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Fernando Rodríguez Puertas, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Cantabria:“Que la industria llegue al 25% del PIB regional es todo un reto, pero es posible”

Afincado en Cantabria desde su etapa universitaria, el nuevo decano del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales se ha marcado el reto de modernizar la institución y de dar la vuelta a la tendencia descendente de colegiados. Fernando Rodríguez Puertas sostiene que la región cuenta con el conocimiento, las personas y una sociedad que valora la industria; que sin innovación no hay futuro, y que la energía en su sentido más amplio y la industria 4.0 son los sectores con mayores salidas laborales para su profesión. Considera que cada vez es más posible que por fin exista una política industrial seria y estima que Cantabria debe saber venderse mejor para captar más inversiones.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Marzo 2024

Pregunta.– La presidenta de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga, aseguró al poco de tomar posesión de su cargo que uno de sus objetivos de cara a esta legislatura es elevar el peso de la industria hasta el 25% del PIB regional. ¿Lo considera viable?
Respuesta.– Que se haya realizado ya esa declaración de intereses es para felicitarse. Porque quiere decir que existe una preocupación real. La industria en Cantabria representa en torno al 20% del PIB y subir cinco puntos es, desde luego, todo un reto. ¿Posible? Totalmente, pero es un reto. Hace falta que empuje el gobierno y también toda la sociedad porque es un trabajo de todos. Lo que sí le puedo decir es que el Colegio colaborará con el Ejecutivo cántabro y con cualquier otra Administración que se empeñe en esta tarea.

P.– Pese a ello, no son pocas las voces que consideran que en Cantabria falta una política industrial seria. Usted, ¿qué opina?
R.– Si no hay política seria educativa, que es algo fundamental para un país, es difícil que las políticas industriales existan, tanto a nivel nacional como regional. Hay impulsos y hay planes parciales que, gracias a ellos, se sigue avanzando por sectores, pero realmente una política industrial continuista que vaya más allá del gobierno de turno no la hay ni la ha habido. Y es difícil que la haya. Dicho esto, creo que cada vez es más posible. Hubo un momento, en los años 80 y 90, de reconversión industrial salvaje que dejó un gran vacío en algunas zonas industriales. Lo veo en Ferrol, de donde provengo, que no ha avanzado casi nada en estos cuarenta años. Cuando la industria no se recupera y no hay algo que la sustituya, se crea un vacío económico y social muy grande. Creo que la Unión Europea se ha ido dando cuenta de esto y de ahí que en la década de 2010 apostara por ese objetivo de que la industria alcanzara como mínimo el 20% del PIB en todos los países. Los gobiernos lo ven cada más alcanzable. Y es mejor hacerlo tarde que nunca.

P.– Qué tecnología o sector diría que está llamado a liderar el desarrollo del sector industrial en Cantabria los próximos años?
R.– Por suerte tenemos varios que podrían hacerlo. Cantabria industrialmente está en ese 20% y solo hay otras cuatro o cinco regiones que estén en ese porcentaje. Tenemos un sector de la automoción muy potente, que suministra a todos los niveles a los fabricantes de automóviles; tenemos también un sector químico muy potente, liderado por Solvay y empresas como Armando Álvarez que son líderes en Europa en sus productos. También contamos con un sector agroalimentario que ha desarrollado una industria de enorme calidad y con un sector relacionado con la industria de las telecomunicaciones, que nació de la Universidad de Cantabria allá por los años 90, y que hoy en día cuenta con empresas de telecomunicaciones y de ciencias de la comunicación muy potentes. No veo, por tanto, un sector claro y prioritario. Cualquiera de estos que he citado puede liderarlo. Tenemos el conocimiento, las personas capaces y una sociedad que valora la industria. Por eso, creo que podría desarrollarse cualquier sector.

P.– Hace unas semanas se conoció que Cantabria contará en Torrelavega con una las de las mayores plantas de hidrógeno de España, un proyecto que sus promotores confían sirva para avanzar en la descarbonización de la economía y dar un nuevo impulso a la comarca del Besaya. ¿Cuál es su valoración?
R.– Pude asistir a la presentación de este proyecto y una de las cosas que más me gustó fue el ver que todos los intervinientes lo apoyaban, lo que es bastante difícil de conseguir porque en estos casos, en general, siempre suele haber detractores. Esto, de entrada, ya es un punto de partida magnífico. Por suerte, este proyecto está encuadrado dentro de la política europea de descarbonización. Se podría hablar mucho sobre si esta política es adecuada, sobre los tiempos o las formas, pero lo que es evidente es que la UE va a destinar mucho dinero para cumplir con este objetivo. Producir hidrógeno verde, que no es otra cosa que producir hidrógeno a partir de energía eléctrica que no genere CO2 u otro tipo de emisiones, puede ser un auténtico revulsivo. Máxime si se instala donde se instala, en una comarca que ha sido duramente castigada por la pérdida de industria. Creo que es un proyecto muy ilusionante, pero en el que hay que remar y empujar mucho para que salga adelante. Creo que se trata de un proyecto enfocado más hacia la exportación. Harían falta varias ‘Cantabrias’ para consumir todo el hidrógeno que se quiere producir. La base energética lo es todo. Sin la energía adecuada no hay nada. No hay industria, no hay sociedad, no hay desarrollo.

 

Fernando Rodríguez Puertas, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Cantabria. Foto: Nacho Cubero

P.– Las ayudas Next-Generation no han llegado al sector industrial, especialmente a las pymes, con el ritmo y la intensidad deseada. ¿Verdad o mentira?
R.– Bueno, es un tema que no he seguido especialmente, por lo que no me atrevería a dar un juicio de valor muy contundente. Todas las ayudas, al fin y al cabo, tienen un componente burocrático, de seguridad en la tramitación, que es enemigo de los tiempos, de la rapidez en ejecutarlas. Me consta que las ayudas existen y que llegan, pero siempre resulta más fácil dotarlo presupuestariamente que después ejecutarlo. El otro día me preguntaban qué que hacía falta para que lleguen industrias a Cantabria. A mi juicio, lo que hace falta para que lleguen y que las que hay se desarrollen es apoyo por parte del Gobierno y del entorno en el que se quieran instalar; hace falta suelo industrial, y después hace falta una Administración que facilite burocráticamente la instalación de esos proyectos. A los empresarios se les abren ventanas de oportunidad y buscan el mejor lugar para invertir el dinero. Si los obstáculos que encuentran son muy grandes, esos proyectos se van a otro sitio. La reducción burocrática es fundamental. Y dentro del margen discrecional que te permite la ley, Cantabria ha legislado y desarrollado demasiado la norma. Creo que hay mucho margen de mejora. Me consta que uno de los ejes del Gobierno cántabro en esta legislatura es la reducción de las cargas administrativas. Ya no solo en industria. Ojo, no hablo de la liberalización salvaje de nada, que eso no le gusta a nadie. Pero entre esto y una burocracia inacabable hay muchos términos medios muy adecuados. Y los ayuntamientos, en este tema, también tienen mucho que decir.

P.– La mayor amenaza percibida por el sector industrial a nivel nacional, por encima incluso de la inflación o la crisis de las materias primas, es la incertidumbre generada por las actuales tensiones geopolíticas. ¿Lo cree usted también así?
R.– Desde luego. Cuando vivimos nuestro día a día, solo vemos nuestro entorno laboral. Pero la maquinaria industrial logística es hoy a nivel mundial. Todos recordamos cuando un barco se atascó en el canal de Suez en 2021 y supuso una crisis en la industria del automóvil que todavía hoy la estamos pagando en los precios. Los efectos colaterales de la guerra de Israel en Gaza ya se están empezando a notar. Y casi nos hemos olvidado de que la energía eléctrica en Europa ha llegado a estar a precios diez veces superiores a los de 2020, lo que era totalmente inasumible. Es algo que tenemos que ver. Porque hoy en día deslocalizarse es algo muy fácil de hacer.

P.– Algunos estudios apuntan a que España necesitará 200.000 ingenieros más en diez años en una profesión marcada por la fuga de talento. ¿La culpa es de los bajos salarios o hay otros condicionantes?
R.– Los ingenieros, cuando ya se nos olvida el sufrimiento de la carrera, nos damos cuenta de que lo que te enseñan es a intentar resolver problemas y a buscar la solución más eficiente. Eso es exportable a cualquier sector. Siempre hemos siendo bastante polivalentes y tocamos muchos palos. Pero cada vez eso se va abriendo más y más. Hoy puedes encontrar ingenieros industriales en el Cuerpo de Inspectores de Hacienda, en el sector de la banca, los seguros, la logística, en grandes cadenas hoteleras… Como al final se trata de resolver problemas, y tenemos un perfil que se adapta bien a cualquier actividad, eso nos hace valer y que podamos trabajar en otros sectores. De ahí la falta de ingenieros en la industria. Pero no creo que los salarios en el sector industrial sean bajos en comparación con los del sector servicios o lo del sector primario, aunque sí lo son con relación a Europa. Lo que sí hay es grandes diferencias entre comunidades autónomas. Por ejemplo, el convenio colectivo del País Vasco en comparación con los del resto de España es tremenda. Hoy los mayores enemigos para la profesión son los que se van fuera. Es muy sencillo irse. Porque el problema del idioma ya no es, afortunadamente, una barrera. Después, cuando sales, también es verdad que te das cuenta de que tampoco es para tanto y de que en todas partes cuecen habas. Con el tiempo, todo el mundo desea regresar a España. Pero vamos mejorando el nivel de la industria española, que ya es muy alto. No somos el segundo productor europeo de automóviles por casualidad.

P.– En España existen en la actualidad alrededor de 60 ingenierías diferentes, cada una especializada en un ámbito. Tantas titulaciones llevan a muchos a no distinguir unos titulados de otros y a englobar dentro del mismo término de ingeniero a profesiones muy distintas, algunas de las cuales aún no tienen ni siquiera bien definidas las competencias que les corresponden. ¿Le preocupa esta situación?
P.– Sí, totalmente. En España, antes de Bolonia, había siete familias de ingenieros muy marcadas: agrónomos forestales, de minas, caminos, industriales, telecomunicaciones, navales y aeronáuticos. A partir de Bolonia, los que tienen la capacidad de crear las titulaciones son las universidades que, quizá intentado crear esas especialización que demandan los empresarios, fueron creando nuevos títulos. Hoy día, personas que hace veinte años serían ingenieros industriales tienen ahora 15 o 16 titulaciones en ese mismo ámbito. Esta diversificación lo que está generando es un problema en los colegios que, en general, ven descender su número de colegiados. ¿Por qué? Porque, como digo, se van creando otras ingenierías, que son por completo del ámbito industrial y que hace dos décadas estarían englobadas sin ninguna duda en este colegio. Lo que han hecho es cambiarles el nombre. Ante esta nueva realidad, es evidente que los colegios tenemos que hacer algo. ¿El qué? Desde luego cambiar porque cuando los tiempos avanzan y tú no te mueves, te suelen pasar por encima. Los colegios somos instituciones de derecho público que estamos obligados a defender la profesión. Nuestra profesión tiene unos decretos de atribuciones que muchísimas de estas otras ingenierías no tienen. De hecho, en algunas de ellas aparecen las primeras promociones y luego desaparecen, quedándose esos titulados en el limbo. La opinión mayoritaria del Consejo General no es abrir la mano a que cualquiera pueda ser ingeniero industrial, pero sí la de analizar el problema y ver qué se puede hacer. Y en eso estamos.

P.– El Gobierno de España aprobó a finales de 2023 un proyecto de ley para lograr la representación paritaria en los órganos de decisión tanto en el sector público como en el privado. La norma, que afecta también a los colegios profesionales, establece que cada uno de los sexos suponga, como mínimo, un 40 por ciento y da de plazo para cumplir con esta regla hasta junio de 2026.  En su caso, ¿cumplir con esta proporción pasa, obligatoriamente, por aumentar también el número de ingenieras, que apenas llega al 20%?
R.– Sí, desde luego lo es. Cuando yo estudié la carrera en mi promoción solo había dos o tres chicas. Por suerte cada vez son más. Hoy la media de mujeres matriculadas en alguna ingeniería representa en torno al 30 por ciento del total. En nuestro colegio, el porcentaje de colegiadas es hoy de prácticamente el 10%, pero en la Junta Directiva este porcentaje se eleva hasta el 27%. Son, además, mujeres de perfiles muy diferentes y líderes en sus áreas. Creo que en el colegio será muy fácil llegar a ese 40%. Aunque habría que preguntarles a ellas por qué no les resulta atractivo “estudiar ingeniería, creo que el crecimiento de nuevas tituladas es imparable.

El decano de los ingenieros industriales de Cantabria, en el centro acompañado del resto de miembros de la junta directiva del colegio: Manuel Hierro Fernández, Cristina Lanuza Rodríguez, Yolanda Lechuga Solaegui, Fernando Mantilla Peñalba, Jesús Pascual García, José Antonio Muñoz, Rafael Rodríguez Fernández, Rafael Canales Celada, Alejandro Pereda Jiménez y Beatriz Sancristóbal Marcano.

P.– Lo apuntaba usted antes: el perfil profesional del ingeniero industrial es altamente multidisciplinar. ¿Considera que esta versatilidad constituye una fortaleza o un riesgo en un mercado laboral cada vez más especializado?
R.– Creo que es un valor. Lo que demuestra es que puedes dedicarte a cualquier sector, pero que luego te tienes que especializar. Es decir, te da la oportunidad de abarcar un abanico muy amplio de oportunidades de trabajo, pero es indudable que la especialización es necesaria, y cada vez más. Lo que ocurre es que el marketing no es lo nuestro. No nos sabemos vender.

P.– A su juicio, ¿cuál es la actividad o el sector productivo que a corto plazo cuenta con mayores salidas para un ingeniero industrial?
R.– En dos sectores, que tienen en común que ahora cuentan con un impulso mundial, europeo y nacional en forma de políticas y fondos públicos nunca visto en el sector industrial, que son la energía en su sentido amplio (nuevas fuentes de energía, energías renovables, desarrollo de las existentes, su aplicación en otros sectores incluido el productivo…); y cualquier industria productiva que haya apostado decididamente por aplicar en sus procesos todo lo que significa la Industria 4.0, esto es, el desarrollo de la fabricación inteligente. Creo que el futuro para la profesión es bueno.

P.– Cantabria está a la cola de España en inversión productiva extranjera, según los últimos datos de la Secretaría de Estado de Comercio referidos a los nueve primeros meses de 2023. ¿A qué achaca que la comunidad cántabra despierte tan poco interés entre los inversores extranjeros?
R.– Los datos dicen que Cantabria es una región industrializada, aunque esto a la gente les sorprenda. Pero si Europa dijo que los países hicieran planes para que la industria llegara al 20% del PIB, y nosotros ya estamos en ese porcentaje, algo querrá decir. Que tuvimos más industria, desde luego, como todo el norte de España. Pero, insisto, somos una región industrializada. Sin embargo, si le preguntas a cualquiera de fuera cuáles son los valores que definen a Cantabria, a la industria no la menciona nadie. Esa imagen lastra las inversiones foráneas y es preciso abrirles los ojos porque tener una región para vivir tan agradable como la nuestra es una gran ventaja. Hay que explotarlo y ponerlo en valor. Tenemos polígonos industriales y un puerto que no para de crecer. No tiene ningún sentido que se invierta más en Asturias o en el País Vasco que en Cantabria. Tenemos que saber vendernos y ser atractivos porque el dinero, como me dijo una vez un profesor en la carrera, es el animal más huidizo que hay. Y hoy en día las normas que regulan las industrias son las ambientales, que son las mismas para toda Europa. No hay que tener miedo a que alguien venga con un proyecto industrial. Hay que recibirles con los brazos abiertos y creo que en Cantabria, esta parte, nos cuesta.

P.– ¿Cómo calificaría el estado de la innovación en Cantabria?
R.– Creo que ha crecido mucho desde 2008, coincidiendo con una política de innovación a nivel estatal para desarrollar parques tecnológicos. Los sectores van generando conocimiento, pero la innovación no es la investigación y el desarrollo, es la parte final. En Cantabria lo veo positiva, porque cada vez va a más, pero aún tendría que ser bastante más porque sin innovación no hay industria competitiva. El PCTCAN, que es una incubadora de empresas, está ahí, aunque no todas las que nacen pueden mantenerse. De cada cuatro o cinco ‘startups’ que empiezan solo llega una o dos a desarrollarse. Eso es normal. Si quieres que se desarrollen 1.000 empresas tienes que tener 5.000 que comiencen. Hay que invertir en innovación e incluirla como una parte más en la cuenta de resultados de las empresas. Siempre se ha innovado y la industria desarrolla soluciones tecnológicas que demanda el mercado. Eso es innovación, pero el salto es ser consciente de que tengo de dotar a la organización de medios y de personal para que solo estén pensando. Y creo que eso está ya superado. En Cantabria hay departamentos de innovación que trabajan solo en ello, como puede ser Sodercan o la dirección general de Innovación, Desarrollo Tecnológico y Emprendimiento Industrial. Pero las empresas también tienen que apoyar, del mismo modo que también lo tienen que hacer la universidad y los parques tecnológicos.

De cada cuatro o cinco ‘startups’ que empiezan solo llega una o dos a desarrollarse. Eso es normal. Si quieres que se desarrollen 1.000 empresas tienes que tener 5.000 que comiencen

P.– Al igual que usted, su predecesor en el cargo ya abogaba por abrir aún más el colegio a la sociedad y por hacerlo atractivo a los nuevos titulados. ¿Cómo piensa conseguirlo?
R.– El colegio tiene que modernizar su imagen. Vivimos en el mundo de la imagen. Soy absolutamente enemigo de vender imagen con humo dentro. Y nosotros no somos humo. Somos lo que somos, pero la imagen nos perjudica. Por tanto, hay que modernizar la imagen del colegio, tanto la física como la digital; abrirlo a la sociedad y, sobre todo, abrirlo a las nuevas generaciones. Nuestro objetivo prioritario son los jóvenes de 25 a 30 años, que son recién titulados y la etapa en la que creo que más les podemos ayudar a encontrar su futuro, pero sin olvidar tampoco al colegiado tradicional al que tenemos que ofrecer más servicios.

P.– Por último, dígame cuál es el mayor reto de su mandato. 
R.– Ya lo he apuntado antes. Lo resumiría en tres vértices: modernización, atraer nueva sabia y darles más servicios al colegiado para que se sienta integrado y note que el colegio es necesario, lo que a veces se desconoce. Al final de mi mandato me gustaría haber conseguido dar la vuelta a la tendencia descendente de colegiados, que la hay.  Tenemos que ser atractivos, pero ofreciéndoles algo.