Vivir dando la nota
A pesar de que la industria discográfica española ha experimentado una contracción del 80% en los últimos 12 años, aún existen artistas aficionados que sueñan con poder vivir algún día de sus producciones. Si bien la revolución tecnológica ha permitido reducir los costes a los que debe hacer frente una banda para dar a conocer su trabajo, la elevada atomización existente y la difícil rentabilización de las inversiones, hacen que subsistir en este sector sea una utopía solo al alcance de unos pocos.
Texto de Jesús García-Bermejo Hidalgo @chusgbh Publicado en abril de 2014
De acuerdo a un informe publicado por Promusicae (Productores de Música de España), la venta de música en España descendió un 15% en 2013, en el que es ya el duodécimo año consecutivo de retroceso en este aspecto. Y lo más preocupante es que, mientras otros países como Italia, Francia o Alemania han logrado volver a la senda del crecimiento tras 10 ejercicios de pérdidas, en nuestra nación no solo no hay signos de mejoría, sino que el desplome es cada vez mayor, como demuestra que en 2012 la caída fuese de apenas un 5%. De hecho, con los 119,8 millones de euros que el pasado año se gastaron los españoles en la compra de música, la contracción que la industria discográfica ha experimentado en los últimos 12 años supera ya el 80%.
Como no podría ser de otra manera, la venta en soportes físicos ha seguido con la trayectoria descendente de los últimos años hasta los 71,7 millones de euros de 2013, cifra que supone un desplome del 22,8% con respecto al ejercicio inmediatamente anterior, cuando se facturaron 92,8 millones de euros. Así, el formato mayoritario, el CD, vio caer sus ventas un 16,6% con 9,5 millones de unidades, y solo el vinilo, con un tímido repunte del 3,7%, logró mejorar sus resultados.
Podría parecer que, en un entorno cada vez más tecnológico, las buenas noticias con respecto a la industria musical española tendrían que llegar de la mano del mercado digital, pero no es así. De hecho, según los datos publicados por Promusicae, se redujo un 0,35% –48,1 millones de euros–, y solo el streaming por suscripción, que generó un desembolso de 20,3 millones, un 9,4% más que en 2012, se salvó de la quema. De hecho, el streaming financiado por publicidad –las modalidades gratuitas de servicios como Spotify, Deezer, Youtube o Vevo– cayó 4 puntos, las descargas de álbumes o canciones disminuyeron un 9,5% y los tonos y demás productos para móviles vieron empeorar sus resultados en un 17,8%.
En cuanto a los factores que explican esta caída, los expertos, sin obviar la evidente influencia que la propia crisis económica ha podido ejercer, no dudan en señalar a la carga impositiva que ha de soportar el sector, actualmente del 21%, como una de las grandes culpables. Además, la vertiginosa revolución tecnológica que venimos experimentando en los últimos años, con el incremento de la piratería que implica, así como la importante reducción de los conciertos subvencionados por las administraciones parecen tener mucho que ver.
En cualquier caso, y a pesar de las cifras, son muchos los que se animan a componer, interpretar y comercializar su propios temas. De hecho, el abaratamiento del proceso de producción y grabación debido a la proliferación de herramientas tecnológicas accesibles y las numerosas posibilidades de distribución y promoción gracias a las redes sociales y a las plataformas a las que es posible subir canciones o discos, hacen que cada vez surjan más pequeños grupos cuyos miembros sueñan con poder vivir algún día de la música. La duda es, tal y como está la industria a día de hoy, ¿es eso posible?

Manuel Quintanal, Nano Teja, José María Quintanal y Miguel Gómez, componentes de Los Clientes de la Noche.
Empezar de cero
En 2010 cuatro jóvenes cántabros, Nano Teja, Miguel Gómez y los hermanos Manuel y José María Quintanal, amigos desde que eran niños, se animaron formar su propio grupo, Los Clientes de la Noche. Iniciaban así una carrera de fondo repleta de obstáculos que muchos como ellos se han atrevido a emprender, pero que solo unos pocos han logrado culminar. De hecho, hasta 2012 no publicaron su primer disco, Caer de pie, y no solo por el proceso creativo que implica sacar adelante un LP de 10 temas, sino porque, antes de nada, debían lograr la financiación necesaria para cubrir los costes que un trabajo como este exige. Cuatro años después, se encuentran en plena gira de presentación de su segundo álbum, Líneas, círculos y remolinos, y, a pesar de contar con una agenda repleta de bolos por todo el país, aseguran que, a día de hoy, lejos de haber obtenido beneficios, apenas han logrado cubrir gastos.
En un primer momento, optaron por crear algunos temas con los que empezar a ofrecer conciertos, y fue la grabación de esos directos lo que les funcionó como maqueta para mostrar su trabajo y lograr cerrar así nuevas actuaciones. “En la actualidad, lo más habitual para los grupos que empiezan es grabar un EP, que es un disco con tres o cuatro canciones, pero nosotros optamos por un LP, que suele tener entre 10 y 12 temas –cuenta Nano Teja, vocalista de Los Clientes de la Noche–. Con eso o con una maqueta, que hoy en día con las tecnologías que existen puede ser de mucha calidad sin necesitar de un desembolso demasiado elevado, te vas dejando oír, ya sea a través de plataformas en las que cuelgas ese trabajo o mediante actuaciones. Y así, poco a poco, empiezas a lograr ingresos con los que hacer frente los numerosos costes”.
En buena lógica, la primera inversión que ha de afrontar todo grupo de música es la de sus instrumentos, incluyendo no solo guitarras, bajos o baterías, sino también amplificadores, equipo de voces y de mezclas, adquisiciones que en el caso de los cántabros rondaron los 15.000 euros.
Del mismo modo, para los desplazamientos, el alquiler de una furgoneta con la que viajar y transportar todo el material, el cual suele ascender a unos 80 euros al día, y el coste del alojamiento son prácticamente inevitables. “En estos casos, conocer a alguien que te preste un vehículo en el que quepan todos los instrumentos o que te pueda hacer un hueco en su casa supone un ahorro muy importante. Nosotros, si no tenemos donde dormir, nada más acabar la actuación recogemos los bártulos y nos ponemos en marcha. Eso implica volver conduciendo toda la madrugada, pero merece la pena, porque los tiempos en los que los locales donde tocabas te pagaban el alojamiento pasaron a mejor vida”, afirma el vocalista de Los Clientes de la Noche.
Y es que, atendiendo a los ingresos que un grupo modesto puede lograr con una actuación en directo, reducir al máximo los gastos se antoja fundamental. En este sentido, según aseguran los miembros del conjunto cántabro, a día de hoy es muy complicado que una sala contrate una actuación previo pago, algo más propio de los festivales o reservado a grandes artistas, por lo que el esquema habitual suele implicar un acuerdo entre las partes. De esta forma, o bien es el propio grupo el que paga al establecimiento por dar un concierto –la cifra puede oscilar entre los 100 y los 500 euros–, en cuyo caso lo obtenido mediante la venta de entradas iría a los bolsillos de la banda y para el local lo facturado en barra, o la sala cede su espacio de forma gratuita con un reparto idéntico al anterior esquema. “Si el concierto funciona, ganan ambas partes, y, si la cosa va mal, las dos salen perjudicadas, aunque el artista es siempre quien más arriesga –considera Nano Teja–. De cualquier forma, a este nivel, por muy bien que salga la taquilla, tampoco puede decirse que hablemos de un gran negocio. Es más, en muchos bolos hemos perdido dinero”.
El disco
A día de hoy, los pequeños grupos obtienen mayor rendimiento con actuaciones en directo que con la venta de discos, sin embargo contar con un trabajo con un mínimo de calidad, ya sea un EP o un LP, es casi imprescindible para ser contratado.
Normalmente, una vez que el artista tiene todos los temas listos, el proceso se inicia con la grabación de ellos en un estudio, el cual cobra un importe por hora de alquiler, por lo que, según aseguran los miembros de la banda cántabra, trabajar previamente las canciones puede servir para lograr un buen ahorro. A continuación, se realiza la mezcla y, finalmente, la masterización, fases para las que se puede acudir a compañías especializadas o a empresas que abarquen todo el proceso, el cual, en conjunto, para un trabajo de 10 ó 12 temas puede suponer, en palabras del propio Teja, una inversión desde 3.000 euros en adelante. Con esto se obtiene lo que en el mundillo se conoce como máster, que es la grabación sonora original de la que se hacen las copias editadas, aunque antes el artista debe decidir si su apuesta pasa por el mercado digital, el físico o por ambos.
En este aspecto es importante tener en cuenta que, actualmente, según la experiencia del grupo cántabro, cada copia de un CD de 12 pistas puede tener un coste de entre 1 y 1,15 euros, aunque los artistas deben considerar la escalabilidad en los precios y, por supuesto, ser realistas en cuanto al número de ejemplares que confían vender. “Dependiendo de las tarifas de la compañía en cuestión, 300 copias pueden salir a un precio parecido a 100, y lo recomendable es buscar la máxima rentabilidad por unidad, aunque te arriesgues a no vender algunos ejemplares. En nuestro caso, del primer disco publicamos 1.000 copias, de las que vendimos unas 800 a 10 euros la unidad, y de este segundo hemos optado por sacar 500. Si se agotan, con el dinero obtenido podremos asumir el coste de las 500 siguientes”, asegura Teja.
Así mismo, optar por el formato físico implica numerosos costes añadidos en todo lo que tiene que ver con la distribución. Por un lado, en el momento que se apuesta por el CD es necesario acudir a una empresa que se encargue de editar el disco, que sería la responsable de todos los pasos que otorgan al artista el amparo legal necesario, incluyendo código de barras, logo, depósito legal y pago a las SGAE (Sociedad General de Autores Españoles). Este trabajo suele recaer en el sello discográfico, que puede ser sello editor, es decir, encargarse exclusivamente de las gestiones que van desde la grabación del disco hasta la salida de los ejemplares de fábrica, o, también, distribuidor, cuya labor incluiría la puesta a la venta en los distintos establecimientos –aunque existen multitud de firmas especializadas exclusivamente en la promoción y la comercialización–.
En este aspecto influyen las ambiciones del propio grupo o artista sobre los puntos en los que quiere que su trabajo esté disponible. Así, si el objetivo es llegar al pequeño comercio local o el establecimiento especializado, puede ser el propio grupo el que se encargue directamente de distribuir, aunque, si la intención es contar con un espacio en grandes cadenas como El Corte Inglés o FNAC, acudir a profesionales se antoja fundamental. “El primer disco lo sacamos con un sello de Madrid y el segundo con uno de Cantabria, aunque la distribución no la hacemos con nadie, dado que un grupo como el nuestro apenas va a dar salida a 50 ejemplares en un establecimiento físico –calcula Teja–. La mayoría de nuestras ventas tienen lugar después de los conciertos, y ahora vamos a poner en marcha una tienda ‘on line’. Además, estamos presentes en la única tienda especializada que queda en Santander, y no creemos que en una gran superficie nos fuese excesivamente bien”.
Así, de acuerdo a las cifras que manejan Los Clientes de la Noche, si cada CD supone un coste de aproximadamente 1 euro, cifra a la que hay que sumar los 50 céntimos a abonar a la SGAE por copia, el sello discográfico se lleva entre el 15 y el 20%, porcentaje similar al que podría ir a parar al distribuidor, y el establecimiento en el que se comercializa el disco se queda entre el 30 y el 40% de la venta, se obtiene que de cada disco el artista o grupo apenas percibe el 20% del precio final.
De cualquier manera, el músico siempre tiene la opción de gestionar por su cuenta todos los aspectos y abarcar la totalidad del proceso, una labor compleja que ya en su día Vetusta Morla, grupo de referencia en nuestro país, demostró que era posible.
En el caso de la banda encabezada por Nano Teja, los dos discos publicados han supuesto unos 12.000 euros de inversión, sin olvidar los 1.700 correspondientes a las copias en CD de ambos trabajos, importes que, aún a día de hoy tratan de recuperar a través de ventas y, sobre todo, actuaciones en directo. “Estamos cerca del punto de equilibrio, aunque, una vez lo alcancemos, tendremos que continuar con los bolos para pagar el siguiente disco”, apunta el vocalista.
Mercado digital
La evolución de las tecnologías ha abierto un abanico infinito de posibilidades para que los artistas modestos puedan dar a conocer sus trabajos y, actualmente, quien quiera tener visibilidad en este sector puede renunciar a publicar en formato físico, pero nunca a estar en Internet. Este nuevo esquema, en el que la venta tradicional de discos ha caído en picado, ha provocado que las grandes discográficas hayan tenido que reinventarse. Así, mientras que antes se encargaban de absolutamente todo el proceso –grabación, distribución y promoción–, labor que continúan realizando para artistas y grupos cuyas cifras de ventas incluyen varios dígitos, hoy se centran en la gestión de las actuaciones de sus representados, trabajo que realizan a cambio de un porcentaje sobre la recaudación que oscila entre el 15 y el 20%.
Y es que, en un contexto en el que el mercado digital supera por primera vez en España el 40% del volumen total de la industria, frente al 34,2% que suponía en 2012, plataformas como Spotify, Itunes, Shazam o Youtube, por citar algunas de las más conocidas, resultan imprescindibles. De hecho, en los últimos tiempos parece estar extendiéndose en el sector el uso de Bandcamp, página web que ofrece a las bandas jóvenes múltiples opciones para subir su material y promocionarse y cuya principal novedad radica en la capacidad que tiene el propio grupo para establecer un precio por descarga o reproducción. Incluso, si el artista lo desea, existe la opción de que el usuario pague lo que considere oportuno por cada canción o disco.
Una de las apuestas más habituales suele ser Itunes, la tienda de contenidos multimedia desarrollada por Apple, a la cual los grupos modestos pueden subir sus trabajos, previo pago, y obtener aproximadamente el 70% del importe que genere la descarga de sus temas. La otra plataforma estrella en el sector es, sin lugar a dudas, Spotify, que es solo para la reproducción de música vía streaming, obteniendo su financiación a través de publicidad y de la suscripción premium de algunos usuarios –también existe versión gratuita–. En este caso, teniendo en cuenta la cuota de mercado que cada grupo tiene en el servicio, que resulta de dividir el número de reproducciones de cada artista entre el total de las de Spotify, el propietario de los derechos del tema percibe un porcentaje de la cuantía total, una ecuación compleja en la que entran numerosos factores y que deja cifras ridículas a las bandas. De hecho, no son pocos los profesionales del sector que han vertido críticas al sistema de pagos de la plataforma o que incluso han retirado sus trabajos de ella. Para hacerse una idea, basta con decir que Los Clientes de la Noche obtienen 0,00153 euros por escucha, frente a la inversión de 40 euros que tuvieron que asumir para que una empresa especializada situase sus trabajos en la propia Spotify, Itunes y Shazam.
Del mismo modo, no hay que olvidar el importante rol comercial que la red de redes juega para promoción y difusión de los artistas modestos, ya sea a través de páginas web propias, redes sociales o blogs. De hecho, la tradicional industria de los carteles, muy utilizada años atrás para anunciar conciertos o giras, ha pasado a tener una presencia prácticamente residual, y solo las grandes producciones y artistas continúan apostando por ella.

Marcos Casal, a la izquierda, y Raúl Delgado, en un concierto de La Sonrisa de Julia
Cambio de concepto
Marcos Casal, vocalista, guitarrista y compositor de La Sonrisa de Julia, es el ejemplo perfecto de que vivir de la música es posible, no en vano, en 11 años de trayectoria su grupo ha publicado cinco discos, dos de ellos con Warner Music y otros dos con Universal Music, lo que le ha valido para situarse como uno de las bandas cántabras de referencia en el panorama nacional. Pero, además de sacar adelante sus trabajos, Casal ha comenzado a realizar labores de producción para otros artistas, entre los que se encuentran, sin ir más lejos, Los Clientes de la Noche. “Ya habíamos colaborado con ellos anteriormente, y sabía de las dificultades que habían tenido con su primer disco, por lo que me ofrecí, junto con Mario de Inocencio, que se encargó de la parte técnica, a echarles una mano en temas relacionados con la composición de las canciones, el proceso de grabación y la mezcla. Y, por lo que me han dicho, están muy contentos con el resultado final”, cuenta.
Actualmente, Casal se encuentra inmerso en plena gira de despedida de la Sonrisa de Julia con Raúl Delgado, el otro integrante del grupo a día de hoy, y su siguiente objetivo es sacar adelante varios trabajos en solitario, alguno de los cuales asegura tener ya listo. Así, este cántabro se enfrenta de nuevo al reto de poder vivir de la música, aunque esta vez, en lugar de hacerlo como autónomo, figura por la que había apostado para sus anteriores discos, no descarta crear un sello discográfico propio, el cual estaría al servicio de sus producciones y a las de otros artistas.
Conocedor de la realidad económica y empresarial de la industria tanto en el pasado como en la actualidad, Casal no solo considera que es posible vivir de la música, sino que cree que lograrlo en la actualidad es mucho más sencillo que hace 10 años. “Hoy, para dar a conocer tu música tienes multitud de posibilidades y canales, mientras que antes solo existía la opción de la discográfica, con la que, en el mejor de los casos, te llegaba un 10% de lo generado. Con la evolución de las tecnologías, si quieres grabar varios temas no necesitas acudir a un estudio, y puedes hacerlo tú mismo, y con los videoclips, sin ser tener excesivos conocimientos técnicos, ocurre exactamente lo mismo. La promoción se puede realizar mediante redes sociales e Internet, y plataformas como Itunes o Spotify abaratan el proceso de distribución. Al final, hay una máxima que no ha cambiado en absoluto: la necesidad de dar con un producto calidad, diferenciador y que mueva a un buen número de público. Si tienes eso, puedes lograr triunfar en este mundillo, pero si no, lo mejor es que te lo tomes solo como una afición, porque la multiplicación del número de grupos y artistas que ha traído consigo la revolución del sector está provocando que el usuario sea cada vez más selectivo con la música que consume”.
En opinión del aún hoy vocalista de La Sonrisa de Julia, el cambio en la industria española se produce en 2008 con la publicación del primer disco de Vetusta Morla, Un día en el mundo, el primero que, a pesar de ser producido y distribuido en su totalidad por una banda, logra competir con los grupos que llegan al gran público. Este hito supuso el inicio de un nuevo panorama en la música española por el que las discográficas dejaban de ser una herramienta imprescindible para pasar a convertirse en una opción más. Sin embargo, seis años después, el sector vive uno de sus peores momentos de la historia, y no solo las empresas que durante décadas crecieron al calor un proceso para el que resultaban fundamentales lo sufren, sino también los propios artistas. “No tiene sentido culpar a la piratería, la crisis o pintar a las discográficas como las malas de la película –considera Casal–. En España el problema principal radica en la concepción cultural que existe de que se puede disfrutar de música profesional gratis, y eso es muy difícil de cambiar. Durante años, los conciertos en este país han estado subvencionados por ayuntamientos y gobiernos, y los artistas y grupos que se contrataban eran de caché, es decir, los más escuchados en las radios y los que movían grandes masas, los cuales cobraban cantidades fijas y normalmente muy elevadas, independientemente de la gente que acudiese a escucharles. La coyuntura que nos ha tocado vivir ha provocado que ese modelo haya pasado a mejor vida. Ya no cabe una industria subsidiaria del Estado, y hoy los grupos solo valen las entradas que venden. Eso es avanzar hacia un auténtico mercado, un proceso del que, por ahora, solo se están sentando las bases, pero que dará lugar a un sector maduro en el que los directos serán la principal manera de llegar a tu público, que es quien se descargará tus canciones y comprará tus discos. No hay más que fijarse en países como Estados Unidos o Inglaterra, que suman años luchando contra la piratería y que también han sido golpeados por la crisis, pero cuyas industrias musicales han logrado volver a la senda del crecimiento tras años de pérdidas”.