La náutica de recreo, un mar de incertidumbres

La nueva regulación de los títulos náuticos de recreo aumenta las esloras permitidas, relaja mínimamente las condiciones para navegar sin ninguna titulación y llena de dudas a un mercado que sufre la indefinición sobre a la entrada en vigor de la norma. En paralelo, y por más que se trate de unas cifras casi simbólicas, las ventas de embarcaciones registran los primeros datos de crecimiento desde el comienzo de la crisis.

Texto de José R. Esquiaga @josesquiaga Fotos de Nacho Cubero
Publicado en mayo de 2014

En 2012 se dijo que la nueva ley que regulará la náutica de recreo estaría lista en seis meses, el mismo plazo que volvió a mencionarse hace un año, cuando los foros de aficionados a la navegación echaban chispas aventurando las consecuencias de una resolución de Marina Mercante que abría la puerta a las banderas de conveniencia para la flota de recreo. Este pasado mes de abril, y coincidiendo con la celebración en Barcelona del congreso náutico que organiza la Asociación Nacional de Fabricantes de Embarcaciones de Recreo (ANEN), el Gobierno daba carta de oficialidad al borrador de la nueva normativa, pero dejaba su entrada en vigor en los mismos términos de indefinición de siempre: será, apuntó el portavoz de la Dirección General de la Marina Mercante, Fernando Henríquez, “en breve”. El contenido del borrador no ha dejado contento a nadie –lo que si hacemos caso al saber popular podría considerarse un punto a favor de la norma– en tanto que la incertidumbre sobre los plazos provocaba los efectos indeseables a los que tan acostumbrado está el sector: ante la incertidumbre, cae la demanda de determinadas embarcaciones, o los interesados posponen su decisión de matricularse en las academias para cursar tal o cual titulación.

La reforma de los títulos que autorizan al gobierno de una embarcación de recreo es una de las demandas históricas del sector, que tradicionalmente ha visto la normativa como uno de los obstáculos a los que se enfrentaba el mercado de venta y alquiler. Aunque por razones distintas, las academias también han considerado necesaria una reforma de los contenidos a impartir, que hasta ahora han sido sobre todo teóricos, muy farragosos y poco adaptados a los conocimientos y competencias realmente necesarios para el manejo de un barco. Las posturas estaban algo más distantes en lo relativo a otros aspectos a contemplar por la reforma: los fabricantes y vendedores de embarcaciones abogaban por la máxima liberalización, de manera que se abrieran las posibilidades de navegar sin necesidad de ningún permiso o bien se ampliaran las atribuciones –en cuanto a eslora y zonas de navegación– de los títulos existentes. Ninguna de esas posibilidades, pero sobre todo la primera, tenía buena acogida entre las empresas que se dedican a impartir la formación requerida para el manejo de una embarcación.

El borrador presentado en abril apenas abre la mano en lo referente a manejar un barco sin título alguno, pero sí que aumenta las atribuciones de los títulos existentes, aunque sin cubrir las expectativas que se habían levantado en el largo intervalo de tiempo pasado desde que empezó a hablarse del cambio legal hasta que éste ha empezado a concretarse. Todo esto se produce, además, en un momento en el que toda la regulación normativa de la náutica de recreo –la relativa a los títulos, pero también toda la referente a los barcos, incluyendo el material de seguridad o la necesidad de pasar revisiones– se ha visto puesta en entredicho por la posibilidad de abanderar la embarcación bajo pabellón de cualquier país de la Unión Europea, lo que abría la puerta a hacerlo bajo los colores de un Estado –y existen varios– en el que las exigencias sean menores que en España.

La cuestión abierta con el libre abanderamiento no es secundaria tampoco en lo referente a la gran cuestión pendiente sobre reforma de los títulos: la fecha de su entrada en vigor. Quienes han seguido de cerca la tramitación están convencidos de que más allá del texto presentado con motivo del congreso de Barcelona, desde Fomento se sigue dando vueltas a una fórmula que ataje la barra libre abierta con el abanderamiento. Un tema que, por su complejidad –la mayor parte de las fuentes consultadas consideran directamente que es tarea imposible– puede retrasar la publicación de la reforma hasta después del verano lo que, teniendo en cuenta el obligado periodo transitorio para que las academias y las editoriales que publican los manuales se adapten, aplazaría la entrada en vigor hasta finales de año o, incluso, hasta comienzos de 2015.

“Todo lo que conocemos hasta ahora es una nota de prensa de los fabricantes, nada más”, apunta Aitzol Burguete, que como propietario de una academia náutica en San Sebastián y como socio de la Asociación de Navegantes de Recreo (Anavre, de la que ha sido delegado en el País Vasco) ha seguido con especial interés todo lo relativo a la larguísima gestación de la reforma de las titulaciones. Burguete, que en todo caso está convencido de que lo publicado va a corresponderse casi exactamente con la redacción final, piensa que la normativa dará todavía unas cuantas vueltas antes de ser aplicable, y que todo ese tiempo no será bueno ni para el sector, ni para los aficionados al mar. “Es un escándalo que estemos hablando de esto, que es lo mismo de lo que hablábamos hace doce meses y que, me temo, será también asunto de conversación dentro de un año. Mientras tanto, la gente no se matricula en las academias, o si pensaba comprar un barco no lo hace. Lo curioso es que hay otros que piensan que los cambios ya están en vigor, y que con su título de PER pueden llevar barcos de 15 metros”.

Aitzol Burguete se refiere al título con mayor demanda entre los aficionados. El patrón de embarcaciones de recreo (PER) está habilitado para gobernar barcos de hasta 12 metros en la zona de navegación comprendida entre la costa y la línea paralela a esta trazada a 12 millas de distancia. Con el borrador de la reforma, quedará autorizado para patronear barcos de hasta 15 metros en la misma zona de navegación, aunque con lo que podíamos llamar un ‘curso puente’ y el correspondiente examen puede ampliar la eslora hasta los 24 metros y capacitarse para navegar entre la península y Baleares. Los cambios sirven para ilustrar alguna de las pautas que se han seguido a la hora de modificar las atribuciones, con el aumento de la eslora como factor más relevante.

Tanto como profesional de la formación como en su condición de socio de Anavre (asociación que no cuenta con delegado en Cantabria) Burguete es muy crítico con el rumbo que se ha dado a la reforma, que a su juicio sigue el dictado de los fabricantes y va en sentido contrario a lo que es la realidad del sector náutico en España. “El 80% de lo que se venden son barcos pequeños, de menos de 8 metros, y todo el empeño de la reforma es habilitar para esloras más grandes. ¿Por qué? En la reunión anual de ANEN, en la que estuve presente, se nos presentó como ponente a un profesional inmobiliario especialista en vender grandes mansiones a los rusos. Me temo que los fabricantes buscan eso mismo: vender grandes barcos a los rusos. Eso puede ser un pelotazo para algunos, pero no una solución para el sector náutico”.

Aunque distantes en muchos otros aspectos, cuanto menos en este último el discurso de Aitzol Burguete viene a coincidir con el que mantiene Jaime Piris, que como director de Yates y Cosas –una de las principales empresas comercializadoras de embarcaciones de recreo en Cantabria– está en condiciones de ofrecer una perspectiva muy cercana a la realidad del mercado de compraventa. Como Burguete, está convencido de que la reforma de las titulaciones no va a tener un efecto positivo en el mercado y, también como aquel, lamenta que se haya centrado en las grandes esloras. La principal diferencia entre las valoraciones de uno y otro tiene que ver con la propia naturaleza de la norma, que Jaime Piris considera excesivamente intervencionista, frente a la referencia que ofrecen países con una mayor tradición náutica, donde no se pide título alguno o, cuanto menos, las exigencias son menores.

“Se ha hecho un parche y se ha perdido una oportunidad para acercarnos a países como el Reino Unido, donde no es necesario ningún título, o Italia, donde no hay necesidad de tenerlo para gobernar barcos de menos de 8 metros”, apunta el director de Yates y Cosas, que considera un absurdo la limitación de eslora en los títulos y que aboga porque los límites, de existir, se centren en las zonas de navegación. Piris es especialmente crítico con la reforma en lo que tiene que ver con los escalones de entrada a la náutica. Actualmente pueden gobernarse sin necesidad de ninguna autorización los barcos de menos de cuatro metros; con la reforma podrán tener hasta cinco metros si son de motor (con menos de 15 caballos), y seis si son a vela, siempre en navegación diurna por aguas delimitadas por Capitanía Marítima. Para barcos mayores, ya es obligado contar con la Autorización Federativa, conocida como ‘titulín’, que hoy habilita para esloras de hasta 6 metros y 50 caballos y que con la reforma –y con la nueva denominación de licencia de navegación– lo hará para idéntica eslora y zona pero con la potencia recomendada por el fabricante,. “Se siguen poniendo muchos obstáculos a quien quiera iniciarse en la navegación de recreo, y eso me parece un error que perjudica a todo el mercado, también a las academias porque si no se facilita la iniciación obviamente no se van a comprar barcos, pero tampoco va a haber personas que, tras los primeros pasos, quieran matricularse en una academia para gobernar barcos más grandes, o navegar más lejos de la costa”, explica Piris.

Lo que es común para fabricantes, comercializadores y academias es el perjuicio que ocasiona la incertidumbre sobre la entrada en vigor de la reforma. En relación con las ventas, lo más notable puede ser lo relativo a los barcos de menos de 6 metros equipados con motorizaciones de menos de 50 caballos, de lo que hoy existe una amplia oferta por adecuarse a lo dispuesto por el titulín, pero que pueden quedarse sin mercado al anularse la limitación de potencia.
Los efectos perversos del actual periodo de indefinición son más claros, si cabe, en el caso de las academias. Además de cambiar las atribuciones de los títulos, la reforma contempla modificaciones en los planes de estudio, que darán más peso a las prácticas en detrimento de la teoría. Sobre el papel, esto supone aligerar esta última –que llena manuales de más de 200 páginas– y facilitar el aprobado. Con independencia de que esto sea finalmente así, las expectativas creadas en ese sentido están afectando a la demanda de formación. “No sé si va a ser más fácil –apunta Aitzol Burguete– de lo que no hay duda es de que va a ser más caro: se piden más horas de práctica y se exige que haya menos alumnos por barco, y eso va a encarecer los cursos. No sé si quien está esperando tiene en cuenta eso, pero lo cierto es que la indefinición nos está haciendo mucho daño. Buena o mala, lo que necesitamos es que la reforma entre en vigor cuanto antes”.

El actual periodo de cambios llega después de uno de los ciclos más negativos a los que se ha enfrentado nunca el sector náutico. Durante 2013 las ventas continuaron ahondando la caída iniciada en 2007, sumando un 20% adicional en términos interanuales y alcanzando ya el 69% de descenso desde el comienzo de la crisis. Con esos datos, el aumento en el número de matriculaciones registrado en febrero y marzo de este año –un 5 y un 15% en relación con los mismos meses de 2012– bien puede considerarse una anécdota, aunque también da argumentos a quien busque puntos de inflexión. De momento, y según los cálculos que hace el gerente de Yates y Cosas, los precios de las embarcaciones nuevas llevan seis años congelados, en tanto que el mercado de ocasión acumula caídas de entre el 30 y el 40%, equivalente a las que registra el valor de los atraques. Pueden ser argumentos para respaldar la reactivación del mercado, pero sólo si el resto de la economía y la ley acompañan.