La resiliencia de las librerías rurales: un refugio cultural en peligro
Entre la competencia de comercios de mayor envergadura y la falta de apoyo institucional, las librerías independientes de Cantabria luchan por sobrevivir en un entorno cada vez más abrupto y desafiante.
Ana Bringas | Octubre 2024
A veces las librerías parecen de otro tiempo, pero ¿lo son? No es extraño que las tiendas de libros más antiguas de grandes urbes europeas estén en las listas de lugares de visita obligada al hacer turismo. Como quien recorre templos religiosos con siglos a sus espaldas, restos de una muralla que una vez protegió una ciudad o el palacio en el que vivió esa dinastía de reyes en su época más dorada. Los turistas acuden a ellas como si fueran reliquias conservadas en museos que recuerdan a periodos pasados, sin embargo su existencia no es anecdótica. Aún quedan librerías independientes, también en Cantabria. No son muchas, ni siquiera alcanzan la treintena –en concreto suman 27 establecimientos y solo 14 de ellos se dedican exclusivamente a la venta de libros– pero están ahí, sobreviviendo y esperando pacientes a que los lectores, ávidos de historias, cultura o conocimientos, se adentren entre sus estanterías.
Que en el entorno rural los obstáculos para desarrollar un negocio son diferentes y, en ocasiones, más duros que los que enfrentan los comercios enclavados en territorio urbano, no es nada nuevo. Tampoco lo es el esfuerzo de las librerías para perdurar. Si ya son pocas las que quedan abiertas en esta región, son menos aún en las poblaciones más pequeñas –y además predominantes en Cantabria–, pero algunas se mantienen, eso sí, en lucha constante y aferradas a líneas de negocio que, en ciertos momentos, poco tienen que ver con la lectura.
Los datos que se desprenden del Mapa de Librerías de España de 2023 elaborado por la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal) no son muy positivos para Cantabria. En la última edición de este informe, la confederación se ha empleado en conocer el papel de los puntos de venta de libros que se localizan en el medio rural. En este sentido, Cegal apunta que los comercios ubicados en municipios de menos de 15.000 habitantes cuentan con una oferta diversificada de productos y servicios para poder mantener el equilibrio comercial y la sostenibilidad económica de sus empresas.
El mapa contabiliza en 2.792 el número de librerías independientes identificadas en España, y Cantabria únicamente contribuye a esta cifra con 28 establecimientos que, según detalla Luis Lisaso como presidente de la Asociación de Libreros en Cantabria, pronto serán 27 por el cierre de un comercio más este 2024.

Eva Amigo, de la Librería Infantil de Unquera, en pleno proceso de liquidación de existencias en los días previos a su cierre. Foto: Nacho Cubero.
El que baja la persiana es el negocio de Eva Amigo: Librería Infantil Unquera, un pequeño establecimiento orientado a inculcar la lectura a los más pequeños que, tras 10 años de actividad, ha cerrado sus puertas este agosto. Con pena, Eva cuenta que a pesar de organizar charlas y cuentacuentos gratuitos, el escaso respaldo institucional y legal a la cultura han causado mella en su negocio. “Hay que adaptarse al medio y no siempre es posible. Hay falta de apoyo real de las instituciones que podrían tomar medidas como favorecer contratos con librerías de cercanía. Ahorrar en cultura, que es algo que tienden a hacer los ayuntamientos, rebaja el nivel de necesidad cultural”, ahonda la librera, quien asegura que durante la última década ha sido “muy feliz” y aunque la librería “podría seguir tirando”, sería “cobrando la mitad del salario mínimo trabajando seis días a la semana sin vacaciones ni fiestas”. A su juicio, la cultura se valora muy poco: “Los niños pasan más tiempo en los bares que en las librerías. Eso a todo el mundo le parece normal”, lamenta. Con todo, Eva espera poder sacar adelante otro proyecto porque, dice, “quienes aprecian nuestro trabajo se convierten en amigos más que en clientes”.
Cae la densidad de librerías cántabras
En base a los números, la densidad de librerías por cada 100.000 habitantes en las diferentes comunidades autónomas españolas coloca a Cantabria en uno de los puestos más bajos del ránking, con un 4,76. Solo Andalucía (4,50), Baleares (4,38) y Castilla la Mancha (4,17) se posicionan por detrás, mientras nuestros vecinos de Castilla y León lideran la lista con 226 librerías que se traducen en 9,48 por cada 100.000 habitantes, es decir, prácticamente el doble que nuestra región. Les siguen Galicia (9,30), La Rioja (8,07) y Asturias (7,95), todos ellos superando por más de 3 puntos a Cantabria.
Las estadísticas dibujan además una clara línea descendente. En 2021, Cantabria contaba con 51 librerías por lo que el dato de establecimientos por cada 100.000 habitantes alcanzaba entonces los 8,7 puntos. Por su parte, regiones como Asturias, Castilla y León, Asturias, Navarra o La Rioja superaban las 10 librerías por cada 100.000 personas en ese año mientras que en 2015 –año del primer informe de Cegal– la máxima densidad la obtuvo Galicia con 15 librerías por cada 100.000 habitantes mientras Cantabria, con 57 comercios, logró un ratio de récord con 9,7.

Luis Lisaso, presidente de la Asociación de Libreros de Cantabria, en su librería de Renedo de Piélagos. Foto: Nacho Cubero.
Volviendo a las circunstancias actuales, en las palabras de Lisaso, que tiene su librería en Renedo de Piélagos, se percibe cierta preocupación, y no es para menos. El panorama es abrumador, sobre todo en el medio rural. Los puntos de venta de libros localizados en municipios de este tipo constituyen una red vital para el fomento de la lectura y la mejora de la calidad de vida de sus residentes, pero sufren grandes ‘hándicaps’ a la hora de operar. El presidente de la Asociación de Libreros en Cantabria señala que, además de vender libros de lectura a particulares, otro de los sustentos de estos negocios son las bibliotecas municipales y la venta de libros de texto. O lo eran, porque esta tarea se ha complicado significativamente en los últimos años como consecuencia de algunas leyes que favorecen a los comercios más grandes.
Los libros de texto y la venta a bibliotecas
“Las bibliotecas funcionan mediante licitación y, por obligación, todas las librerías de España venden al mismo precio, en eso estamos empatadas. Los criterios de la adjudicación premian a los comercios con mayor número de trabajadores, por lo que las librerías de pueblo estamos fuera de juego. No valemos nada, ni para llenar la biblioteca de nuestro mismo municipio”, apostilla Lisaso contundente, a lo que añade que su negocio lo llevan él y su mujer, sin más empleados, por lo que no pueden competir. En este sentido, parecen estar condenadas a vivir únicamente de los lectores particulares, dado que la venta de libros de texto tampoco va mucho mejor.
Hay más de 200 centros educativos en Cantabria y, solo en primaria, el último curso escolar ha registrado 87.675 alumnos. Luis Lisaso apunta que todos ellos antes eran posibles clientes, pero que desde que el Gobierno de Cantabria deja en manos de los directores de los colegios la compra de los libros de texto, se han perdido “miles de compradores»: “Ya no pasan por una librería ni una vez al año. Además, si fuese tarea de la gente, vendrían a los comercios del pueblo, como siempre se ha hecho, pero los directores compran al mejor postor –el precio de los libros de texto sí está liberalizado desde hace años–. Nos quedan nuestros vecinos, aunque ahí competimos con gigantes como Amazon”, declara. La Librería Lisaso cumplirá 50 años en el próximo 2025, pero su propietario duda si llegará a celebrar los 52: “Nos ponen zancadillas”.

Marta Calderón, propietaria de la Librería Sancho Panza, de Cabezón de la Sal. Foto: Nacho Cubero.
En las cifras también se intuye una clara competencia: la de las grandes plataformas que disuelven la cercanía de libreros como Marta Calderón, de la Librería Sancho Panza emplazada en Cabezón de la Sal. Su establecimiento se puso en marcha en 1997 y desde entonces se dedica de manera exclusiva a la venta de libros y papelería. “Nunca hemos combinado nuestra actividad con otras ramas como vender golosinas o revistas”, matiza. “Siempre me ha gustado mucho leer. Estudié Filología Hispánica por Literatura, pero no tenía ganas de dar clases y decidí abrir la librería”, detalla. El suyo es un local amplio, de unos 90 metros cuadrados en dos plantas. “A mi siempre me ha parecido normal, pero todo el que lo conoce nos dice que nunca pensarían que pudiera existir una librería así en Cabezón de la Sal. Teniendo en cuenta el tamaño, podemos competir con cualquier establecimiento de Torrelavega o Santander”, reconoce con orgullo.
De igual manera, coincide con sus colegas de profesión en las dificultades que afrontan: “La liberalización del precio de los libros de texto nos ha complicado el negocio notablemente y venderlos se ha convertido en una lucha encarnizada”, apunta la propietaria de la Librería Sancho Panza, que calcula que con la venta de estos libros ganan menos de un 5%, lo que considera inadmisible: “No hay ningún otro producto en el mercado con el que se obtengan menos beneficios”, asegura.
Le preguntamos a Marta por la clave para mantenerse en el tiempo con estas circunstancias, y no tiene dudas en su respuesta: es gracias a los clientes particulares. “Tenemos suficientes para permitirnos continuar el negocio. Estoy muy contenta con la respuesta de mis clientes, sobre todo con los de la zona de Cabezón y alrededores que nos sustentan a diario, aunque también tengo que agradecer a los que nos visitan en vacaciones. Algunos vienen de Segovia o Guadalajara. Uno de los pilares es tener un buen trato con ellos, asesorarlos, cuidarlos, lo que se merece un cliente de cualquier comercio. También hay que ser cercano, estar informado y conocerlos para tener la capacidad de saber qué les va a gustar y recomendárselo”.

Paz Gil, directora de la Librería Gil, con dos locales en Santander, la mayor de las librerías cántabras. Foto: Nacho Cubero.
Aun compartiendo buena parte de esos problemas, desde el ámbito urbano se aporta una visión diferente, y más optimista, como la de Paz Gil, de la popular librería santanderina del mismo nombre, independiente de las grandes cadenas, como las que funcionan en las zonas rurales, pero con sus locales ubicados en el centro de la capital cántabra. Paz boceta un futuro halagüeño basándose en los modelos de otros países europeos, como Francia o Alemania, y compara las librerías con la radio o el teatro. Ambas disciplinas se vieron amenazadas con la llegada de la televisión y el cine años atrás, pero a día de hoy siguen en pie gracias a los lectores y pese a la digitalización. Estima que seguirá siendo así: “Son mucho más que lugares donde se venden y compran libros, se intercambia conocimiento”. Además, explica que aunque distribuir libros a bibliotecas de carácter municipal es complicado, sí es posible. De hecho, la Biblioteca Central de Cantabria, que depende del Ejecutivo regional, trabaja de esta manera.
Pese a su positividad, la gerente de la Librería Gil tampoco es ajena a los datos, la realidad se impone. También achaca el desplome en el número de librerías al derrumbamiento del mercado de los libros de texto. Paz recuerda que en Francia tanto los colegios como las bibliotecas de cada municipio compran o intentan comprar a la librería del pueblo. “Eso es muy importante, así la biblioteca se enriquece del conocimiento del librero y el librero está siempre al día porque el responsable de la biblioteca quiere lo mejor y lo último. Hay un intercambio que es fundamental. Eso mejora en todos los sentidos el pueblo y su nivel cultural. Colaborar así aquí daría pie a tener muchos puntos de venta en pequeñas localidades”, dice con anhelo.
No cabe duda de que la digitalización juega un papel más que importante en nuestras vidas. Ha cambiado los hábitos de lectura en pueblos y ciudades. Habrá quien no recuerde la última vez que sostuvo un libro en sus manos, no obstante seguro que se ha tomado un rato para ojear sus redes sociales a través de su teléfono móvil o consultar en él las últimas noticias. Aún así, y pese a que el índice de lectores de Cantabria (62,1%) no alcanza siquiera la media nacional (64,1%) según revela el Barómetro de Hábitos de Lectura de 2023 elaborado por la Federación del Gremio de Editores de España (FGEE), los libreros muestran otras preocupaciones a la hora de conservar la vida de sus negocios. La urgencia por frenar la pérdida de tejido cultural y creativo, del que forman parte las librerías en pequeñas poblaciones, obliga a cuestionarse cuál es la fórmula para tal fin, y ellos coinciden en apelar a la necesidad de más apoyo institucional para deshacerse de la larga sombra que proyectan las grandes plataformas o las cadenas con mayor capacidad. En cualquier caso, continúan desempeñando un papel crucial y tremendamente necesario en la promoción de la lectura, el acceso a la cultura y la educación.