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El presidente de la Asociación Cántabra de Vehículos de Transporte Concertado o con Conductor (VTC), Aurelio Crespo, aboga por una movilidad alternativa en la que asegura hay espacio para todos los modos de transporte. A la espera de que Cantabria empiece en unos días a sentar las bases de la legislación autonómica que regule el sector y supere el ultimátum normativo que se cierne sobre los servicios que prestan en las ciudades. El también propietario de la empresa Armoni Car pide un marco regulatorio semejante al aprobado en la Comunidad de Madrid. “Ese es el espejo en el que debemos de mirarnos”, sostiene convencido de que esta actividad tiene por delante un futuro muy prometedor en la región.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Julio 2021

La movilidad en las ciudades está cambiando a un ritmo nunca antes visto. De la mano de la digitalización y los avances tecnológicos, la mayoría de las urbes están apostando por un nuevo ecosistema en el que día a día ganan espacio sistemas de transporte alternativos a los convencionales y, singularmente, al uso del vehículo propio como principal medio de transporte. Este necesario proceso hacia soluciones más limpias y sostenibles de viajar ha dado pie no solo a la creciente electrificación del parque móvil, ya sea público o privado, sino también al uso compartido de vehículos, bicicletas, scooters, patinetes eléctricos y otros servicios que compiten con los tradicionales modos de transporte urbano. Una movilidad alternativa y conectada en la que de un tiempo a esta parte también luchan por hacerse un hueco los vehículos de transporte con conductor (VTC), un sector en constante expansión y con un futuro prometedor, según estima Aurelio Crespo, presidente de la Asociación Cántabra de VTC y propietario desde hace más de una década del Grupo Armoni Car dedicado a ofrecer servicios de alquiler de vehículos con conductor en la región.

“En un escenario en el que los coches privados cada vez van a tener más complicado acceder a los centros urbanos, es evidente que la sociedad va a demandar, y demanda ya, nuevas formas de moverse en la que estoy convencido de que cabemos todos”, vaticina Crespo en alusión al grave conflicto que hace años mantuvo enfrentados a los VTC con el sector del taxi, que se quejaba de que la falta de una normativa que regulase la actividad de los primeros beneficiaba claramente a este tipo de vehículos,  cuya presencia en las calles aumentó de forma exponencial en unos pocos años. De hecho, según reconoce Crespo, en Cantabria existen actualmente 531 licencias de taxi y unas 186 de VTC, lo que da una proporción de un vehículo VTC por cada 2,8 taxis, si bien puntualiza que alrededor de 80 de estas licencias operan fuera de Cantabria.

Uno de los VTC que opera en Santander, abanderado por Cabify y propiedad de la empresa Armoni Car, dedicada al alquiler de vehículos con conductor.

Para tratar de superar el problema, el Gobierno aprobó en septiembre de 2018 un Decreto Ley –el conocido como Decreto Ábalos– con el que pretendía limitar de alguna forma la actividad de los VTC y, de paso, proteger al sector del taxi tradicional, un gremio históricamente muy regulado en España.  La nueva norma impuso que a partir de entonces debía de cumplirse la proporción de un VTC por cada 30 taxis y que las licencias excedentes solo podrían prestar servicios interurbanos, pero no dentro de las ciudades, que es donde a la postre este tipo de vehículos llevan a cabo más del 90% de sus servicios a través de las plataformas Uber o Cabify.

Con el fin de evitar indemnizar económicamente a las empresas de VTC que se vieran afectadas por esta medida, el Gobierno decidió concederles una moratoria de actividad durante un periodo de cuatro años –hasta octubre de 2022–, que puede prorrogarse por otros dos si los titulares de estas licencias demuestran que el daño ocasionado es mayor que el previsto en su momento por el Ejecutivo.

Fin de la moratoria

A falta de unos pocos meses para que venza este plazo, a las empresas de VTC solo les queda agarrarse al Tribunal Constitucional, al que han pedido que se pronuncie sobre esta norma al considerar que el periodo indemnizatorio calculado por el Ministerio de Transportes es incorrecto –si el Alto Tribunal no se pronunciara antes de octubre, el sector ya ha anunciado que reclamará medidas cautelares–, o esperar a que las autoridades locales o autonómicas, a las que el Gobierno central les cedió las competencias sobre la materia, lo regulen de otra manera. Esto es, precisamente, lo que ya han hecho algunas comunidades, incluida Madrid. “Ese es el espejo en el que tenemos que mirarnos”, precisa Crespo anticipándose así a la reunión que, según anuncia, mantendrá con la Dirección General de Transportes del Gobierno cántabro el próximo 9 de junio para sentar las bases del primer borrador de la futura normativa regional.

Aurelio Crespo, presidente de la Asociación Cántabra de Vehículos de Transporte Concertado o con Conductor. En la carretera, uno de los automóviles que presta este servicio en Cantabria.

¿Y qué establece la legislación madrileña? “Un marco regulatorio que delimita las condiciones de los servicios que podemos ofrecer unos y otros pero en el que cabemos todos”, insiste en precisar este empresario titular de 24 licencias de VTC y de otras dos de taxi en Santander. Básicamente –explica Aurelio Crespo–el proyecto de ley de la Comunidad de Madrid aprobado el pasado 4 de mayo estipula que los vehículos de transporte con conductor no pueden acceder a las condiciones reservadas en exclusiva al taxi, como son la recogida en la calle a mano alzada o las paradas específicas, y que sus servicios deben ser previamente contratados.

En esa precontratación a precio cerrado radica, precisamente, la principal diferencia entre el taxi y un VTC, resalta Crespo antes de aclarar que los precios de estos últimos fluctúan en función de la demanda. “A mayor demanda, lo que suele ocurrir los fines de semana, mayores precios”, admite este empresario que espera cerrar el ejercicio con una facturación cercana a los dos millones de euros en su empresa. A juicio de este emprendedor que hace once años se hizo cargo del Grupo Armoni Car, que por aquel entonces contaba con una flota de cinco vehículos y al que hace apenas dos años, en plena pandemia, sumó dentro del mismo paraguas empresarial la sociedad Milenium Movilidad, los taxis y VTC actuales son suficientes para satisfacer las necesidades de movilidad de Cantabria.

En su análisis del sector, Crespo rememora que Santander fue hace poco más de tres años –en abril de 2019– la primera ciudad española en donde los usuarios pudieron elegir desde la aplicación de Cabify entre un servicio VTC o un taxi tradicional. Entonces, recuerda, su empresa empezó a prestar este servicio integrado con tres vehículos y en la actualidad ya son 25, “pero no solo míos, sino también de otros partners”, aclara.

Previsiones de crecimiento

Según sus estimaciones, el crecimiento de este tipo de vehículos llegará a estabilizarse en torno a los 40 o 45 durante los meses estivales de mayor demanda, una cifra que reduce a la mitad en temporada baja. “Quizá este verano aún no alcancemos estos números, pero las proyecciones del estudio que se ha realizado sobre el sector así lo apuntan”, explica.  Aunque la mayor demanda de este tipo de vehículos se registra en horario nocturno y durante los fines de semana, el presidente de la Asociación Cántabra de VTC sostiene que el incremento de usuarios durante la jornadas diurnas está siendo igualmente exponencial. “Estamos creciendo a tasas del 5% mensual. Además de personas jóvenes, ejecutivos y empresarios que viajan, el perfil más habitual de cliente, entre nuestros usuarios también hay personas de avanzada edad que se han dado cuenta de que la aplicación móvil para contratar estos servicios es muy fácil de usar”, reconoce.

Si bien admite que los trayectos dentro de las ciudades son los más demandados, Crespo apunta a que su empresa, que cuenta con una plantilla próxima a los cuarenta trabajadores, de los que 32 son conductores, también presta otros servicios. Así, y además del habitual traslado al o desde el aeropuerto cántabro, Armoni Car ofrece servicios en vehículos con conductor para bodas, despedidas, asistencia a congresos,  desplazamientos privados o para realizar rutas turísticas.

La subida en el precio de los combustibles

Una cartera de servicios que en la actualidad prestan en un contexto de “incertidumbre total” por culpa de la escalada de los precios de los combustibles, según asume con preocupación. “De promedio, los costes de carburante se han incrementado más de 200 euros al mes por vehículo, una subida que, de momento, aún no hemos repercutido en nuestros clientes. Pero evidentemente está resultando una situación muy difícil de gestionar. El Gobierno aprobó para todas las empresas de movilidad una ayuda de 300 euros por vehículo hasta mayo. Pero no sabemos que va a ocurrir a partir de junio. Estamos a la espera de lo que decide el Ejecutivo central”, concede.

A este complicado escenario, Crespo añade los problemas de suministro en algunos componentes de los automóviles, especialmente los microchips que, según anuncia, están comprometiendo la renovación o el aumento de su flota. “Ya lo hemos sufrido este año. Por ley, los VTC no pueden tener una antigüedad superior a los diez años. En nuestro caso, los renovamos cada siete. La mayoría de nuestros vehículos son Toyota, pero este ejercicio hemos tenido que adquirir cuatro vehículos de la marca Suzuki, que comparte mecánica con Toyota, porque éstos no tenían stock y nos daban de plazos de entrega superiores a los seis meses”, expone sobre este problema que, según plantea, aún podría complicarse más en caso de que algún vehículo sufriera una avería o un siniestro.

Pese a todo, el propietario de Armoni Car y presidente de la Asociación Cántabra de VTC se muestra muy optimista sobre el futuro del sector en Cantabria. “Estamos en una comunidad que está creciendo turísticamente, al igual que las restantes del norte de España. El cambio climático va a suponer que los viajeros huyan cada vez más del calor extremo del las regiones del sur y busquen destinos más templados. Pero si vendemos una Cantabria moderna y llena de oportunidades turísticas, también tenemos que tener unos servicios adaptados a las necesidades de movilidad alternativa que plantea el siglo XXI”, concluye esperanzado.

Además de haber sufrido especialmente las consecuencias de la crisis, el colectivo del taxi presenta un abanico de reclamaciones que cubre desde la competencia desleal hasta la pérdida de poder adquisitivo, pasando por la amenaza de desregulación y el exceso de licencias. La recientemente constituida Federación Cántabra del Taxi se plantea actuar como portavoz de los profesionales ante esos problemas y evitar que esas amenazas impidan aprovechar la incipiente recuperación del mercado.

Texto de J. Carlos Arrondo @jcrlsam

Suele decirse que el taxi es un termómetro de la vida cotidiana de un lugar y que la evolución de su negocio es uno de los principales indicadores de la situación del bolsillo de los ciudadanos. La demanda de sus servicios es especialmente sensible a las variaciones que los vaivenes de la economía producen en el poder adquisitivo de la población. El estallido de la gran crisis en 2008 dejó atrás los tiempos en que las centralitas no daban abasto a la hora de atender llamadas solicitando taxis. Desde aquel momento y hasta 2014 en que tocó fondo, el sector ha vivido unos años de profundo declive. En 2015 inició una leve recuperación y este año ha superado ligeramente las cifras del anterior. Una ligera mejoría que en zonas urbanas, como Santander, están notando en detalles como el incremento en los servicios nocturnos o en el transporte de usuarios procedentes de las típicas cenas navideñas de empresa. Sin embargo, la radiografía de un sector tan complejo como es el del taxi señala que los problemas a los que debe enfrentarse trascienden a algo tan importante como la evolución de la demanda de sus servicios y, en consecuencia, su volumen de negocio. El origen de la mayor parte de esos problemas está en el hecho de que se trata de una actividad profesional cuya extrema regulación por todos los ámbitos de las Administraciones Públicas, desde la municipal a la europea, pasando por la autonómica y la nacional, hace que permanentemente surjan tensiones, roces y problemas en torno al cumplimiento de tan laberíntico marco normativo. Si se añade la concurrencia en el escenario de nuevos actores liberados de la férrea regulación que deben observar los profesionales del auto-taxi, parece inevitable que surja el conflicto.

La idea de juntar las fuerzas para afrontar algunos de los problemas en los que actualmente está inmersa su actividad ha sido el principal impulso para que seis organizaciones del sector se unieran para formar la Federación Cántabra del Taxi. El pasado 31 de octubre fue constituida por trescientos asociados y está previsto que, de acuerdo con el interés mostrado por varias decenas más, en breve puedan contar con aproximadamente trescientos setenta miembros, y hay confianza en que las algo más de quinientas licencias de auto-taxi que actualmente existen en Cantabria lleguen a estar  representadas en la Federación.

El colectivo de taxistas cántabros nace con varios problemas de muy diversa índole a los que hacer frente. Algunos de ellos son comunes a los profesionales de todo el país, otros son propios del ámbito regional y no pocos de ellos se focalizan en las particulares circunstancias de la actividad en los diferentes municipios de Cantabria. A pesar de que la Federación surge de la unión de las grandes asociaciones, con una representación mayoritaria de los taxistas de Santander y municipios limítrofes y de otros núcleos urbanos, como Torrelavega, Castro Urdiales o Cabezón de la Sal, no se quiere olvidar a los profesionales de las zonas rurales. “Lo que queremos es que ese taxista de un  municipio pequeño que tiene un problema y no tiene a quien acudir, pueda recurrir a la Federación para que le ayude”, indica su presidente, Manu Andoni Ruiz.

Manu Andoni Ruiz, presidente de la Federación Cántabra del Taxi.

Una de las principales razones para constituir la Federación ha sido la de establecer un frente común en Cantabria –de igual manera que han hecho diferentes organizaciones del sector en otras zonas de España– ante el recurso que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) interpuso contra la reforma del Reglamento de Ordenación de los Transportes Terrestres (ROTT), cuya principal novedad es la implantación de un cupo en la concesión de licencias VTC, aquellas que habilitan el alquiler de vehículos con conductor. Estas licencias regulan un tipo de servicio que debe formalizarse en un contrato previo, en el que ha de especificarse quiénes son los pasajeros, el recorrido, la fecha y la hora del servicio. No pueden circular por la calle a la búsqueda de pasajeros ni establecer paradas para su recogida. Las asociaciones profesionales del taxi lamentan que, hasta la entrada en vigor de la citada modificación del ROTT, la concesión de licencias VTC ha sido indiscriminada y defienden la limitación que establece la nueva normativa. “Hasta noviembre de 2015, en Cantabria se habían triplicado. Teníamos 39 VTC y pasamos a 120. Antes de la reforma del ROTT, las Comunidades Autónomas recibían muchas solicitudes y podían denegarlas, pero esos solicitantes acudían después a los tribunales y las obtenían por vía judicial. La normativa actual decreta una contingentación de una licencia VTC por cada treinta licencias de auto-taxi”, explica el presidente de la Federación Cántabra del Taxi. El conflicto radica en que mientras la CNMC pretende con su recurso la liberalización de la concesión de licencias para el alquiler de vehículos con conductor, los colectivos de taxistas personados en el proceso ven en la impugnación de la nueva regulación introducida en el ROTT una puerta abierta a la competencia desleal.

Por una parte, ante las dificultades legales que están teniendo en España y otros países europeos para ofrecer servicios de transporte de viajeros en vehículos particulares a través de aplicaciones en dispositivos móviles, empresas como Uber están tratando de implantarse a través de las VTC, por lo que la liberalización de este tipo de licencias supone un grave peligro para los taxistas. Por otra, observan que no existe el mismo rigor a la hora de vigilar el cumplimiento de la muy amplia y estricta regulación que les afecta a ellos y la que se aplica al arrendamiento de vehículos con conductor.

Manu Andoni Ruiz recuerda que en principio las VTC se concibieron como un servicio de lujo destinado a pasajeros que pretendían pasar desapercibidos en vehículos sin distintivos, pero que han derivado en algo muy diferente: “Están arrasando el mercado. Nosotros tenemos unas tarifas reguladas a nivel urbano por los ayuntamientos y a nivel interurbano por las comunidades autónomas, mientras que ellos tienen los precios liberalizados: cada empresa establece los suyos. Además, sabemos que están cometiendo todo tipo de irregularidades, como estar prestando servicios con conductores que ni están dados de alta o no pertenecen a la empresa,  y no tenemos constancia de que la Dirección General de Transportes lo esté investigando”.

El problema es especialmente grave en Santander, donde los taxistas lamentan que no se está vigilando con la debida diligencia que las empresas de alquiler de vehículos con conductor cumplan la normativa vigente. Sostienen que es labor de la Policía Local de cada municipio y de la Guardia Civil, allá donde sea competente, inspeccionar la actividad de dichos vehículos. La policía municipal santanderina, sin embargo, consideraba que carecía de las competencias para acometer esa vigilancia y que para ello debería suscribir un convenio con la Dirección General de Transportes, por ser esta la responsable de dicha inspección. Tras algunas discrepancias entre una y otra administración, finalmente fue firmado el convenio que habilita a la Policía Local para controlar a las VTC, pero los taxistas cántabros denuncian que no se está aplicando. “Llevamos requiriendo el cumplimiento del convenio tanto al Ayuntamiento como a la Dirección General de Transportes, pero hasta hoy ha quedado en agua de borrajas. Como no se están inspeccionando, las VTC campan a sus anchas por Santander”, advierte el presidente de la Federación.

Si la concesión de decenas de licencias VTC durante los últimos años ha hecho daño al sector, el exceso de licencias municipales de auto-taxi que los ayuntamientos de Cantabria están sacando a concurso también supone un grave problema. En Cantabria hay 504 taxis con licencia VT, que es la autorización que la Dirección General de Transportes concede para trayectos interurbanos, pero no se sabe a ciencia cierta cuántas licencias municipales, únicamente para recorridos urbanos,  tienen concedidas los ayuntamientos. “Cada ayuntamiento  tiene derecho a una licencia por cada mil habitantes o sus fracciones. Es decir, que si un municipio tiene 1.050 habitantes podrá tener dos licencias de taxi”, explica Manu Andoni Ruiz, que añade: “Está sucediendo que muchos ayuntamientos están concediendo ahora esas licencias a las que tienen derecho. Simplemente esas fracciones de mil multiplicadas por 102 municipios suponen 102 taxis más. No tiene sentido que podamos plantarnos en setecientas licencias cuando además la población de Cantabria está bajando. Vamos a solicitar a la Dirección General de Transportes que aumente el ratio que da derecho a conceder una licencia municipal”.

La Federación Cántabra del Taxi quiere averiguar cuántas licencias existen realmente y también tiene interés en saber cuántas de ellas están siendo explotadas, ya que la legislación obliga a los ayuntamientos a incoar expediente de revocación de todas aquellas que no se utilicen durante treinta días consecutivos o sesenta alternos. “Los ayuntamientos, la mayor parte por desconocimiento, no están revocando estas licencias. Vamos a dirigirnos a ellos y a Transportes para que pongan esto en orden y de alguna manera regulen esta concesión indiscriminada de licencias”, indica el representante del colectivo cántabro.

La racionalización de la concesión de licencias y la amortización de aquellas que no están siendo explotadas son reivindicaciones que se basan en una idea común: no es necesario que haya más taxis, sino que los que ya hay puedan prestar un servicio más eficaz. Este es precisamente el argumento de la Federación Cántabra del Taxi para apostar por la creación de ‘áreas de prestación conjunta’. De manera análoga a las mancomunidades que varios municipios pueden formar para la prestación de servicios públicos, los taxistas cántabros demandan la creación de zonas que integren varios municipios que compartan los servicios de sus respectivos taxis. Tanto la reglamentación nacional como la autonómica establecen que un taxi con licencia en un municipio no puede recoger pasajeros en otro. En determinadas zonas de Cantabria para los usuarios resultaría muy beneficioso disponer de más opciones de transporte público, al tiempo que se permitiría a los taxistas aumentar sus posibilidades de trabajo. Se trataría de hacer más eficientes las licencias ya existentes sin que haya necesidad de conceder más, pero para que se cree una de estas áreas debe autorizarlo la Dirección General de Transportes. “Tenemos perspectivas muy positivas, están dispuestos a integrarse muchos municipios”, comenta Manu Andoni Ruiz respecto a la reunión que han tenido en Cabezón de la Sal para analizar la posibilidad de crear una de estas ‘áreas de prestación conjunta’ en la zona occidental de Cantabria.

El colectivo del taxi se enfrenta además a un serio problema tarifario por partida doble. Por un lado, el intrincado proceso administrativo que conlleva la revisión anual de las tarifas urbanas, establecidas por los ayuntamientos, supone que la revisión de estas se refleje efectivamente en los taxímetros varios meses después de la que debería ser su entrada en vigor a primeros de año. Por otro, la congelación desde 2014 tanto de las tarifas urbanas en algunos municipios, como de las interurbanas que fija la Dirección General de Transportes. Respecto al proceso de establecimiento de las tarifas urbanas, los taxistas lamentan que, dado que el recorrido desde su punto de partida en la Junta Local de Precios hasta el de llegada en la Dirección General de Comercio, pasando por los respectivos plenos municipales y la Dirección General de Transportes, es tan largo que  debería comenzarse mucho antes de lo que actualmente se hace. Una eventual subida de esas tarifas debe ser programada en los taxímetros y estos, como siempre que se desprecintan, deberán pasar una inspección técnica. Cuando todos y cada uno de los más de quinientos taxistas cántabros dispongan de sus taxímetros debidamente programados e inspeccionados han podido pasar en torno a tres meses desde que las nuevas tarifas fueron aprobadas.

Pérdida de poder adquisitivo

En cuanto a la congelación de las tarifas interurbanas, y de las urbanas en algunos municipios –es el caso de Santander, por ejemplo– desde la Federación denuncian la pérdida de poder adquisitivo que supone para el colectivo. En el ámbito urbano, sobre todo en Santander, la mayoría de los taxistas tienen uno o dos empleados, cuyas nóminas se han incrementado en 2015 y 2016. Al mismo tiempo, las bases de cotización de los trabajadores autónomos también se han incrementado desde 2014 y también se ha producido un aumento de los costes de explotación de la actividad. El presidente de la Federación encuentra, además, una contradicción en que las administraciones establezcan las tarifas basándose en el Índice de Precios de Consumo cuando hay una ley de ámbito nacional para la desindexación de la economía que desvincula los precios de los servicios públicos de dicho indicador: “Nos han dicho que el IPC ha sido negativo a 30 de junio y no entienden que nuestros argumentos son perfectamente válidos para la revisión al alza. De cara al año que viene, tenemos la intención de elaborar un estudio económico objetivo desvinculado del índice de precios y presentarlo como argumento para la revisión de las tarifas”.

El año ha comenzado con muchos frentes abiertos en el sector, aunque la intención de la Federación Cántabra del Taxi es que su actividad no se centre únicamente en la problemática colectiva, sino que también pretende ofrecer un valor añadido a sus miembros de manera individual. “Tenemos el objetivo de ofrecer a nuestros asociados un servicio de asesoría jurídica y un servicio de gestoría”, señala su presidente, quien anuncia que tienen previsto contratar a un trabajador que se encargue de este cometido. En un momento en el que los taxistas parecen vislumbrar alguna mejoría en la evolución del negocio, quieren disponer de todas las herramientas a su alcance para evitar que otro tipo de problemas les impida disfrutar de esa incipiente recuperación.