La Cámara de Comercio de Cantabria lidera un proyecto piloto para que las pequeñas y medianas empresas puedan hacer uso de los instrumentos de calificación crediticia, una vía para mejorar el acceso a la financiación que tradicionalmente ha quedado fuera de su alcance debido a su alto coste. Inbonis Rating, la única agencia de calificación especializada en pymes que cuenta con acreditación europea, será la encargada de realizar un proceso que se ha diseñado para optimizar tiempos y que tendrá un coste de entre 3.600 y 6.600 euros para las empresas, cuando la tarifa habitual de las grandes agencias no baja de los 100.000 euros. Netboss, a la que se ha dado una calificación de triple ‘B’, ha sido la primera compañía cántabra en utilizar la nueva herramienta.
José Ramón Esquiaga | @josesquiaga | Octubre 2020
La capacidad de las pymes para superar las dificultades y hacer frente a sus compromisos es algo de lo que puede dar fe su propia trayectoria pero que, por sólida y prolongada en el tiempo que sea esta, no suele contar con más avales que la confianza que con ello pueda generar en el mercado y en quien esté en disposición de concederles financiación. Es una circunstancia que no supone mayor problema cuando la coyuntura es favorable, pero que puede convertirse en un obstáculo insalvable cuando el viento sopla en contra, o si se busca acceder a instrumentos financieros distintos de los tradicionales. Es en ese momento, con el caudal de las fuentes de liquidez reducido apenas a un goteo, cuando desde el otro lado de la mesa se pedirán otras garantías y se valorarán cualquier informe que evalúe los riesgos de impago. Entra entonces en juego la labor de las agencias de calificación de crédito, cuyos servicios son de uso más o menos habitual por parte de las grandes corporaciones, pero que apenas son utilizados por pequeñas y medianas empresas, y ello por un conjunto de razones en el que las cuestiones económicas tienen un peso decisivo, aunque no único. Acortar la distancia entre pymes y agencias de acreditación, mejorando con ello el acceso a financiación por parte de las primeras, es precisamente el objetivo de un proyecto piloto que lidera la Cámara de Comercio de Cantabria, encargada de poner en práctica y evaluar un modelo que, de tener éxito, se extenderá al conjunto de España. Inbonis Rating, una agencia española que es la única especializada en pymes que cuenta con la obligada autorización de la Autoridad Europea de Mercados y Valores, es la piedra angular sobre la que pivotará la iniciativa, que tuvo su presentación oficial el pasado 29 de septiembre pero que ya con anterioridad a esa fecha se había concretado en una primera acreditación para una pyme cántabra, la tecnológica Netboss Comunicaciones.
La tormenta financiera que se desató con el estallido de las hipotecas hizo que el nombre de las grandes agencias de calificación se hiciera familiar –y casi nunca por buenas razones– para cualquiera con un mínimo interés por la economía, una categoría esta última a la que, teniendo en cuenta la crisis que se desató a resultas de aquello, casi nadie fue ajeno a partir de 2008. Las cosas han cambiado mucho desde entonces, empezando por una regulación acorde con el riesgo sistémico que se concede a la labor de estas empresas, pero Moody’s, Standar & Poor’s y Fitch siguen siendo hoy las referencias en un mercado que mueve cantidades millonarias pero que, explica Alberto Sánchez Navalpotro, consejero delegado de Inbonis Rating, no está habituado a considerar a las pymes como clientes: “Esas tres grandes agencias controlan el 95% del mercado, y trabajan con una rentabilidad media del 50%. ¿Por qué no se dirigen a las pymes? Habría que preguntárselo a ellas, pero a la vista de las cifras se puede pensar que, probablemente, es porque no lo necesitan. Ahí es donde se abre un hueco para agencias como la nuestra, y a eso responde también la iniciativa emprendida por la Cámara, porque estamos convencidos que las empresas pequeñas también pueden beneficiarse de lo que aporta una evaluación independiente de su riesgo de impago, que eso es lo que les ofrecemos”.

Alberto Sánchez Navalpotro, consejero delegado de Inbonis Rating, durante su estancia en Cantabria para presentar el programa.
El consejero de Inbonis Rating se declara un convencido defensor de las pymes y de su aportación a la economía española –”Ellas hicieron posible que superáramos la crisis de 2009, cuando se lanzaron a exportar y lograron dar la vuelta a nuestra balanza comercial”, recuerda–, pero admite que su posición en los mercados financieros es débil, lastrada por una imagen que, por injusta que pueda parecerle, sigue siendo la que se impone cuando las cosas vienen mal dadas: “Empresa pequeña, cascarón frágil, es lo que se dice y, aunque yo crea que no es verdad y que si algo demuestra la trayectoria de decenas de negocios familiares es su fortaleza, lo cierto es que ante una crisis es habitual que se imponga esa idea y se deje de financiar a pymes que son rentables”. Con ello, explica Sánchez Navalpotro, se cae en una dinámica que tiene mucho de círculo vicioso y profecía autocumplida: pymes que tendrían futuro se ven abocadas al cierre, alimentando el tópico de su propia debilidad: “No es justo, y eso es lo que podemos evitar si las dotamos de una calificación que les permita acceder a instrumentos financieros que están ahí, pero a los que no tienen acceso, en gran medida por esa ausencia de calificación”.
Además de con el consejero delegado de Inbonis Rating, de los responsables de Cámara Cantabria y del consejero de Industria del Gobierno regional, la jornada de presentación del proyecto de calificación crediticia para pymes contó con la presencia de Manuel Iturbe, director territorial de Cantabria y Asturias del Banco Santander. En su condición de proveedores de financiación, los bancos constituyen un receptor clave para la información que generan los informes que elaboran las agencias, y su peso dentro del mercado de crédito a pymes les convierte en uno de los agentes que puede beneficiarse del proyecto que lidera Cámara Cantabria. Iturbe destacó esta circunstancia durante su intervención en la jornada de presentación, y animó a las empresas a aprovechar este convenio para mejorar su posición como demandantes de crédito accediendo a una calificación que puede ser usada como herramienta muy valiosa de información interna para la empresa e incluso para el propio banco.
Aunque es cierto que la labor de las agencias de calificación, y lo que esta puede aportar a las pymes, no es especialmente conocida por estas, las principales razones de la escasa penetración que la calificación crediticia tiene en este segmento empresarial hay que buscarlas en otro lado. Las grandes agencias que dominan el mercado han desarrollado un producto poco apto para quienes por su propia naturaleza están obligadas a optimizar sus recursos, tanto económicos como humanos. Las tarifas de Standar & Poor’s, Moody’s, o Fitch parten de una cantidad no inferior a los 100.000 euros, explica Sánchez Navalpotro, y su trabajo implica la labor de varios técnicos que, mientras dura la calificación, se desplazan a la empresa cliente y requieren de atención constante por parte de sus profesionales: “Ninguna pyme puede permitirse eso, y lo cierto es que nosotros tampoco”, admite el consejero delegado de Inbonis Rating, que explica que su agencia ha desarrollado un software y una metodología que permite optimizar procesos y recursos. El convenio con la Cámara de Comercio, como el que tiene vigente con Informa D&B –una de los principales proveedores españoles de bases de datos de información empresarial–,
permite dar un paso más para facilitar a la pymes el acceso a ese producto especialmente adaptado para ellas. “Por la normativa que rige a las agencias, nuestras tarifas tienen que estar obligatoriamente ligadas a nuestros costes, no son arbitrarias. En nuestro caso, eso supone movernos en una horquilla que va de los 4.000 a los 10.000 euros. La Cámara ha hecho una buena labor de negociación en favor de las empresas de Cantabria, y el convenio permitirá que puedan acceder al producto por entre 3.600 y 6.600 euros”. Que el precio sea uno u otro depende no tanto del tamaño de la empresa, como de su complejidad: “Si tiene más de una actividad, si tiene una estructura societaria complicada… Su facturación influye, pero en menor medida”.
El proceso de calificación es rápido y no compromete el día a día de la actividad de la pyme: “Hemos desarrollado un proceso para optimizar su tiempo y el nuestro. Hay detrás un enorme esfuerzo en tecnología y diseño de procesos para conseguirlo, porque realmente es una proeza poder ofrecer servicios de calificación crediticia a estos precios”, asegura Alberto Sánchez Navalpotro. El procedimiento de calificación implica para la pyme la aportación de una información que, señala el consejero delegado de Inbonis Rating, es habitual que cualquier empresa tenga ya elaborada, incluso con soporte documental: cuál es su actividad, cómo se presentan ante sus clientes, planes estratégicos, documentos de la propiedad, cuentas actualizadas, informe detallado de los riesgos por operaciones bancarias, previsiones de negocio… Una vez recibida esa información, se concierta una entrevista por videoconferencia, preparada con anterioridad a partir de un documento con preguntas precisas enviado por los técnicos de Inbonis, en la que a lo largo de aproximadamente una hora el empresario podrá hablar de su negocio y de las claves del mercado al que atiende. “A partir de ahí puede haber alguna ida y venida en la petición de información y datos, pero lo habitual es que en una semana hayamos completado el proceso”, calcula Sánchez Navalpotro.
El resultado de todo ese trabajo es una calificación que busca predecir la capacidad de la empresa para hacer frente a sus créditos en el futuro, y un informe que detalla como se ha llegado a ella. Ambos –la nota y su explicación– son claves para que la empresa pueda presentarse tanto ante los proveedores de financiación como ante sus clientes, pero también, destaca el consejero de Inbonis, para mejorar el conocimiento que se tiene de uno mismo. Esto último es especialmente importante para aquellas empresas que pueden no tener las condiciones para acceder a una buena calificación, y que por ello pueden ser reticentes a evaluarse. De hecho, y aunque lo habitual es que los informes y las calificaciones sean accesibles tanto para la empresa evaluada como para los subscriptores de Inbonis Rating, existe la opción de contratar una calificación confidencial, que no se hace pública en ningún caso y que sirve únicamente para uso interno de quien la contrata, que puede utilizarla ante terceros con ciertas limitaciones. No entra en esa categoría la calificación realizada a Netboss Comunicaciones, que ha alcanzado una nota de triple ‘B’, el cuarto escalón en la escala que utiliza Inbonis y un nivel de solvencia que la sitúa en una posición destacada entre cualquier demandante de crédito: “Es cierto que nuestros servicios son utilizados sobre todo por empresas que saben que pueden conseguir una buena calificación, y de hecho más de la mitad del total de las empresas con las que hemos trabajado han conseguido como mínimo una BB, y el 13% la BBB. Pero el rating también tiene utilidad para quien pueda tener una nota más baja”, asegura el consejero delegado de Inbonis Rating.
Alguna de esas utilidades, admite Sánchez Navalpotro, no son demasiado evidentes ahora, cuando la financiación barata, los créditos ICO y los aplazamientos debidos a la crisis sanitaria han situado a las empresas ante lo que considera una engañosa sensación de seguridad en cuanto a la posición de su tesorería: “Pero eso va a cambiar, y es el momento de anticiparse. Hasta ahora, con los tipos de interés en mínimos, se estaba subvencionando artificialmente el crédito a las empresas, de manera que la banca cobraba a todas el mismo interés, o muy similar. Pero vamos a un escenario en el que la banca va a ajustar el precio al riesgo, y ahí las empresas tienen que estar preparadas para defenderse y negociar. Contar con una calificación va a ser un elemento clave para diferenciarse”. El consejero delegado de Inbonis Rating ilustra con cifras la forma en que esa diferenciación puede beneficiar a los costes de financiación de una empresa: una calificación ‘B’ implica una posibilidad de impago del 4%, lo que debería llevar a la banca a aplicar un diferencial en el interés del crédito que le cubra ante esa posibilidad. “Eso daría como resultado un interés del 6%, que hoy parece una locura, pero estoy convencido de que va a pasar, y pronto. Una calificación ‘BB’, en cambio, tiene una posibilidad de impago del 1% y podrá financiarse al 1,5%. Va a haber una enorme diferencia en los costes de financiación entre unas empresas y otras, y ahí contar con una calificación siempre va a ser una ayuda”.