue el elegido para la denominación comercial de la firma, que abrió las puertas como Destilería Siderit en febrero de 2013.

En apenas un año de actividad, la compañía ubicada en Torrelavega ha logrado hacerse con una importante cuota de mercado en Cantabria, al tiempo que ha ido llegando a distintos puntos de la geografía española, un crecimiento que, en palabras de ambos empresarios, ha sido posible gracias a la calidad del producto llevado a cabo. No en vano, Siderit’s Dry Gin es una de las ginebras mejor valoradas del país por los expertos en la materia, y prueba de ello es que su precio de venta al público, cercano a los 28 euros por botella, no ha sido óbice para su rápida expansión.

Actualmente, la firma dirige su producto a empresas de hostelería, mayoristas y compañías alimentarias, mercados que logra abarcar en Cantabria y País Vasco, mientras que en el resto del país su estrategia pasa por complementar canales de venta. Así, Destilería Siderit tiene en el sector hostelero a su principal cliente, de hecho le permite estar presente hasta en 25 provincias de la geografía española, como Burgos, Palencia, Valladolid, Madrid, Barcelona, Gerona o Castellón, por citar algunas. Y a esto hay que sumar los clientes con los que la compañía cántabra cuenta en territorio burgalés en alimentación y los numerosos mayoristas con los que trabaja a lo largo y ancho de Castilla y León. “Con el incremento de nuestra presencia en España estamos logrando compensar la caída de ventas que tiene lugar tras el verano, ya que la ginebra es un producto muy estacional y prácticamente el 90% de nuestra producción se comercializa cuando llega el buen tiempo, especialmente en la región, donde ya se sabe que todo lo relacionado con la hostelería se paraliza en otoño e invierno”, afirma Martínez. De esta forma, a día de hoy, la ginebra cántabra puede encontrarse en varios centros comerciales del país, como Carrefour o el Club del Gourmet de El Corte Inglés, en establecimientos cash & carry y en más de 2.500 bares de la geografía nacional, puntos de venta que se combinan estratégicamente con restaurantes y hoteles de lujo, vinotecas gourmet y cadenas de licorerías.

Gracias a esta red, durante el primer año de actividad, Siderit ha logrado, en palabras de sus propietarios, dar salida a la totalidad de su producción, la cual ha ascendido a unas 12.000 botellas de ginebra. Y en este 2014, tras la reciente ampliación de instalaciones y la adquisición de nuevos equipos, el objetivo no es otro que duplicar esa cifra.

¿Vodka a partir de la leche?

La actual gama de productos que oferta Siderit

En su momento, estos empresarios asumieron una inversión de 250.000 euros para que su proyecto pudiese ver la luz, cuantía a la que hay que sumar la afrontada recientemente para incrementar su volumen de producción. Y es que, en la breve historia de la destilería, la fase que la firma pretende iniciar ahora es tanto o más ambiciosa que su salida al mercado hace algo más de un año.

La principal novedad, que no la única, es que Siderit acaba de iniciar la comercialización de su propio vodka, Vodka Siderit Lactée, cuyo precio de venta al público será de 22 euros la botella. Al igual que ocurre con la ginebra, el vodka llevado a cabo por la empresa cántabra es muy particular, ya que se destila a partir de la fermentación de la lactosa de la leche mediante un proceso único que la compañía se ha apresurado a patentar. Así, para este 2014 el objetivo de estos emprendedores es producir unas 6.000 botellas de la novedosa bebida, las cuales podrán encontrarse en prácticamente todos los puntos en los que está presente la ginebra de la firma, aunque a medio plazo también estará disponible en otros mercados más allá del español. “El vodka es el destilado que más se bebe en todo el mundo, muy por encima de la ginebra, en la que España es uno de los mayores consumidores –asegura Martínez–. Por eso creemos que este vodka, de elaboración artesanal y muy distinto a las alternativas existentes, es un producto llave perfecto para salir al extranjero. Posteriormente, una vez asentados, la idea es poder hacer llegar a los distribuidores el resto de nuestra oferta. De hecho, en verano empezaremos a vender ginebras añejadas, que, aunque en nuestro país no tienen demanda, en otros puntos funcionan bien, y ya estamos trabajando en una edición especial de año de cara a las próximas navidades. Si queremos seguir creciendo, este es el momento de introducir nuevos productos”.

David Martínez en pleno proceso de fabricación

En 12 meses de actividad Destilería Siderit ha logrado duplicar sus facturaciones, y para los 12 siguientes ambos empresarios se marcan la meta de dar salida a una producción que se verá incrementada en al menos 18.000 botellas. Por lo pronto, en el primer año de vida han logrado una posición tan destacada como fugaz en el mercado nacional, lo que les permite, al menos, cubrir gastos, incluyendo sus salarios y el del único empleado con el que cuentan en plantilla, una nómina de trabajadores que esperan tener que incrementar por la buena marcha de las nuevas líneas de negocio. “El sector de las bebidas alcohólicas es uno de los más grandes del planeta, y el 96% de las operaciones están protagonizadas por tres grandes multinacionales. Por eso, a pequeñas destilerías como la nuestra no le sirven de nada las acciones publicitarias tradicionales, y la única forma de alcanzar el éxito es contar con un producto diferenciador y visitar a todos y cada uno de los clientes a los que quieres llegar. Eso nos permitió salir al mercado con una red de casi 400 bares, y las catas organizadas nos dieron cierto nombre antes siquiera de estar en los estantes. En cualquier caso, es complicado y costoso que lleguen los resultados, porque, independientemente de que tu importe sea mayor o menor, entre los impuestos y el pellizco para los distribuidores, el margen que le queda al productor es mínimo. Es más, aunque el precio final de nuestra oferta pueda parecer elevado, las botellas salen de fábrica bastante baratas”.

La fábrica de La Penilla ha vivido en 2013 uno de los mejores ejercicios de su más que centenaria historia: la planta ha rozado las 90.000 toneladas de producción, ha consolidado empleo y ha nadado contra corriente en un entorno económico especialmente complicado para las grandes marcas. Nesquik, uno de sus productos estrella, ha cerrado el año de su 50 aniversario como líder de ventas en el mercado español por primera vez desde su lanzamiento.

Texto de José R. Esquiaga @josesquiaga Fotos de Nacho Cubero
Publicado en enero de 2014

En contra de todas las tendencias, desde las más generales hasta las más concretas, la planta cántabra de Nestlé acaba de cerrar un año histórico. Ni el entorno económica, ni las dificultades específicas que están sufriendo los grandes fabricantes de alimentación –con un mercado cada vez más pequeño y con mayor dominio de las marcas de distribución– han impedido que la fábrica de La Penilla sitúe sus cifras de producción en cotas históricas dentro de su más que centenaria historia. En el buen año ha tenido protagonismo especial el Nesquik, un producto que celebraba en 2013 su cincuentenario y que acabó el año superando por primera vez en ventas a su gran rival en el mercado doméstico, el Cola Cao de Nutrexpa. Fabricado en Cantabria desde que llegó a España en 1964, el célebre cacao soluble de Nestlé es uno de los productos estrella de La Penilla y uno de los protagonistas de los buenos datos del ejercicio, aunque no el único.

La fábrica cántabra cerró el año 2013 con una producción de 87.600 toneladas, dentro de una gama formada por cinco grandes familias de producto: las tabletas de chocolate, el cacao soluble, las harinas infantiles, los bombones y los lácteos en polvo. La cifra total de fabricación supone un incremento de más del 10% en relación con el año 2012, que a su vez sumó algo más de un 5% a la del año anterior. El crecimiento no es lineal en todas las gamas, pero sólo los bombones han empeorado el dato de hace dos años, y ello en una proporción de apenas un 2,7%. En el otro lado de la balanza, las harinas infantiles y los lácteos en polvo aportan los mayores crecimientos porcentuales y, en el caso de las primeras, también en términos absolutos.

En línea con lo que marcan los cánones, el buen año de la planta se explica en buena medida –aunque no exclusivamente– por el dato de las exportaciones. En cinco años la fábrica ha pasado de vender algo menos de un tercio de su producción fuera de España a elevar esa proporción hasta el 43% con que cerró 2013. Liderando esa evolución, el 80% de las cerca de 20.000 toneladas de harinas infantiles que salen de La Penilla encuentran su mercado fuera de España, sobre todo en países de oriente medio. Un dato que explica buena parte del crecimiento en producción de esa familia, al igual que lo hace, aunque en menor medida, en el caso de los chocolates, que se exportan sobre todo a Francia. La vinculación entre exportación y crecimiento se diluye, hasta hacerse inapreciable, en el caso del cacao soluble, un producto de consumo mayoritariamente doméstico, lo que no ha impedido su buen año. Otro tanto sucede con los lácteos en polvo, que doblan su cifra de fabricación pese a venderse únicamente en España. Por último bombones y confitería, la categoría que peor comportamiento ha tenido en 2013, se sitúa en una posición intermedia en cuanto a peso exportador.

El caso Nesquik

Aunque por distintos motivos esa condición podría ostentarla casi cualquiera de los productos que salen de La Penilla, el cumpleaños de Nesquik le sitúa como el máximo protagonista del año. El aniversario justificaría por sí solo poner el foco en el cacao soluble, pero lo cierto es que tampoco sería ese el único argumento. Pese a no ser ni el primero en producción ni el que más crece en el año, constituyen méritos difícilmente cuestionables el haber conseguido incrementar su mercado en un momento en el que este cada vez es más pequeño, hacerlo frente a su principal competidor y en un país que es el segundo del mundo en consumo de cacao soluble constituyen.

El Nesquik comenzó a fabricarse en La Penilla coincidiendo con la llegada a España del producto, en 1963. Para entonces Cola Cao ya tenía una sólida presencia en el mercado y en el imaginario de los consumidores españoles, lo que por un lado tenía el inconveniente de situar la competencia en una escala especialmente difícil pero, al mismo tiempo, facilitaba la acepción de un producto, el cacao soluble, que ya era muy conocido. De hecho, esto último –la introducción temprana del hábito de chocolatear la leche– explica que aun hoy España se sitúe en los niveles más altos de consumo del producto en el mundo, sólo por detrás de Malasia.
El impacto de la crisis económica ha tenido un doble impacto sobre la demanda de cacao soluble en España, del que curiosamente ha resultado un mayor consumo por hogar. La caída de población es el principal condicionante negativo pero, al mismo tiempo, el aumento del número de desayunos en el hogar –frente a la opción de la hostelería– ha ayudado a sostener el mercado. Aunque las marcas de la distribución han ganado cuota también en este producto, lo han hecho en menor medida que en otras categorías, algo que los expertos achacan a una combinación de factores, entre los que pesan especialmente el tremendo esfuerzo de marketing que hacen las dos marcas líderes y el hecho de que, al tratarse básicamente de un producto para los niños, la confianza en el fabricante cotice en el nivel más alto a la hora de decidir la compra.

La Penilla es la responsable de abastecer de Nesquik al enorme mercado español de cacao soluble, y aún le alcanza para destinar un 14% de las 25.200 toneladas producidas el pasado año –un 4% más que en 2012, y un 21% más que en 2011– a la exportación, sobre todo a Portugal e Italia. De la única variedad que se producía inicialmente se ha pasado hoy a un amplio surtido de recetas y presentaciones, lo que da como resultado un número de referencias que pone constantemente a prueba la flexibilidad de la planta. Esta capacidad de responder rápidamente a los requerimientos del cliente –en un mercado en el que un gran distribuidor puede pedir una presentación específica prácticamente de un día para otro– es una de las claves de la competitividad de la fábrica de La Penilla, que es además la única factoría de Nestlé que asume todo el proceso de fabricación, desde el torrefactado del grano de cacao hasta el envasado.

Como en cualquier otro producto alimentación, las cuestiones organolépticas tienen un peso decisivo en el mercado, y su lógico reflejo en el proceso de fabricación. La receta del Nesquik no llega a la leyenda de la de Coca Cola, pero no está muy lejos, sobre todo si tenemos en cuenta que la solubilidad del producto ha sido siempre su principal factor diferenciador frente a la competencia. Eso no ha cambiado en los cincuenta años del producto, aunque sí lo han hecho las proporciones de sus ingredientes, donde se ha buscado reducir la presencia de azúcar y aumentar la de cacao y aumentar el abanico de opciones y sabores. Todos, salvo el Nesquik de fresa que se fabrica en Francia, se hacen en La Penilla.

Todos esos elementos –flexibilidad, gama y calidad– se suman a la ineludible carrera por la productividad, una característica común a todo el sector alimentario y a todas las familias de producto que se elaboran en la planta cántabra de La Penilla. Desde 2008 Nestlé ha invertido 88 millones de euros en su planta cántabra, lo que ha sido decisivo para mantener el sostenido crecimiento en su nivel de producción que le ha llevado este año a rozar la frontera de las 90.000 toneladas. La última actuación ha servido para cambiar la zona de carga de los camiones, mejorando la circulación por la planta y con repercusión incluso en el tráfico del municipio, al evitar las largas colas de vehículos pesados a la entrada de la fábrica.

El ir y venir de camiones es uno de los indicadores de la salud de la planta, que es un tradicional motor de actividad y empleo para toda la comarca y, por extensión, para el conjunto de la región. Aunque la evolución de la gama ha ido convirtiéndola en una planta especializada en el chocolate, La Penilla sigue siendo una de las principales fábricas demandantes de leche de la región, algo que se explica tanto por la presencia de la leche en el chocolate –en tabletas y bombones, aquí el Nesquik no tiene nada que decir– como por el creciente nivel de producción que están experimentando las harinas infantiles –varias referencias que utilizan lácteos en su composición– y, sobre todo, las leches en polvo. En esta última categoría se engloba un producto de demanda creciente: las cápsulas para la gama Dolce Gusto, la máquina de monodosis de Nestlé. Aunque en Cantabria no se fabrican las cápsulas, sí que se asume la elaboración de su contenido, siempre que este incluya cualquier mezcla con presencia de leche o chocolate. La producción de lácteos en polvo, con destino o no a las cápsulas de Dolce Gusto, ha crecido un 84% durante el último año. Nestlé La Penilla consume 62 millones de litros de leche de Cantabria al año, recogida a 141 ganaderos. La cifra supone aproximadamente el 15% del total de leche producida en Cantabria, lo que da idea de la importancia que la planta tiene para el sector ganadero de la región.
La aportación tampoco es pequeña en términos de empleo.

La fábrica cántabra de Nestlé da trabajo a 875 personas de forma directa, y ronda el millar si contabilizamos las empresas proveedoras de servicios que tienen personal a tiempo completo desplazado a la planta. Durante el año que acaba de terminar, empresa y sindicatos cerraron un acuerdo por el empleo estable que convirtió a 140 fijos discontinuos y eventuales en contratos fijos. Aunque la evolución de la plantillas no ha seguido el ritmo de la producción –lo que tiene que ver tanto con la cuestión de la productividad como con que buena parte de las tareas de la planta no tienen una relación directa con el volumen fabricado– la creación de empleo en el actual entorno económico es otro de los factores distintivos de la planta, a la que se presentan nuevos retos de cara al futuro más inmediato. De ellos, quizá no es el menor el brusco descenso de la natalidad en el periodo 2006-2007: los niños nacidos en esos años constituyen ya hoy el principal núcleo de consumidores de Nesquik, y pronto lo serán también de los chocolates. Entre uno y otro producto suman cerca de 60.000 toneladas de las producidas en La Penilla, de las que prácticamente dos terceras partes se quedan en el mercado doméstico. Casi un kilo de chocolate o cacao soluble para cada español, cada año. Ese es el difícil listón a mantener.

Hasta ahora eran viviendas al uso, y sus propietarios las alquilaban a turistas acogiéndose a la Ley de Arrendamientos Urbanos, por lo que solo debían computar por ellas en la declaración de la renta. Sin embargo, la normativa que ultima el Gobierno obligará a estos alojamientos a cumplir con las mismas obligaciones que los hoteles o las casas rurales, y, dados los costes que eso implica, la duda radica en saber si se producirá un incremento en la economía sumergida del sector.

Texto de Jesús García-Bermejo @chusgbh Fotos de Nacho Cubero
Publicado en junio de 2013

A pesar de que el tiempo no acompaña, de la crisis y de la caída generalizada de las facturaciones en prácticamente todos los sectores de actividad, parece que el turismo, al menos por ahora, es capaz de capear el temporal, y nunca mejor dicho. Y es que, atendiendo a las cifras registradas, nuestro país recibió a lo largo del año pasado un total de 57,7 millones de viajeros extranjeros, un 2,1% más que en 2011, y todo indica que en este ejercicio la tendencia seguirá al alza. Por su parte, Cantabria logró unos resultados aún mejores, puesto que, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la región se situó como la comunidad líder en el aumento de transeúntes en agosto, con un incremento 5,6% en relación al año anterior. País Vasco –4,6%–, Valencia –4%– Murcia –2,4%– y Navarra –0,5%– completaron la clasificación, mientras que el resto de comunidades autónomas perdieron visitantes respecto a 2011. Del mismo modo, fue la segunda del país en aumento de pernoctaciones –2,2%– y el aeropuerto de Parayas vivió el mejor agosto de su historia, con un 7,4% más de pasajeros, frente a un descenso medio del 3,1% en la red Aena.

Sin embargo, no hay que olvidar que el sector en su conjunto suma varios ejercicios de pérdidas, y solo los puentes, así como julio y agosto, permiten cuadrar balances a cierre de ejercicio. Además, los profesionales asumen que los registros de 2006 ó 2007 no volverán a alcanzarse, y que los resultados satisfactorios de los últimos meses se deben en buena parte a un descenso muy importante de los precios, lo que pone en serio riesgo la rentabilidad de los negocios. “Hace unos años, cuando las cosas iban bien, la competencia desleal, aún suponiendo un problema, era económicamente soportable –expone Emérito Astuy, presidente de la Asociación Empresarial de Hostelería de Cantabria (AEHC)–. Ahora, con el descenso de los ingresos, el intrusismo existente en el sector se ha convertido en un obstáculo prácticamente insalvable, sobre todo para los alojamientos de turismo rural y durante las semanas de mayor demanda”.

Y es que, con el avance de la crisis, este mercado se ha convertido en un refugio para empresarios de sectores en declive o trabajadores que se han quedado en paro, los cuales, para conseguir unos ingresos extra, optan por alquilar un inmueble o una habitación de su propiedad como si de un alojamiento turístico más se tratase, una práctica que hasta ahora no era ilegal, pero que lo será a corto plazo, una vez que la normativa que ultima el Gobierno de Mariano Rajoy sea aprobada en las Cortes.

De hecho, la opinión del presidente los hosteleros cántabros encaja a la perfección con el preámbulo del proyecto de la Ley de Medidas de Flexibilización y Fomento del Alquiler, que señala el incremento que en los últimos años se viene dando en el uso de alojamientos privados para el turismo. Por ello, y con el objetivo de luchar contra situaciones de intrusismo y competencia desleal, el Ejecutivo ha decidido modificar la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) para excluir de su ámbito de aplicación “la cesión temporal de una vivienda amueblada y equipada en condiciones de uso inmediato que se comercialice o promocione en canales de oferta turística con finalidad lucrativa”, siendo en estos casos la normativa sectorial la que deberá regularlo.

Las cifras

Según estimaciones de la patronal hotelera, en España hay actualmente 1,5 millones de viviendas turísticas al margen de la norma, ya sean pisos, casas o chalés. Esto quiere decir que no se ajustan en exigencias de calidad, seguridad, dimensiones y servicios, ni tienen las mismas obligaciones fiscales que hoteles, casas rurales, campings o apartamentos, que sí cumplen con la legislación específica. Sin embargo, el avance de la crisis, cuyas consecuencias sobre la construcción son de sobra conocidas, ha provocado que un buen número de los inmuebles vacíos que a día de hoy puebla el territorio nacional haya pasado a formar parte de este mercado, independientemente de que sean propiedad de particulares, inmobiliarias o entidades financieras.

Así, de acuerdo a los datos del anuario económico de La Caixa, en 2012, de las 1.128 millones de pernoctaciones que se registraron en España, 764 millones tuvieron lugar en viviendas alegales, cifra que supone un 67,73% del total, y que se ha visto incrementada un 4% en comparación con el año inmediatamente anterior. Del mismo modo, a lo largo del pasado ejercicio fueron 15,8 millones de noches las que pasaron los turistas en Cantabria, y un 72,15% de ellas –11,4 millones– se registraron en inmuebles amparados por la LAU y no por la normativa sectorial. Y es que nuestra región, junto con Andalucía, Cataluña y la Comunidad Valenciana, es una de las más afectadas por este problema, aunque cabe destacar que la concienciación en la comunidad autónoma ha permitido reducir esta práctica en un 2,3% con respecto a 2011.

Emérito Astuy, presidente de la Asociación de Empresarios de Hostelería de Cantabria.

Se calcula que esta actividad mueve aproximadamente unos 2 millones de euros anuales en nuestro país, algo lógico si se tiene en cuenta que el gasto medio de un turista que opta por un apartamento alegal asciende a 381,6 euros, que es el resultado de multiplicar las 7,2 noches de estancia por los 53 euros de su importe diario. “A cualquier empresa del sector le es imposible competir en precio con este tipo de alojamientos, algo que en la coyuntura actual, en la que el cliente antepone el coste a aspectos como la calidad o la profesionalidad, se acentúa aún más –afirma Astuy–. Nosotros tenemos que afrontar el pago de autónomos o liquidar el Impuesto de Sociedades, además de abonar el IVA y el Impuesto de Actividades Económicas. Así mismo, debemos obtener las licencias municipales oportunas, superar las inspecciones de apertura y las sucesivas, dar de alta a nuestros empleados y tributar por ellos. En materia de seguridad, nos vemos obligados a contar con planes de evacuación, prevención y de riesgos laborales, así como a informar continuamente a la Guardia Civil del movimiento de viajeros. Finalmente, dependiendo del tipo de establecimiento del que se trate, la instalación tiene que contar con unas determinadas características, como disponer de un número de metros, baños comunes e individuales y todo el equipamiento establecido. Por su parte, los apartamentos que funcionan al margen de la normativa solo deben formalizar un contrato de alquiler y reflejarlo en su declaración de la renta. Tan solo estamos pidiendo que, si jugamos todos al mismo juego, al menos sea con las mismas reglas”.

Del mismo modo, en el diagnóstico del Plan Nacional e Integral de Turismo 2012-2015 el propio Gobierno fija el crecimiento de los viajeros alojados en apartamentos alegales en el 15% anual, algo que, en palabras del Ejecutivo, podría ir en contra de la calidad de los destinos turísticos. Además, de acuerdo con las cifras recogidas por el portal Homeliday.es –perteneciente al grupo Homeaway–, referencia en Europa en alojamientos vacacionales entre particulares con más de 80.000 inmuebles en 120 países, 6 millones de páginas vistas al mes y traducción a siete idiomas, en abril se registró un incremento del 11% en la demanda. De hecho, España se asienta en la tercera posición mundial de este mercado como destino más solicitado, solo superada por Francia e Italia.

La normativa

Como suele ocurrir en estos casos, la realidad cambia dependiendo del punto de vista desde la que se mira. Así, Joseba Cortázar, director de Relaciones Públicas de Homeaway España y Toprural, asegura que en nuestro país existen unas 150.000 viviendas de uso turístico, las cuales generan 23.000 empleos directos y 7.500 indirectos. “Las cifras que ha facilitado la patronal hotelera no sabemos de donde salen”, afirma.
En cualquier caso, lo que parece evidente es que, una vez que la normativa sea aprobada en las Cortes, se producirá una restricción de estos alojamientos, algo por lo que comunidades autónomas, municipios y asociaciones profesionales llevan años luchando. Y es que, a pesar de que la Administración regional cuenta con competencias en turismo, los propietarios de los inmuebles se acogían a la LAU, que hasta la fecha reconocía expresamente los arrendamientos celebrados por temporada en cualquier periodo del año. Ahora ya no podrán hacerlo, y, de acuerdo al proyecto de ley, será la legislación sectorial la que rija estos alquileres, la cual está en manos de las autonomías. “En estos momentos es fundamental que se actúe con suma prudencia, porque no hay que olvidar que estamos hablando de un mercado que genera resultados muy positivos para el país –considera Cortázar–. Solo en nuestro portal hemos pasado de 15.000 a 30.000 alojamientos de este tipo en dos años, lo que da buena muestra de su crecimiento, dado que internet es la principal plataforma para su promoción y comercialización. Y en ningún caso estamos diciendo que no haya que legislar, sino que debe hacerse con cautela y persiguiendo la armonización de las normativas, porque, de lo contrario, se generarán desigualdades entre las distintas comunidades autónomas. En nuestra opinión, el objetivo no pasa por prohibir, sino por integrar. Si la ley resultante es muy restrictiva y no tiene en cuenta ninguna de las particularidades del sector, es probable que los costes, y con ellos los precios, se incrementen mucho. En ese caso, los turistas optarán por otros destinos distintos a España, lo que podría significar perder un importante volumen de ingresos, puesto que aproximadamente el 70% de los usuarios de apartamentos vacacionales son extranjeros”. Y es que, solo en Homeaway se publicitan 460.000 viviendas de uso vacacional por todo el mundo, con un total de 585 millones de visitas anuales, lo que da una idea de las alternativas existentes.

Parece que el propio Ejecutivo es consciente de estas posibles desigualdades, motivo por el que, según ha podido saber Cantabria Negocios, se ha constituido una comisión formada por las direcciones generales de Turismo de las distintas comunidades autónomas para legislar en la materia. El objetivo es que todas las regiones cuenten con la misma regulación, aunque esta deba aprobarse posteriormente en cada una de ellas.

Por otra parte, a día de hoy son numerosas las incertidumbres que rodean al desarrollo de la normativa, lo que está provocando cierta inseguridad entre los propietarios y portales de viviendas vacacionales. En este sentido, desde la Dirección General de Turismo del Gobierno de Cantabria se afirma que, muy probablemente, en la futura ley estos inmuebles tendrán que adecuarse a una de las modalidades de alojamiento ya existentes, como las pensiones o los apartamentos turísticos, lo que implica que tendrán que asumir nuevas obligaciones y responsabilidades. A pesar de todo, según apunta el Ejecutivo regional, no se descarta que puedan realizarse determinados ajustes en la normativa para dar cabida y facilitar la adecuación de este tipo de alojamientos a la legalidad vigente. Sea como fuere, lo que sí deberán hacer todas estas viviendas es darse de alta como empresa, abonar sus cuotas a la Seguridad Social, contar con las autorizaciones correspondientes, someterse a los controles y expedientes sancionadores del Gobierno autonómico, etc.

En lo que respecta a los plazos, tanto Astuy como Cortázar ven muy poco probable que la nueva ley este lista para la temporada alta de este año –julio y agosto–. Por su parte, la Administración prefiere no marcarse una fecha concreta, aunque sí que afirma que la regulación estará lista y aprobada “a corto plazo”.

Lo que a nadie se le escapa es que, en una coyuntura como la actual, los costes de adecuarse a la futura normativa pueden resultar inasumibles para muchas familias y particulares que se ven obligados a alquilar sus propiedades para salir adelante, lo que podría provocar un importante incremento en la economía sumergida de este mercado. En este sentido, en las estimaciones de los técnicos del Ministerio de Economía y Hacienda (Gestha) correspondientes a 2010, las últimas publicadas, se situaba el fraude en los arrendamientos en 2.926 millones de euros, con especial protagonismo de los alquileres de temporada en las zonas costeras. “La gran mayoría de propietarios de viviendas vacacionales cumple con las obligaciones que establece la ley, aunque, como en todos los ámbitos, puede haber excepciones. Ahora bien, no es descartable que muchos de ellos se vean abocados al fraude, otro poderoso motivo para que la nueva regulación no sea excesivamente dura”, concluye Cortázar.

Equipos Nucleares SA es una de las pocas industrias cántabras que compite internacionalmente con producto y tecnologías propias, y lo hace en un mercado en el que la excelencia es una obligación. Con más de 700 trabajadores y una facturación que se mueve en el entorno de los 130 millones de euros anuales, el grupo que forman Ensa y Enwesa ha sabido reinventarse para convertirse en fabricante y suministrador de servicios de referencia dentro del mundo nuclear.

Texto de José R. Esquiaga @josesquiaga Fotos de Nacho Cubero.
Publicado en junio de 2013

Desde la orilla sur de la bahía y encomendada al buen hacer de sus soldadores, Equipos Nucleares SA (Ensa) es la prueba palpable de que para buscar referencias del perseguido cambio de modelo económico no es imprescindible viajar a valles lejanos y hablar el lenguaje del bite. También es cierto que, por más que la empresa pregone con satisfacción su condición de calderería, todo lo especializada que se quiera pero calderería al fin y al cabo, el calificativo de tradicional encaja difícilmente con el trabajo que se realiza en los talleres, en los laboratorios y en las mesas de diseño del grupo que componen la propia Ensa y su filial Enwesa, dedicada a la prestación de servicios. Ensa opera exclusivamente en el restringidísimo mercado nuclear, en el que es obligado situarse a la cabeza en tecnología, tanto por el nivel de exigencia de clientes y competidores como por la propia reglamentación, y donde la empresa española ha conseguido posicionarse como fabricante de referencia. Es una condición ganada a pulso en las cuatro décadas de historia de la planta, un tiempo convulso para la industria nuclear en el que ha tenido que superar dificultades de todo tipo, pero que hoy le permite presentar ante los posibles clientes con el plus que aporta el reconocimiento generalizado a la calidad de sus trabajos.

Que el grupo conmemore este año sus cuatro décadas de trayectoria en una situación relativamente desahogada no quiere decir que el camino haya sido fácil, ni que puedan darse por despejadas todas las amenazas. Debido a las muchas particularidades del mercado nuclear, el condicionante de la crisis económica tiene aquí un peso menor que en otros sectores, lo que no significa que no haya tenido consecuencias. El crecimiento económico con el que arrancó el siglo motivó unas enormes expectativas en cuanto al aumento de la demanda energética, lo que a su vez alimentó proyectos de construcción de nuevas plantas que hicieron pensar en un renacimiento nuclear. La posterior recesión dio al traste con aquello, y buena parte de los pedidos –potenciales o incluso ya formalizados– quedaron en nada. La frustración de las expectativas no es algo excepcional en el mercado al que atiende Ensa, que si ha llegado hasta nuestros días es por haber probado sobradamente su capacidad para superar esos momentos y seguir adelante, en un proceso de adaptación que forma parte de la cultura corporativa de la compañía.

Nacida para dotar de soporte industrial al ambicioso plan nuclear español, Ensa se encontró con que su mercado se estrechaba bruscamente como consecuencia de la moratoria de los ochenta, en una situación que hace buena a cualquier recesión económica. Arranca ahí la que podíamos considerar como primera gran reinvención de la empresa, que se ve forzada a buscar en el mercado exterior lo que no encuentra en el propio, en lo que bien puede tomarse como una nueva referencia a la actual situación de la industria española. Lo hace a partir del conocimiento adquirido en su primera década de vida, un auténtico máster para una industria nuclear española que daba sus primeros pasos cuando arrancaron los años setenta y que, en el caso de Ensa, la llevó a tener que competir en el mercado internacional sin el soporte de la demanda interna. Las cifras dan cuenta del inopinado éxito con el que se salda esa aventura, de la que dependía la propia supervivencia de la compañía: si en los primeros años apenas el 10% de la producción se exportaba, 85 de los 88 grandes equipos fabricados en Camargo desde 1997 han terminado instalados fuera de España. Actualmente la totalidad de los grandes encargos que se están fabricando en la planta cántabra tiene como destino el exterior, aunque España sigue contemplándose como mercado preferente.

A día de hoy, en los talleres de Ensa se están construyendo 16 generadores de vapor –la mayor parte para Francia, junto a otros para Estados Unidos y China­– y cuatro tapas de reactor –para Suiza y Estados Unidos–, a lo que hay unir bastidores de combustible, para plantas finlandesas, francesas y coreanas, y los encargos nacionales: 10 contenedores de combustible gastado para la central de Trillo y otros 5 para Santa María de Garoña. La relación sirve para dar cuenta aproximada del catálogo de productos y de alguno de los mercados principales de Ensa, que en todo caso habría que completar con la oferta de servicios, donde recientemente se ha conseguido un contrato que puede sumarse a los muchos hitos que jalonan la historia del grupo: el montaje en Francia de la cámara de vacío del proyecto internacional de fusión ITER, lo que supone incorporarse a la carrera del desarrollo de esta nueva tecnología.

Aunque en el momento en que se paró el mercado español la empresa manejó otras alternativas, Ensa optó finalmente por centrar su actividad en exclusiva en el ámbito nuclear y, dentro de este, en aquellos componentes y servicios de la máxima exigencia en términos de seguridad. Todos aquellos equipos que, por acotarlo, trabajan dentro del edificio de contención de una central, además de todos los componentes relacionados con el combustible y los servicios asociados al mismo. Es ahí donde el grupo español tiene el nicho de mercado en el que es competitivo, y en el que su oferta tiene capacidad para diferenciarse de la de otros fabricantes.

Mercado

El mercado nuclear está compuesto por un número muy reducido de agentes, y por unos campos muy acotados en términos de demanda: construcción de nuevos grupos y reposición y mantenimiento de los existentes, un área esta última en la que se puede integrar todo lo relacionado con los componentes para el almacenaje y transporte del combustible utilizado. En el caso de una obra nueva, el proyecto arranca normalmente con el encargo que quien operará la central hace a la empresa que cuenta con la tecnología para asumir esa tarea, el tecnólogo, que es quien posteriormente contratará la fabricación de determinados componentes a empresas como Ensa. Hasta el arranque del nuevo milenio, la empresa cántabra trabajaba para un número muy reducido de clientes, aunque a partir de ese momento entró en un proceso de diversificación que puede enmarcarse dentro del historial de continua reinvención de la empresa.

Dentro de la cartera de productos actualmente en fabricación existen encargos para Westinhouse y para la francesa Areva, aunque en la planta cántabra se han fabricado equipos también para Mitsubishi o General Electric, con lo que prácticamente se completa la nómina de tecnólogos, si se excluyen los casos particulares de China y Rusia. Ese proceso de diversificación en clientes ha tenido como consecuencia lógica una diversificación en tecnologías que ha convertido a Ensa en fabricante multisistema, preparado para dar respuesta a casi cualquier demanda que pueda presentarse. De hecho, la propia Ensa se ha convertido en un tecnólogo capaz de diseñar sus propios equipos y de tratar directamente con el propietario de la central, algo que es cada vez más habitual cuando se habla de los componentes relacionados con la gestión y transporte de combustible gastado.

En esa línea de negocio aparece Enresa como agente nuevo –a sumar a la compañía eléctrica, el tecnólogo y el fabricante– que se convierte en el cliente de Ensa cuando se trata de manipular y almacenar el combustible usado. Mientras en otros países la responsabilidad de la gestión corresponde al propietario, en España es la empresa pública Enresa quien la asume, como también dependerá de ella el futuro almacén temporal centralizado (ATC), que se contempla como la gran oportunidad de negocio de Ensa dentro del mercado nacional.

La condición de fabricante multisistema de Ensa puede ponerse a prueba en toda la demanda asociada a este almacén, como también en el desmantelamiento de una central, en la renovación de componentes de una existente o en la construcción de una nueva, cualquiera que sea la tecnología de ésta. Todo ello se sustenta en un compromiso por la mejora continua, la investigación y el desarrollo que tiene su reflejo numérico más claro en el plan de inversiones, pero que también se plasma de puertas adentro en la dotación técnica y humana de los diferentes departamentos.

El grupo, que da trabajo a más de 700 personas y facturó 130 millones de euros el año pasado –de los que 98 correspondieron a Ensa–, invirtió 6 millones de euros ese mismo ejercicio, en línea con lo habitual en los anteriores y con lo previsto en el futuro. A diferencia de lo que sucede en otros sectores, donde las certificaciones son una opción, en el mercado nuclear la homologación y certificación de procesos y productos es una obligación que exige destinar recursos para ello. Otro tanto sucede con la mejora de los procesos de fabricación, que muchas veces desembocan en la patente de tecnologías propias que pueden suponer la diferencia entre conseguir o no determinado contrato.

A ello hay que añadir los condicionantes puramente técnicos derivados de la fabricación y el movimiento por planta de equipos y componentes que se mueven siempre en la escala de lo superlativo. Precisamente el ambicioso plan de inversiones que se puso en marcha en 2009 plantea como objetivo la adaptación de las instalaciones a la esperada demanda de equipos cada vez mayores, una de las tendencias asociadas al renacer nuclear que se pronosticaba en el arranque de siglo. Llegue o no llegue este resurgir en la medida que se esperaba, la empresa cántabra cuenta con la infraestructura necesaria para dar respuesta a lo que pueda pedirle el mercado. Como ha hecho en los últimos cuarenta años.

La crisis y la búsqueda de alternativas a la vida urbana están llevando a que cada vez más personas vuelvan la vista al campo como ámbito en el que emprender un negocio. Es un fenómeno difícilmente cuantificable y al que la situación económica también afecta de forma negativa: los recortes han reducido notablemente las ayudas al emprendimiento rural y están comprometiendo los programas de apoyo a los nuevos pobladores.

Texto de José R. Esquiaga @josesquiaga Fotos de Nacho Cubero
Publicado en enero de 2013

Es uno de esos fenómenos de los que todo el mundo habla, pero para los que es difícil encontrar confirmación o desmentido en las estadísticas. La vuelta al campo como alternativa se convierte en un tema recurrente cada vez que una crisis azota la economía, del mismo modo que tiende a olvidarse cuando todo vuelve a la normalidad. Lo cierto es que no faltan ejemplos de profesionales urbanos que dejan la ciudad, bien para emprender un negocio propio en el ámbito rural o bien para seguir trabajando en lo mismo pero haciéndolo desde el campo. En un ejercicio de generalización probablemente excesivo, el primer perfil tendría una relación más directa con la crisis, en tanto que el segundo se correspondería con aquellos que buscan un cambio en su proyecto vital, ayudados por las nuevas tecnologías y no necesariamente empujados por la situación económica. A unos y otros habría que sumar a aquellos para quienes el cambio de domicilio tiene que ver con el precio de la vivienda, una motivación que sí puede emparentarse con la crisis pero que no respondería al perfil del emprendedor rural.

La coincidencia de todos esos perfiles, y las combinaciones entre ellos, explican que sea muy complicado encontrar en las estadísticas un modo de cuantificar la cuestión de los nuevos pobladores y su impacto en la economía rural, o incluso en términos de fijar el territorio o de dar una vuelta a los flujos migratorios. Con los datos del Instituto Nacional de Estadística en la mano, y con la referencia geográfica que nos dan los ayuntamientos que conforman la Red Cántabra de Desarrollo Rural –excluyendo los urbanos–, se aprecian variaciones muy poco significativas en cuanto a las altas y bajas en el padrón por variación residencial. Sí es cierto que se da un pico histórico en 2010, con 3.030 altas en el padrón de los 55 municipios de referencia, pero no lo es menos el que esa cifra no queda demasiado lejos de la registrada en 2007 –2.823– y que ambas quedan claramente por encima de la que se dio en 2011, último ejercicio del que existen datos, cuando fueron 2.658 las personas que se trasladaron a vivir a uno de estos municipios de Cantabria. No hay ahí, por tanto, argumentos estadísticos que permitan vincular la crisis con la emigración al campo, máxime si tenemos en cuenta que el saldo entre altas y bajas por cambio de residencia se dio la vuelta en 2011, volviendo a unas cifras negativas que no se habían dado en los cuatro años anteriores.

Lo que no se encuentra fácilmente en las estadísticas aparece en cambio con cierta nitidez en el discurso y la experiencia de quienes trabajan mano a mano con los emprendedores rurales. La Fundación Abraza la Tierra nace en 2010 como heredera del proyecto de cooperación interterritorial del mismo nombre, que tenía como objeto precisamente el facilitar la acogida de nuevos vecinos para los pueblos. La idea, ligada inicialmente a los fondos del programa Leader, se retoma con la forma actual cuando cesa la financiación europea y opera desde entonces con apoyos puntuales, que se han visto muy condicionados por la situación económica. Abraza la Tierra contaba con una oficina en Cantabria, en la localidad de Mataporquera, que cerró en octubre por falta de financiación. Desde entonces el trabajo se realiza desde Aguilar de Campoo, donde tiene su sede la Asociación País Románico, que gestiona el programa en Cantabria.

El programa Abraza la Tierra se plantea como una red de oficinas que, con el objetivo último de promover el asentamiento de emprendedores llegados desde fuera del ámbito rural, centralice las labores de información, intermediación y gestión que faciliten el asentamiento tanto de los nuevos vecinos como de las empresas que puedan crear. Las tareas se centran en aquellos aspectos que pueden considerarse críticos para alcanzar el éxito –medido en continuidad de los proyectos– y que curiosamente tienen menos que ver con cuestiones de financiación, o mercado, que con otros factores, con la vivienda como elemento central. Abraza la Tierra, a través de País Románico, ha intervenido en el asentamiento de 40 familias en Cantabria, con un balance final que Álvaro Carrasco, responsable de la oficina de Aguilar de Campoo, considera satisfactorio, aunque con matices: “El proyecto hasta ahora ha sido más un laboratorio, y como tal ha demostrado que con iniciativas como ésta es posible fijar población y promover el desarrollo rural. Pero hace falta implicación por parte de todos, y sobre todo de las administraciones implicadas. Si tenemos en cuenta los resultados que pueden conseguirse, los recursos necesarios para mantener las oficinas abiertas, o para contar con un consultor como tuvimos en su día, y dar con ello el apoyo que nos piden los emprendedores, serían fáciles de rentabilizar”.

Carrasco explica que la principal labor que realiza Abraza la Tierra es de intermediación, poniendo en contacto a la oferta y la demanda, en este caso oferta y demanda de proyectos y pobladores, más que de producto. Eso le lleva a dibujar un perfil del emprendedor más demandado, y a concluir que no siempre coincide con lo que ofrecen quienes buscan la vuelta al campo: “Una de las claves es que quien venga cuente con unos recursos mínimos para desarrollar una actividad. Ahora mismo es cierto que atendemos muchísimas consultas, por teléfono o por correo electrónico, de personas que quieren dejar la ciudad y buscar su futuro en el campo, pero la mayor parte de ellos lo ven como un recurso ante una situación personal difícil, y no como un proyecto vital”. Ahora mismo, explica el responsable de Abraza la Tierra, las mayores posibilidades de éxito, y el poblador más buscado, se corresponde con el profesional liberal que, ayudado por las nuevas tecnologías, puede desarrollar su labor desde el campo: diseñadores, arquitectos, publicistas… En otra categoría entrarían también perfiles más habituales, como el de quienes cuentan con capacidad para invertir en negocios turísticos o, en otro ámbito, en pequeñas industrias de transformación alimentaria. A través de Leader se ha contado con financiación para apoyar estos proyectos, pero ahora mismo la posibilidad de encontrar ayudas a la financiación es mucho menor. Para completar el perfil del emprendedor rural que suele culminar con éxito su asentamiento en alguna zona rural de Cantabria, Carrasco se remite a la procedencia geográfica de los nuevos vecinos: la mayoría de ellos, explica, llegan desde Madrid, Barcelona o Valladolid. Los cántabros son una clara minoría, al menos entre quienes hacen uso de los servicios de la oficina de País Románico.

Manuel Traba, en las instalaciones de Cabuerniaventura

Manuel Traba, que abrió su negocio en Cantabria en 2010, responde en buena medida al perfil que esboza Manuel Carrasco cuando dibuja al emprendedor más demandado en los entornos rurales. Madrileño, con empleo estable y un buen sueldo, Traba y su familia deciden dar un giro a su vida, dejar la ciudad y procurarse un medio de vida para vivir en el campo. Como triatleta, Manuel Traba había conocido Cantabria tras participar en competiciones, y aquí veraneaba con la familia. El lugar donde empezar de nuevo lo decidió rápido, Cabuérniga; el proyecto le llevó más tiempo, pero terminó decantándose por un parque turístico y recreativo: Cabuerniaventura. A la hora de hacer balance, Manuel Traba considera que el poder vivir y trabajar donde ahora lo hace supone haber cumplido un sueño y, aunque ello haya supuesto algunas renuncias, se considera un privilegiado. Con todo, no oculta que el camino que le ha llevado hasta aquí no es fácil, que conseguir poner en marcha un proyecto en el ámbito rural tiene mucho de carrera de obstáculos –los propios de cualquier emprendedor más algunos otros añadidos– y que seguir adelante no es tarea sencilla. “Desde que vendimos nuestra casa en Madrid hasta que conseguimos abrir pasaron cuatro años. Parte de ese tiempo se dedicó a dar forma al proyecto, que contó con financiación del programa Leader, pero la mayor parte se perdió en papeleo y trámites con la administración. Fue un auténtico calvario”. La burocracia que se deriva del trato con las diferentes administraciones implicadas, y sobre todo con la local, supone la principal barrera que menciona el propietario de Cabuerniaventura, a lo que hay que añadir la cuestión de los terrenos, en su doble vertiente, financiera y administrativa. “El parque se ha podido hacer mediante la figura de concesión, pero las posibilidades de ampliar el negocio y añadir servicios son muy limitadas: adquirí un terreno para habilitar una zona de paintball, y también quisiera hacer una cabaña para campamentos, pero la ordenanza municipal lo impide, ¿cómo queremos salir de la crisis así?”.

En su relación de dificultades, Manuel Traba sitúa estas dificultades burocráticas muy por delante de los problemas de adaptación. Más allá de la necesidad de tener muy organizados los suministros, no cree que haya que pagar ningún peaje por vivir en el campo. Tampoco en lo económico: “¿Trasladarse al campo supone cambiar dinero por calidad de vida? Yo creo que no. Gano menos de lo que ganaba en Madrid, es cierto, pero también los gastos son menores, y te sales de una espiral de consumo que te hacía llegar muy justito a fin de mes, sin aportarte nada en calidad de vida. Así que no, con una buena organización no creo que haya que perder nada en esos términos”.

En lo que se refiere al negocio, Cabuerniaventura ha venido respondiendo, a grandes rasgos y con los condicionantes de sus dificultades para crecer, a lo planteado en el proyecto inicial. “En el plan de negocio pensábamos que iba a tener más peso la actividad en verano, y al final la temporada fuerte ha resultado ser la primavera, por los colegios. No sé cuándo recuperaré lo invertido, si es que llego a hacerlo, pero el negocio da para vivir. Y eso que no nos ponen las cosas fáciles, la subida del IVA del 8 al 21% ha sido un auténtico mazazo”. El parque da empleo todo el año a su propietario, que durante la temporada alta emplea a una decena de trabajadores discontinuos.

El caso del santanderino Claudio Planas puede ser sorprendente por sus circunstancias personales y por las características del proyecto pero es también, y al mismo tiempo, muy representativo de las motivaciones que suelen estar detrás de la vuelta al campo de profesionales urbanos. Hasta hace unos meses, Planas trabajaba como consultor en Glezco, en una labor que llevaba aparejado todo lo que se le supone al cargo: una buena remuneración, viajes de negocios, responsabilidad y muchas horas. Pero también tenía en mente su propio proyecto, algo que no tendría mayor particularidad en alguien habituado a moverse entre emprendedores y empresarios si no fuera por las características del mismo: poner en marcha un viñedo en Escobedo de Camargo, en unos terrenos junto a la cueva de El Pendo heredados de la familia de su esposa. “No voy a negar que sorprendió, y que quizá hubo quien creyó que me había vuelto loco, pero es un proyecto muy meditado”, apunta el emprendedor santanderino, que ha empleado el tiempo pasado desde que dejó Glezco, el pasado mes de abril, en ir cubriendo los pasos para poner en marcha su plan.

Claudio Planas

En contra de lo que pudiera pensarse, la mayor parte de los proyectos emprendidos por los nuevos emprendedores rurales tienen que ver con los servicios o con la industria, siendo mucho menos habitual las empresas agrícolas. Sin dejar de ser, en esencia, esto último, la idea de Claudio Planas tiene un componente transversal, con la cultura y el turismo como protagonistas, además de la actividad transformadora que supone la propia bodega. El elemento central de la idea son las cinco hectáreas de terreno, con orientación sur y colindantes con la cueva de El Pendo. Lo primero es fundamental para el cultivo de la vid, en tanto que la vecindad con el yacimiento prehistórico aporta el componente turístico. “La motivación para poner en marcha algo propio, y para hacerlo en el entorno rural, la teníamos, pero hay que admitir que sin contar con el terreno hubiera sido mucho más difícil ponerla en marcha”.

Aunque existían otros cultivos con rendimientos teóricos por hectárea mayores, el vino aportaba el ingrediente cultural, considerado básico para buscar sinergias con El Pendo. El edificio de la antigua explotación ganadera, en la propia finca, acogerá la bodega y un espacio expositivo, apto también para impartir conferencias y formación. Además de lo que tiene de negocio en sí mismo, la producción de la bodega será también el motor para generar visitas, en la línea del enoturismo habitual en zonas de mayor tradición vinícola, y siguiendo un modelo muy implantado en pequeñas explotaciones francesas.

Planas prevé tener la bodega en funcionamiento este mismo verano, inicialmente con materia prima procedente de otras plantaciones. Sin mayores problemas de adaptación al medio rural –tanto Claudio Planas como su familia continúan residiendo en Santander– la burocracia sí que ha provocado más de un dolor de cabeza al emprendedor cántabro. “El proyecto gusta mucho en todas las administraciones, pero la tramitación es lentísima, sobre todo en lo que tiene que ver con el Ayuntamiento. Las ayudas son importantes, pero casi lo es más el que se agilicen los trámites. Que no nos pongan las cosas más difíciles de lo que ya son”.