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Didier Fleury, presidente del Clúster de la Sostenibilidad de Cantabria: “En Cantabria estamos pisando oro”

Tras cuatro décadas vinculado al sector de la gran distribución, el presidente del Clúster de la Sostenibilidad –clúster de clústeres, tal y como lo define– reivindica el enorme potencial de la producción sostenible en Cantabria, una actividad en la que, asegura, ya existen ejemplos de buenas prácticas que demuestran su rentabilidad, capacidad de generar empleo y de ofrecer beneficios para la salud de las personas, pero que lamenta aún carece de un proyecto de región que permita su desarrollo a gran escala. En esta entrevista, Didier Fleury habla del carácter transversal de la sostenibilidad, de la importancia de compartir experiencias entre empresas y de cómo transitamos hacia un modelo más respetuoso con el entorno, un camino que entiende debe recorrerse obligatoriamente bajo los principios de previsibilidad, irreversibilidad y progresividad.

Manuel Casino | Mayo 2025

Pregunta.– La sostenibilidad se rige bajo el principio de asegurar las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras, siempre sin renunciar a la protección del medioambiente, el crecimiento económico y el desarrollo social. ¿Cómo ha calado este concepto en la sociedad?

Respuesta.– Empieza a calar porque comienzan a notarse los efectos diarios del calentamiento global, no solo en el deterioro de la biodiversidad, sino también con el empeoramiento de la calidad de los productos que nos alimentan. Desde hace diez o quince años, los síntomas que ya se descubrieron en los 70 y 80 del pasado siglo empiezan masivamente a surgir y nos damos cuenta de que tanto en la tierra como en los océanos hay un deterioro que pone en juego la vida misma de los ecosistemas. En cualquier caso, queda muchísimo por hacer. Diría que estamos al principio de la toma de conciencia. Cuando digo esto, evidentemente estoy generalizando porque la situación depende mucho de los países, de los sectores productivos y de las desigualdades que este fenómeno está provocando. A nivel mundial, se puede decir que hay una concienciación muy irregular. A nivel europeo, esta concienciación es mayor con regulaciones y reglamentaciones superiores a la media internacional. Europa, por tanto, no está mal en esta carrera de descarbonización y mejora del medio ambiente, pero muchísimo por detrás de lo que se necesitaría.

P.– Los expertos apuntan a que España está en una posición única para liderar la revolución de las tecnologías limpias en Europa gracias a su posición geográfica estratégica y a los recursos y capacidades renovables abundantes con los que cuenta. ¿Qué papel puede desempeñar Cantabria en este escenario?

R.– Cantabria, siendo una región pequeña, puede desempeñar, al igual que el resto de España, un papel relevante en las renovables por su carácter privilegiado de sol en general y viento en particular. Cantabria debería despertar, y poco a poco lo está haciendo, en la concienciación de que económicamente es más viable intentar ser un poco más autosuficiente en energía que depender en un 99% de las energías fósiles. Hay un plan eólico que, a final de esta legislatura, podría alcanzar la mitad del potencial estimado de 750 MW aplicándose sobre menos del 3% de la superficie de la región.

P.– El talento humano se configura como un activo imprescindible en la búsqueda de soluciones innovadoras y en la implementación de estrategias de sostenibilidad a largo plazo. ¿Cantabria reúne las condiciones ideales para generar, captar y retener talento

R.– La sostenibilidad es un movimiento trasversal, lo que significa que hablamos de muchos sectores a la vez: alimentación, industria, energía, turismo, movilidad, vivienda… Si se quiere generalizar, se puede decir que Cantabria es una región en la que vivir es agradable. Pero si la pregunta es si tenemos los talentos para poder liderar todo este cambio, creo que estamos en la media de España. Es decir, contamos con universidades y organizaciones para que las personas estén a muy buen nivel. Lo que falta es el empujón industrial, el empujón de la inversión y facilidades fiscales y legislativas para que se elija a Cantabria para desarrollar ese potencial del que hablamos antes cuando hablábamos de las energías.

«Todo lo que se está haciendo a nivel de sostenibilidad no avanza o cuaja lo suficientemente rápido porque la sostenibilidad no está democratizada»

P.– En el contexto actual, la sostenibilidad se ha posicionado como un aspecto estratégico en el entorno empresarial y social. ¿Qué cambios habría que implantar para avanzar hacia un modelo más sostenible?

R.– Hay dos tipos de cambios que de todas maneras van a modificar nuestra manera de acercarnos a este gran proyecto. El primero es el legislativo. Como decía antes, Europa está a la cabeza de muchas reglamentaciones que van a hacer cambiar las cosas. El segundo, es la educación, que está en nuestras manos, tanto en las familias con nuestros hijos como en las universidades con sus alumnos para integrar en sus principales programas este nuevo modelo socio económico y ambiental. En este ámbito hay muchísimo por hacer. Empieza a hacerse porque las empresas se están dando cuenta de que su posicionamiento de marca tiene que incluir el aspecto social y su impacto en el entorno. Luego está la voluntad política a nivel local de querer avanzar en un modelo que económicamente puede dar buen rendimiento. Esta voluntad la percibo en general en todos los territorios, pero aún a un nivel muy bajo. Todo lo que se está haciendo a nivel de sostenibilidad no avanza o cuaja lo suficientemente rápido porque la sostenibilidad no está democratizada. Le pongo dos ejemplos. Si se venden motos eléctricas a un precio superior a las térmicas, no pensemos que las personas van a llegar a lo eléctrico, porque no está democratizada. Del mismo modo, no pensemos que los consumidores compren productos ecológicos o sin residuos químicos si su precio es entre 10 o un 20% superior al de otros productos contaminantes. Precisamente, una de las virtudes de este clúster es conectar a las personas para que compartan buenas prácticas, que son las que, además de permitir hacer mejor las cosas, son accesibles para el mayor número de personas.

P.– Da la sensación que el tiempo pasa y las soluciones globales no acaban de llegar. ¿Se nos agota el tiempo?

R.– No. En primer lugar hay que decir que el calentamiento global, el aumento del nivel del agua y los efectos negativos sobre la salud están ahí, y ni los negacionistas se atreven a decir ahora lo contrario a la vista de los incendios y los desastres naturales extremos que se están multiplicando a diario. Pero también que existen soluciones para la mayoría de estos problemas que ocurren en Cantabria, en España y el mundo. Lo que pasa es que, o bien estas soluciones no están democratizadas, lo que complica su puesta en marca; o bien no están apoyadas, según qué países. No es demasiado tarde. Es en los países menos desarrollados donde pueden avanzar muy rápido con soluciones asequibles que deberíamos tomar como ejemplo. ¿Las cosas están mal?, sí. Tienen solución?, también. El problema muchas veces, y este es un objetivo del clúster, es proponer medidas factibles. Somos divulgadores de soluciones.

P.– El Clúster de Sostenibilidad de Cantabria es una iniciativa privada que reúne a actores públicos o privados de toda la cadena de valor en sostenibilidad. ¿Qué valoración hace de estos 18 primeros meses de andadura?

R.– Lo que es muy interesante es que hay una demanda importante de empresas que quieren indagar en cómo colaborar para cambiar el modelo actual. En Cantabria, no podemos olvidar, existen alrededor de una docena de empresas fuertes que facturan más de veinte millones de euros anuales, pero también existen más de 20.000 empresas pequeñas que están en una encrucijada porque, si no avanzan en sostenibilidad, pueden ver comprometida su supervivencia. En este sentido, las empresas nos preguntan cómo pueden organizarse para avanzar y las medidas que pueden adoptar. Le pongo un ejemplo. Noatum Terminal Santander, la mayor estibadora en el Puerto de Santander, va a intentar posicionarse como un estibador de calidad con un proyecto piloto para todo el grupo multinacional. Y desde el clúster queremos intentar poner a su alcance buenas prácticas a un precio democratizado.

P.– ¿Diría que ya están todos los que tienen que estar o que aún falta mucho camino por recorrer en este sentido?

R.– Nosotros apostamos más por la calidad que por la cantidad de socios, que actualmente son unos 35. Tenemos una labor de divulgación de lo que hacemos a través de diferentes foros. Cuando las empresas nos preguntan, siempre solemos tener una charla previa para ver si podemos contribuir a que su negocio crezca y a encontrar nuevos mercados y, en consecuencia, a ofrecer soluciones que tengan un buen impacto económico, social y ambiental. Lo importante, a partir del diagnóstico, es que el camino se emprenda en la buena dirección. Estoy contento con los que están con nosotros. Al ser una entidad sin ánimo de lucro, no podríamos atender a centenares de empresas. Pero contamos con socios que cubren bastante bien el conjunto de sectores. No somos un clúster sectorial, sino trasversal, lo cual no impide que firmemos convenios con otros clúster que sí trabajan verticalmente y con gran éxito.

Didier Fleury (izqda.), junto a Elvira Carles, directora de la Fundación Empresa y Clima, durante una jornada sobre medición de la huella de carbono celebrada el año pasado.

P.– Ya que lo menciona, ¿cómo es su relación con otros clústeres de la región que también promueven impulsar la competitividad e innovación de Cantabria?

R.– En primer lugar, los clúster son un elemento muy ejecutivo en los que, quienes están dentro, lo hacen exclusivamente para mejorar su sector. Por tanto, están muy dirigidos a su propio sector. Por eso, nos interesa mucho estar con ellos porque nunca se van por las ramas. Si se habla, por ejemplo, con el sector de defensa y tienen un objetivo muy concreto sobre el agua o la optimización de un determinado proceso, realmente están muy enfocados en esos temas. Para nosotros, los clústeres son uno de los interlocutores privilegiados en Cantabria. Si, por ejemplo, hablamos en el ámbito de los desechos, las empresas de ese clúster, por mucho que a priori sean competidores entre sí, están muy interesadas en entender cómo cada una de ellas mejora los procesos de una forma sostenible. Aunque pueda sonar un tanto pretencioso, somos el clúster de los clústeres. Somos un poco el clúster que permite mejorar los aspectos económicamente sostenibles de un sector en particular. Además, tengo que decir que mantenemos una relación muy fluida con todos ellos. Estamos encantados.

P.– Aseguran que el Clúster nace con el objetivo de impulsar la sostenibilidad en la región y posicionar a Cantabria como líder en la transformación hacia un futuro más responsable y próspero. ¿Cómo de cerca o de lejos estamos de alcanzar ese objetivo? ¿En qué ámbitos diría que podemos destacar?

R.– Hay muchos aspectos en los que Cantabria cuenta con potencial para desarrollar o para estar más adelantado que otras comunidades. Pero voy a hablar de uno de los que pocos hablan, que es la alimentación. La carga orgánica de la tierra de Cantabria es, en promedio, diez veces superior a la que presenta el sur de España. Esto significa que tenemos una tierra que históricamente no ha sido contaminada, porque es lechera, de pequeñas parcelas y porque llueve. Se ha demostrado aquí, y podría dar ejemplos, que un productor ecológico con tres hectáreas, la mitad de invernadero, puede facturar más de 100.000 euros al año. Esto significa que podrían vivir de ello entre tres y cinco personas. En Cantabria hemos diseñado ya un proyecto potencial de 500 fincas que podrían emplear cada una de ellas hasta cinco personas, lo que nos permitiría entrar en lo que llamaría la autosuficiencia alimentaria, en este caso, de frutas y verduras. Estamos pisando oro porque, como he dicho, contamos con una carga orgánica extremadamente alta, un sistema de minifundios y una tierra no contaminada. Es un potencial tremendamente interesante en el que todavía no hemos entrado. Hay un cambio más que evidente aunque silencioso del centro de gravedad del sur al norte de España para tener una producción importante teniendo en cuenta, además, que España es el huerto de Europa. Otro potencial está relacionado con el mar y todo lo que puede dar en materia de turismo, de pesca y, por qué no, en eólico ‘offshore’. Es verdad que se pueden encontrar argumentos en torno a que las plantas de biogás, los eólicos marinos y terrestres o los proyectos de energía solar tienen un pequeño impacto ambiental. Pero hay que elegir e informar a la población de cuáles son las alternativas porque no hay una solución sostenible que no tenga un impacto visual o ambiental. Si debo elegir entre estar condenado a utilizar energías fósiles y gas o tener una región con un sistema autosuficiente energéticamente capaz de producir energía quizá diez veces más barata que el actual, la respuesta es muy clara.

«El turismo es como un puzle en el que todas las piezas pueden encajar si hay un coherencia. Las piezas son desde la movilidad, la hostelería y la gastronomía hasta compartir experiencias»

P.– En otras comunidades españolas, iniciativas similares a la suya apuestan por el turismo como sector específico para lograr cero emisiones, tecnología verde e innovación de sostenibilidad. ¿Cantabria no puede y debe estar entre estos territorios que abanderan el turismo sostenible?

R.– Sí. Definitivamente sí. El turismo para Cantabria es seguramente la gasolina del futuro. El turismo es como un puzle en el que todas las piezas pueden encajar si hay un coherencia. Las piezas son desde la movilidad, la hostelería y la gastronomía hasta compartir experiencias. El turismo es altamente importante en sostenibilidad porque cada persona que nos visita es embajador de su propia experiencia. Cantabria cuenta con un potencial gigante porque el crecimiento del turismo va a mudar del sur al norte de España y nuestra región está preparada para enseñar en este mosaico de ofertas muchas cosas, tanto en materia de agroturismo como cultural. Se va producir, digamos, una especie de alineamiento de los planetas turísticos en los dos o tres próximos años que va a coincidir con una voluntad de los alemanes, franceses e ingleses de subir del sur al norte del país. Hay un gran proyecto pero, una vez más, se tiene que ver cómo se puede conectar con las actividades que se hacen otros territorios de la cornisa cantábrica. Creo que el turismo podría incluso duplicarse en la región. El único tema problemático es que esa masificación, que no se va a poder frenar, se haga en coherencia con la vida de los locales. Si la masificación entorpece la vida de los cántabros, entonces no será aceptada por la población. Con la masificación ocurre lo mismo que con el cambio climático, que es inevitable. La cuestión es ver cómo nos adaptamos, que hay que hacerlo ya. Siempre que me preguntan sobre los principios para transitar de un modelo a otro de forma correcta, digo que hay tres: el primero, que haya previsibilidad y una planificación. En segundo término, debe haber también una irreversibilidad, es decir, que no haya vuelta atrás. Finalmente, que exista progresividad en el cambio, de forma que los que van a soportar este proceso tengan alternativas y ayudas de acompañamiento si fuera necesario. Si no se dan uno de estos tres principios, el cambio no se va a producir.

P.– Se muestra como un firme defensor de la producción ecológica, un ámbito en el que sostiene que Cantabria cuenta con un potencial enorme aún por explotar. ¿Qué propone para conseguirlo dar este salto? ¿El principal obstáculo radica en el acceso a los mercados, a los puntos de venta, a estar en los lineales de los supermercados?

R.– Lo primero es que tiene que haber un proyecto de región sobre la definición del potencial de Cantabria en producción sostenible, que no lo hay. Tiene que haber una toma de conciencia de este potencial a gran escala porque, si no es así, no va a ser democráticamente eficiente y no vas a poder vender los productos a las grandes cadenas de Cantabria. Una vez lo tengamos, ya existen buenas prácticas que demuestran que un negocio medio puede ser rentable, generar empleo y ser medioambientalmente sostenible cuidando, además, la salud de las personas, que es fundamental. Porque yo quiero salvar al planeta, pero antes quiero salvar a la humanidad. Este es mi tema. ¿Qué comemos?, ¿qué bebemos?, ¿qué respiramos? Y evidentemente que desde hace años se está deteriorando la calidad de lo que ingerimos. Si hay estas buenas prácticas, lo único que tenemos que hacer es multiplicarlas. En el ámbito humano, contamos asimismo con centros de formación que cubren todos los eslabones de la producción agroalimentaria. Por tanto, tenemos el potencial, las buenas prácticas y el talento y, lo más importante para muchos, tenemos la comercialización con cadenas que no piden más que hacer cosas locales. ¿Qué nos falta entonces? Que haya justamente un proyecto global de región que ponga a la misma altura el sector primario que a los sectores secundario y terciario. El sector agroalimentario es nuestro mayor tesoro, por encima incluso del turismo, y es el que, además, nos garantiza la salud.

P.– A pesar de su potencial, muchos proyectos innovadores se enfrentan al problema de encontrar financiación. ¿Este es su mayor desafío o hay otros que lastran su implantación?

R.– Yo pienso siempre que sobra el dinero. Sé que puede parecer un poco provocador, pero cuando se ve la cantidad de dinero que en Europa se pone a disposición hoy de las energías, mañana para salvar cuatro empleos en la industria…, me da la sensación que estamos más en un modo reactivo que en uno proactivo acorde con unos objetivos ambiciosos europeos. Evidentemente, la financiación siempre puede ser un problema si detrás no hay un potencial y si solamente es para mantener modelos contaminantes y no disruptivos con el futuro. Diría que la financiación de los proyectos que democratizan los modelos y productos que corresponden a una necesidad cada vez más creciente de sostenibilidad prácticamente viene de por sí. Un proyecto sostenible que sea disruptivo y con potencial y que dé respuesta a una necesidad local siempre encontrará más fácilmente financiación.

Didier Fleury, durante la entrevista. Foto: PM Photo.

P.– La actual incertidumbre normativa y política en poco o en nada ayudan a la viabilidad de estos proyectos. ¿No cree que hay demasiados cambios en los regímenes de subvenciones o en las normas ambientales, además de una excesiva burocracia administrativa en la concesión de permisos y autorizaciones?

R.– Cuantas más reglamentaciones limiten los gases de efecto invernadero, los pesticidas en los alimentos o la contaminación del agua, mejor. Creo además que es necesario. Y aún no son suficientes porque hay una serie de excesos increíbles. Por otro lado, sí que es verdad que en la aplicación de toda esta reglamentación existe un gran problema de velocidad y de medios. Si queremos que las normativas se pongan en marcha hay que poner los medios para que sean ágiles y no impidan negocios y que esta descarbonización se lleve a cabo en un tiempo prudencial. Hay, por tanto, una especie de desequilibrio entre el número de obligaciones y la capacidad de ponerlas en práctica. ¿Cómo arreglarlo? Yo prefiero que, o bien haya más medios para hacer lo que se dice, o bien poner menos normas, pero que se controlen y se cumplan. En este sentido, creo que la ley de Simplificación Administrativa va a ir en el buen camino siempre y cuando se pueda poner en práctica y las empresas se puedan dedicar a lo que es su propósito, y no a otras cosas.

P.– El Gobierno aprobó en diciembre pasado la Ley de Industria y Autonomía Estratégica con el objetivo de impulsar una nueva estrategia industrial para incrementar el peso de la industria en la economía española, el empleo y mejorar su competitividad. ¿Qué valoración le merece? ¿Es la ley que esperaba para avanzar hacia la sostenibilidad?

R.– Toda iniciativa que tienda a incrementar el rol de España en la descarbonización está bien. El problema es entender qué medios nos damos para hacerlo y qué consenso hay detrás de este proyecto Si detrás están los sectores, las empresas y las asociaciones involucradas, y si existen ayudas de acompañamiento para que no haya, como decía antes, reversibilidad, estoy seguro al 90% de que puede ir en la buena dirección. Dicho esto, cualquier gobierno de cualquier color en los países europeos, por más que digan lo contrario, está en un 80% influenciado por las políticas europeas. De otro lado, me gustaría resaltar que las empresas cántabras que no tengan calculado en 2026 las emisiones de Alcance 3 de la huella de carbono [el que cubre todas las emisiones indirectas que se producen en la cadena de valor de una empresa como resultado de su actividad] van a tener un riesgo gigante a la hora de seguir compitiendo. Este es, precisamente, un gran servicio que presta el clúster. Proveemos, a través de la Fundación Empresa y Clima, de un servicio que permite, a coste muy bajo, calcular la huella de carbono de las empresas.