Un clúster para ganar la economía azul

Sentar las bases para el aprovechamiento de la actividad económica ligada a los mares es el punto en común de la nueva agrupación de empresas constituida en Cantabria, en la que tienen presencia mayoritaria las industrias ligadas a la construcción naval, pero también empresas de logística y transporte, energía, pesca o investigación. En total, las empresas que han intervenido en la formación del Clúster Marítimo de Cantabria suman una facturación conjunta superior a los 100 millones de euros anuales y cerca de 600 trabajadores. Cifras estimables, pero que todavía están lejos de recoger toda la aportación que realizaría el macrosector marítimo de Cantabria.

Por Jose Ramón Esquiaga @josesquiaga

No es la primera vez que se señala al mar como eje estratégico para el desarrollo económico de Cantabria, pero la constitución del Clúster Marítimo de Cantabria es probablemente el intento más serio de establecer una hoja de ruta para aprovechar las oportunidades ligadas a la conocida como economía azul, con la virtud añadida de dar visibilidad a empresas que trabajan en todos los sectores de la economía y con una gran capacidad para generar sinergias. Promovido por Sodercan y con Astander e industrias ligadas a la construcción naval como impulsoras, la nueva agrupación incluye empresas de logística y transporte, pesqueras, turísticas, dedicadas a la investigación o la energía, dando cuenta de la transversalidad de una materia que tiene un protagonismo central en las políticas de desarrollo económico de la UE.

El nuevo Clúster Marítimo de Cantabria –bautizado como Marca– viene a unirse a los que ya operan en Cantabria en el ámbito de la industria nuclear y en la fabricación de componentes de automoción, pero lo hace desde una perspectiva completamente nueva, debido precisamente a lo heterogéneo de sus componentes. A diferencia de los hasta ahora referentes, el nuevo clúster tiene un elemento integrador –los océanos– ajeno a la propia actividad o al mercado que atienden sus socios, en lo que supone el principal condicionante a salvar para despertar el interés de los socios potenciales. La idea central de todo clúster –una agrupación de empresas que busca fórmulas de colaboración para mejorar la competitividad de todas en conjunto– puede verse puesta en cuestión cuando quienes se sientan a la mesa trabajan en sectores muy distintos, pero lo cierto es que la búsqueda de puntos de encuentro entre quienes operan en todos los órdenes del sector marítimo es un objetivo estratégico de las autoridades europeas, lo que ha llevado a la creación de una amplia nómina de clústeres al que el cántabro es solo el último en incorporarse.

Zona de ensayo de materiales habilitada por el Centro Tecnológico de Componentes en los acantilados del norte de Santander.

La veintena de empresas y organismos que componen la nómina inicial del Clúster Marca suman una facturación conjunta de más de 100 millones de euros anuales y cerca de 600 trabajadores. Son cifras, tanto la del número de empresas como la de su volumen de negocio o plantillas, que admiten alguna matización. Por un lado, no existe todavía una relación de socios como tal, más allá de los fundadores: Astander, Grupo Fernández Jove, Fundación Centro Tecnológico de Componentes, Faed Grupo Industrial y la propia Sodercan sí han formalizado su adscripción al grupo, en tanto que el resto mantienen diferentes grados de implicación en el clúster, al que como mínimo han aportado su visión sobre las actualidad, posibilidades y futuro de la actividad que desarrollan. En relación con las plantillas y las ventas, la puntualización a las cifras tiene que ver con que no toda la actividad de las empresas implicadas en el clúster está relacionada directamente con lo marítimo. La aproximación a la cuantificación de la actividad económica relacionada con el mar y susceptible por tanto de integrarse en el clúster se completaría con una partida más complicada de contabilizar: la que aporten aquellas empresas que pueden sumarse a la agrupación, pero que todavía no lo han hecho.

Primeros pasos

Desarrollada en el salón de actos de Sodercan en el Parque Científico y Tecnológico, la presentación del Clúster Marítimo de Cantabria contó con la presencia de muchas de esas empresas que no han tomado parte en la gestación de la iniciativa, pero que son susceptibles de sumarse a la misma. Con todo, la creación y puesta en marcha del clúster no ha sido de conocimiento general por parte de muchas de las industrias que trabajan en Cantabria para el sector naval, como pudo comprobar esta revista en los días posteriores a la puesta de largo del proyecto. Esto permite aventurar que la relación de socios iniciales es solo un punto de partida, y de hecho en las líneas de actuación que se dieron a conocer tenía especial peso las relacionadas con la comunicación y la promoción del clúster.

Una de las piezas para el sector naval fabricadas por Degima.

Aunque la transversalidad sectorial es la nota más característica de la llamada economía azul, la naturaleza industrial de los principales impulsores del clúster cántabro hace que dentro de él tengan un peso notable –al menos en esta fase inicial– las empresas relacionadas con la construcción naval. En ello tiene que ver también la propia historia industrial de la región, en la que los astilleros han tenido siempre una presencia importante. Pese a que la construcción de buques nuevos no forma parte ya del núcleo de negocio de Astander, las transformaciones y reparaciones que realiza este astillero dan trabajo a una potente industria auxiliar. Buena parte del sector metalúrgico de Cantabria tiene su origen en la actividad para el sector naval, con independencia de que posteriormente hayan diversificado su negocio hacia otros mercados, y sobre todo hacia el mantenimiento y los montajes industriales. La propia dinámica de la construcción naval europea ha llevado tanto a Astander como a la industria auxiliar cántabra que trabaja para este y otros astilleros a una especialización en trabajos de alto valor añadido, precisamente aquellos que la UE quiere favorecer dentro de su estrategia a favor del sector marítimo.

Empresas cántabras de construcción naval han intervenido en la construcción o transformación de buques de prospección sísmica para la industria extractora de petróleo, en barcos de servicio a las plataformas petrolíferas o en barcos factoría para la pesca. En Cantabria se han desarrollado también metodologías de fabricación de buques con alto grado de automatización y control, o se han diseñado y construido ferrys de transporte para aguas interiores dotados de tecnología exclusiva, bien por su sistema de propulsión mediante energías renovables o bien por contar con la posibilidad de reducir su calado en función de los fondos en los que opere.

Esta adaptación de la oferta a aquellos mercados que demandan productos de alto valor añadido es una de las fortalezas que se identifican en el análisis realizado a partir de las aportaciones de las empresas que han dado forma inicial al clúster. Otras tienen que ver con la existencia de infraestructuras como las que aporta el Instituto de Hidráulica (IH) de Cantabria con su tanque de ensayos, la aportación de la escuela de marina civil de la  Universidad de Cantabria o la labor que desarrolla la Fundación Centro Tecnológico de Componentes en tareas de I+D+i, con el ensayo y desarrollo de materiales específicamente dirigidos hacia el sector marítimo, entendido este en el más amplio sentido.

La UE se ha planteado el objetivo de doblar la aportación que el macrosector marítimo hace a la economía europea: del 9 por ciento actual al 20 por ciento, con el horizonte de 2030 como referencia. En sus proyecciones son los sectores del transporte, la construcción naval y, sobre todo, la energía quienes tendrían la condición de motores para alcanzar el crecimiento estimado. El sector productivo de Cantabria tiene presencia en todos esos campos, y también algunas experiencias previas de colaboración que pueden ser un antecedente para la agrupación de empresas que acaba de presentarse. Pero también hay algunas debilidades que se identifican en el análisis presentado al mismo tiempo que el clúster, y algunas no son de fácil solución, como las relacionadas con las infraestructuras –el recurrente problema de las comunicaciones, sobre todo ferroviarias, pero también la capacidad de los muelles portuarios– o la vecindad de las empresas con núcleos de población. Otras, como la falta de unión previa del tejido empresarial, pueden ser más sencillas de resolver. Que se haya dado forma, por incipiente que sea, al clúster marítimo, es buena prueba de ello.