Siglos de agua viva

El Balneario de Alceda, cuya historia se remonta a la época romana, cuenta más de 150 años como negocio floreciente, ofreciendo a los bañistas los beneficios de una aguas sulfurosas que manan a 26,86 grados centígrados.

Texto de Juan Dañobeitia. Publicado en junio de 2006

Cuentan las piedras que conducen al Balneario de Alceda que por allí anduvieron soldados de la Roma Imperial. En sus capas de guijo se escondían monedas con la imagen acuñada de emperadores con varios siglos de historia ya escritos.Sus aguas ya manaban a 26,87 grados centígrados. En temperatura constante. Como siempre. Como hoy.

Los primero años de su actividad como lugar de descanso para la clase más adinerada se remontan hasta la mitad del siglo XIX. Más concretamente, el año 1845, fecha en la que, por una proposición de la Junta Suprema de Sanidad del Reino de España, se reconoció la utilidad pública de sus aguas. Ricas en sulfuro, se convierten en paliativo para las gentes con problemas en la piel. De hecho, cuenta la historia que la reina Isabel II vino al balneario cántabro a buscar remedio a su psoriasis.

Merced a este reconocimiento, el pequeño pueblo, erguido a pocos kilómetros del corazón del Valle del Pas, logra gran fama entre las fortunas y las gentes pudientes de la España más burguesa. A sus aguas llegan, bien por salud, bien por descanso, bien por dejarse ver, cientos de turistas de toda España. Ricas en sulfuro, se convierten en paliativo para las gentes con problemas en la piel. De hecho, cuenta la historia que la reina Isabel II vino al balneario cántabro a buscar remedio a su psoriasis. Lo que nació como un lugar de encuentro, es todo un negocio floreciente. Tanto que la cifra de bañistas llega a situarse en 4.000 por temporada.

En 1902, Leopoldo Cortines Sánchez decide comprar a Francisco Calderón el establecimiento termal erigido sobre el manantial de Alceda. Paga la nada despreciable cantidad de 326.000 pesetas. Pero no sólo se hace con los derechos de este balneario, sino que el empresario decide adquirir la propiedad del de Ontaneda y del de la Brezosa, en Puentenansa. Fruto de este afán por relanzar su empresa hotelera, el primero de los Leopoldo Cortines que tendrán parte en esta historia decide construir, en el año 1910, un Jardín Botánico anexo al Balneario de Alceda. Son 8 hectáreas de superficie que, años después, cedería a la Junta Vecinal del Pueblo, convirtiéndose a la postre en el Parque de Alceda.

Son años de bonanza en la gestión de las instalaciones, que cuentan con visitas ilustres, como la de Alfonso XIII –al igual que lo hiciera su abuela–. Al cabo, la corriente médica en la Europa del primer cuarto de siglo confía gran parte de sus remedios a la asistencia a estos centros de salud naturales. Las enfermedades respiratorias, afecciones reumáticas, de la piel… Tomar las aguas se convierte en la principal receta de esta época.

Pero a partir del año 1936, el futuro del negocio se torna oscuro. La cruenta Guerra Civil avoca al fracaso a las instalaciones de Alceda: el balneario queda seriamente dañado y el hotel totalmente destruido. La barbarie termina. Comienza la dura posguerra, donde la enfermedad más perniciosa en el presente de España, el hambre, no puede ser tratado con aguas medicinales. Además, de la confianza que años atrás dispensaron los doctores a los manantiales termales, apenas queda recuerdo. La penicilina se posiciona como protagonista absoluta de la lucha contra las dolencias y los balnearios pasan a un plano más secundario.

Así, la familia Cortines Polanco, tras la muerte del precursor de la saga, decide en 1961 constituir la sociedad mercantil Balneario de Alceda S.A., dejando atrás muchos años en los que fue explotado como comunidad de bienes. Leopoldo Cortines Polanco, primer presidente de la sociedad, muere en 1994, recayendo el cargo en su hijo, Leopoldo Cortines Alonso –acompañado en el Consejo de Administración por sus cuatro hermanos: Fernando, Josefina, Rosa y Milagros–. Leopoldo, en 1999 decide retomar la actividad hotelera, inaugurando dos años después lo que hoy se conoce como el Hotel Balneario Parque de Alceda: un complejo con tres estrellas a su entrada e instalaciones que ofertan desde sesiones de hidroterapia a tratamientos de belleza. Sin el olor de antaño que tanto recordaba al sulfuro. Con clientes que no buscan en sus aguas la última esperanza a sus enfermedades. A pesar de que tanto y a tantas personas hayan curado.