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La tienda que el histórico grupo tiene en Santa Cruz de Bezana opera desde el pasado mes de abril de forma independiente y bajo su propia marca, tras desligarse de la franquicia Merkamueble. La empresa cántabra, que cuenta con una trayectoria de 90 años ligada al sector de la vivienda, quiere mejorar así su capacidad para dar respuesta a los cambios que está registrando el mercado, además de dotarse de la autonomía necesaria para acometer un plan de expansión que contempla la apertura de tiendas fuera de Cantabria, ya sean propias o franquiciadas. La transformación de Merkamueble a Mimoondo, que plantea moverse en el entorno de los tres millones de euros de facturación en una primera etapa, ha supuesto una inversión de cerca de 250.000 euros para el desarrollo de la nueva identidad corporativa, cambios en la tienda, creación del punto de venta ‘on line’ y desarrollo de la presencia en Internet y en redes sociales.

Cristina Bartolomé |  @criskyraJulio 2021

Cambiar el nombre de una empresa responde en ocasiones a una nueva forma de entender el negocio, y es lo que le ha ocurrido a la ahora antigua franquicia de Merkamueble, la tienda de muebles del Grupo Cuatrocaños ubicada en Santa Cruz de Bezana con 5.000 metros cuadrados de exposición, y a la que seguramente miles de cántabros han recurrido para equipar su hogar en los últimos años. Ya como Mimoondo desde el pasado mes de abril, la familia Díez Otí inicia una nueva etapa en la que, desligada ya de cualquier franquicia, asume al completo la gestión de una tienda que ha regentado desde hace 90 años, cuando se fundara el grupo empresarial Cuatrocaños, relacionado a lo largo de su historia con el sector de la vivienda, tanto en el ámbito de la construcción como en el mobiliario y la decoración.

Ernesto Díez Otí, director ejecutivo de Mimoondo, junto al resto del equipo directivo de la empresa.

El tránsito de Merkamueble a Mimoondo, explican los responsables del grupo, se inscribe perfectamente en la historia del grupo, cuya longevidad –destacan– se explica precisamente por su capacidad para responder rápidamente a las transformaciones del mercado: “Para nosotros siempre ha sido clave la evolución y el cambio para adaptarnos a las diferentes etapas”, asegura Ernesto Díez Otí, director ejecutivo, y que representa la cuarta generación de esta empresa familiar. “El conformismo no es una opción y nuestra filosofía siempre ha sido la de mejorar a cada paso y adecuarnos, como ahora, a lo que los consumidores necesitan y demandan”. Para poder hacerlo en las circunstancias actuales, recalca, es necesario contar con independencia y con el control total de todo lo relacionado con la marca, la oferta y la manera de conectar con los clientes: “Ahora tenemos la capacidad de poner nuestra esencia en todo lo que hacemos”.

La idea, dice Ernesto Díez Otí, no es gestionar un espacio de venta de muebles sino ofrecer una experiencia que va más allá del producto: “Cuidando toda la cadena, desde la selección de los productos y el proceso de venta hasta el momento en el que nuestros clientes disfruten de nuestros productos en su hogar”, explica el director ejecutivo de Mimoondo, graduado en Derecho con Especialidad Económica por la Universidad de Deusto y Máster en Práctica Jurídica Empresarial por el Centro de Estudios Garrigues. El giro ha supuesto una inversión de cerca de 250.000 euros entre estudios de mercado, desarrollo de la nueva identidad corporativa, cambios en tienda, inversión en nuevo producto y entrada de nuevos proveedores. La previsión de facturación que maneja el grupo contempla moverse en el entorno de los tres millones de euros de facturación en una primera etapa.

Ernesto Díez Otí, en la tienda de Santa Cruz de Bezana.

Ser independientes de una franquicia significa que Mimoondo tiene plena libertad para crear su propuesta de valor, con la intención de escuchar la necesidad de los clientes y ofreciéndoles soluciones personalizadas y “simplificando los procesos de compra para facilitarlos al máximo”. La voluntad de evolucionar y adaptar el modelo de negocio a una realidad cambiante, asegura Díez Otí, hacía necesario un cambio para “ser más flexibles e independientes”.

Crecer fuera de Cantabria

En esta primera fase los esfuerzos se centrarán en la tienda de Cantabria y en el lanzamiento de la tienda ‘online’, pero el proyecto Mimoondo, que actualmente cuenta con 25 empleados, nace con la intención de crecer y de expandirse tanto en la región como en otros mercados en un futuro próximo. “Nuestro plan de expansión contempla la apertura de nuevas tiendas en los próximos cinco años”, explica el director de la empresa cántabra. El objetivo, señala, es extrapolar el modelo de Mimoondo a otras provincias y capitales, contemplando para ello todas las opciones: expansión con inversión propia o franquiciar el modelo. En relación a esta última posibilidad, y según los responsables del proyecto, algunos empresarios con tiendas de muebles en otras comunidades ya se han interesado por la marca y el ‘know how’ del equipo de Mimoondo.

En la base de esta nueva estrategia está la “hiperpersonalización” de las soluciones de mobiliario y decoración de entre un amplio abanico de posibilidades y con entrega inmediata. Se trata, explica Díez Otí, de crear una manera diferente de vender muebles: “Inspirándonos en las personas y en su relación con el hogar, escuchando sus inquietudes y respondiendo a sus necesidades con propuestas únicas y personalizadas”. La propia expresión fonética de ‘Mimoondo’ respondería a esa intención de facilitar al cliente la creación de un hogar único y personal.

La dinámica del trabajo diario sigue apoyándose en una amplia gama de proveedores con las que ya venía trabajando la empresa. “Nos aportan soluciones de mobiliario únicas y diferenciales, pero vamos a seguir incorporando nuevos proveedores cuya oferta nos ayude a ofrecer más innovación y originalidad, seleccionando a los fabricantes cuidadosamente en base a criterios de calidad y diseño”.

Nuevas herramientas

Además de la venta de muebles, Mimoondo ofrece al cliente un servicio de decoración para asesorar a los clientes según su estilo de vida y presupuesto. A esto se añade el transporte y montaje gratuitos para compras superiores a 1.000 euros. También ofrece amplias facilidades de pago, con la posibilidad de financiar hasta el 100% de la compra. Otra de las novedades que también se incluye en esta nueva etapa es la figura del Defensor del Cliente, un área dirigida a la gestión de pedidos, incidencias o financiación.

La nueva etapa como marca independiente ha supuesto habilitar una tienda ‘online’ propia, nueva web y presencia en redes sociales. Como objetivo de todo ello, y además de explorar todas las formas de comercialización, está el trasladar esa imagen nueva, fresca y moderna que Ernesto expresa en la descripción de la nueva estrategia: “Queremos atender a nuestros clientes cómo y desde donde ellos quieran. Por eso nuestra oferta está disponible tanto en nuestra tienda física como online. De esta manera, nuestros clientes pueden escoger el canal que prefieran para realizar todo el proceso, visitar la web para elegir sus productos y comprar en tienda o hacer el proceso a la inversa”.

La crisis económica y los nuevos formatos han situado en una posición muy difícil a las librerías tradicionales, pero han afectado en mucho menor medida a las que compran y venden libros de segunda mano. Las oportunidades que ofrecen las plataformas de venta ‘on line’, y el operar en un ámbito mucho más pequeño y especializado, han permitido a estos negocios mantener su mercado pese a las dificultades de una actividad que implica buscar ejemplares, gestionar su catalogación y almacenamiento y venderlos en un contexto de precios a la baja. Pese a ello, y a que la mayor parte de las ventas se hacen a través de Internet, en Cantabria han abierto algunas nuevas librerías de viejo.

Texto de J. Carlos Arrondo

La primera sensación que se tiene al entrar en una librería de viejo es que tiene un olor peculiar. Se dice que es parecido al de la vainilla y que es debido a la degradación de la lignina, un compuesto que contiene el papel. La segunda impresión es la de observar los anaqueles repletos de una abigarrada acumulación de libros editados en diferentes épocas, de autores variados y de los más diversos géneros y temáticas. El denominador común de esos ejemplares es que todos son de segunda mano, cualquiera que sea su antigüedad o su valor.

Durante décadas, quizás siglos, las librerías de viejo han sido el lugar al que acudían los clientes, no necesariamente ávidos lectores, sino también coleccionistas o personas interesadas en un tema concreto, que era su afición o su objeto de estudio, y buscaban un libro difícil de encontrar o descatalogado, alguna primera edición o un valioso libro antiguo. La llegada de las nuevas tecnologías y el auge del comercio electrónico han cambiado por completo al gremio de viejo. A pesar de que estas librerías siguen existiendo, y en Cantabria hay en torno a media docena abiertas a un público que aún puede acudir a ellas a oler, ver, hojear y comprar libros, buena parte de su negocio se ha trasladado al mercado virtual. Las plataformas online han sido una magnífica oportunidad para ampliar su clientela, pero al tiempo se han constituido en una seria amenaza porque ha aumentado considerablemente la competencia, no sólo con el resto de libreros profesionales presentes en la Red, sino también con muchos particulares que aprovechan la facilidad que ofrece internet para vender por su cuenta sus propios libros.

Carmen Alonso, propietaria de la librería que lleva su nombre y una de las profesionales de referencia en el ámbito del libro viejo en Cantabria.

El librero de viejo necesita un fondo bibliográfico amplio para realizar su actividad  y la forma que tiene de nutrirlo es adquiriendo ejemplares, a veces bibliotecas completas, a quienes estén dispuestos a vendérselos por diversos motivos. Actualmente, sobre todo desde que estalló la crisis económica, son muchas las personas que ponen en venta sus libros. “La gente ahora está vendiendo sus libros porque necesita ingresos extra. Todos los días llaman por teléfono varias personas. Muchos ofrecen sus enciclopedias, que a veces compraron sus padres a plazos con gran esfuerzo, pero nadie las quiere. No lo puedes comprar todo porque dispones de un espacio y de un dinero limitado, pero a veces, aunque tengas el almacén lleno, no puedes evitar hacer una compra porque te ofrecen cosas interesantes. Al final tienes mucho más de lo que puedes abarcar”, indica Carmen Alonso, propietaria de la librería que lleva su nombre.

Los libros ocupan mucho espacio y es difícil gestionar grandes fondos. A medida que se van realizando adquisiciones, el stock puede llegar a ser ingobernable y no es infrecuente desconocer todos los volúmenes que lo componen, como reconoce Virginia Fuenturbe, copropietaria de Más Que Libros Antuñano, quien sugiere la importancia de no caer en la tentación de adquirir todo lo que les ofrecen: “Entre la tienda y el almacén tenemos unos 25.000 libros catalogados. También tenemos en la tienda una sección entera de libro barato que está sin catalogar. Al comprar, lo que buscas es ampliar con algo que no tienes. La mayoría de las veces te ofrecen lo que  ya tienes y, claro, hay un límite y no puedes acumular más”.

Además de la amplitud del fondo, el librero tiene que prestar especial atención a su composición. Cuanto más especializado sea, más fácil será esquivar el peligro de acabar teniendo un almacén lleno de libros con los que no se sabe qué hacer. Pero esa no es la única ventaja de la especialización en un mercado tan abierto, en el que cualquiera puede ofrecer sus libros a través de las numerosas plataformas de venta de objetos de segunda mano online y en el que la competencia estrictamente profesional también es muy grande.

Carmen Alonso fue copropietaria de otra librería de viejo durante más de dos décadas antes de abrir su actual negocio en la santanderina calle Cisneros en 2013. Desde su inauguración ha ido evolucionando hacia una reducción de su stock más generalista, sobre todo las novelas de muy bajo precio, para especializarse en el libro de Cantabria y en el de arte y literatura del siglo XX. “Es importante que te asocien con algo, con un tema. Es bueno a la hora de vender, pero también a la hora de comprar porque si alguien sabe a lo que te dedicas y tiene un material interesante se puede acercar a ofrecértelo”, explica. En función de los libros de que dispone y en torno a alguna temática concreta dentro de sus áreas de especialidad, elabora catálogos que envía a sus clientes en formato digital y que también cuelga en su web: “Ahora estoy haciendo sobre todo catálogos de arte, de España, de Hispanoamérica, de los setenta. El último que hice estaba centrado en el arte de la transición española. Hay que especializarse, pero dentro de tu tema, trabajar en un material que conoces, que estudias, y hacer catálogos que sean interesantes y con cierta coordinación. Es importante poder dar información al cliente, que vea que sabes un poco del tema. Este cliente acaba siendo muy fiel, que es lo que se busca”.

Virginia Fuenturbe, propietaria de Más que Libros Antuñano.

La estrategia para atraer y fidelizar a la clientela de las hermanas Virginia y Amparo Fuenturbe, propietarias de Más Que Libros Antuñano, no pasa por la especialización. Hace dos años cambiaron la ubicación de la antigua Librería Antuñano a su actual local en la calle Alonso de Santander y rediseñaron su concepto de negocio. Les define un fondo compuesto por libro usado en general, siendo la novela y el libro de temática cántabra lo que más venden, pero saben que actualmente no basta con esperar a que los clientes entren por la puerta, hay que brindarles algún aliciente que les anime a acudir. Su idea es tratar de ofrecer ese estímulo aprovechando su propio local: “Tenemos una zona en la que  la gente puede tomarse un café  mientras hojea libros. Organizamos cuentacuentos, talleres y otras actividades relacionadas con los libros y la cultura. Intentamos atraer gente a la librería y por ahora la respuesta está siendo buena”, resume Virginia Fuenturbe. La mudanza a un lugar más céntrico también ha contribuido a mejorar la afluencia de público, incluso conservan la clientela fija que tenía antes, pero todo esto no cambia el hecho de que entre un 60 y un 70% de sus ventas se produzcan online.

Las plataformas ‘on line’

El contacto entre librero y cliente, que hasta no hace muchos años se circunscribía al espacio de la tienda, hoy se ha trasladado mayoritariamente a los recovecos de internet. “Si tienes una librería de viejo tienes que estar en los grandes portales profesionales, Uniliber e Iberlibro”, explica Carmen Alonso, socia fundadora del primero, una plataforma de libreros españoles cuyo funcionamiento elogia, y aunque sus asociados también pueden tener sus fondos en el portal de la Casa del Libro tiene el hándicap de que su alcance se limita a nuestro país. Virginia Fuenturbe considera que el que más tira del mercado es Iberlibro: “Al pertenecer a AbeBooks, filial de Amazon, tiene más difusión”, y matiza que “aunque hay mucha competencia, al final compensa porque puedes enviar libros a cualquier parte del mundo”. La parte negativa de esta plataforma radica en los costes que tiene para el librero: “Te cobran un fijo bastante alto y otras comisiones. Entre unas cosas y otras, un 20% de cada libro que vendes”, lamenta Carmen Alonso, quien admite que no le queda más remedio que estar presente en ese portal, ya que para una venta tan especializada como la suya debe abarcar un mercado más amplio que el español. Cuando alguien le compra a través de ese canal, su expectativa es que se convierta en un cliente que le haga nuevos pedidos directamente, sin intermediarios.

Precisamente el intento de prescindir  del intermediario, que en este caso sería el profesional de viejo, es la tendencia que muchos particulares están poniendo en práctica vendiendo sus libros a otros particulares. La proliferación de páginas de venta online de productos de segunda mano está favoreciendo una expansión de la oferta de libros usados, en muchos casos los mismos títulos e incluso las mismas ediciones que los libreros ponen a la venta en los portales profesionales. La principal consecuencia de esta peculiar competencia es que caen los precios de muchos ejemplares. Para un profesional, que tiene que hacer frente a los gastos inherentes a su negocio, reducir los precios por debajo de cierto nivel, como puede permitirse un particular que comercie con sus propios libros, supone una situación difícil de gestionar.

“El precio de venta de un libro viejo está totalmente controlado por internet, excepto si es algo único. Cada vez que voy a fichar un libro para ponerlo en mi página miro a cómo está. Puedes ponerlo como el que lo tiene más barato o, si no me da la gana hacerlo, ponerlo al precio que quieres… pero es un error porque no lo vendes”, señala Carmen Alonso, para quien la manera de evitar este problema es tratar de conseguir obras exclusivas moviéndose por ferias y subastas de España y del extranjero, o relacionándose con otros libreros que conocen su especialización y le pueden poner sobre la pista de buenas oportunidades de compra: “Con el tema del arte he conseguido tener material único y puedo hacer buenos catálogos. Tengo libros de Borges, primeras ediciones, firmados por él. Algunos son muy raros, como ‘Inquisiciones’. Son cosas por las que a veces tienes que pagar mucho dinero, pero que las puedes vender a buen precio. El año pasado vendí por 20.000 euros una ‘Biblia del Oso’ de 1565 que había comprado en una subasta  hace muchos años. De todos modos, no tengo ningún libro en internet por debajo de 10 euros, porque no merece la pena tenerlos más baratos”, un criterio similar al que rige en Más que Libros Antuñano, cuyo límite está establecido en 6 euros, dejando para su venta  en la tienda una sección de ejemplares a 3 euros.

La crisis que se ha llevado por delante a una cuarta parte de las librerías de nuevo españolas no parece que haya sido tan cruenta para el gremio de viejo. Muchos de los establecimientos tradicionales se han mantenido en pie durante los años más duros, y últimamente se han sumado algunos nuevos a la oferta. Sin embargo, esto no quiere decir que el sector del libro usado no haya notado la crisis, ya que las ventas han sufrido un retroceso. Las estrategias que cada profesional ha puesto en práctica para superar un entorno económico hostil y una competencia feroz han sido múltiples. Desde quienes han optado por un modelo sencillo consistente en llenar las estanterías de sus tiendas de libros muy baratos y esperar a que los precios bajos obren el milagro de atraer a muchos clientes hasta quienes han decidido apostar por un negocio más sofisticado, especializado en determinados tipos de libros y temáticas. En medio de ambos extremos, muchas librerías de viejo han compaginado su oferta literaria con diferentes eventos culturales, exposiciones fotográficas, actividades dirigidas al público infantil, etc.

Feria del Libro Viejo

Uno de los acontecimientos culturales más característicos del verano santanderino es la Feria del Libro Viejo, que se ha venido celebrando cada agosto desde hace diecinueve años, primero en los Jardines de Pereda y ahora en la Plaza de Alfonso XIII. Carmen Alonso, fundadora de la feria junto a Alistair Carmichael, con quien se turna en las labores de organización en años alternos, se congratula de la relevancia que ha ido adquiriendo: “Es una feria muy buena. En España se hacen muchas, pero después de las de Madrid y Barcelona, es de las mejores. Nos hemos esforzado muchísimo con la calidad porque si la calidad baja, los buenos libreros que ahora acuden dejarían de venir. Hay que mimarla, hay que cuidarla”.

Virginia Fuenturbe, cuya librería también está presente en la feria, destaca la acogida que tiene entre el público: “Acompaña el tiempo y hay mucha gente. Hemos probado alguna vez a salir fuera, pero en algunas ferias no hay muchas ventas. Aquí estamos contentas”. En la pasada edición, cuya organización corrió a cargo de Carmen Alonso, al habitual programa de exposiciones culturales en el recinto de la feria se añadió la novedad de trasladar más actividades por otros lugares. Los libros viejos, su característico olor y la pequeña y particular historia que acompaña a cada uno, salen de librerías y almacenes y ocupan por unos días un emplazamiento privilegiado en medio de la ciudad.

El Zoco Gran Santander nunca consiguió ser el espacio comercial que concibieron sus promotores, pero su reconversión en centro empresarial consiguió hace algo más de un década devolver cierta pujanza a un edificio que no carece de argumentos como polo de atracción para quienes operan en el sector servicios. La nueva dirección de la asociación de propietarios busca dar un nuevo impulso a las instalaciones, renovando equipamientos, incorporando nuevas salas comunes y poniendo sobre la mesa planes para su ampliación.

Texto de Jose Ramón Esquiaga @josesquiaga

Seguramente porque los tropiezos tienden a grabarse a fuego en la memoria, al Zoco Gran Santander le cuesta sacudirse la leyenda de su fracaso. Nacido hace casi treinta años como centro comercial, el edificio levantado en Peñacastillo hace ya mucho tiempo que dejó atrás esa condición para buscar otros campos en los que hacer valer unas condiciones que, aunque nunca fueron suficientes para que funcionara en aquello para lo que fue concebido, han servido para que varias decenas de empresas lo hayan elegido como el lugar en el que ubicar su negocio. La llegada de una nueva dirección a la comunidad de propietarios del edificio, en julio del pasado año, ha servido para dar un nuevo impulso a la transformación de este en un centro empresarial, una naturaleza que adquirió hace ya más de una década y que quiere ahora reforzarse con la renovación de las instalaciones y la habilitación de nuevas infraestructuras, con dos salas para la realización de eventos como iniciativas más inmediatas. A más largo plazo, y condicionados por cuestiones de índole administrativa más que por la disponibilidad presupuestaria, los planes incluirían ampliar los aparcamientos con dos plantas subterráneas y construir un nuevo edificio en parte del espacio que hoy ocupa el parking en superficie.

Los 120 locales del Zoco suman en torno a 9.200 metros cuadrados de superficie para uso terciario –en tres edificios que forman un conjunto– según una distribución y concepción en la que todavía hoy es posible encontrar rastros de la naturaleza comercial que quiso darse a las instalaciones. Es el caso de las escaleras mecánicas, o los grandes espacios de paso, pensados para unas concentraciones de público que nunca llegaron a darse. Otros equipamientos, en cambio, se han demostrado perfectamente válidos para dar servicio a los inquilinos que finalmente han ido ocupando las instalaciones Actualmente tienen su sede en el Zoco gestorías y consultorías, despachos de abogados, agentes de la propiedad inmobiliaria, centros sanitarios o medios de comunicación, en un abanico de actividades que confirma la condición de centro de empresas que ha ido progresivamente adquiriendo el edificio.

La llegada de Quiter al Zoco fue, en el año 2000, el símbolo de la transformación del centro, desde sus orígenes comerciales a otros destinos para los que también estaba dotado. La empresa tecnológica, dedicada al desarrollo de software para concesionarios de automóviles, adquirió 1.000 metros cuadrados en la primera planta, que aún conserva pese a que posteriormente se trasladó a un edificio propio en el Parque Científico y Tecnológico. Quiter es uno de los principales propietarios del centro, como también lo son Fresenius Medical Care –antigua Dialsan, un centro médico que lleva más de una década en el Zoco–, la consultora Seficosa o Propulsora Montañesa –antigua Localia–, por mencionar solo a aquellos que cuentan con más metros cuadrados. Entre ellos hay tanto propietarios que desarrollan allí su actividad como quien tiene sus instalaciones en alquiler, ocupadas o no. También hay decenas de propietarios de locales más pequeños, y alguno que lleva allí desde que se inauguró el centro, como Francisco Martínez Coviella, gerente de Radio Martínez, que en su condición de presidente de la comunidad de propietarios del Zoco Gran Santander es uno de los principales responsables del renovado impulso que se quiere dar al centro.

Los trabajos para poner al día las instalaciones incluyen la renovación de las fachadas y la sustitución y reubicación de los puntos de luz, como trabajos más visibles de un programa de inversiones que ha destinado 400.000 euros a mejorar el centro y que prevé mantener ese ritmo inversor en los próximos meses. Tanto la inversión acometida hasta ahora como la que hay previsto realizar a corto y medio plazo se ha llevado a cabo con fondos propios de la comunidad de propietarios y sin necesidad de solicitar ninguna derrama. Es una circunstancia que refleja, para bien y para mal, dos de las características más llamativas del Zoco: pese a que ha habido momentos con una ocupación mínima, apenas ha existido morosidad entre los propietarios, que han abonado sus cuotas comunitarias con toda regularidad; a cambio, apenas se habían acometido trabajos de mantenimiento, lo que explica la existencia de unas bien dotadas reservas financieras.

Además de recuperar el terreno perdido en lo que tiene estrictamente que ver con el mantenimiento y puesta al día de las instalaciones, el plan de inversiones contempla ampliar el catálogo de servicios que ofrece el Zoco. El proyecto más avanzado es la creación de una sala para eventos y reuniones, aprovechando el espacio que ofrece una habitación hasta ahora utilizada como almacén. Son 120 metros cuadrados que ofrecen capacidad para entre 50 y 70 personas, y que se equiparán con todo lo necesario para que  las empresas del propio centro, o cualquiera de fuera que quiera alquilar ese espacio, tengan un espacio que pueda acoger actos promocionales, reuniones o presentaciones de producto. Las previsiones que manejan los responsables de la comunidad de propietarios del Zoco contemplan que la sala, completamente equipada para su función, esté plenamente operativa antes de que acabe el año.

Algo más amplios son los plazos que se manejan para habilitar un segundo espacio con objetivos similares, aunque algo más ambicioso en sus planteamientos. También es una actuación que ilustra perfectamente tanto las posibilidades del centro como la forma en que estas pueden aprovecharse. El objetivo es poder habilitar como sala para eventos una de las áreas que se sitúan bajo la cubierta, sobre el patio situado sobre la entrada lateral. Se trata de una plataforma hoy sin uso, para la que se habilitaría un acceso y con la que se ganarían 250 metros cuadrados capaces de acoger reuniones de hasta 150 personas.

La intervención a realizar para esta segunda sala es especialmente representativa por cuanto busca sacar partido de áreas del centro desaprovechadas por no ajustarse al objetivo comercial originario –lo que sucedería en este caso– o bien por intentar idéntico objetivo ocupando zonas pensadas para el centro comercial que no fue, y que tienen poco sentido en un espacio puramente empresarial. Ese sería el caso de los amplios pasillos y de algunos espacios comunes, y también de las escaleras mecánicas, voluminosas, poco prácticas y muy caras de mantener. Esto, y no el que estén averiadas, explica que permanezcan paradas.

Al contrario de lo que sucede en estos casos, hay otros equipamientos concebidos para el centro comercial que son también perfectamente válidos para el centro empresarial, y que constituyen de hecho alguno de los argumentos de más peso para atraer a potenciales inquilinos del edificio. El servicio de seguridad, con todo el recinto y el interior vigilado por cámaras y con cobertura de 24 horas los 365 días del año, sería uno de los principales ejemplos, como también lo es el fácil aparcamiento o la ubicación en un nudo de carreteras que permite la comunicación fácil y rápida tanto con el centro de Santander como con la red de autovías.

Esto, y el renovado impulso que se quiere dar a sus posibilidades como centro empresarial, son también los argumentos que esgrimen los responsables de la comunidad de propietarios del Zoco para poner sobre la mesa el proyecto de construcción de un nuevo edificio, que unido al bloque principal mediante una pasarela, permita habilitar un nuevo módulo para empresas de servicios, que podía ser especialmente adecuado para emprendedores y start-ups. El proyecto, de hecho, se ha presentado al Ayuntamiento de Santander ofreciéndolo como posible ubicación para el vivero de empresas que hoy ocupa los bajos del Mercado de México, un espacio que nunca estuvo pensado para ese fin.

Oferta de locales

Sin entrar a considerar los metros cuadrados que sumaría el nuevo edificio –que hoy es sólo un proyecto, sin que se contemplen plazos para que dé  el salto del papel a la realidad– el Zoco mantiene una oferta relativamente amplia de locales en alquiler o venta. No tanta como cuando comenzó su transformación en centro empresarial coincidiendo con el cambio de siglo –estaban disponibles entonces cerca del 80% de los locales, incluyendo alguno de los mayores– pero sí suficientes como para dar respuesta a casi cualquier necesidad.

Gesvar, agencia inmobiliaria que tiene precisamente su sede en el centro, es también la encargada de gestionar la comercialización de los locales disponibles. Según los cálculos de su director, Carlos Blanco, a finales de agosto había treinta locales en alquiler –la mayoría, y todos los de más tamaño– o venta. En esa oferta hay desde oficinas de 20 metros cuadrados, hasta los locales más grandes con que cuenta el Zoco, de 850 y 1.300 metros cuadrados, con un abanico de precios que iría desde los 250 euros de renta a abonar en el primer caso hasta los 7 u 8 euros por metro cuadrado que se pagarían por el alquiler de los locales más grandes. Una oferta variada y que, sobre todo en las oficinas de mayor tamaño, no es fácil encontrar en ningún otro lugar de la capital de Cantabria. Ese es otro de los valores del Zoco.

En España funcionan unas setenta monedas locales, también conocidas como monedas complementarias que, como el euro, se utilizan como instrumento de pago para el intercambio de mercancías y trabajo, pero en ámbitos geográficos pequeños y con el objetivo último de favorecer un desarrollo económico basado en principios éticos. En Cantabria circulan dos de ellas, con las que se compran y venden los productos y servicios que ofrecen los miembros de la red de intercambio: productos ecológicos sobre todo, pero también servicios como el cuidado de personas o el transporte pueden pagarse con robles y sajas.

Texto de J. Carlos Arrondo @jcrlsam

La Red de Intercambio El Roble nació a finales de 2013. Cuando en mayo de ese año, en Laredo, sus miembros fundacionales se reunieron por primera vez aún no sabían que acabarían creando una moneda complementaria al euro. En un contexto económico y social azotado por la crisis, había en el ambiente ganas de hacer cosas, aun no sabiendo exactamente qué. Uno de aquellos pioneros, Elson –todos los que intervienen en este reportaje han preferido utilizar solo su nombre de pila, como una forma, explican, de eludir cualquier protagonismo– lo recuerda ahora: “Teníamos una inquietud por intentar organizar algo que supusiera un cambio en esa situación, pero no sabíamos muy bien cómo articularlo”. A pesar de que se presentaron algunas ideas, ninguna de ellas llegó a concretarse. Salieron de la reunión sin tomar ninguna decisión y fue la curiosidad por las exitosas experiencias de algunas monedas locales en España lo que les llevó a dirigir sus pasos hacia ese terreno. Así comenzó a organizarse una red de intercambio de productos y de servicios en la que los pagos se hacían en una moneda propia: el roble. Actualmente cuenta con algo más de cien miembros, la mayor parte de ellos de diferentes localidades de la comarca oriental de Cantabria, y es una de las dos monedas alternativas que funcionan en la región.

El origen de la Red de Intercambio Solidario Saja, en 2014, fue similar. Sus promotores compartían un interés común por organizarse en un grupo de apoyo mutuo, la solidaridad y el desarrollo de las relaciones sociales. Inicialmente valoraron la posibilidad de canalizar dichas inquietudes en un banco del tiempo, es decir, un intercambio de servicios en el que la unidad de pago no es dinero sino horas de trabajo, pero finalmente descartaron la idea. Los miembros de este grupo pionero también estaban al tanto de la proliferación de monedas locales en España y, tal y como ocurrió en los orígenes del roble, así surgió la idea de crear el saja. Se presenta como moneda local de la comarca occidental de Cantabria, zona de la que son buena parte de la cincuentena de usuarios que actualmente tiene la red.

Arquitecto del euro y promotor de monedas complementarias

Bernard Lietaer, economista belga y uno de los ‘arquitectos’ del euro, es un experto en sistemas monetarios. En 2001 acuño el término moneda complementaria para referirse a un tipo de divisa que puede convivir con la de curso oficial. De hecho, no sólo creó el término, sino que se convirtió en el promotor de la idea de que ciertos ámbitos locales pueden beneficiarse  de la creación de una moneda  propia que circule de manera paralela y alternativa a la moneda nacional. Muchas regiones, ciudades y barrios del mundo han visto nacer sus propias monedas durante los últimos años, especialmente tras el estallido de la crisis financiera en 2008. Algunas de estas experiencias están siendo notablemente exitosas, como la libra de Bristol, que funciona en esta ciudad del suroeste de Inglaterra. En España se ha contabilizado, en diferente grado de desarrollo, la creación de unas setenta monedas locales desde 2010, y también con algunos casos destacados por su buen funcionamiento, como el puma, en la zona norte de Sevilla.

Aunque robles y sajas se presentan como monedas locales de sus respectivas comarcas, la realidad es que la dispersión geográfica de algunos de sus miembros hace que ese carácter no sea tan cerrado o delimitado como en los casos de monedas vinculadas a barrios o a ciudades. En ambas redes son conscientes de que buena parte del éxito en estos proyectos radica en conseguir que sean tan locales como sea posible y abogan porque se vayan creando iniciativas similares en zonas más concretas, como podría ser Santander, de donde son algunos miembros.

La cercanía y el conocimiento mutuo entre los usuarios de la moneda, como dice Elson, “generan confianza”, que es “el motor de este sistema”. Más allá de su delimitación geográfica, lo que mejor define a estas monedas es su carácter social. Félix, de la Red de Intercambio Solidario Saja, señala que “la moneda es un poco la excusa”, por lo que, “además de facilitar el intercambio entre las personas, de lo que se trata es de hacer grupo”. El objetivo es reproducir ese tipo de relaciones que tradicionalmente se han producido en los pueblos, en los que, añade, “un vecino siempre estaba dispuesto a echar una mano a otro”. La moneda local trasciende en parte su dimensión económica  para convertirse en un vehículo que favorece las relaciones sociales basadas en la solidaridad, en la cooperación y en la proximidad de las personas. De ahí que su funcionamiento esté sustentado en unos principios éticos.

Instrumento de pago en la economía real

Pero más allá de  esos objetivos, las monedas locales son un instrumento de pago en la economía real, forman parte del intercambio corriente de mercancías y trabajo. Esa característica también es común a las monedas oficiales pero, a diferencia de éstas, las complementarias no son especulativas y, en consecuencia, no tiene sentido alguno acumularlas. Esto supone que las monedas locales circulen fácilmente y no escaseen: mientras en la red haya participantes que ofrezcan algo y participantes interesados en adquirirlo, habrá moneda suficiente para realizar esos intercambios.

Lo primero que hace alguien que entra a formar parte de las redes de intercambio del saja o del roble es pensar qué puede aportar a esa comunidad. Los miembros de la red pueden ofertar todo tipo de productos o servicios. Una buena parte de los artículos que se ofrecen son alimentos ecológicos que ellos mismos producen a pequeña escala: huevos, hortalizas, etc. También es habitual que se ofrezcan actividades como el cuidado de personas,  transporte u otros tipos de trabajos profesionales. Aunque aún está en una fase poco desarrollada en el caso del saja, en el del roble hay alrededor de una decena de comercios y negocios locales que venden sus productos o servicios admitiendo, al menos, que un 20% del precio se pague en esta moneda y el resto en euros.

Este último es el caso de Rangoli Laredo, que se dedica a la venta de muebles, decoración, antigüedades y bisutería. Su propietaria, Begoña, admite que estar adherida al roble por ahora no ha supuesto un impacto destacable en su tienda, pero sí lo ve como una buena oportunidad para “fidelizar al cliente y sociabilizar su negocio”. Su participación en la red de intercambio,  explica, se debe más a su propia implicación personal en el proyecto que al interés comercial que pueda obtener de él.

Dinamización del comercio local

No obstante, en otros lugares en los que las comunidades de usuarios de sus respectivas monedas son mayores, sí que se ha producido una dinamización de los negocios locales. En primer lugar, porque las personas que disponen de moneda local pueden utilizarla en este tipo de negocios,  que a su vez la utilizaran para hacer pagos con ella dentro de esa misma red local. En segundo lugar, porque  el problema de muchos potenciales clientes a la hora de comprar algo es que no disponen de los euros suficientes para hacerlo, mientras que la obtención de moneda social es mucho más asequible. Un caso muy usual es el de los desempleados y su imposibilidad para generar recursos mientras no encuentran trabajo. En este tipo de redes siempre es posible ofertar algo, un producto elaborado en casa, como jabón o algún cultivo de la huerta, o un servicio, como impartir una clase particular, que le permita a cualquier persona disponer de moneda suficiente para hacer sus compras con ella.

En el caso del roble, además, hay una circunstancia que hace honor a ese marcado carácter social de la moneda: todos los trabajos que se hacen a favor de la red, como redactar las actas de las reuniones o colaborar en los mercados que de vez en cuando organizan, son retribuidos con una cantidad de robles en su cuenta.  Cuenta Begoña que es habitual encontrarse personas en el paro, “muy desanimadas y cerca de tirar la toalla”, que gracias a la red de intercambio pueden sentirse útiles, realizar trabajos y ver recompensado su esfuerzo con un pago en robles que les permitirá adquirir productos a los que antes quizás no podían acceder.

Tanto el saja como el roble tienen una relación de equivalencia de uno a uno con el euro y no disponen de una representación material en billetes o monedas. Cada miembro posee una cartilla en la que se anotan todas las compras y las ventas que se realizan en la moneda correspondiente. Todas las operaciones, así como las ofertas y demandas que hay en la red, se registran en una plataforma online llamada Community Exchange System (CES), un soporte gracias al cual se gestiona el funcionamiento, entre otras,  de los robles y los sajas. Este sistema acoge a monedas locales de todo el mundo y ello supone que, además de ser el instrumento de organización interna de cada una de ellas, permite la interrelación de unas con otras. Así, por ejemplo, una persona que disponga en el CES de una cuenta con sajas o robles, podría efectuar una compra o una venta con otra persona de cualquier lugar del planeta en su correspondiente moneda local, siempre y cuando también esté registrada en esta plataforma. El inicio para un nuevo miembro es muy sencillo pues permite que un recién llegado pueda realizar sus primeras compras aún sin disponer de un saldo positivo en su cuenta. La confianza mutua entre los miembros de la red es tal que todos están seguros de que ese saldo negativo no tardará en convertirse en positivo en cuanto esa persona consiga vender algún producto o realice algún servicio. A diferencia de la moneda oficial, en la que una situación así generaría una deuda, con la consiguiente obligación de tener que devolver el principal de la misma más el correspondiente interés, en las monedas locales se trata, simplemente, de una situación transitoria que no genera ningún desequilibrio. El movimiento natural de la red de intercambio compensa los saldos y no se produce ninguna actividad especulativa.

En fase de crecimiento

El saja y el roble, con dos y tres años de vida, respectivamente, aún se encuentran en plena fase de crecimiento. El sistema de pagos de las monedas y  la organización interna de las redes está bastante desarrollado, pero todavía les queda por resolver una serie de problemas, comenzando por su escasa implantación. A diferencia de lo que ocurre en otros lugares, donde este tipo de monedas cuentan con el respaldo de las autoridades locales, que ven en ellas una oportunidad de dinamizar la economía real de la zona en la que operan, ni el roble ni el saja gozan aún del interés de ninguna institución para ayudarles a tener más visibilidad y mejorar su circulación.

Un primer paso podría ser que ambos grupos dispusieran de un local permanente donde reunirse y realizar sus actividades. Por ahora, se reúnen y celebran sus mercados allí donde pueden, en domicilios o en los locales comerciales de algunos de sus miembros. La Red Saja, ha llegado a celebrar alguna de sus reuniones en un lugar emblemático para las organizaciones alternativas como es el Espacio Argumosa de Torrelavega. Además de las dificultades que les supone carecer de un lugar fijo de reunión, ambas redes se enfrentan también a la escasa difusión que tienen sus actividades y Begoña, de Rangoli Laredo, apunta un par de circunstancias adversas con las que se enfrentan este tipo de iniciativas: en primer lugar, la “brecha generacional” derivada de la dificultad que tiene la gente mayor para usar la moneda porque, a pesar de comprender perfectamente su funcionamiento, se encuentra con el problema de tener que utilizar internet; y en segundo, el  “individualismo” en nuestra sociedad, que suele ser un freno para que las personas se  unan en un proyecto de estas características. En este sentido, a Elson, de la Red El Roble, le gustaría que calara entre más gente el “mensaje optimista” que subyace tras este tipo de iniciativas sociales: “Las personas se unen y afrontan los problemas de tal manera que lo que crean permite cambiar la realidad”.

La anunciada venta del hipermercado Eroski de Maliaño a Carrefour supone la última vuelta de tuerca a un modelo de venta minorista que está en plena transformación y que pone en cuestión la rentabilidad de las tiendas de mayor tamaño y oferta comercial más amplia. Los supermercados de proximidad, el descuento duro y las tiendas franquiciadas ganan terreno con la crisis y centran el esfuerzo de expansión de las grandes cadenas, en detrimento de los híper.

Texto de Jose Ramón Esquiaga @josesquiaga

Como pagando el peaje de su condición de metáfora de los tiempos de la abundancia, los abarrotados y surtidísmos lineales de la gran distribución no pasan hoy por su mejor momento. El proceso de venta de parte de su red de hipermercados por parte de Eroski –entre ellos el de Valle Real, en Maliaño– no es sino el último episodio de un proceso que hunde sus raíces en la crisis económica y que tiene que ver tanto con las dificultades financieras derivadas de aquella como con unos cambios de hábitos del consumidor que también tienen que ver con la recesión que arrancó en 2007. Ninguna de las dos circunstancias anteriores ha puesto en cuestión el modelo comercial de las grandes cadenas, pero sí el tipo de establecimientos y su oferta de productos, situando a los grandes hipermercados como el formato más perjudicado, y a los supermercados de barrio como los triunfadores de una batalla que no ha hecho más que empezar.

La nota con la que Eroski daba cuenta de su decisión de vender parte de su red de hípermercados a Carrefour deslizaba alguna de las claves estratégicas de la operación, con la que según la cooperativa vasca se buscaba concentrar los esfuerzos de expansión en los supermercados franquiciados. Si la apuesta por las tiendas más pequeñas tiene que ver con los cambios en la forma en que los consumidores compran, lo segundo –las franquicias– se relaciona directamente con la transformación que ha sufrido la estrategia de crecimiento a causa de las dificultades financieras. Es cierto que estas últimas son mayores en el caso de Eroski –con una enorme deuda que arrastra desde antes de la crisis–, pero la apuesta por las franquicias es común en la mayor parte del sector, y tiene un protagonismo similar en el caso de Carrefour, precisamente la empresa que ha adquirido los hipermercados vendidos por la cadena vasca.

La operación anunciada el pasado 29 de febrero depende del dictamen de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) para culminarse en los términos acordados entre las dos grandes cadenas de distribución, algo que en ningún caso se produciría antes de que acabe el año. Hasta entonces habrán de despejarse todavía algunas incógnitas, empezando por las condiciones en las que quedan los trabajadores. Aunque en el anuncio de la venta se decía que Carrefour asumiría todos los trabajadores con que cuenta el hipermercado de Valle Real, el hecho de que Eroski sea una cooperativa y buena parte de sus trabajadores socios de la misma hace que esa subrogación no sea sencilla. Con todo, las principales dudas para que la venta culmine en los términos que se han anunciado tienen que ver con la posición de dominio en la que quedaría Carrefour, y que puede llevar a que la CNMC plantee objeciones a la operación.

En Cantabria existen a día de hoy seis hipermercados, los dos de Carrefour en Santander y el que tiene en Torrelavega, dos de Eroski en Santander y Castro Urdiales y el de Hipercor también en la capital de Cantabria. El híper de Eroski en Castro no entra dentro del paquete de establecimientos vendido a Carrefour, por lo que de culminar la venta en las condiciones anunciadas, en Cantabria seguirían operando el mismo número de jugadores que antes, pero con Carrefour haciéndolo desde una clara posición de dominio, que sería casi absoluto en el eje Santander-Torrelavega, que concentra a la mayor parte de la población de la región. Esa es la situación que tendrá que valorar Competencia. En Cantabria no hay hipermercados de otras cadenas –Alcampo es la enseña con más establecimientos entre las que no cuentan con ninguno en la región– lo que deja unas condiciones de mercado un tanto peculiares.

La situación anterior, referida a los hipermercados, no tienen nada que ver con la que se da en los supermercados, un formato en el que la competencia es feroz, y creciente. Aunque el crecimiento en el tamaño de supermercados hace que en ocasiones sea difícil distinguirlos del tradicional hipermercado, lo que sigue diferenciando a estos últimos es la oferta de producto, que incluye electrodomésticos, textil, librería o bricolaje. A diferencia de esto los supermercados –incluso los de mayor tamaño, situados a las afueras de las ciudades y con aparcamiento propia, características tomadas de los híper– tienen un catálogo centrado en alimentación y droguería. Es este formato el que está mostrando un mayor dinamismo desde el comienzo de la crisis.

Según datos recogidos en la última memoria anual publicada por la Asociación de Grandes Empresas de Distribución (Anged), correspondiente al año 2014, hasta ese ejercicio, y desde 2008, el número de grandes supermercados –de entre 1.000 y 2.499 metros cuadrados­– ha crecido en España por encima del 25%, lo que supone sumar 701 establecimientos de esta tipología en los seis años a los que hace referencia el estudio. Ningún otro formato ha incrementado su número en proporciones similares, aunque también lo hacen de forma notable los súper de tamaño medio: un 8,8% los que disponen de entre 400 y 999 metros cuadrados de tienda y un 6,1% los que tienen entre 100 y 399 metros cuadrados. En ese mismo periodo de tiempo, solo se han abierto ocho nuevos hipermercados en España, lo que supone apenas un 1% de incremento en la oferta. Al margen de cualquier crecimiento quedan los supermercados más pequeños –de menos de 100 metros cuadrados– y las tiendas de alimentación tradicionales, que registran caídas del 15,3 y el 14,6% respectivamente.

Los datos de crecimiento de la oferta tienen su correlación en la ventas. Según la memoria anual de Anged, que se remite a lo que recoge un estudio de AC Nielsen, los supermercados de más de 400 metros cuadrados contaban en 2014 con una cuota de mercado del 63,7% en alimentación, siete puntos por encima de la que registraban en 2009. Todo el resto de formatos registra pérdidas de cuota en ese mismo periodo, con los hipermercados encabezando esa caída en términos absolutos –tres puntos de pérdida de cuota– si bien son las tiendas tradicionales las que registran un peor resultado en términos proporcionales, al pasar de un 9 a un 6,8% de cuota.

En términos de valor del mercado, y en este caso según las conclusiones de un estudio de la consultora DBK, los supermercados facturaron en España 65.650 millones de euros en venta de alimentación, un concepto por el que los hipermercados ingresaron ese mismo año 14.500 millones de euros.

Es en ese paisaje en el que se está desarrollando la que hoy por hoy está siendo la principal batalla del comercio minorista. A diferencia de lo que sucede con los hipermercados, donde el número de contendientes se cuenta con los dedos de la mano, en los supermercados no se ha vivido un proceso de concentración empresarial equivalente y son muchos más los competidores, por más que uno de ellos –Mercadona– acapare el máximo protagonismo por lo rápido de su expansión y por el éxito de su modelo comercial.

La cadena valenciana, que cuenta con diez tiendas en Cantabria, ha sabido conjugar el concepto de descuento duro –tiendas austeras, con una oferta de producto limitada a unas pocas marcas y máximo presencia de la propia– con una imagen de marca no exenta de reconocimiento. Es el mismo segmento, aunque con tiendas más pequeñas y sin ese halo de prestigio, en el que compite Dia, que también se distingue de Mercadona en que confía parte de su expansión a las tiendas franquiciadas.

Franquicias

El abanderamiento de establecimientos abiertos por pequeños empresarios, según la fórmula de la franquicia, es otro de las tendencias en boga dentro de la distribución minorista, y de nuevo un fenómeno que es difícil disociar de la crisis. Con la capacidad financiera muy limitada por el contexto económico y con los gustos del consumidor apuntando a la tienda cercana y a la compra en pequeñas cantidades, el supermercado franquiciado, de tamaño pequeño o medio, aparece como una solución a gusto de todo el mundo. Carrefour y Eroski, precisamente los agentes que han protagonizado el gran movimiento en el campo de los híper, son también quienes han apostado en mayor medida por las franquicias para hacer crecer sus cadenas de establecimientos más pequeños. La cooperativa vasca, de hecho, dio el año pasado un paso más en esa fórmula al abrir en Tarragona su primer hipermercado franquiciado. En total, a lo largo de 2015 Eroski abrió 94 supermercados bajo el modelo de la franquicia, uno de ellos en Cantabria. Con él suma 15 supermercados en la región.

En el caso de Carrefour, esa estrategia multicanal se concreta en dos formatos distintos de supermercados, bautizados como Market –los de mayor tamaño– y Express. Del primer tipo cuenta con un único establecimiento en Cantabria, en la santanderina calle de Jesús de Monasterio, que opera como tienda propia de la cadena. Los Carrefour Market cuentan con entre 800 y 2.000 metros cuadrados, lo que por tamaño y volumen de inversión les sitúa fuera del alcance del franquiciado tipo. Por contra, los Carrefour Express –entre 100 y 800 metros cuadrados– responden fielmente al tipo de tienda que están abanderando las grandes cadenas, pero cuya puesta en marcha y gestión se deja en manos de pequeños inversores. Carrefour cuenta en Cantabria con 17 de estos establecimientos, todos ellos franquiciados.

A diferencia de lo que sucede en el caso de los hipermercados, en la expansión de los supermercados también juegan un papel relevante las empresas locales. En el caso de Cantabria son dos los grupos de distribución que tienen aquí su sede: Semark AC Group, que opera bajo la marca Lupa, y VES SL, que asociada con la guipuzcoana Unialco forma el grupo Uvesco, propietario de los supermercados BM.

Empresas locales

Tanto Semark como Uvesco viven un proceso de expansión perfectamente coherente con la pujanza que está registrando el modelo de distribución mediante supermercados. La primera de ellas, a través de Lupa, es la principal empresa cántabra del sector, acercándose a los 2.000 trabajadores y con una facturación que en 2014 superó los 421 millones de euros. Esta última cifra ha registrado un incremento de cerca de un 50% desde 2008, recogiendo los efectos del crecimiento en el número de establecimientos, repartidos entre Cantabria y Castilla-León, los mercados donde opera la marca cántabra, siempre a través de tiendas propias.

Con unas cifras algo menores, VES SL presenta una evolución prácticamente idéntica en los años que van de la crisis hasta hoy: de una facturación de algo menos de 69 millones en 2008 ha pasado a vender por importe de más de 134 millones en 2014. Su integración en el grupo Uvesco hace que las cifras sean, en cuanto a volumen, un tanto engañosas. El conjunto del grupo, que opera en Cantabria, País Vasco, Navarra y La Rioja, facturó 609 millones de euros en 2014.

Aunque el último movimiento empresarial ha tenido como protagonistas a los hipermercados, el estudio de la consultora DBK sobre distribución alimentaria augura que este año 2016 se producirán fusiones o adquisiciones que aumenten la concentración empresarial en el ámbito de los supermercados. En España los cinco mayores operadores de supermercados controlan el 50% del mercado, mientras que en Reino Unido o Portugal se mueven en porcentajes superiores al 80%. El dato refleja el peso que en España mantienen las cadenas de ámbito local, que podrían ser objeto de deseo por parte de las grandes en sus objetivos de crecimiento. Por el momento, los movimientos que se han dado se han concentrado mayoritariamente entre estas, con la compra de El Arbol por parte de Dia, que también adquirió el pasado año 146 supermercados a Eroski en Madrid y Andalucía. La propia Uvesco adquirió en 2011 los 43 supermercados con que contaba la vasca Ercoreca. Todo indica que operaciones como estas serán habituales en el futuro más inmediato.

La anunciada venta del hipermercado Eroski de Maliaño a Carrefour supone la última vuelta de tuerca a un modelo de venta minorista que está en plena transformación y que pone en cuestión la rentabilidad de las tiendas de mayor tamaño y oferta comercial más amplia. Los supermercados de proximidad, el descuento duro y las tiendas franquiciadas ganan terreno con la crisis y centran el esfuerzo de expansión de las grandes cadenas, en detrimento de los híper.

Texto de Jose Ramón Esquiaga @josesquiaga

Como pagando el peaje de su condición de metáfora de los tiempos de la abundancia, los abarrotados y surtidísmos lineales de la gran distribución no pasan hoy por su mejor momento. El proceso de venta de parte de su red de hipermercados por parte de Eroski –entre ellos el de Valle Real, en Maliaño– no es sino el último episodio de un proceso que hunde sus raíces en la crisis económica y que tiene que ver tanto con las dificultades financieras derivadas de aquella como con unos cambios de hábitos del consumidor que también tienen que ver con la recesión que arrancó en 2007. Ninguna de las dos circunstancias anteriores ha puesto en cuestión el modelo comercial de las grandes cadenas, pero sí el tipo de establecimientos y su oferta de productos, situando a los grandes hipermercados como el formato más perjudicado, y a los supermercados de barrio como los triunfadores de una batalla que no ha hecho más que empezar.

La nota con la que Eroski daba cuenta de su decisión de vender parte de su red de hípermercados a Carrefour deslizaba alguna de las claves estratégicas de la operación, con la que según la cooperativa vasca se buscaba concentrar los esfuerzos de expansión en los supermercados franquiciados. Si la apuesta por las tiendas más pequeñas tiene que ver con los cambios en la forma en que los consumidores compran, lo segundo –las franquicias– se relaciona directamente con la transformación que ha sufrido la estrategia de crecimiento a causa de las dificultades financieras. Es cierto que estas últimas son mayores en el caso de Eroski –con una enorme deuda que arrastra desde antes de la crisis–, pero la apuesta por las franquicias es común en la mayor parte del sector, y tiene un protagonismo similar en el caso de Carrefour, precisamente la empresa que ha adquirido los hipermercados vendidos por la cadena vasca.

La operación anunciada el pasado 29 de febrero depende del dictamen de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) para culminarse en los términos acordados entre las dos grandes cadenas de distribución, algo que en ningún caso se produciría antes de que acabe el año. Hasta entonces habrán de despejarse todavía algunas incógnitas, empezando por las condiciones en las que quedan los trabajadores. Aunque en el anuncio de la venta se decía que Carrefour asumiría todos los trabajadores con que cuenta el hipermercado de Valle Real, el hecho de que Eroski sea una cooperativa y buena parte de sus trabajadores socios de la misma hace que esa subrogación no sea sencilla. Con todo, las principales dudas para que la venta culmine en los términos que se han anunciado tienen que ver con la posición de dominio en la que quedaría Carrefour, y que puede llevar a que la CNMC plantee objeciones a la operación.

En Cantabria existen a día de hoy seis hipermercados, los dos de Carrefour en Santander y el que tiene en Torrelavega, dos de Eroski en Santander y Castro Urdiales y el de Hipercor también en la capital de Cantabria. El híper de Eroski en Castro no entra dentro del paquete de establecimientos vendido a Carrefour, por lo que de culminar la venta en las condiciones anunciadas, en Cantabria seguirían operando el mismo número de jugadores que antes, pero con Carrefour haciéndolo desde una clara posición de dominio, que sería casi absoluto en el eje Santander-Torrelavega, que concentra a la mayor parte de la población de la región. Esa es la situación que tendrá que valorar Competencia. En Cantabria no hay hipermercados de otras cadenas –Alcampo es la enseña con más establecimientos entre las que no cuentan con ninguno en la región– lo que deja unas condiciones de mercado un tanto peculiares.

La situación anterior, referida a los hipermercados, no tienen nada que ver con la que se da en los supermercados, un formato en el que la competencia es feroz, y creciente. Aunque el crecimiento en el tamaño de supermercados hace que en ocasiones sea difícil distinguirlos del tradicional hipermercado, lo que sigue diferenciando a estos últimos es la oferta de producto, que incluye electrodomésticos, textil, librería o bricolaje. A diferencia de esto los supermercados –incluso los de mayor tamaño, situados a las afueras de las ciudades y con aparcamiento propia, características tomadas de los híper– tienen un catálogo centrado en alimentación y droguería. Es este formato el que está mostrando un mayor dinamismo desde el comienzo de la crisis.

Según datos recogidos en la última memoria anual publicada por la Asociación de Grandes Empresas de Distribución (Anged), correspondiente al año 2014, hasta ese ejercicio, y desde 2008, el número de grandes supermercados –de entre 1.000 y 2.499 metros cuadrados­– ha crecido en España por encima del 25%, lo que supone sumar 701 establecimientos de esta tipología en los seis años a los que hace referencia el estudio. Ningún otro formato ha incrementado su número en proporciones similares, aunque también lo hacen de forma notable los súper de tamaño medio: un 8,8% los que disponen de entre 400 y 999 metros cuadrados de tienda y un 6,1% los que tienen entre 100 y 399 metros cuadrados. En ese mismo periodo de tiempo, solo se han abierto ocho nuevos hipermercados en España, lo que supone apenas un 1% de incremento en la oferta. Al margen de cualquier crecimiento quedan los supermercados más pequeños –de menos de 100 metros cuadrados– y las tiendas de alimentación tradicionales, que registran caídas del 15,3 y el 14,6% respectivamente.

Los datos de crecimiento de la oferta tienen su correlación en la ventas. Según la memoria anual de Anged, que se remite a lo que recoge un estudio de AC Nielsen, los supermercados de más de 400 metros cuadrados contaban en 2014 con una cuota de mercado del 63,7% en alimentación, siete puntos por encima de la que registraban en 2009. Todo el resto de formatos registra pérdidas de cuota en ese mismo periodo, con los hipermercados encabezando esa caída en términos absolutos –tres puntos de pérdida de cuota– si bien son las tiendas tradicionales las que registran un peor resultado en términos proporcionales, al pasar de un 9 a un 6,8% de cuota.

En términos de valor del mercado, y en este caso según las conclusiones de un estudio de la consultora DBK, los supermercados facturaron en España 65.650 millones de euros en venta de alimentación, un concepto por el que los hipermercados ingresaron ese mismo año 14.500 millones de euros.

Es en ese paisaje en el que se está desarrollando la que hoy por hoy está siendo la principal batalla del comercio minorista. A diferencia de lo que sucede con los hipermercados, donde el número de contendientes se cuenta con los dedos de la mano, en los supermercados no se ha vivido un proceso de concentración empresarial equivalente y son muchos más los competidores, por más que uno de ellos –Mercadona– acapare el máximo protagonismo por lo rápido de su expansión y por el éxito de su modelo comercial.

La cadena valenciana, que cuenta con diez tiendas en Cantabria, ha sabido conjugar el concepto de descuento duro –tiendas austeras, con una oferta de producto limitada a unas pocas marcas y máximo presencia de la propia– con una imagen de marca no exenta de reconocimiento. Es el mismo segmento, aunque con tiendas más pequeñas y sin ese halo de prestigio, en el que compite Dia, que también se distingue de Mercadona en que confía parte de su expansión a las tiendas franquiciadas.

Franquicias

El abanderamiento de establecimientos abiertos por pequeños empresarios, según la fórmula de la franquicia, es otro de las tendencias en boga dentro de la distribución minorista, y de nuevo un fenómeno que es difícil disociar de la crisis. Con la capacidad financiera muy limitada por el contexto económico y con los gustos del consumidor apuntando a la tienda cercana y a la compra en pequeñas cantidades, el supermercado franquiciado, de tamaño pequeño o medio, aparece como una solución a gusto de todo el mundo. Carrefour y Eroski, precisamente los agentes que han protagonizado el gran movimiento en el campo de los híper, son también quienes han apostado en mayor medida por las franquicias para hacer crecer sus cadenas de establecimientos más pequeños. La cooperativa vasca, de hecho, dio el año pasado un paso más en esa fórmula al abrir en Tarragona su primer hipermercado franquiciado. En total, a lo largo de 2015 Eroski abrió 94 supermercados bajo el modelo de la franquicia, uno de ellos en Cantabria. Con él suma 15 supermercados en la región.

En el caso de Carrefour, esa estrategia multicanal se concreta en dos formatos distintos de supermercados, bautizados como Market –los de mayor tamaño– y Express. Del primer tipo cuenta con un único establecimiento en Cantabria, en la santanderina calle de Jesús de Monasterio, que opera como tienda propia de la cadena. Los Carrefour Market cuentan con entre 800 y 2.000 metros cuadrados, lo que por tamaño y volumen de inversión les sitúa fuera del alcance del franquiciado tipo. Por contra, los Carrefour Express –entre 100 y 800 metros cuadrados– responden fielmente al tipo de tienda que están abanderando las grandes cadenas, pero cuya puesta en marcha y gestión se deja en manos de pequeños inversores. Carrefour cuenta en Cantabria con 17 de estos establecimientos, todos ellos franquiciados.

A diferencia de lo que sucede en el caso de los hipermercados, en la expansión de los supermercados también juegan un papel relevante las empresas locales. En el caso de Cantabria son dos los grupos de distribución que tienen aquí su sede: Semark AC Group, que opera bajo la marca Lupa, y VES SL, que asociada con la guipuzcoana Unialco forma el grupo Uvesco, propietario de los supermercados BM.

Empresas locales

Tanto Semark como Uvesco viven un proceso de expansión perfectamente coherente con la pujanza que está registrando el modelo de distribución mediante supermercados. La primera de ellas, a través de Lupa, es la principal empresa cántabra del sector, acercándose a los 2.000 trabajadores y con una facturación que en 2014 superó los 421 millones de euros. Esta última cifra ha registrado un incremento de cerca de un 50% desde 2008, recogiendo los efectos del crecimiento en el número de establecimientos, repartidos entre Cantabria y Castilla-León, los mercados donde opera la marca cántabra, siempre a través de tiendas propias.

Con unas cifras algo menores, VES SL presenta una evolución prácticamente idéntica en los años que van de la crisis hasta hoy: de una facturación de algo menos de 69 millones en 2008 ha pasado a vender por importe de más de 134 millones en 2014. Su integración en el grupo Uvesco hace que las cifras sean, en cuanto a volumen, un tanto engañosas. El conjunto del grupo, que opera en Cantabria, País Vasco, Navarra y La Rioja, facturó 609 millones de euros en 2014.

Aunque el último movimiento empresarial ha tenido como protagonistas a los hipermercados, el estudio de la consultora DBK sobre distribución alimentaria augura que este año 2016 se producirán fusiones o adquisiciones que aumenten la concentración empresarial en el ámbito de los supermercados. En España los cinco mayores operadores de supermercados controlan el 50% del mercado, mientras que en Reino Unido o Portugal se mueven en porcentajes superiores al 80%. El dato refleja el peso que en España mantienen las cadenas de ámbito local, que podrían ser objeto de deseo por parte de las grandes en sus objetivos de crecimiento. Por el momento, los movimientos que se han dado se han concentrado mayoritariamente entre estas, con la compra de El Arbol por parte de Dia, que también adquirió el pasado año 146 supermercados a Eroski en Madrid y Andalucía. La propia Uvesco adquirió en 2011 los 43 supermercados con que contaba la vasca Ercoreca. Todo indica que operaciones como estas serán habituales en el futuro más inmediato.

A falta de la decisiva campaña navideña, el más veterano de los centros comerciales cántabros confía en cerrar el ejercicio con un notable incremento en las cifras de visitantes y ventas. Aunque hay dos establecimientos que no abrirán hasta el año que viene, Valle Real tiene alquilados todos los locales disponibles, algo que no es la primera vez que sucede en los más de veinte años de historia del centro, pero que no había vuelto a repetirse desde el comienzo de la crisis en 2008.

Texto de Jose Ramón Esquiaga @josesquiaga

Probablemente sea excesivo conceder a Valle Real la condición de termómetro comercial de Cantabria, pero es difícil discutir el valor de sus cifras como indicadores del ánimo de los consumidores. Desde ese punto de vista, y en línea con lo que ha supuesto el pasado verano en términos de ocupación turística, los datos de ocupación, visitas y ventas que ha registrado el centro en los diez primeros meses del año 2015 –últimos dados a conocer por la gestora del centro antes de cerrar el ejercicio– permiten hablar de un cambio de tendencia, por más que sus propios directivos se muestren prudentes a la hora de valorar el alcance de esta recuperación. De acuerdo con las estadísticas que diariamente remiten los cerca de cien establecimientos que operan en el centro, las ventas crecieron entre enero y octubre un 6,3% en relación con el mismo periodo de 2014, en una progresión que se ha mantenido constante a lo largo de todo el ejercicio pero que ha sido incluso más notable en los últimos meses.

La apertura de H&M ha sido el gran acontecimiento del año en el centro comercial camargués, convirtiéndose también en un elemento que distorsiona la comparación entre las cifras de 2015 y 2014. Para encontrar una apertura de similar relevancia hay que remontarse a la llegada de Primark, en noviembre de 2012. Tampoco parece razonable esperar ninguna de características similares en el futuro: Valle Real está ocupado al 100% y no tiene espacio para nuevas aperturas.

Los niveles de ocupación del centro son también un indicador de la recuperación del ánimo de los consumidores, o cuanto menos de las expectativas que los empresarios han puesto en esta circunstancia. No es la primera vez que Valle Real cuelga el cartel de ‘no hay locales disponibles’, pero sí la primera vez que esto sucede desde que comenzó la crisis. Aunque hasta los primeros meses del año que viene permanecerán algunos locales cerrados, todos tienen ya inquilino y su comienzo de actividad solo depende de los plazos que contemple su propietario, que muchas veces dependen de las obras de reforma. Los próximos movimientos que se producirán en el centro llegan de la mano de Inditex: la tienda de Stradivarius que hasta ahora estaba junto a la entrada principal se traslada a un local mayor, en tanto que el espacio que deja libre será ocupado por Oysho, enseña que también pertenece al grupo gallego. A partir de ahí se producirá la llegada de algunos nombres nuevos a la nómina de inquilinos del centro, de manera que para los primeros meses de 2016 está previsto que todos los locales estén en funcionamiento.

Aperturas

Probablemente el último en abrirse sea el que ocupe el local que hasta hace unos meses fue de Caja Cantabria. Está ya alquilado y pendiente de las obras de reforma, pero los responsables de Valle Real prefieren no dar todavía el nombre de quien lo explotará. Sí que hay más detalles del resto de nuevas aperturas: la cadena asturiana Fran abrirá una peluquería, Siona una tienda y Telepizza contribuirá a completar la oferta hostelera con un restaurante que, a diferencia de lo habitual en la firma, no tendrá servicio de entrega a domicilio. Con esos movimientos, y de acuerdo a los plazos que manejan los responsables del centro comercial, Valle Real completará el próximo ejercicio con todos sus locales funcionando a pleno rendimiento.

En esas condiciones el objetivo será atacar las cifras de visitantes que se alcanzaron en 2008, el año que marca el mejor registro histórico en este dato. En buena lógica, ello debería servir también para alcanzar las cifras de ventas previas a la crisis. En los diez primeros meses de este año han entrado a Valle Real algo más de cuatro millones y medio de personas, lo que supone un incremento del 3,7% en relación con idéntico periodo de 2014. Que las ventas hayan crecido en una proporción mayor se considera un indicio más de la recuperación económica, como también lo es que en la comparación entre los dos últimos meses de octubre, la cifra de facturación haya crecido un 25%. Sin los datos del hipermercado, de Primark y de Leroy Merlin, el total de ventas de los establecimientos ubicados en Valle Real alcanzó los 47,3 millones de euros entre enero y octubre de este año.

Con 47.597 metros cuadrados de superficie de ventas, Valle Real no es ya el mayor centro comercial de la región, aunque por número de locales y por la concentración de establecimientos en un único espacio mantiene características que lo convierten en un referente. Con una oferta de ocio muy limitada tras el cierre de los cines, el centro camargués ha evolucionado hacia una especialización en moda y restauración que las últimas aperturas, la ampliación de Zara y la llegada de Telepizza no hacen sino acentuar. Con todo, la necesidad de espacio y la veteranía del edificio son algunas de las cuestiones que la dirección quiere resolver. Mientras llega una ampliación que se ha pospuesto varias veces por diferentes circunstancias, el centro acometerá en 2016 una remodelación que renovará completamente la imagen de Valle Real y que se acometerá en los primeros meses de 2016.

La empresa cántabra pone en marcha un servicio para vender pasteles y tartas por Internet, algo que nadie más ha intentando por las enormes dificultades logísticas que supone. El objetivo es llegar a cualquier punto de la península, en menos de 24 horas, y con pedidos no necesariamente mayores a los que pueden realizarse de forma presencial en una tienda.

Texto de Jose Ramón Esquiaga @josesquiaga

El continuo crecimiento del comercio ‘on line’ lleva a pensar que cualquier cosa puede comprarse desde el ordenador de casa, o a través del móvil, pero lo cierto es que todavía existen fronteras que no se han cruzado. Tía María, pastelería cántabra que ha vivido su propio proceso de expansión en producto y número de tiendas, se prepara para explorar una de ellas: la venta por Internet de tartas y pasteles. Dicho así no parece un reto especialmente complicado, y los propios responsables de la empresa pusieron en marcha el proyecto convencidos de que esto ya lo hacían otros competidores, pero las enormes dificultades logísticas que implica el empeño convierten a este en un desafío de dimensiones nada desdeñables.

Lo cierto es que hacer un pedido desde la página web es algo que puede hacerse en buen número de establecimientos, pero a la hora de recoger el encargo es imprescindible pasarse por la tienda. “Nadie es capaz de dar el último paso y llevarte la compra a casa, estés donde estés. Eso es lo que nos planteamos hacer nosotros”, explica Guadalupe Quintana, directora de Tía María. La puesta en marcha de una tienda electrónica, con todas las consecuencias, fue uno de los principales objetivos que se planteó la empresa cuando decidió renovar completamente su web. A partir de ahí, han ido salvando las complicaciones, hasta que el pasado agosto pudieron hacer los primeros envíos en pruebas.

Las dificultades a superar tienen que ver con lo altamente perecedero del producto, su carácter extremadamente frágil y lo pequeños que son habitualmente los pedidos, porque la intención de Tía María es servir las mismas cantidades que normalmente se compran en una tienda: una tarta o una docena de pasteles, por ejemplo. Todos esos condicionantes deben despejarse, manteniendo un precio final competitivo. El instrumento clave para encarrilar todo el proceso lo aportó Mail Boxes, la empresa a la que se encargó el diseño de una solución para el envío de los productos, con una caja de cartón que, en combinación con bolsas de hielo, es capaz de mantener refrigerado el producto durante tres días. Es un plazo más que suficiente si tenemos en cuenta que una de las condiciones que se autoimpusieron los responsables de las pastelerías cántabras es que el producto tendría que llegar a cualquier punto de la península ibérica en menos de 24 horas. “Las cajas isotermo son el elemento fundamental, lo que nos hizo creer que iba a ser posible. Con ellas sabemos que el producto va a llegar en perfectas condiciones  desde un punto de vista sanitario”.

Quedaba por resolver la cuestión de la fragilidad. Todo el posterior periodo de pruebas se ha centrado en solventar este problema, algo para lo que se han ensayado varias formas de colocar el producto y sistemas de fijación que eviten que se mueva. Todo para minimizar los efectos que pueda provocar una mala manipulación de los paquetes, esto es, que se les dé la vuelta o se les golpee en contra de las advertencias que podrán leerse en la caja. “Si en el proceso de reparto se siguen las indicaciones, no hay problema. De todos modos no queremos conformarnos con eso, el objetivo es que el producto aguante incluso un cierto maltrato y llegue al consumidor igual que si lo hubiera comprado en la tienda”, explica la directora de Tía María. Los primeros envíos en pruebas no fueron del todo satisfactorios, sobre todo en el caso de las tartas, menos resistentes a golpes y vuelcos, pero en los siguientes fue afinándose el sistema.

En términos de mercado, el objetivo que se plantea Tía María con la venta on line es llegar a consumidores de fuera de Cantabria y, sobre todo, de los grandes núcleos de población españoles. Eso implica que, en cuestión de coste, el nivel a salvar lo ponen los precios de los pasteles en Madrid o Barcelona. “Ahí tenemos margen, porque son mucho más caros que los nuestros. No queremos vender por Internet a clientes que pueden comprar pasteles en nuestras tiendas, queremos llegar a esa persona de Madrid, por ejemplo, habituada a comprar por Internet, que no tiene tiempo para acercarse a una pastelería y que quiere regalar una tarta o una docena de pasteles”.

Nueva tienda en Santoña

La venta on line juega así el papel de séptima tienda de Tía María, tras las cinco con que ya contaba y la sexta que acaba de abrir en Santoña. La coincidencia de la tienda electrónica y esta última apertura –con la que presenta una nueva imagen que se irá extendiendo a las otras pastelerías del grupo– refuerza la apuesta estratégica realizada por la empresa y abre una nueva etapa. “Hasta ahora hemos estado muy centrados en el producto, en conseguir la máxima calidad. Creo sinceramente que lo hemos conseguido, que tenemos los mejores pasteles. A partir de aquí queremos prestar un poco de atención al marketing y la comercialización”, resume Guadalupe Quintana.

Desde hace medio año Torrelavega cuenta con un nuevo negocio dedicado a la venta de excedentes de compra o fabricación, La Galería del Liquidador de Stock, un establecimiento comercial que, con más de 1.800 metros cuadrados de exposición, servirá para testear la respuesta del público ante artículos que posteriormente se distribuirán en nuestro país y en el mercado internacional.

Texto de Jesús García-Bermejo @chusgbh Publicado en mayo de 2015

Televisores que en condiciones normales costarían en torno a 1.000 euros por poco más de 400, herramientas profesionales a 1 euro la unidad, prendas de marca de reconocidos diseñadores por apenas 20 euros… Con la crisis como caldo de cultivo, el sector del stock, en sus diferentes formas y expresiones, crece a gran ritmo en nuestro país, una tendencia que contrasta con la experimentada por el conjunto del comercio minorista, que en los últimos 6 ejercicios ha visto como se perdían cerca de 10.000 puestos de trabajo.

Mucho ha evolucionado este mercado desde que hace más de un siglo las factorías inglesas comenzasen a sacar a las puertas de sus instalaciones excedentes de producción para darles salida, un origen que explica el término outlet –permitido fuera– para englobar a los establecimientos que ofertan este tipo de artículos. Hoy, tras más de un lustro de crecimiento, la venta de excedentes de producción representa una cuota de mercado superior al 5% del comercio a nivel nacional, y las perspectivas de futuro son, incluso,  más positivas. Y es que, a los outlet multimarca o de distintas firmas, a los espacios ya habituales en centros comerciales y grandes superficies, a las tiendas de liquidaciones y a las ferias de stock que se organizan periódicamente en numerosos puntos del país, hay que sumar ahora los grandes almacenes compuestos exclusivamente por artículos sobrantes de temporadas anteriores. No importa si se trata de electrónica, moda, menaje, muebles o vehículos, o si las marcas que se ofertan son de mayor o menor renombre. La auténtica clave radica en que el producto sea competitivo en precio.

Este tipo de negocio, habitualmente ubicado en zonas industriales y en grandes naves con superficies que llegan a superar los 30.000 metros cuadrados, está extendido en numerosos países de la Unión Europea, aunque en España no es muy habitual. En nuestra región existen algunos ejemplos, y uno de los más innovadores se encuentra en Torrelavega, frente al apeadero de FEVE. Allí, una gran instalación que destaca por su llamativo color amarillo oferta auténticas gangas, productos que importa de diversos puntos del planeta y que no solo comercializa a través de su establecimiento, sino también mediante una gran red de mayoristas distribuidos estratégicamente a nivel nacional e internacional.

El liquidador de ‘stock’

La Galería del Liquidador de Stock, nombre comercial del establecimiento, cuenta con cerca de 1.800 metros cuadrados de exposición, un centro logístico y de almacenaje de más de 5.000 metros y aparcamiento para 300 vehículos, todo ello muy cerca del centro de Torrelavega.

En el interior de la instalación la oferta es tan variada como económica: menaje, mueble, decoración, moda, complementos, arte, herramienta, pequeño electrodoméstico o artículos deportivos, lineales a los que la firma incorporará en próximas fechas electrónica –smartphones, tablets, ordenadores, etc– y alimentación, aunque solo centrada en vino, aceite de oliva y conservas. En cuanto a las marcas con las que trabaja, todas son sobradamente conocidas: Adolfo Domínguez, Fagor, Babolat, Quittin, Diadora, Kappa, Silit, Disney, San Ignacio, Rowenta, Moulinex, Arcuisine… “Hablamos de productos en perfecto estado, con sello de calidad europea, garantía y a precios hasta un 100% más bajos que los propios de un establecimiento comercial al uso, aunque depende de cada caso –afirma Roberto Pérez Gutiérrez, gerente del negocio–. Dado el contexto internacional de crisis, son muchas las grandes compañías que a han fabricado más de lo que podían vender. Ese artículo al que no se da salida tiene las mismas características y aún está por estrenar, aunque queda desfasado al pertenecer a temporadas pasadas o ser una versión o modelo anterior, motivo por el que su coste disminuye tanto. Nosotros nos dedicamos a buscar ese género por todo el mundo y a venderlo aplicando un margen de beneficio”.

A la hora de localizar la oferta, Fénix Internacional Works, nombre de la sociedad sobre la que descansa actividad del establecimiento comercial, bebe de diversas fuentes. Por un lado, liquidaciones de stock, finales de colecciones, saldos de tiendas, outlets, lotes, remates, subastas, excedentes de compras o fabricación, … Por otro, la firma ofrece la posibilidad a negocios próximos al cierre de incluir sus productos en la exposición a cambio de un porcentaje sobre el precio final de venta.

En cuanto a la procedencia del material, España y Cantabria tienen fuerte protagonismo, aunque, tal y como asegura el propio gerente de la empresa, el auténtico nicho de ventas está en los mercados internacionales, con un 80% de artículos de procedencia europea y un 20% americana: Holanda, Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Estonia, Rusia, Finlandia, Noruega, Estados Unidos… Según sus propias palabras, los productos que localizan en estos puntos son los que tienen precios más competitivos, aunque la labor de rastreo, localización y comparación de lotes y calidades es uno de los aspectos más complejos de este sector. “La auténtica clave es moverse mucho: viajar, hacer visitas, acudir a ferias de todo el mundo… Es en estos puntos donde conoces a distribuidores, mayoristas, grandes compradores de ‘stock’ y a responsables de empresas de relevancia, y así inicias una relación comercial fructífera. Una vez establecido el contacto, muchos de los acuerdos se pueden cerrar por correo electrónico, y una buena parte de las operaciones se inician con llamadas de distintos proveedores que te ofrecen material de todo tipo y a precios muy distintos. Con una adecuada combinación de todo esto y rastreando por Internet, logras hacerte con una oferta variada, de calidad, un tanto exclusiva y a precios tan bajos que en ocasiones tienes que convencer al propio cliente acerca de la autenticidad del producto. Sin ir más lejos, acabamos de hacernos con gabardinas de Adolfo Dominguez que se venden a 20 euros la unidad”, expone.

Según el propio Roberto Pérez Gutiérrez, a pesar de tratarse de un modelo de negocio asentado en todo el mundo y altamente rentable, no abundan firmas de este perfil en nuestro país. De hecho, de acuerdo a sus propias palabras, recientemente ha estado presente en una feria internacional de stock en Holanda en la que el único empresario de procedencia española era él.

Canales de venta

Hasta la fecha, La Galería del Liquidador de Stock ha invertido cerca de 200.000 euros en existencias, cuantía a la que hay que sumar los 100.000 euros que supuso la reforma de la nave industrial en la que se ubica el establecimiento comercial. Y todo ello teniendo en cuenta que los muebles de los que dispone la firma, prácticamente el 60% de la oferta actual, proceden de un negocio familiar anterior ubicado en Quijas, el cual, comandado por el padre del actual gerente, llegó a contar con 26 empleados en plantilla y estuvo abierto al público cerca de 40 años. De hecho, fue la propia crisis la que obligó al predecesor de Roberto Pérez Gutiérrez a echar el cierre en 2011, aunque la trayectoria y experiencia de la mueblería ha servido a la nueva empresa para iniciar su andadura con una importante suma de contactos comerciales –en gran medida mayoristas y distribuidores–. Es más, con los hermanos Alejandro y Carlos encargándose de labores comerciales y de logística, respectivamente, y María Yolanda Gutiérrez López, su madre, como directora comercial, la sociedad mantiene ese carácter familiar, un proyecto que, en palabras del responsable de la empresa, resurge de sus cenizas –de ahí el nombre Fénix Internacional Works– con un nuevo modelo de negocio adaptado a los tiempos que corren.

Tras casi cuatro ejercicios de viajes, visitas a ferias, búsqueda de acuerdos, localización de stocks y proveedores, rastreo de grandes mayoristas y después de un año adaptando las actuales instalaciones, la compañía se encuentra lista para comenzar a expandir sus redes comerciales por todo el mundo. Y es que, a pesar de contar con un gran punto de venta en un lugar de referencia para este tipo de artículo, no en vano muy cerca se encuentran más almacenes de saldos y los fines de semana los mercadillos de Torrelavega y Cartes atraen a un buen número de clientes, el fin del establecimiento comercial no es otro que testear la respuesta del público ante productos que posteriormente se distribuirán en el mercado nacional e internacional. Es más, según el propio gerente, la tienda apenas aportará un 1% al volumen de negocio de la sociedad. “En estos seis meses de actividad hemos volcado nuestros esfuerzos en tener lista la exposición, y solo con las más de 500 personas que se mueven por la zona cada domingo ya hemos logrado recuperar la inversión en producto. Hay que tener en cuenta que, compitiendo con grandes superficies, bazares chinos, tiendas ‘outlet’ de las propias marcas, liquidaciones e incluso con los bancos, que han empezado a comercializar todo tipo de bienes para que el usuario contrate su financiación, basar todo el proyecto en un solo establecimiento físico era un suicidio”.

Así, al tiempo que se centraba en la venta directa a través del local ubicado en Torrelavega, la firma ha ido conformando una red comercial de 22 personas entre España y Portugal, profesionales que, a su vez, cuentan con clientes propios, sobre todo mayoristas, a los que harán llegar el producto que la empresa cántabra les facilite. A través de estos Fénix Internacional Works distribuiría en toda la península y Europa, y para otros mercados de interés, como Caribe y Sudamérica, la compañía dispone de una base comercial en Santo Domingo –República Dominicana– y de delegaciones en Chile, Panamá, Colombia y Miami. “La idea es que los artículos que adquiramos en España se exporten a Europa y América, y los que importemos de esos puntos se destinen al mercado nacional. Y en la mayoría de operaciones, con una adecuada coordinación de la logística, ni siquiera es necesario que el género pase por aquí –asegura–. Otra de las ventajas de trabajar con este modelo de negocio es la reducción de riesgos, dado que comparto la inversión con mis distribuidores, lo que a su vez me permite acceder a grandes lotes y, por tanto, a precios más competitivos. Por ejemplo, si compro 100.000 botellas de vino a 90 céntimos la unidad y solo quiero 1.000 para mi tienda, contacto con los profesionales de mi red, les ofrezco participar en la operación y, una vez tengo su aprobación, adquiero el lote completo con la seguridad de darle salida y sin miedo a posibles impagos, dado que en este sector todos los abonos se realizan por adelantado. De cualquier forma, hay que andar con pies de plomo antes de cerrar cualquier operación, dado que hablamos de volúmenes de compra muy importantes”.

Así mismo, la compañía cántabra está ultimando los detalles de varias tiendas on line, una de ellas más pensada para el cliente nacional, la cual llevará el nombre del establecimiento comercial –La Galería del Liquidador de Stock–, y otra en varios idiomas enfocada al distribuidor, bajo la denominación de la sociedad.

Por lo pronto, la firma con sede en Torrelavega se prepara para iniciar la comercialización a nivel nacional e internacional, al tiempo que ultima nuevas adquisiciones, sobre todo en Francia y Alemania, dado que el objetivo es renovar las existencias de la exposición cada 15 días. Más a medio plazo, Roberto Pérez Gutiérrez tiene claro que la meta es convertir a Fénix Internacional Works en distribuidor nacional de todos los productos que importa del mercado exterior, para lo que no descarta incrementar su red de profesionales, la plantilla propia e incluso abrirse a nuevos sectores, como la construcción o la industria automovilística.

La venta de productos ecológicos en nuestro país crecerá cerca de un 12,5% al año hasta 2020, una tendencia que explica la apertura de numerosos negocios relacionados con el sector. El pasado mes de febrero iniciaba su andadura en Santander La Ecotienda, establecimiento que, con más de 100 metros cuadrados de superficie y numerosas referencias, pasa a ser el comercio de alimentación ecológica más grande y especializado de la región.

Texto de Jesús García-Bermejo @chusgbh Publicado en marzo de 2015

A pesar de que España es el primer productor de alimentos ecológicos de Europa y el sexto del mundo, la venta de este tipo de producto dentro de nuestras fronteras se mueve aún en cifras residuales, no representando siquiera el 2% del consumo general, con un gasto medio de 20 euros por persona y año. Aún así, en los dos últimos ejercicios este mercado ha experimentado un importante desarrollo en nuestro país, y los distintos estudios afirman que crecerá en torno a un 12,5% anual hasta 2020, una tendencia que está animando a productores e industrias a apostar por esta oferta y a las grandes cadenas alimentarias a posicionarse en estos nichos con lineales específicos.  Cosmética, alimentación, textil, limpieza, artesanía, juguetes… De cualquier artículo existe una alternativa orgánica, y lo llamativo es que, a pesar de su mayor precio y de la actual coyuntura económica, su venta no para de incrementarse. Es más, son muchos los comercios que están abriendo sus puertas en distintas ciudades del territorio nacional para dar respuesta a la demanda existente.

Un ejemplo de esta positiva evolución lo encontramos en Santander, en donde el pasado 2 de febrero iniciaba su andadura La Ecotienda, un establecimiento que en sus más de 100 metros cuadrados oferta exclusivamente productos ecológicos, y cuya apertura responde al crecimiento seguido por un negocio anterior que en poco más de seis meses se vio superado por el volumen de clientes que lo frecuentaban.

Todo en ecológico

Tras ser corresponsal de Televisión Española durante 9 años, Mónica de la Parte, periodista titulada y emprendedora de profesión, decidió abrir, junto a su pareja, un hotel rural en Mogro, La Joyuca del Pas. Ya por entonces mostraba especial interés en la nutrición y la cultura ecológica, sobre todo como consumidora, una inquietud que se fue incrementando a medida que crecían sus cuatro hijos, aunque no fue hasta diciembre de 2013 cuando se embarcó en proyectos empresariales relacionados con el sector.

En aquella fecha inauguró, junto con dos amigos, un pequeño restaurante exclusivamente ecológico en la calle Rubio, en Santander, El Guisante Verde, el primero y prácticamente único negocio hostelero basado en producto biológico de toda la región, el cual contaba con un pequeña tienda de apenas 15 metros cuadrados en su interior. Sin embargo, y a pesar de que el negocio funcionaba, tres meses después de iniciar la arriesgada apuesta un problema personal del cocinero les obligó a echar el cierre.

Con su alojamiento rural ya consolidado y convencida de que la comunidad existente en torno a la cultura ecológica era lo suficientemente amplia como para poder rentabilizar la apertura de una empresa encuadrada en este creciente sector, en mayo de 2014 puso en marcha una modesta tienda en la calle Marcelino Sanz de Sautuola, popularmente conocida como calle del Martillo, y, atendiendo a los resultados logrados, no le faltaba razón. “En 4 meses ya triplicaba la facturación, y en apenas seis había logrado cumplir todos los objetivos que me había marcado a medio plazo. De hecho, al estar en una zona de paso, llegó un momento en que los metros cuadrados con los que contaba no eran suficientes para atender al volumen de clientes que se iba generando, por lo que, o me trasladaba a un local más amplio o renunciaba a crecer –recuerda–. No en vano, hablamos de un tipo de consumidor tremendamente fiel, muy concienciado con su alimentación y que continuamente está buscando establecimientos de este tipo”.

Así, tras asumir una inversión ligeramente superior a los 30.000 euros, y con el apoyo de dos nuevas socias, las hermanas Rosa y Laura Diego, La Ecotienda Santander abrió sus puertas en la calle Cervantes, un establecimiento que, con 100 metros cuadrados y numerosas referencias, es, en palabras de sus fundadoras, el comercio de alimentación ecológica más grande y especializado de la región. Y es que, en sus estantes pueden encontrarse desde productos de limpieza, tanto envasados como a granel, hasta cosméticos, además de, por supuesto, todo lo relacionado con la alimentación: frutas, verduras, legumbres, pastas, cereales, pan, bebidas, cafés, tés… “Tenemos todo lo que se puede necesitar en una casa, pero en variedad ecológica y con el certificado que así lo corrobora, y ofreciendo siempre varias opciones para que el cliente pueda elegir la  que más le convenza. Incluso en frescos, que es la parte más potente y la de mayor rotación, todo lo que se vende cuenta con su propio sello”, comenta Mónica de la Parte.

Pero la nueva tienda no solo está comprometida con la cultura orgánica. Además, se apuesta por lo que se denomina producto kilómetro cero, es decir, aquellos que se obtienen a menos de 100 kilómetros del punto de venta, una filosofía que hace que en los estantes del establecimiento se priorice, siempre que sea posible, la referencia ecológica local, aunque acompañada de una amplia gama de artículos nacionales e internacionales para satisfacer las necesidades de todo tipo de cliente. De hecho, cerca de un 20% de la oferta de La Ecotienda se produce en Cantabria, fundamentalmente frescos, frente al 70% que procede de otras regiones y el 10% del extranjero.

Mónica de la Parte, Laura Diego y Rosa Diego, fundadoras y socias de La Ecotienda Santander

Esta responsabilidad social corporativa, aunque redunda en beneficio del propio sector de la comunidad autónoma, provoca que parte de la oferta del establecimiento tenga un precio final elevado, especialmente aquellas variedades que se demandan fuera de temporada, como tomates o naranjas, aunque no hay que olvidar que este tipo de consumidor ya asume que su cesta de la compra va a ser sensiblemente más cara a la de uno que opte por la alternativa tradicional. Y es que, mientras una docena de huevos tiene un coste aproximado de 1,80 euros en un establecimiento al uso, la media docena de huevos ecológicos se dispara hasta los 2,5 euros. Es por eso que La Ecotienda basa su facturación en clientes extremadamente concienciados con su alimentación, ya sean adultos con un poder adquisitivo medio o alto, extranjeros o gente de cualquier edad con algún problema de salud. “A pesar de que los márgenes son reducidos, especialmente en frescos, el producto ecológico no puede competir en precio con el que se encuentra en cualquier gran superficie, aunque tampoco lo pretende –considera la excorresponsal de TVE–. Se trata de una opción más, y quien decide destinar mayor parte de sus ingresos a su alimentación lo hace a costa de privarse de otras cosas, un fenómeno cada vez más habitual y que esta permitiendo al sector crecer a pasos agigantados. De hecho, la mayoría de grandes marcas a nivel mundial ya produce en ecológico, y nosotras ofrecemos varias de ellas”.

Concienciación social

Además de alimentación, cosmética y droguería ecológica, La Ecotienda cuenta con una pequeña sala de masajes y un espacio para el descanso y la degustación de tés, cafés, dulces, leches vegetales y zumos verdes –hechos con frutas y verduras–, un rincón en el que, además de conversar, es posible disfrutar de alguno de los libros o revistas especializadas de las que dispone el establecimiento. Así mismo, la firma organiza charlas y talleres de periodicidad semanal, impartidos la mayoría por productores y comercializadores de este mercado, un área de negocio que pretende fidelizar al cliente y, al mismo tiempo, convertir al negocio en un centro de divulgación de la cultura ecológica que ayude a generar una comunidad profesional en torno al sector en la región. Y es que, según asegura la propia emprendedora, Cantabria aún tiene un potencial de crecimiento enorme en este campo y, aunque existe una pequeña red de productores extremadamente competitiva, son pocos los que creen en las posibilidades reales de vivir de este tipo de cultivos.

De hecho, Laura Diego comenzó siendo proveedora del establecimiento ubicado en la calle del Martillo a través de su gran finca de Maoño, y fue su buen hacer y seriedad lo que animó a la experiodista a ofrecerle la posibilidad de sumarse al nuevo proyecto. “En esta región abundan las pequeñas explotaciones dedicadas a variedades orgánicas, y son muchos los productores registrados como tal en el Consejo Regulador de Agricultura Ecológica (CRAE), pero rara vez trabajan con un enfoque verdaderamente profesional. Lo habitual es que la gente se lo tome como un ‘hobby’, un pequeño complemento a sus ingresos o cultive para el autoconsumo y para amigos y familiares. Sin embargo, se puede vivir dignamente de esto, y no solo vendiendo a pequeñas tiendas, sino exportando a otras regiones y países, como ya hacen muchos. El reto hoy en día es extender este tipo de producto entre los españoles que no creen en él, y eso solo es posible con más tiendas, más explotaciones, más presencia en definitiva, y desde aquí vamos a intentar aportar nuestro granito de arena para lograrlo”.

Atendiendo a las cifras, Cantabria aún está lejos de comunidades autónomas como Cataluña, País Vasco, Valencia o Navarra, líderes en ecológico en nuestras fronteras, y todo ello sin olvidar que Francia, Alemania, Holanda o Reino Unido cuentan con mercados infinitamente más maduros que el español. De hecho, el 35% de los productos ecológicos que se consumen en Europa son españoles, y el 75 % de la producción nacional se exporta.
Así mismo, con el fin de difundir las bondades de la cultura ecológica, La Ecotienda cuenta con presencia en las redes sociales, está ultimando los detalles de su página web y tiene previsto desarrollar un blog. “La venta ‘on line’ no encaja con la filosofía del proyecto, pero sí que llevamos pedidos a domicilio”, apunta Mónica de la Parte.

Además, la firma tiene previsto fomentar la creación de una asociación de comerciantes ecológicos de la región, como primer paso para generar esa red desde la que poder posicionar al sector en su conjunto en Cantabria, aunque a corto plazo la meta fundamental no es otra que poder vivir de la nueva empresa. “Dado el volumen de clientes con el que ya contamos, en tres meses nos gustaría que el negocio fuese autosuficiente, de forma que, además de amortizar la inversión, las socias podamos obtener una remuneración digna. A partir de ahí, nuestra intención es poder desarrollar negocios paralelos a la tienda, como una línea de embotados que tenemos previsto lanzar a medio plazo en colaboración con uno de nuestros principales proveedores”.