Gucoba, o cómo el emprender no tiene edad

El cierre de Resopal, firma que años atrás llegó a ser líder en el sector del plástico, supuso un importante revés para sus empleados. Tres de ellos, que rondaban ya los 60 años, optaron por crear su propia empresa

Texto de Jesús García-Bermejo Hidalgo @chusgbh Fotos de Nacho Cubero.
Publicado en octubre de 2013

PIB, inflación, paro, concursos de acreedores, expedientes de regulación de empleo, liquidaciones, quiebras… El baile de cifras en el que nos ha tocado vivir como consecuencia de la crisis puede alterar nuestra percepción de la realidad y hacernos olvidar que detrás de cada estadística se esconden numerosas historias que bien merecen ser contadas, no ya por su alcance mediático ni por su influencia en la marcha de la economía del país, pero sí por el aspecto puramente humano y por la lucha de quienes las protagonizan.

Sin ir más lejos, ¿qué haría un profesional cualquiera si con 60
años de edad la empresa en la que trabaja echase el cierre? Esto es precisamente lo que tuvieron que plantearse Francisco Cordobés, de 62 años, y sus actuales socios, Ismael Ruiz y Alberto Gutiérrez, ambos con 57 primaveras, cuando el pasado mes de marzo Resopal, compañía dedicada a la distribución de materiales plásticos a nivel nacional, se vio obligada a cesar en su actividad dejando sin empleo a los más de 90 trabajadores con los que contaba en territorio nacional.

Asumir riesgos

De haber continuado en funcionamiento, Resopal hubiese cumplido en julio 70 años de historia, sin embargo la importante caída experimentada en el sector del plástico acabó por condenar a una empresa que estaba presente en prácticamente todo el país y que unos años atrás llegó a ser líder del mercado nacional. Fue en ese momento cuando, sin comerlo ni beberlo, estos profesionales tuvieron que parar a plantearse su futuro. “A Ismael y Alberto aún les restaban 8 años para jubilarse y a mi al menos 3, lo que ocurre es que yo, por haber sido directivo de la delegación en Cantabria de Resopal, no tenía derecho a paro –cuenta Cordobés–. Teniendo en cuenta nuestra edad y la actual situación del mercado laboral, las opciones no eran muchas. En el mejor de los casos, mis actuales socios podían haber cobrado la prestación por desempleo hasta los 59 para después solicitar la jubilación, pero su pensión se hubiese visto reducida en casi un 50%, dejándoles a ellos y a sus familias en una situación límite. Esto, unido a las ganas que teníamos por continuar trabajando, explican que nos planteásemos crear nuestra propia compañía, la cual no hay que entenderla solo como una herramienta con la que seguir cotizando, sino como un motivo para levantarnos cada día con ilusión”.

La experiencia de los tres en el sector del plástico –solo Cordobés supera los 48 años de trayectoria– y la posibilidad de heredar las instalaciones, así como de adquirir el inventario, el inmovilizado y los activos a la firma a la que habían dedicado más de 35 años de su vida fueron algunos de los factores que les animaron a continuar dedicándose a un mercado que, aunque no ofrecía unas perspectivas demasiado positivas, conocían a la perfección. Así, y tras incorporar como cuarto socio del proyecto a Jaime Arche, uno de los cinco empleados con los que contaba la delegación cántabra de Resopal, quien con 34 años ya había demostrado suficiente buen hacer en la anterior etapa como para formar parte de la nueva iniciativa, se inició el proceso de creación de la futura sociedad.

En apenas dos meses, Gucoba, nombre con el que se bautizo a la empresa como resultado del acrónimo de Gutiérrez, Cordobés y Bárcena –segundo apellido de Ismael Ruiz–, estaba ya en funcionamiento, gracias en buena parte a las facilidades otorgadas por la firma recientemente cerrada y por el propio administrador concursal, una colaboración que también se ha dado en el resto de puntos del país en los que la compañía clausurada contaba con trabajadores dispuestos a continuar con la actividad. De hecho, los responsables de Gucoba tan solo han tenido que realizar un cambio de titularidad para conservar los números de teléfono, el contrato del agua, la luz y el gas, así como el imponente local que hasta marzo ocupó Resopal, ubicado en el polígono industrial Miés de San Juan, junto al aeropuerto de Parayas.

Sin embargo, no basta con buenos gestos. Además, un proyecto como el descrito exige de mucho capital, sobre todo teniendo en cuenta que solo los activos, el inventario y el inmovilizado que pretendía heredar la nueva firma habían sido valorados en 60.000 euros por la administración concursal, un abono que estos emprendedores acordaron realizar en tres pagos de 20.000 euros. Para afrontar semejante suma los cuatro socios optaron por capitalizar el paro, un derecho que les permitió reunir los 90.000 euros necesarios para el inicio del proyecto. “Uno de los objetivos que nos marcamos fue que el proceso se desarrollase lo más rápido posible para evitar que los clientes que ya teníamos en Resopal acudiesen a otras firmas por no tener quien les prestase servicio. Es más, ante la ausencia de ayudas económicas y el retraso en el ingreso procedente del desempleo, nos vimos obligados a pedir prestado dinero a familiares y amigos para poder ir arrancando”, asegura Cordobés.

La importancia de los proveedores

Conocedores de las necesidades de sus clientes, así como de las particularidades del sector del plástico, estos emprendedores cántabros
optaron por mantener gran parte de la oferta de Resopal. Así, entre su catálogo de productos se pueden encontrar materiales de todo tipo, como metacrilato, policarbonato, PVC espumado, aluminio o resina de poliéster, por citar algunos, los cuales tienen aplicación en diversos sectores: cubiertas, fachadas, claraboyas, perfilería o pavimentos, para la construcción; planchas, barras y tubos plásticos, para ingenierías; depósitos, basureros, contenedores, jarras, probetas, pulverizadores, cubetas y palés, pensados para la industria, la hostelería y la alimentación; una amplia gama de materiales para embalaje; y todo lo relacionado con la cartelería y la rotulación, o lo que es lo mismo, la comunicación visual –conocido como viscom entre los profesionales del sector–.

Pero, además, la firma, sabedora de sus limitaciones, ha optado por incorporar nuevos servicios con los que competir en la complicada coyuntura actual. De esta forma, según aseguran sus fundadores, Gucoba no se limita a comercializar planchas enteras o medias planchas como su predecesora, sino que trata de dar al cliente exactamente lo que necesita. “Hacemos todo lo que se nos pida, desde urnas de metacrilato para caramelos, hasta vitrinas o marquesinas de autobuses. Y podemos ofrecer las medidas y características que se deseen, ya sea en cortes, pulidos, manipulados o biselados, gracias a la maquinaria que hemos adquirido y a las empresas colaboradoras con las que contamos. Somos conscientes de que no tenemos capacidad para competir en precio con las grandes multinacionales del sector, ni tampoco con los principales distribuidores del mercado español, pero sí podemos ofrecer una atención, un trato y un servicio personalizados y superiores a los de las compañías más poderosas”, considera Cordobés.

Así, Gucoba ha centrado sus esfuerzos en sectores que no eran prioritarios para la anterior firma, como el de la alimentación, en el que Cordobés y sus socios consideran que existe un nicho de mercado muy aprovechable, sobre todo en la industria cárnica y pesquera, en las que los palés, contenedores y revestimientos en distintos materiales juegan un papel fundamental. Estos mercados, unidos al de la hostelería en general y a los particulares que se acercan hasta las instalaciones de la nueva firma en busca de piezas concretas, que en palabras de Cordobés representan prácticamente el 90% de las ventas actuales, deben suplir las facturaciones procedentes de la construcción y el viscom, fundamentales en épocas anteriores. “Hemos perdido aproximadamente el 80% de nuestros clientes profesionales, tanto por el cierre de empresas dedicadas a la rotulación y cartelería, como por la crisis en el ladrillo –lamenta el socio más veterano de Gucoba–. Y, por si fuera poco, algunas de las empresas que aún quedaban optaron por buscarse otros distribuidores debido al deficiente funcionamiento de Resopal en sus últimos meses de vida, en los que los problemas para pagar a los proveedores impidieron a la empresa prestar un servicio como es debido. Por ello, los cuatro hemos acordado que todo lo facturado irá en primer lugar a pagar a nuestros proveedores, y si algún mes no podemos cobrar, no lo hacemos. Somos conscientes de que nos esperan meses de mucho sacrificio y muy pocas satisfacciones, pero no por ello vamos a perder la ilusión de venir a trabajar cada día”.

Actualmente, la compañía cántabra cuenta con sus instalaciones completamente adaptadas y goza ya de suficiente stock como para afrontar cualquier demanda. De hecho, según aseguran estos veteranos emprendedores, la reciente recepción de un importante pedido procedente de una industria de referencia en la región ha contribuido a aportar unas buenas dosis de optimismo en la firma. En cualquier caso, el propio Cordobés reconoce que la actividad a día de hoy es excesivamente baja para, siquiera, cubrir gastos y lograr un pequeño salario para cada uno de los cuatro socios, los cuales, además de ser los únicos administradores de la sociedad, son la totalidad de la actual plantilla. “Al menos sacamos lo suficiente para poder pagar a la administración concursal y a los proveedores, los cuales, inicialmente, exigían el abono de los pedidos antes incluso de enviar el material, algo comprensible, dado el precipitado final de Resopal. Con todo, estamos muy contentos con la decisión tomada y creo que somos un ejemplo para aquellos que por la dichosa crisis puedan verse envueltos en una encrucijada como la nuestra”, apunta.

Con el objetivo de incrementar su alcance, Gucoba ha iniciado recientemente una campaña comercial, y ya cuenta con un completo catálogo que está haciendo llegar a clientes potenciales. Del mismo modo, la compañía cántabra está ultimando los detalles de su web, al tiempo que perfecciona el espacio con el que en breve contará en las distintas redes sociales. “La situación no nos ha pillado por sorpresa, y de momento se están cumpliendo las previsiones que manejábamos antes de poner en marcha el proyecto, con un periodo de adaptación al mercado de entre dos y tres años –afirma Cordobés– A día de hoy, nos conformamos con cubrir gastos, aunque a largo plazo sí que nos hemos marcado algunos objetivos más ambiciosos, como incorporar un par de empleados o añadir a nuestros servicios el transporte de la mercancía, algo que actualmente tenemos que subcontratar. En cualquier caso, no queremos precipitarnos. Preferimos que sea la propia evolución de la empresa la que nos diga en cada momento en qué punto estamos y, sobre todo, hasta dónde podemos llegar”. Y es que, cuando se ha vivido en primera persona el cierre de una compañía que llegó a ser líder en el mercado nacional y se han contraído unos riesgos como los asumidos por estos empresarios, toda precaución es poca.