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La apertura en Torrelavega de la segunda tienda de Koopera Store en Cantabria refuerza la visibilidad del proyecto de economía social de Cáritas, que gestiona la recogida de ropa usada, su clasificación y recuperación y su vuelta al mercado a través de los dos establecimientos con que ahora cuenta en la región. Fundada en 2012, Ecolabora Cantabria SLU es una empresa de inserción social que da trabajo a 15 personas y que facturó el año pasado 521.000 euros, la mayor parte de ellos procedentes de la venta de las prendas recicladas. Tras el parón registrado el año de la pandemia y la vuelta a los beneficios el pasado ejercicio, los objetivos que manejan sus responsables pasan por mejorar las estructuras productivas y de inserción, tanto en el apartado de comercialización como incorporando tecnología a los sistemas de recogida y gestión, una actuación esta última que a corto plazo supondrá la instalación de sensores en los 178 contenedores con que cuenta en la región para optimizar rutas y costes.

Cristina Bartolomé |  @criskyraJunio 2021

Transformar los roperos tradicionales de Cáritas en una empresa socialmente responsable y exitosa es posible. La entidad de acción caritativa y social ha abierto una nueva ‘Koopera Store’ en Torrelavega que, junto a la ya existente en Santander, se convierte en la segunda tienda del proyecto empresarial textil Ecolabora Cantabria SLU, la sociedad mercantil que creó la entidad benéfica en 2012. No es un mero negocio de ropa de segunda mano, sino parte de un proyecto de inserción laboral sustentado en los conceptos de consumo responsable, cuidado del planeta y responsabilidad social, con el convencimiento de que las cosas se pueden hacer de manera diferente. El proyecto da continuidad de forma más profesional a la actividad que ya venía desarrollando durante décadas: la reutilización de la ropa para personas con necesidades. Su apuesta incluye la creación de empleos para personas en situación de vulnerabilidad y ofrece ropa gratuita o a precios muy económicos, respetando la capacidad de elección de las personas vulnerables, con el objetivo de reforzar así su autoestima.

La tienda de Koopera Store en Santander. El comercio es el último paso en la economía circular que persigue el proyecto Ecolabora, en el que se unen los objetivos medioambientales con los sociales y de empleo.

Francisco Manuel Sierra Gutiérrez, gerente de Ecolabora Cantabria, recuerda que el proyecto fue pionero en la región, realizando una recogida selectiva del residuo textil y creando empleo de inserción. Por ello lo define como una iniciativa que genera conciencia social: “Porque es una forma de negocio diferente, que sitúa a la persona en el centro de su acción, formándola desde el propio puesto de trabajo con todas las garantías legales de un empleo digno, en el que se elabora y consensua entre el propio trabajador y el educador social un itinerario de inserción sociolaboral con carácter anual y por un periodo no superior a tres años”. También forman parte de este círculo virtuoso, asegura, quienes entregan las prendas en los contenedores instalados en diferentes puntos de la región –que favorecen, dice, un “reciclaje responsable”– e igualmente lo hacen los clientes de las tiendas Koopera Store que, por sus circunstancias económicas o sociales, no pueden acceder a la compra de ropa y calzado nuevos: “Nosotros le ofrecemos un producto de calidad reutilizado, en un entorno normalizado”.

Un negocio diferente

Teniendo en cuenta que se trata de una empresa de inserción con un claro objetivo social, cabe preguntarse si, como cualquier otra, persigue obtener beneficios. Francisco matiza que la rentabilidad de este tipo de negocios se basa en parámetros que difieren de un negocio empresarial al uso, de manera que prima la rentabilidad social y ecológica sobre los beneficios económicos: “Es un negocio rentable en la medida en que nos permite mantener y generar nuevos puestos de trabajo. Si la rentabilidad la medimos en el reparto de beneficios, no es una empresa rentable, porque el reparto de beneficios no se produce”, explica Francisco, aunque, añade “es cierto que sin la generación de ingresos el proyecto no sería sostenible, como cualquier empresa”.  Según el gerente de Ecolabora Cantabria, actualmente el resultado económico es positivo gracias a que la sociedad cada vez está más sensibilizada con el reciclaje de los residuos, en este caso del textil, y con un consumo responsable. En esta transformación tienen un lugar importante las propias tiendas Koopera Store: “Son la herramienta que transforma, a través de los ingresos generados por la venta de ropa, la sensibilidad social”.

La clave entonces está en el destino del retorno económico, y este no es otro que la propia creación de empleos: “Cuando se generan excedentes netos positivos, como es el caso del ejercicio 2021, al menos el 80% de éstos son destinados a la mejora o ampliación de las estructuras productivas y de inserción, sin realizar en ningún caso reparto entre los socios. Así lo establece la Ley 44/2007, de Empresas de Inserción y los propios Estatutos Sociales”.

Beneficios al alza

Las cuentas de 2021 arrojaron un saldo positivo de 37.517 euros, un resultado que viene a compensar el balance económico negativo del año anterior, cuando las cuentas se vieron afectadas por la pandemia. La tienda Koopera Store de Santander estuvo cerrada por el confinamiento, con lo que ello supuso en las ventas. “Después, como al resto de sectores, nos costó un poco remontar”, explica el gerente de Ecolabora Cantabria.

Francisco Manuel Sierra Gutiérrez, gerente de Ecolabora Cantabria.

En cuanto a los datos de 2020, el instrumento para la inserción social a través del empleo de Cáritas Diocesana de Santander tuvo el año de la pandemia unos ingresos totales de 521.613 euros. La mayor parte, 454.220, procedentes de las ventas realizadas, 47.917 euros corresponden a subvenciones y 19.475 euros se obtuvieron por servicios prestados. El saldo arrojó 19.229 euros en negativo. La inversión por parte de Ecolabora Cantabria fue de 540.842 euros. Destinados a personal fueron 258.471 y 282.371 en el desarrollo de la propia actividad.

Actualmente, Ecolabora Cantabria SLU tiene una plantilla de quince trabajadores, de los cuales el 60% son empleos de inserción. Los perfiles profesionales se corresponden con dependientes, auxiliares de dependiente, mozos de almacén y conductores. Además, se cuenta en los puestos de estructura con un responsable de servicio, un educador y un conductor. Los empleos se generan en función del volumen de recogida, del tratamiento del residuo y de las ventas de la ropa reutilizada a través de las tiendas. “En la medida en que los volúmenes de las diferentes líneas de trabajo aumenten, porque la sociedad esté más sensibilizada, se crearán nuevos puestos que den respuesta a esa necesidad”, prevé el gerente de esta empresa de inserción.

Los criterios para incorporar trabajadores se basan en la propia ley de Empresas de Inserción, que establece que a partir del cuarto año de actividad al menos el 50% de los trabajadores han de estar inmersos en procesos de inserción. Quienes se incorporan a la plantilla deben ser personas en situación de exclusión social desempleadas e inscritas en los servicios públicos de empleo, con especiales dificultades para su integración en el mercado de trabajo, una situación que ha de ser avalada por un informe técnico de los servicios sociales competentes en la materia.

Proyectos a la vista

La nueva tienda en Torrelavega, la segunda en la región, ha supuesto un esfuerzo para Ecolabora Cantabria, admite Francisco Sierra,  que señala que será necesario evaluar su desarrollo antes de pensar en nuevas aperturas. Pero trabajar en la inserción de personas de difícil empleabilidad  significa no bajar la guardia y el gerente de Ecolabora avanza que, a corto plazo, el reto será el I+D: “Esta es una empresa abierta a la evolución, tanto tecnológica como comercial”. En ese marco, Ecolabora tiene previsto instalar sensores en los ciento setenta y ocho contenedores ubicados en la comunidad autónoma, con el objetivo de optimizar rutas y costes: “El poder controlar el llenado de los contenedores desde una aplicación informática va a suponer un gran avance cualitativo y cuantitativo en cuanto a una parte de la gestión del residuo textil”.

Probablemente por la influencia del sector de la moda, la compra de ropa de forma recurrente para adecuar la forma de vestir a las tendencias de cada momento ha generado el surgimiento de tiendas y sistemas ‘on line’ de venta de prendas de segunda mano. Pero al tiempo flota en el ambiente una concienciación social sobre las necesidades de personas y familias con dificultades económicas para quienes vestirse a tono con las pasarelas no es precisamente la primera preocupación. “Estamos avanzando en la aceptación de nuevas formas de generar recursos para familias con necesidades. Nos queda mucho camino por recorrer, pero también llevamos mucho camino recorrido si miramos hacia atrás, y Ecolabora Cantabria es ejemplo de ello”, señala el gerente de de la empresa, que recuerda que la sociedad puede colaborar siendo parte del proyecto: “Se es parte del mismo creyendo en él, creyendo en las oportunidades para personas que viven en contextos bastante complicados. Se colabora reciclando ropa, comprando ropa de segunda mano”.

Hitos de un proyecto que cumple una década

Ecolabora nace en el año 2012. Caritas Diocesana de Santander decide dar un impulso empresarial a una actividad voluntaria en los roperos de las parroquias, con un triple objetivo: -Gestionar de manera eco-responsable las donaciones de ropa. -Generar empleo para personas de difícil empleabilidad. -Normalizar la entrega de la ropa facilitando la autonomía y la libertad de elección de las personas. Se dotó al proyecto de una estructura jurídica y organizativa, Ecolabora Cantabria SL, la primera empresa de inserción en Cantabria, regulada por la Ley 44/2007, de 13 de diciembre, con tres líneas de trabajo: -La recogida de residuo textil en contenedores ubicados en más de cuarenta y cuatro municipios. -La clasificación del residuo textil y su preparación para la reutilización en la planta ubicada en Heras. -La reutilización a través de las ventas generadas en las tiendas de la calle Cádiz, 9 (Santander) y calle José María Pereda, 23 (Torrelavega). Cuando se constituyó Ecolabora Cantabria, contó con dos socios, la red Social Koopera, que aportó su experiencia de veinte años en la gestión de residuo textil, y Cáritas Diocesana de Santander. La estructura empresarial ha cambiado. Actualmente, Ecolabora es exclusivamente de Cáritas Diocesana de Santander y Red Social Koopera ya no es socio. La razón, explica el gerente de Ecolabora Cantabria, es que desde Cáritas Española se ha impulsado una gran iniciativa que es Moda re-, que aglutina todos los proyectos liderados por Cáritas Española: “Moda re- ha aglutinado todos estos proyectos creando un gran proyecto de referencia de la clasificación del residuo textil y la generación de empleo de inserción desde iniciativas de economía social”. Que Caritas sea ahora el socio único, añade, no significa que trabaje el solitario: “Tanto Ecolabora, como Red Social Koopera, como otros proyectos, forman parte de Moda re- y para poner en marcha las tiendas hay servicios que se prestan desde la cooperativa Moda re- a todos sus socios cooperativistas, y quien lo presta en Cantabria es Red Social Koopera, como miembro de Moda Re”.

El Instituto Europeo de Innovación y Tecnología, EIT, es un organismo creado por el Consejo de Europa con el objetivo de impulsar la innovación en Europa. Para conseguirlo creó las llamadas KIC, Knowledge Innovation Communities, es decir Comunidades de Conocimiento e Innovación. Una de ellas, el Climate KIC, trabaja para paliar los efectos del cambio climático y, además de sede en Valencia, tiene representación en Cantabria. Cliona Howie del Río, experta en Economía Circular y directora de la antena cántabra de Climate KIC, explica  lo que esta entidad puede ofrecer a las empresas de la región para innovar medioambientalmente.

Cristina Bartolomé |  @criskyraEnero 2020

Cliona Howie, directora de la oficina cántabra de Climate KIC, explica que cada KIC está destinado a promover la innovación para un reto social y que el que ella dirige, que en Cantabria tiene su sede en la Cámara de Comercio, fue uno de los primeros de los ocho que funcionan actualmente, y también el más amplio y con el reto –favorecer la innovación en la lucha contra el cambio climático– más definido. “Nosotros lo tenemos bien claro, el objetivo es mitigar el CO2 mediante una transformación sistémica de nuestra economía y sociedad”. Uno de los cambios que propone es el del modelo de economía, pasando de un sistema lineal a un sistema de economía circular basado en la reutilización de los materiales que evita generar residuos y abarata los costes de producción reduciendo así impactos negativos en el ecosistema.

Pregunta.– Habla de que el objetivo primordial es reducir las emisiones de CO2 y hay una línea roja de aquí a 2030: que la temperatura del planeta no suba más de 1,5 grados centígrados. ¿De qué manera pueden ayudar en ese objetivo iniciativas como la de Climate KIC?
Respuesta.– Se trata de crear mecanismos económicos sostenibles, por ello todos los KICs que existen están muy orientados a la sostenibilidad, no todos trabajan con bajar las emisiones de carbono pero de alguna forma están vinculados. La innovación si no es sostenible no es innovación, dependemos mucho de los recursos de fuera de Europa y la manera de hacer negocios está cambiando, en Climate-KIC estamos muy centrados en ello. Apuntamos muy alto. Que la innovación sea sostenible es una necesidad, no es una cuestión de diseño, sino de supervivencia, para todos los KICs. Creo que están claras algunas cosas como la necesidad de financiar programas de investigación y hay empresas que han de cambiar sus modelos de negocio. Pero los cambios también han de darse a nivel político, tenemos que cambiar en nuestras políticas.

Presentación de la antena de EIT Climate- KIC Spain en Cantabria, el pasado 10 de septiembre.

P.– ¿Cómo se financia el Instituto Europea de Innovación y Tecnología y, en consecuencia, las KIC?
R.– Desde 2014 y hasta 2020 ha recibido para todas las acciones y todas sus líneas de trabajo un presupuesto de 2,4 billones de euros de la UE. El Climate-KIC en concreto cuenta con cerca de 90 millones de euros anuales de presupuesto. Cada Comunidad de Innovación y Conocimiento, cada KIC, tiene su curva de financiación. En Climate-KIC estamos saliendo del pico de la financiación y ya estamos poniendo en marcha nuevas formas de trabajar con otros tipos de inversión, pretendemos llegar a la financiación público-privada. Al principio las KIC están impulsadas por Europa, pero al cuarto o quinto período va bajando esa aportación. La idea es que la Comisión Europa financie el arranque de un modelo para estimular la innovación, pero este impulso tiene que ser sostenible y Climate-KIC  ya está en esa fase. Después de unos años de financiación europea hemos conseguido por ejemplo un acuerdo con el Gobierno de Eslovenia mediante el cual éste financiará un proyecto de economía circular contando con expertos de Europa. Nosotros lo implementamos pero lo financia el gobierno esloveno.

P.– ¿Cómo puede beneficiar económicamente a Cantabria éste impulso para paliar el cambio climático y para alcanzar la economía circular?
R.– La nueva Comisión Europea está 100% a favor de un modelo de economía circular y los nuevos programas de financiación están orientados a ello. Cantabria puede beneficiarse de nuevos programas de financiación si demuestra que está alineada con la estrategia de Comisión Europea. Nosotros, como instrumento de la Comisión, sabemos qué quiere financiar y podemos ayudar al Gobierno y a las empresas a captar esos recursos. Hay que demostrar ese compromiso. Yo en Bruselas, y ante la Comisión, he presentado los pasos que ha dado Cantabria y despertaron mucha atención.

P.– Cómo es el sistema de apoyo económico y subvenciones?
R.– Después de una década financiando la innovación de una forma más convencional, nos hemos dado cuenta de que no es suficiente. Para enfrentar el cambio climático necesitamos cambiar el sistema en que vivimos, desde las políticas hasta la forma en que compramos, nos movemos… todo. Eso se llama transformación sistemática. Climate-KIC apuesta por retos a gran escala y trabajamos mucho con ciudades, regiones o países. En cada caso identificamos los retos y áreas para mejorar la vida de los ciudadanos y al tiempo enfrentar el cambio climático. Toda de nuestra sociedad está relacionado con el medio ambiente: transporte, contaminación, industria, emprendimiento… .

P.– ¿Cuál es la influencia que tiene la acción de los gobiernos frente al cambio climático y, en concreto, la economía circular?
R.– Hay un ejemplo muy claro: pensemos en cómo tratamos los residuos. Esas líneas de acción vienen de los gobiernos. Hay empresas especializadas para ejecutar las estrategias y planes del gobierno, pero hay que matizar que las empresas solo reaccionan ante las políticas, ya que si concurren a concursos públicos tiene que atenerse a determinadas condiciones. Por ejemplo, en el País Vasco todas las carreteras nuevas deben construirse con un porcentaje de cemento reciclado, es una medida que estimula el mercado. Cuando las políticas favorecen eso hay más probabilidad de que las empresas busquen la manera de emprender e innovar, y después tengan éxito en el mercado. Por tanto hay que introducir cambios en las políticas y para llegar a ese punto hace falta formación. En Climate-KIC traemos y transferimos conocimiento desde toda Europa, cogemos lo bueno y lo traemos. Tratamos de acelerar la innovación, porque para superar  ese reto de los 1,5º C y para armonizar una sociedad de bajas emisiones de carbono tenemos que acelerar lo que estamos haciendo. Hay mucho conocimiento y hay que replicarlo en toda Europa y es necesaria una organización que puede facilitar esa transferencia.

P.– ¿Cómo puede influir Climate-KIC en ese proceso?
R.– Somos un instrumento, tenemos oficinas en toda Europa, somos un equipo de 260 técnicos preparados para facilitar estos procesos. Trabajamos en toda Europa y reconocemos las diferencias de las condiciones y contextos para poder codiseñar proyectos de trasformación. Cada KIC tiene una comunidad de socios que incluye universidades, gobiernos, empresas, centros tecnológicos, ciudades… En Climate-KIC trabajamos con todos ellos, en algunos casos financiamos, pero nuestro rol fundamental es evaluar y reconocer lo que funciona para poder traerlo e implementarlo en otros sitios. Algunas de las mayores industrias de Europa son socias nuestras, entre ellas por ejemplo está Ferrovial que creo se beneficia del conocimiento que puede encontrar en nuestro KIC. En cada caso, hay que definir el proceso según el reto. Algunas veces implica definir una estrategia y entonces Climate-KIC puede ayudar a ponerla en marcha, hay que definir cómo se gasta ese dinero público para combatir el cambio climático y como se pueden integrar actividades para el cambio climático en todas las líneas de actuación.

P.– ¿En qué nivel está Cantabria?
R.– Cantabria está comprometida. Estamos iniciando un acuerdo para ayudar a Cantabria para que sea lo más sostenible posible y pensar estratégicamente. Cambiar la política es urgente y el proceso requiere una implicación global, que todas las industrias participen, también los colegios, la universidad, la ciudadanía… hay que diseñar proyectos a nivel de ecosistema y Cantabria es un ecosistema en sí. El estilo de gobernanza diseñado es así, hay que facilitar que Cantabria trabaje además con País Vasco y Asturias. La gestión de residuos, por ejemplo, puede ser macroregional. La idea es que si podemos gestionar todo el ecosistema a la vez, el impacto es mayor y se puede contribuir realmente a reducir el CO2 que se emite. Cuando un gobierno está comprometido ya hay un impacto. Planteamos y diseñamos soluciones a ese nivel para acelerar la disminución del CO2.

P.– ¿En Cantabria hay empresas o industrias que deberían trabajar en este sentido con más urgencia?
R.– En realidad todas las empresas pueden estar vinculadas, porque todas las empresas tienen algún impacto: todas forman parte del ecosistema. Aunque sea una empresa digital, ocupa un espacio, debe conectarse a una red de agua, a la red eléctrica, genera algún tipo de desecho… Es casi imposible no estar relacionado. En Cantabria se firmó un acuerdo entre Sodercan, la Cámara de Comercio y Climate-KIC. Lo que interesa esa usar ese acuerdo para estimular el diseño de un plan estratégico de cambio climático. Uno que ya existe entra ahora en 2020 en revisión y participaremos para mejorar ese plan. Además se quiere diseñar un plan estratégico para la economía circular, que aún no existe, y vincular ambas estrategias. .

P.– Además de al medio ambiente, ¿en qué medida la economía circular puede ayudar a la mejora de la competitividad de las empresas?
R.– La economía circular es un nuevo modelo de economía para aumentar la competitividad, y es el instrumento clave para combatir el cambio climático. En una estrategia circular se repiensa todo el ecosistema, porque se trata de mantener el valor de los materiales dentro del ecosistema sin aumentar los residuos. Ahora funcionamos de una manera lineal: extraemos recursos naturales, producimos algo, compramos materiales, lo usamos y luego lo tiramos. El planeta ya no puede funcionar así. Hay que rediseñar los productos para que se puedan reutilizar, no vale solo el reciclaje. Estamos hablando de algo que va más allá del concepto medioambiental.

P.– ¿Cómo podemos diseñar desde el principio productos que se puedan reutilizar?
R.– La respuesta está en el ecodiseño. Por ejemplo, sin el packaging, el empaquetamiento, evitamos ese problema. La economía circular pone de relieve la forma en la que se hacían las cosas hace una generación: las cosas se hacían para durar y durar. Y es que la forma en la que se fabrica hoy no es sostenible. Por ejemplo el móvil, que se produce con materias primas críticas. La cuestión es cómo diseñar un móvil para que no sea contaminante, y para eso hay que estimular la innovación. No es imposible, hemos llegado a la luna, ¿no?.

P.– Pero a las empresas les puede resultar difícil cambiar sistemas y cadenas de producción.
R.– Pero creo que a todas las empresas les interesa. Hay grandes empresas que ya saben que tienen que cambiar algunos aspectos para mejorar la sostenibilidad y ya están actuando. Hay otras empresas que dependen de ayudas del Gobierno, y saben que si contaminan lo van a pagar. Y hay otras que aún no lo han asumido, pero políticas bien diseñadas les ayudarán a ello. La noticia positiva en Cantabria es que hemos dado los primeros pasos para plantear una economía sostenible. Hemos llamado a líderes empresariales y de gobierno, a ONG y mancomunidades de la región. Entre septiembre y octubre hicimos dos reuniones, percibimos que existe el reconocimiento de que hay que replantearse las cosas y se comprobó el compromiso con el cambio, con la transición. Todos ven el riesgo de seguir con ese modelo lineal en el que los costes pueden llegar a ser muy altos, porque el precio de la materia prima depende muchísimo de factores que están fuera de control. Por ejemplo, empresas de componentes ven que cuando tu negocio es sostenible tienes más posibilidades de sumarte a ese modelo circular en el que ya están grandes empresas. Rediseñando la mejora de tu negocio mejoras la cadena de suministro y tu futuro a largo plazo. También se percibe por parte de inversores. La economía circular no es medioambiental, es de funcionamiento: existe cuando se da una simbiosis industrial en la que un residuo es materia prima o subproducto para otra empresa. Como la madera no usada, o la arena no usada en el cemento, o los tintes en una empresa textil… todo eso tiene un valor y es más barato que buscarlo como materia prima.

P.– ¿Cuál es el siguiente paso?
R.– Este mes empezaremos a trabajar con varias consejerías del Gobierno regional. Haremos también una reunión y presentaremos nuestras conclusiones para facilitar la transición a la economía circular, a raíz de las reuniones anteriores y que abarcan la investigación, el ámbito social, la economía, la gestión… Será un mapeo de hoja de ruta, de cómo se plantea y así elaboraremos la estrategia y las tareas a implementar. Es algo que se diseña con la voz de todos, no es para regular el emprendimiento: hay que plantear una transición que sea justa socialmente, dando oportunidades a todos, sostenible, baja en emisiones de carbono y accesible. Pero se hace en colaboración con todos.

P.– La Unión Europa lleva la iniciativa en éste cambio de modelo pero hay otras instancias que también promueven medidas medioambientales. ¿Por qué recurrir a Climate-KIC y el ITE?
R.– El interés de trabajar con Climate-KIC es precisamente ser una institución que viene de Europa. No hacemos esto para vender, nos vemos como otro actor para trabajar en colaboración y coordinar sinergias. Trabajamos de forma muy unida con la Comisión Europea y somos un instrumento suyo, nos gestionan en Bruselas, ese el formato que tenemos. Por eso podemos compartir información y transferencia de conocimiento entre los países, en todas las direcciones. Trabajamos también con otras instituciones fundamentales para diseñar el nuevo modelo económico, como el World Economic Fórum, el Banco Europeo de Inversiones, Naciones Unidas… este respaldo es otro beneficio que traemos al Gobierno de Cantabria. Yo ya he presentado el caso de Cantabria y ha generado interés, eso solo puede traer beneficios para la región.

P.– Si son necesarias nuevas leyes y acciones, ¿cuáles considera que serían las más positivas para Cantabria?
R.– Hay muchas leyes posibles, pero prefiero no enfocarme en ninguna en concreto porque esta transición tiene que ser algo sistemático, que toca todos los aspectos. Lo que sí puedo decir es que la contratación pública es un importante impulso para la economía circular: los concursos públicos deberían integrar la economía circular entre los requisitos, ya que esto tiene un impacto directo porque son muchas las empresas que dependen de la contratación por parte de las diferentes administraciones públicas. Así se estimula que las empresas concurran con esos requisitos. Esto les impulsa a innovar y cambiar.