La unión hizo comercio
Más de 120 años después de que se firmara el acta fundacional, la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Santander puede presumir de haber cumplido su principal objetivo: ser el nexo común de los empresarios de una provincia que buscaba su lugar en el mundo.
Texto de Juan Doñabeitia. Publicado en octubre de 2007.

Portada del primer boletín de la Cámara
Nunca está de más aferrarse a una frase hecha cuando esta responde de manera preclara a una sucesión de hechos. En este caso, no hay mejor conclusión que aseverar que la unión hace la fuerza. El corporativismo y el asociacionismo son dos de los pilares sobre los que descansa el bienestar de una sociedad. Aunar intereses en pro del beneficio común; sumar nombres, apellidos y voces para no creerse un convidado de piedra en cualquier toma de decisiones; calmar los ímpetus y las necesidades personales, priorizando el bien de muchos, a sabiendas de que una coyuntura favorable repercutirá, sí o sí, de manera directa en cada uno de los individuos. La Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación de Santander comenzó a existir con ese fin. Cien años después de su primer día de vida, se han olvidado de la soledad.
La firma del proyecto de reglamento de régimen interior se ha de fechar el 23 de septiembre de 1886. La primera piedra ya está puesta. Industriales y comerciantes se unen en busca de unos objetivos que, según rezó el Boletín de Comercio de Santander, eran los siguientes: “Pedir o proponer al Gobierno las reformas para el comercio, la industria y la navegación. Proponer la ejecuición de obras o el establecimiento de reformas de los servicios públicos. Dirigir y organizar las exposiciones comerciales y de industrias terrestres o marítimas. Procurar la uniformidad de los usos y prácticas mercantiles. Resolver como jurado las cuestiones o diferencias que sometan a su decisión los comerciantes, industriales o navieros. Fomentar la enseñanza en los ramos y aplicaciones de su institución. Deducir entre los tribunales las acciones criminales, para la persecución de los delitos contra sus intereses”.
Con estos fines en el horizonte y la anexión entre la gran mayoría de individuos que conformaban el núcleo económico de la región, Emilio Botín y López propone el nombramiento de una comisión conformada por Ángel B. Pérez –presidente–; Estanislao Abarca –vicepresidente–; Ramón López-Dóriga –contador–; José María González-Trevilla –tesorero–; Faustino Odriozola –secretario– y, como vocales, Antonio F. Baladrón, Eduardo L. Dóriga, Leonardo Corcho, Antonio Ramos, Teótimo Illera y Ángel Valle. Como vocales suplentes actuarían José María Anieva, Manuel Velarde y Federico Rodríguez.
Queba así constituida la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Santander. Pero su nacimiento no se puede tomar como un hecho puntual en el contexto nacional. De hecho, su fundación proviene del Real Decreto del 9 de abril de 1.886, por el que se reconoce como tales a las asociaciones de empresarios referidos a dichos sectores. Sin embargo, cabe reseñar que Santander, por entonces provincia, es uno de los primeros puntos en los que se configura este tipo de estamentos. Sirva como dato que la de Bilbao fue la primera.
La evolución de su situación jurídica cuenta con otras dos fechas destacables: el Real Decreto de 21 de Junio de 1.901, les confirió el carácter de establecimientos públicos mientras que la Ley de Bases de 1.911 estableció el modelo continental de adscripción forzosa, pago obligatorio de cuotas y confirmó y amplió las funciones públicas que tenían atribuidas Actualmente se rigen bajo la Ley 3/1993, que continúa la tradición legislativa continental, al definirlas como Corporaciones de Derecho Público, reconociendo la importancia de su labor como instituciones intermedias en la representación, promoción y defensa de los intereses generales del comercio, la industria y la navegación, y en la consolidación del tejido económico del país. Quedan así resumidos sus distintos condicionantes históricos, que corren junto a la historia de la cámara santanderina.
Hablar de las diferentes ubicaciones de su sede social, es hacerlo del desarrollo de la ciudad en que nació. El número 3 de la calle Eugenio Gutiérrez fue el primera en acoger a la asociación, manteniendo dicha dirección hasta el año 1940, cuando la cámara muda sus bártulos hasta el número 18 de la calle San José. Pero febrero de 1941 no perdonó a casi ningún santanderino y el incendio de la ciudad obliga a un cambio de domicilio eventual, que tendrá como destino el Real Club de Regatas, otra de las agrupaciones centenarias de la región. Allí se tomarán las decisiones durante el periodo de reconstrucción de la sede, que se extendería durante unos meses. Pero es en 1956, y después de un rápido paso por la calle Calvo Sotelo, cuando se erigirán las oficinas que todavía hoy albergan su devenir. La Plaza Porticada cuenta ya con uno de sus perennes vecinos. Una unión que a día de hoy se muestra casi indisoluble y que parece que se mantendrá durante muchos añosñ. A pesar de algunos cambios de aspecto, su puerta principal sigue manteniendo el halo de relación histórica.
En cuanto a la actividad de la Cámara, caben destacar unos cuantos aspectos que denotan su constante adaptación a los tiempos: las actuaciones realizadas a favor del ferrocarril Santander-Mediterráneo, tema que desembocó, el 7 de abril de 1933, en la Manifestación Monstruo, promovida por Eduardo Pérez del Molino, presidente en aquella época. Cerca de 40.000 santanderinos hablaron ante el Gobierno Civil, como protesta a la actitud contraria en relación a la obra ferroviaria del Ministerio de Obras Públicas, del que era titular don Indalecio Prieto. También es reseñable la publicación, durante los años 1949 a 1955 de Economía Montañesa; la creación del Depósito Franco de Santander, cuya presidencia ostenta; interviene decisivamente en la electrificación del ferrocarril de Alar-Santander, en la instalación y posterior ampliación del aeropuerto de Santander, en la consecución del Polígono Industrial de Guarnizo, y en la creación de un pabellón de su propiedad en la Feria Internacional de Muestras de Castilla y León, en Valladolid, para exposición en dicha feria de productos de Cantabria.
¿Y los reconocimientos? Poseen la Medalla de Oro al Mérito de las Cámaras de Comercio, máximo galardón que concede el Consejo Superior de Cámaras de Comercio de España, Pedro Pérez del Molino y Pombo, Modesto Piñeiro Ceballos, Fernando María Pereda Aparicio y Juan José Cacho Fernández-Regatillo, de la Cárama de Comercio de Torrelavega, creada de manera paralela e independiente en 1913.