Primeros pasos de la Zona Franca
La inauguración de dos nuevos tanques de almacenaje supone la primera inversión acometida por la entidad constituida hace algo más de un año para dar el relevo al antiguo Depósito Franco de Santander, condenado a la desaparición por un cambio legal. Pese a la buena noticia que supone siempre cualquier ampliación, la actuación está lejos de agotar las posibilidades que otorga la nueva figura que, además de permitir almacenar mercancías sin abonar aranceles, extiende esos ventajas a cualquier empresa que se instale en sus terrenos para desarrollar una actividad productiva. Las posibilidades de avanzar por ese camino chocan con la escasa disponibilidad de espacio, una carencia para cuya solución el Consorcio de la Zona Franca de Santander pide al puerto la cesión de los antiguos terrenos de Campsa.
Por J. Carlos Arrondo
Con la inauguración de dos tanques de almacenaje de graneles líquidos el pasado mes de diciembre, la Zona Franca de Santander ha presentado en sociedad su primera inversión desde que se constituyera hace algo más de un año. Tras la aprobación del nuevo marco normativo aduanero europeo en 2013, los depósitos francos –almacenes aduaneros en los que las mercancías podían permanecer durante breves periodos de tiempo libres de aranceles e impuestos indirectos– estaban abocados a su desaparición en tres años. Ante esta perspectiva, el Consorcio del Depósito Franco de Santander tomó la decisión de iniciar el proceso de conversión en zona franca. A diferencia del antiguo depósito, en la zona franca –cuyo recinto debe estar delimitado por un cerramiento, así como estar dotado de vigilancia y contar con accesos sometidos a supervisión aduanera– las mercancías pueden permanecer por tiempo ilimitado y sus ventajas tributarias y arancelarias no sólo alcanzan al almacenaje, sino también a cualquier actividad de transformación y distribución que realicen las empresas cuyas instalaciones estén dentro de su perímetro. Además, las principales experiencias de éxito, como las de Vigo o Barcelona en España, indican que las zonas francas presentan un elevado potencial para promover el crecimiento económico en su región. En esta línea, la joven Zona Franca de Santander, mediante inversiones en infraestructuras como las que recientemente ha puesto en servicio, así como otros proyectos que contempla a corto y a largo plazo, trata de captar empresas dispuestas a instalarse en su recinto y de contribuir al desarrollo económico de Cantabria.
La entrada en vigor del Código Aduanero de la Unión Europea (CAU) el 1 de mayo de 2016 ponía fecha de caducidad al Depósito Franco de Santander, cuyo Consorcio, anticipándose al cierre forzoso, había solicitado un año antes su transformación en zona franca al Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas. “Vimos la oportunidad que había en el CAU y como disponíamos de una pequeña estructura con el perímetro cerrado y vigilancia aduanera y dos o tres empresas montadas en lo que hoy es la zona franca, iniciamos el proceso de conversión. Aunque no tenían futuro, otros depósitos francos no vieron esa oportunidad”, recuerda Fernando Cámara, antiguo director del Depósito Franco y actual delegado especial del Estado en el Consorcio de la Zona Franca de Santander. El 30 de marzo de 2016 fue autorizada su constitución, correspondiendo su administración a una entidad pública estatal cuya autorización y aprobación de sus estatutos correspondería al propio Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas. El delegado especial, vicepresidente del pleno del Consorcio y presidente de su comité ejecutivo, señala cómo el largo y complicado proceso se desarrolló en dos fases: “De mayo de 2015 a mayo de 2016 se constituyó la zona franca y en octubre de ese año finalizó la transformación del antiguo Consorcio, una empresa privada sujeta a dominio público, en una empresa pública estatal”. En el nuevo Consorcio están representados el Ministerio de Hacienda y Función Pública, la Delegación de Gobierno en la Comunidad Autónoma, el Gobierno de Cantabria, el Ayuntamiento de Santander, la Autoridad Portuaria de Santander, la Cámara de Comercio de Cantabria y el Banco Santander.
La Zona Franca de Santander cuenta con unos terrenos de aproximadamente 40.000 m², de los que unos 29.000 son propiedad del propio Consorcio y los 11.000 restantes son concesionados por la Autoridad Portuaria. El recinto cuenta con trece almacenes polivalentes y seis tanques, entre los que se encuentran los dos recientemente inaugurados. Una empresa puede utilizar estas instalaciones para almacenar por tiempo ilimitado las mercancías que importe desde otro país a través del puerto sin tener que abonar aranceles o impuestos. Las posibilidades de este tipo almacenamiento son múltiples, desde ir sacando cantidades parciales de la mercancía, de manera que sólo estas serían gravadas al pasar por la aduana, hasta embarcarlas de nuevo con destino a un tercer país sin haber tenido que haber hecho desembolso arancelario o tributario alguno. “Llevamos mucho tiempo prácticamente con el 100% de ocupación, lo cual no significa que las instalaciones estén siempre llenas, ya que un almacén, salvo que contenga productos que se puedan mezclar, no puede utilizarse hasta que no se vacía por completo. Nuestra rotación está ahora mismo al límite de su efectividad”, advierte Fernando Cámara.
La construcción de dos tanques para graneles líquidos con una capacidad de 3.257 metros cúbicos tiene su origen en una idea que empezó en la etapa del depósito franco y ha culminado en un buen momento para la zona franca. “La inauguración ha sido importante, no tanto por el volumen final de la inversión –ha ascendido a 1.195.000 euros– como por haber mostrado que tenemos capacidad, con recursos propios y endeudamiento, para conseguir financiación e invertir”, apunta el delegado especial, quien explica la importancia logística de las nuevas instalaciones: “Nuestros tanques ahora son claves para que Sniace, a través de Lignotech, pueda dar salida a las ligninas, un subproducto de la fabricación de papel que antes se tiraba y ahora tiene diversos usos industriales. La única manera que tienen de almacenarlo es mediante tanques de estas características. Si no pudieran disponer de ellos, tendrían que deshacerse del producto y eso les supondría unos costes muy altos”.
El presidente del comité ejecutivo de la Zona Franca recalca que, dado su carácter de entidad pública, no tiene tanto la necesidad de obtener un beneficio económico como de la de prestar un servicio: “Por ejemplo, esos tanques están pensados para Sniace. O un almacén que tenemos en la Ciudad del Transportista lo tenemos accesible por si le falta espacio a Global Steel, que es una empresa clave en Cantabria y genera movimiento portuario”.
Captación de empresas
En el interior de su recinto también alberga las instalaciones propias de tres empresas concesionadas: Friologic, Azucarera, que cuenta con cinco tanques, y Cementos Alfa, con una instalación de silos que en este momento no está utilizando. Uno de los principales atractivos respecto de los antiguos depósitos francos es que una empresa puede radicarse en el interior de la zona, llevar a cabo las labores de almacenaje en sus infraestructuras o incluso realizar actividades de elaboración o transformación de productos en ellas. El delegado especial del Estado en la Zona Franca de Santander apunta que su principal objetivo es la captación de empresas que estén dispuestas a instalarse en ella y explica con un ejemplo las ventajas que esto puede suponer para ellas: “Imaginemos una empresa que trae su maquinaria de China. Esa maquinaria tiene un arancel que normalmente es caro. Si esa empresa está instalada en una zona franca no pagaría ese arancel. Tampoco pagaría nada de IVA. Sólo habría que pagar el arancel y el IVA por el valor residual de la máquina si esta sale de la zona franca, por ejemplo en el momento en que se dé de baja o si se desmonta la nave. Lo mismo ocurre con todas las mercancías que se compren o utilicen dentro de ella. Incluso los servicios que se presten en su interior pueden facturarse sin IVA”.
En la cartera de proyectos más inmediatos se contemplan algunas mejoras industriales y la construcción de dos tanques más en un plazo aproximado de un año. Sin embargo, la actuación más importante pendiente de desarrollar es la ampliación de la zona franca con el fin de poder captar empresas: “Nuestro objetivo es conseguir terrenos y nuestro aliado principal debe ser la Autoridad Portuaria de Santander. La prioridad es llegar a algún tipo de acuerdo para conseguir la cesión de los terrenos de la Zona de Actividades Logísticas (ZAL), los de la antigua Campsa y que ahora están inutilizados. Son 120.000 metros cuadrados, con grandes ventajas logísticas, en los que podrían instalarse empresas pequeñas, que generen valor añadido y empleo y cuya actividad produzca movimiento en la actividad portuaria”, expone Fernando Cámara. Las conversaciones entre ambas entidades públicas estatales ya han empezado y, en palabras del responsable de la Zona Franca, “parece que van por el buen camino”. La captación de empresas está subordinada a la existencia previa de la zona franca, con un espacio convenientemente delimitado en el que puedan instalarse. El proceso contrario, crear una zona franca en las instalaciones de una empresa concreta, no está permitido, por lo que el objetivo de ampliar su superficie para atraer más negocios se convierte en estratégico para la entidad santanderina.
Participar en proyectos logísticos
Además de su cara más reconocible, vinculada a su especificidad aduanera, las zonas francas también pueden promover, gestionar y explotar en régimen de derecho privado otras actividades fuera de su superficie delimitada, con el fin último de contribuir al desarrollo de su área de influencia. Consorcios como los de Vigo o Barcelona son ejemplos de cómo un alto porcentaje de su negocio, mayor incluso que la que realizan en los recintos portuarios, se lleva a cabo fuera de sus zonas francas, principalmente en grandes desarrollos logísticos. Fernando Cámara apunta algunas de estas actuaciones que contribuirían al desarrollo de la región y al beneficio de la sociedad que la Zona Franca de Santander valora realizar: “Nos planteamos entrar en un polígono. Puede ser el de Orejo, que se nos ha ofrecido. A más largo plazo, si en ese momento tenemos los recursos suficientes y siempre con un Plan Director global, podríamos apoyar el desarrollo del polígono del Llano de la Pasiega: ya sea invirtiendo en el proyecto o comprando parte de los terrenos para construir naves”. La idea que subyace es que la Zona Franca tiene la posibilidad de captar recursos a través del Presupuesto General del Estado, principalmente vía endeudamiento, y esa capacidad de movilizar dinero público en beneficio de Cantabria debería ser aprovechada.
El delegado especial del Estado en la Zona Franca de Santander ha notado un crecimiento general de la actividad durante este año: “Ha sido muy bueno por los cereales, debido a la escasez de agua. En los últimos meses ha habido mucho movimiento de fertilizantes y los tráficos normales también han sido buenos. Sólo somos diez trabajadores, aunque en las instalaciones trabajan sesenta o setenta personas más de las empresas que operan aquí, y nuestra cifra de negocios es pequeña, pero vamos a cerrar con un 20% por encima del ejercicio anterior”. Afirma que la empresa tiene beneficios, algo que contrasta con algunas informaciones que alertaban de una mala gestión en las cuentas de la sociedad según la Intervención General del Estado. Fernando Cámara desmiente este extremo y explica el origen de la confusión: “Cuando se hizo la transformación no estábamos adaptados a los sistemas contables de la Administración General del Estado. Tuvimos que regularizar nuestro patrimonio, nuestro volumen de negocio, adaptar el sistema de nóminas, etc. Nuestra situación económica es holgada”.
Nuevo modelo de gestión
En este momento se está trabajando en la remodelación de la gestión de las zonas francas españolas. El pasado julio el Ministerio de Hacienda y Función Pública creó el Grupo de Coordinación de los Delegados Especiales del Estado en los Consorcios de Zona Franca. Su objetivo es ser un mecanismo permanente de coordinación entre los delegados de las siete zonas francas españolas –Barcelona, Vigo, Cádiz, Las Palmas de Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife, Sevilla y Santander– y de interlocución con el Ministerio. Se han fijado en el espejo de los puertos del Estado y aspiran a que todas las zonas francas tengan una estructura similar, un mismo tipo de organización, y se autofinancien. Algunos de sus proyectos son la creación de la marca ‘Zonas Francas de España’ y que la inversión en buenos proyectos esté asegurerada, si es necesario, por parte del Ministerio haciendo circular recursos de unas zonas a otras. “Deberíamos utilizar las zonas francas de la mejor manera posible para potenciar la instalación de empresas. Imaginemos lo que podría ser para Cantabria lograr que una gran empresa montara una fábrica de coches en el polígono de La Pasiega. Podemos hacer proyectos conjuntos con el Gobierno de Cantabria. Si nosotros tenemos aprobados cuatro millones de euros en los Presupuestos Generales del Estado para el año que viene y Cantabria tiene doscientos, disponemos de doscientos cuatro para ponerlos en valor en nuestra región”, reflexiona Fernando Cámara.