La venta de productos ecológicos en nuestro país crecerá cerca de un 12,5% al año hasta 2020, una tendencia que explica la apertura de numerosos negocios relacionados con el sector. El pasado mes de febrero iniciaba su andadura en Santander La Ecotienda, establecimiento que, con más de 100 metros cuadrados de superficie y numerosas referencias, pasa a ser el comercio de alimentación ecológica más grande y especializado de la región.

Texto de Jesús García-Bermejo @chusgbh Publicado en marzo de 2015

A pesar de que España es el primer productor de alimentos ecológicos de Europa y el sexto del mundo, la venta de este tipo de producto dentro de nuestras fronteras se mueve aún en cifras residuales, no representando siquiera el 2% del consumo general, con un gasto medio de 20 euros por persona y año. Aún así, en los dos últimos ejercicios este mercado ha experimentado un importante desarrollo en nuestro país, y los distintos estudios afirman que crecerá en torno a un 12,5% anual hasta 2020, una tendencia que está animando a productores e industrias a apostar por esta oferta y a las grandes cadenas alimentarias a posicionarse en estos nichos con lineales específicos.  Cosmética, alimentación, textil, limpieza, artesanía, juguetes… De cualquier artículo existe una alternativa orgánica, y lo llamativo es que, a pesar de su mayor precio y de la actual coyuntura económica, su venta no para de incrementarse. Es más, son muchos los comercios que están abriendo sus puertas en distintas ciudades del territorio nacional para dar respuesta a la demanda existente.

Un ejemplo de esta positiva evolución lo encontramos en Santander, en donde el pasado 2 de febrero iniciaba su andadura La Ecotienda, un establecimiento que en sus más de 100 metros cuadrados oferta exclusivamente productos ecológicos, y cuya apertura responde al crecimiento seguido por un negocio anterior que en poco más de seis meses se vio superado por el volumen de clientes que lo frecuentaban.

Todo en ecológico

Tras ser corresponsal de Televisión Española durante 9 años, Mónica de la Parte, periodista titulada y emprendedora de profesión, decidió abrir, junto a su pareja, un hotel rural en Mogro, La Joyuca del Pas. Ya por entonces mostraba especial interés en la nutrición y la cultura ecológica, sobre todo como consumidora, una inquietud que se fue incrementando a medida que crecían sus cuatro hijos, aunque no fue hasta diciembre de 2013 cuando se embarcó en proyectos empresariales relacionados con el sector.

En aquella fecha inauguró, junto con dos amigos, un pequeño restaurante exclusivamente ecológico en la calle Rubio, en Santander, El Guisante Verde, el primero y prácticamente único negocio hostelero basado en producto biológico de toda la región, el cual contaba con un pequeña tienda de apenas 15 metros cuadrados en su interior. Sin embargo, y a pesar de que el negocio funcionaba, tres meses después de iniciar la arriesgada apuesta un problema personal del cocinero les obligó a echar el cierre.

Con su alojamiento rural ya consolidado y convencida de que la comunidad existente en torno a la cultura ecológica era lo suficientemente amplia como para poder rentabilizar la apertura de una empresa encuadrada en este creciente sector, en mayo de 2014 puso en marcha una modesta tienda en la calle Marcelino Sanz de Sautuola, popularmente conocida como calle del Martillo, y, atendiendo a los resultados logrados, no le faltaba razón. “En 4 meses ya triplicaba la facturación, y en apenas seis había logrado cumplir todos los objetivos que me había marcado a medio plazo. De hecho, al estar en una zona de paso, llegó un momento en que los metros cuadrados con los que contaba no eran suficientes para atender al volumen de clientes que se iba generando, por lo que, o me trasladaba a un local más amplio o renunciaba a crecer –recuerda–. No en vano, hablamos de un tipo de consumidor tremendamente fiel, muy concienciado con su alimentación y que continuamente está buscando establecimientos de este tipo”.

Así, tras asumir una inversión ligeramente superior a los 30.000 euros, y con el apoyo de dos nuevas socias, las hermanas Rosa y Laura Diego, La Ecotienda Santander abrió sus puertas en la calle Cervantes, un establecimiento que, con 100 metros cuadrados y numerosas referencias, es, en palabras de sus fundadoras, el comercio de alimentación ecológica más grande y especializado de la región. Y es que, en sus estantes pueden encontrarse desde productos de limpieza, tanto envasados como a granel, hasta cosméticos, además de, por supuesto, todo lo relacionado con la alimentación: frutas, verduras, legumbres, pastas, cereales, pan, bebidas, cafés, tés… “Tenemos todo lo que se puede necesitar en una casa, pero en variedad ecológica y con el certificado que así lo corrobora, y ofreciendo siempre varias opciones para que el cliente pueda elegir la  que más le convenza. Incluso en frescos, que es la parte más potente y la de mayor rotación, todo lo que se vende cuenta con su propio sello”, comenta Mónica de la Parte.

Pero la nueva tienda no solo está comprometida con la cultura orgánica. Además, se apuesta por lo que se denomina producto kilómetro cero, es decir, aquellos que se obtienen a menos de 100 kilómetros del punto de venta, una filosofía que hace que en los estantes del establecimiento se priorice, siempre que sea posible, la referencia ecológica local, aunque acompañada de una amplia gama de artículos nacionales e internacionales para satisfacer las necesidades de todo tipo de cliente. De hecho, cerca de un 20% de la oferta de La Ecotienda se produce en Cantabria, fundamentalmente frescos, frente al 70% que procede de otras regiones y el 10% del extranjero.

Mónica de la Parte, Laura Diego y Rosa Diego, fundadoras y socias de La Ecotienda Santander

Esta responsabilidad social corporativa, aunque redunda en beneficio del propio sector de la comunidad autónoma, provoca que parte de la oferta del establecimiento tenga un precio final elevado, especialmente aquellas variedades que se demandan fuera de temporada, como tomates o naranjas, aunque no hay que olvidar que este tipo de consumidor ya asume que su cesta de la compra va a ser sensiblemente más cara a la de uno que opte por la alternativa tradicional. Y es que, mientras una docena de huevos tiene un coste aproximado de 1,80 euros en un establecimiento al uso, la media docena de huevos ecológicos se dispara hasta los 2,5 euros. Es por eso que La Ecotienda basa su facturación en clientes extremadamente concienciados con su alimentación, ya sean adultos con un poder adquisitivo medio o alto, extranjeros o gente de cualquier edad con algún problema de salud. “A pesar de que los márgenes son reducidos, especialmente en frescos, el producto ecológico no puede competir en precio con el que se encuentra en cualquier gran superficie, aunque tampoco lo pretende –considera la excorresponsal de TVE–. Se trata de una opción más, y quien decide destinar mayor parte de sus ingresos a su alimentación lo hace a costa de privarse de otras cosas, un fenómeno cada vez más habitual y que esta permitiendo al sector crecer a pasos agigantados. De hecho, la mayoría de grandes marcas a nivel mundial ya produce en ecológico, y nosotras ofrecemos varias de ellas”.

Concienciación social

Además de alimentación, cosmética y droguería ecológica, La Ecotienda cuenta con una pequeña sala de masajes y un espacio para el descanso y la degustación de tés, cafés, dulces, leches vegetales y zumos verdes –hechos con frutas y verduras–, un rincón en el que, además de conversar, es posible disfrutar de alguno de los libros o revistas especializadas de las que dispone el establecimiento. Así mismo, la firma organiza charlas y talleres de periodicidad semanal, impartidos la mayoría por productores y comercializadores de este mercado, un área de negocio que pretende fidelizar al cliente y, al mismo tiempo, convertir al negocio en un centro de divulgación de la cultura ecológica que ayude a generar una comunidad profesional en torno al sector en la región. Y es que, según asegura la propia emprendedora, Cantabria aún tiene un potencial de crecimiento enorme en este campo y, aunque existe una pequeña red de productores extremadamente competitiva, son pocos los que creen en las posibilidades reales de vivir de este tipo de cultivos.

De hecho, Laura Diego comenzó siendo proveedora del establecimiento ubicado en la calle del Martillo a través de su gran finca de Maoño, y fue su buen hacer y seriedad lo que animó a la experiodista a ofrecerle la posibilidad de sumarse al nuevo proyecto. “En esta región abundan las pequeñas explotaciones dedicadas a variedades orgánicas, y son muchos los productores registrados como tal en el Consejo Regulador de Agricultura Ecológica (CRAE), pero rara vez trabajan con un enfoque verdaderamente profesional. Lo habitual es que la gente se lo tome como un ‘hobby’, un pequeño complemento a sus ingresos o cultive para el autoconsumo y para amigos y familiares. Sin embargo, se puede vivir dignamente de esto, y no solo vendiendo a pequeñas tiendas, sino exportando a otras regiones y países, como ya hacen muchos. El reto hoy en día es extender este tipo de producto entre los españoles que no creen en él, y eso solo es posible con más tiendas, más explotaciones, más presencia en definitiva, y desde aquí vamos a intentar aportar nuestro granito de arena para lograrlo”.

Atendiendo a las cifras, Cantabria aún está lejos de comunidades autónomas como Cataluña, País Vasco, Valencia o Navarra, líderes en ecológico en nuestras fronteras, y todo ello sin olvidar que Francia, Alemania, Holanda o Reino Unido cuentan con mercados infinitamente más maduros que el español. De hecho, el 35% de los productos ecológicos que se consumen en Europa son españoles, y el 75 % de la producción nacional se exporta.
Así mismo, con el fin de difundir las bondades de la cultura ecológica, La Ecotienda cuenta con presencia en las redes sociales, está ultimando los detalles de su página web y tiene previsto desarrollar un blog. “La venta ‘on line’ no encaja con la filosofía del proyecto, pero sí que llevamos pedidos a domicilio”, apunta Mónica de la Parte.

Además, la firma tiene previsto fomentar la creación de una asociación de comerciantes ecológicos de la región, como primer paso para generar esa red desde la que poder posicionar al sector en su conjunto en Cantabria, aunque a corto plazo la meta fundamental no es otra que poder vivir de la nueva empresa. “Dado el volumen de clientes con el que ya contamos, en tres meses nos gustaría que el negocio fuese autosuficiente, de forma que, además de amortizar la inversión, las socias podamos obtener una remuneración digna. A partir de ahí, nuestra intención es poder desarrollar negocios paralelos a la tienda, como una línea de embotados que tenemos previsto lanzar a medio plazo en colaboración con uno de nuestros principales proveedores”.

La clasificación de Cristine Do Nascimento, ‘bartender’ de La Solía, para la final de la World Class Competition, el certamen de coctelería más prestigioso del mundo, y la victoria de Óscar Solana, propietario y fundador de la firma, en una de las categorías de la mencionada prueba el pasado año, refuerzan la innovadora apuesta del establecimiento cántabro, que combina aspectos de bar, pub, cafetería y restaurante.

Texto de Jesús García-Bermejo @chusgbh Publicado en febrero de 2015

El pasado 12 de enero Cristine Do Nascimento, bartender del establecimiento cántabro La Solía, se proclamaba vencedora en la semifinal del área norte de la World Class Competition disputada en Bilbao, el certamen de coctelería más prestigioso e importante del mundo. Estructurada en varias fases y promovida desde 2007 por Diageo, líder internacional en el mercado de bebidas espirituosas gracias a marcas como Johnie Walker, J&B, Cacique, Baileys, Smirnoff o Cardhu, la prueba selecciona anualmente al profesional más destacado de la mixología del planeta en una gala a la que concurren los campeones de cada país, una auténtica final que se celebrará el próximo mes de septiembre en Sudáfrica, y que en 2012 se llevó el bilbaíno David Ríos, primer español en proclamarse mejor bartender del mundo.

Por lo pronto, la empleada del negocio ubicado en Liaño –Villaescusa– tendrá que medirse en junio al resto de vencedores de las distintas áreas en las que ha sido distribuida la competición en España, oportunidad de la que ya pudo disfrutar en la pasada edición su jefe, Óscar Solana, quien, además, repetía este año como semifinalista. Y es que, a pesar de que La Solía es el único establecimiento cántabro que compite en la World Class Competitión, la firma suma dos victorias consecutivas en la ronda previa de la zona norte y, como consecuencia de ello, dos participaciones en la final. Es más, en 2014 el fundador y propietario del negocio próximo al Parque de Cabárceno lograba proclamarse campeón de España en la categoría Martini de autor gracias a su Dry Pasiego, una de las tres pruebas puntuables en el certamen nacional junto a la de maridaje y velocidad.

La pasión hecha profesión

Cristine Do Nascimento nació en Brasil hace ahora 37 años, y no fue hasta 2006 cuando se instaló en Cantabria. Estudiante de Turismo en su país, eligió nuestra región para pasar unas breves vacaciones, las cuales, tras enamorarse y casarse, se acabarían prolongando indefinidamente.  La imposibilidad de convalidar su formación superior en España y la necesidad de conseguir un flujo continuo de ingresos hicieron que Cristine comenzase a trabajar en la hostelería, un sector en el que se inició en bares y restaurantes. Como parte de su trabajo, acudía habitualmente a cursos y sesiones de preparación de cafés y combinados, campos que siempre le habían interesado. Fue precisamente en una de esas clases en donde conoció a Óscar Solana, quien rápidamente se percató del talento de esta brasileña tras la barra. Finalmente, tras una breve visita a su Brasil natal, en 2012 Cristine Do Nascimento comienza a trabajar en La Solía, un establecimiento diferente en el que la bartender podía desarrollar todas sus dotes y explorar nuevas posibilidades, aspectos en los que ya se había iniciado hacía algún tiempo el propio responsable del negocio.

La historia de Óscar Solana es bien distinta, aunque al igual que su empleada tardó en dar el salto a la hostelería. Durante lustros este cántabro nacido en Villaescusa desempeñó labores de agente comercial para una importante firma, pero una grave enfermedad contraída por su hijo le obligó a dejar de lado su carrera profesional. En 2011, ya con su pequeño completamente restablecido, y con el apoyo de su mujer, Mar Gutiérrez, decidió dar el salto y abrir las puertas de un amplio local que suponía toda una novedad para el sector hostelero de la región, pues unía conceptos de bar, cafetería, restaurante y pub en un mismo espacio, contando, además, con una zona de juegos para los más pequeños. Era una apuesta arriesgada que suponía la vuelta a los orígenes para este matrimonio, dado que casi 20 años atrás ambos habían gestionado un pequeño pub en Renedo. “Llegó un momento en el que tuve que plantearme qué podía hacer, y fue cuando decidí volver a dedicarme a una de mis grandes pasiones, la hostelería, un sector que tuve abandonado durante más de una década pero al que siempre quise regresar –recuerda Óscar Solana–. Cuando comenzamos ni se me pasaba por la cabeza el tema de los concursos, de hecho no me inicié en ello hasta 2012, y fue todo de forma casual”.

Ese año se presenta, por sugerencia de su proveedor de café, al VII Campeonato de Baristas de Cantabria, en el que logra un meritorio segundo puesto, lo que comienza a despertar en él el gusanillo por este tipo de pruebas. A partir de entonces incrementó exponencialmente su presencia en estas citas, aunque ya centrado en el campo de las bebidas espirituosas. Así, vence en el Concurso Regional de Barmans, obtiene el primer puesto en el Campeonato de Coctelería ABE Cantabria 2014, queda segundo de la zona norte en la categoría long drink del Origins Team by Schweppes, logra auparse como primer clasificado del norte y cuarto a nivel nacional en la Master Class by Schweeppes, entra en la fase final nacional del Challenge Cutty Sark Prohibition 2014… En apenas dos años Óscar Solana recorre la práctica totalidad del país, una trayectoria fugaz que el pasado ejercicio desbordó su agenda y que culminó con la victoria en una de las tres pruebas de la final nacional del World Class Competition gracias a su ya conocido Dry Pasiego. “En la presentación lucía una boina típica, utilizaba una albarca y vinculaba Tanqueray con Cantabria, lo que debió parecer muy original al jurado, dado el resultado final. De cualquier forma, el campeón absoluto se determina sumando los puntos de todas las pruebas, y yo estuve cerca, pero no lo logré. En junio a Cristine se le presenta una nueva oportunidad, aunque, teniendo en cuenta que es prácticamente una novata en este tipo de concurso, el mero hecho de vencer en la zona norte y clasificarse para la final nacional ya habla de su enorme potencial”, comenta orgulloso el propietario del establecimiento.

Y es que, la bartender de La Solía tan solo había acudido al Campeonato de Baristas y al Origins Team by Schweppes en la disciplina de gin tonic antes de participar en la World Class Competition, certámenes a los que concurrió, al igual que el celebrado en Bilbao, acompañado de su mentor y jefe, quien también competía. “Tanto Óscar como yo somos autodidactas: leemos mucho, acudimos a ferias, investigamos qué cosas se hacen, practicamos en el local… Al final, si quieres progresar en este sector tienes que dedicarle mucho tiempo y dinero –expone Cristine–. Normalmente, salvo que te clasifiques para las fases nacionales, los gastos corren de tu cuenta y, en caso de lograrlo, solo cubren tu alojamiento y el desplazamiento. Además, tienes que buscar tus vajillas y copas para las presentaciones, trabajarte el vestuario, ensayar en tus pocos ratos libres… Es cierto que lo haces porque quieres, porque te apasiona, pero no hay que perder de vista que las marcas, que son las que suelen organizar las propias pruebas, una vez pasas su filtro y te seleccionan, se desentienden. Lógicamente, ellas se preocupan de que los mejores compitan en sus citas, pero, a partir de ahí, lo demás es cosa tuya.”

La Solía

De lo que no cabe duda alguna, y así lo reconoce el propio gerente y fundador de La Solía, es que este tipo de eventos y títulos son más que positivos para el negocio, no en vano han hecho posible que la firma sea protagonista en varios de los principales medios de comunicación del país, una publicidad que ha situado al innovador local de Liaño en el escaparate, especialmente fuera de Cantabria. A pesar de ello, ya antes de estos éxitos La Solía había logrado reunir una importante suma de clientes habituales, una base que ha permitido a la compañía incrementar sus facturaciones un 30% al año desde que abriese las puertas en 2011, lo que, en opinión del propio gerente, responde al boca a boca generado.

El establecimiento, que aúna aspectos de cafetería, pub, restaurante y bar, dispone de una amplia zona de entretenimiento para niños con videovigilancia –ocupa casi la mitad de los 300 metros cuadrados con los que cuenta el local–, lo que permite a los padres disfrutar con tranquilidad de un combinado sin perder de vista a los más pequeños. Este innovador espacio cuenta, además, con una carta variada y diferente a la que suele encontrarse en otros negocios similares. En ella figuran desde cafés, zumos naturales, batidos o tés, hasta 18 tipos distintos de chocolates, los cuales pueden degustarse calientes o fríos. Así mismo, La Solía dispone de 170 tipos distintos de ginebra, 45 rones, vodkas, whiskys y todo tipo de bebidas espirituosas hasta alcanzar la friolera de 300 referencias. Y, por si fuera poco, el cliente puede consultar una amplia carta de raciones y picoteo en la que, sin ir más lejos, se ofertan maridajes de 8 variedades de hamburguesa con medio gin tonic. “Nuestro objetivo es hacer las cosas de la manera más profesional, ofreciendo el mejor servicio y el trato más cercano, pero con un enfoque diferente al que puede darle la competencia. Por eso, además de poner un buen café, lo servimos con dibujo; en la comida buscamos texturas y sabores especiales, como nuestras croquetas de manzana con pistachos y uvas pasas, las ensaladas originales que creamos nosotros mismos y que vamos renovando o nuestro queso gratinado acompañado por mermeladas de distinto tipo; y en cuanto a los cócteles, todos se elaboran con las mejores materias primas, respetando las distintas fases de preparado, por mucho tiempo que supongan, y a precios que oscilan entre los 6 y los 8 euros. Como siempre les digo a mis clientes, en La Solía trabajamos de tres maneras, bien, rápido y barato, pero solo dejamos escoger dos”, comenta entre risas Óscar Solana.

Abierto de lunes a viernes desde las 4 de la tarde y fines de semana a partir de las 11:30 de la mañana, la firma ha logrado conjuntar en un mismo espacio a distintos perfiles de público, lo que facilita que todos los días, sea cual sea la hora o temporada del año, haya un flujo continuo de clientes. La variada carta, la posibilidad de disfrutar de música en directo o de un evento deportivo en una de sus pantallas gigantes y las amplias e innovadoras instalaciones posibilitan que moteros, familias, jóvenes, turistas, parroquianos habituales y no tan jóvenes frecuenten e incluso convivan en un negocio que cuenta ya con una plantilla de 9 trabajadores, frente a las 3 personas que iniciaron el proyecto.

La asesoría que fundara Carlos López D’hers hace cuarenta años cuenta con delegaciones repartidas por toda la región, ha formado un equipo de profesionales que cubre todas las áreas de interés para la empresa y se ha convertido en actor principal en un contexto económico marcado por los cambios y la incertidumbre, pero también por la ilusión y las oportunidades.

Texto de Jose Ramón Esquiaga @josesquiaga Publicado en octubre de 2014

Siempre es difícil no caer en aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, y lo es más cuando se habla de economía desde las brumas de la actual crisis. Seficosa, una de las asesorías más veteranas de Cantabria, cumple este año cuatro décadas de vida, acompañando a las empresas en sus éxitos y sus dificultades, lo que ofrece a sus responsables una magnífica perspectiva para no terminar de dar por bueno el aserto. Porque poco hay que invite a la nostalgia en la empresa que fundara en 1974 Carlos López d’Hers, y que llega a la segunda década del nuevo siglo con oficinas repartidas por toda la región, apoyada en las últimas tecnologías y con un equipo profesional y una oferta de servicios que cubren todas las áreas de interés para sus clientes. Cuando echa la vista atrás, el fundador y propietario de Seficosa –desde 1989 asociado con Esteban Bezanilla– apenas se permite dar la razón a aquello de los mejores tiempos pasados al hablar de los valores y, sobre todo, de una concepción de la responsabilidad que echa en falta en el momento actual y que, a su juicio, sería fundamental para superar las dificultades por las que pasa hoy la economía.

Carlos López d’Hers, profesor mercantil y auditor censor jurado de cuentas, abre el primer despacho de Seficosa en la calle General Mola, de Santander, en un momento en que los problemas económicos no eran menores que en el presente y los aires de cambio en el terreno político añadían un punto de incertidumbre a cualquier iniciativa –empresarial o no– que se pudiera acometer. En esa primera oficina hay que buscar el germen de una empresa que siempre ha buscado la mejor forma de acompañar a sus clientes en su crecimiento, lo que se ha traducido en la expansión territorial y la incorporación de servicios, pero también en una cultura y forma de hacer las cosas que es un reflejo del carácter y los valores de su creador.
Desde 2001 Seficosa tiene su sede central en el centro empresarial Zoco Gran Santander, tras haber ocupado durante cerca de veinte años unas oficinas en la calle Peña Herbosa que se habían quedado definitivamente pequeñas, como antes lo hicieran las que acogieron los primeros pasos de la asesoría. Por medio, y en un repaso apresurado a los hitos de la historia de la empresa, quedan las aperturas de Castro Urdiales, Laredo y Puente San Miguel, o la transformación en sociedad limitada con la incorporación de Ricardo Bezanilla como socio. Esto último merece un apunte, por cuanto ilustra la forma de hacer las cosas de Carlos López d’Hers, y la manera en que esta puede llegar a calar en todos los rincones de la empresa: el que posteriormente iba a convertirse en su socio se incorporó a Seficosa como un trabajador más, se formó en el día a día del trabajo en la asesoría para, posteriormente, asumir la dirección de la delegación en Castro Urdiales y una participación en la sociedad. “Tuve la fortuna de acompañar a Esteban desde sus primeros pasos con nosotros, compartir el concepto que tengo de la profesión y confirmar que teníamos la misma idea de empresa. Hoy más que un socio es un amigo”, resume Carlos López d’Hers.

Dentro del catálogo de servicios que ha ido desarrollando, el departamento de emprendedores –aunque el fundador de Seficosa prefiere llamarlos simplemente nuevos empresarios, o empresarios a secas– es uno de los más activos en los últimos años, y un área donde puede encajar la referencia a cómo se conformó la sociedad entre Carlos y Esteban, no tanto porque esta sea la forma en que necesariamente deban hacerse as cosas, sino porque ilustra la importancia que se concede a la figura de quien debe acompañar el impulso inicial. “Quien está pensando en montar una empresa tiene un conocimiento previo, que en el caso de la actividad concreta a la que quiere dedicarse seguramente será muy alto. Ahí no le podemos ayudar, pero sí en otros aspectos no menos importantes. Me parece fundamental que el nuevo empresario busque asesoramiento, y una parte importante de este tiene que ser un estudio económico y financiero de la actividad a desarrollar y la búsqueda de capital y, en su caso, de socios. Esta es una cuestión básica para que cualquier proyecto salga adelante”, explica López d’Hers, que por otra parte está convencido de la necesidad de fomentar todas las iniciativas que puedan dar lugar a nuevas actividades empresariales, aunque estas no necesariamente tienen que tomar la forma de un nuevo negocio. La actual situación económica, y en ocasiones las propias circunstancias de las relaciones laborales, tienden a favorecer el autoempleo en una medida que el director de Seficosa considera que puede llegar a ser excesiva: una persona con ideas, creatividad e impulso para crear su propio puesto de trabajo puede tener muchas más posibilidades de salir adelante formando parte de una plantilla que trabajando de forma autónoma. “Ahora mismo hay una enorme cantidad de talento desaprovechado. Muchos trabajadores por cuenta propia lo son porque no les han dado otra posibilidad, y eso es un problema para ellos pero también para las empresas. Porque esa persona que tiene grandes conocimientos y creatividad, tiene que convertirse en empresario: buscar clientes, proveedores, colaboradores, financiación… y para eso puede no estar preparado. Esa misma persona es perfectamente válida para poner en marcha un nuevo departamento en una empresa ya en marcha, con una remuneración acorde y beneficiándose de las estructuras con las que ya cuenta esa empresa. Creo de verdad que se están perdiendo muchas oportunidades por esta causa”.

La estrecha relación que ha establecido Seficosa con el tejido empresarial, y el hecho de que esta se extienda a actividades de todos los sectores y en todas las comarcas de la región, ha situado a la firma, y a sus asesores, en una inmejorable situación para valorar las necesidades, las fortalezas y las debilidades del tejido productivo. También para dar cuenta de la radical transformación que ha sufrido la relación entre las asesorías y sus clientes, y entre ambas partes y la administración. Sobre lo primero, y con todos los matices, Carlos López d’Hers no duda en mostrarse optimista, pese a reconocer el tremendo impacto de la recesión que se inició en 2008 –y que no duda en calificar como la mayor que ha vivido en los cuarenta años de trayectoria de la asesoría– y la persistencia de algunos nubarrones en el horizonte: “Estoy convencido que las empresas están en condiciones de aumentar su producción y que hay mercado para ello. ¿Qué sucede entonces, por qué no lo hacen? Sinceramente creo que hay dos razones: la situación judicial y la situación financiera. Sobre lo primero, hay que hacer cumplir los compromisos contraídos y, en lo financiero, dar un mayor apoyo a las empresas. Con eso se aumentaría la actividad y, por supuesto, los puestos de trabajo”.   El director de Seficosa habla constantemente de responsabilidad –o para ser más exactos, de la falta de esta– para explicar tanto los orígenes de la actual crisis económica como los condicionantes que hacen difícil dejarla atrás. Es ahí donde asoma la nostalgia, al comparar la situación actual con la que conoció en los primeros años de la asesoría, o antes de eso en su propia casa: “Cuando alguien adquiría un compromiso de pago, era sagrado. Yo recuerdo a mis padres hablar de la letra, y sabía que cuando se hablaba de la letra significaba que No había lugar para las alegrías en los gastos familiares, que lo primero y lo más importante era cumplir con el pago comprometido”. Esa acción, aparentemente nimia y circunscrita al ámbito ético, cree que tiene unas enormes implicaciones en términos económicos, al condicionar todas las relaciones comerciales y la disposición de los bancos para conceder créditos.

A estos últimos, a las entidades financieras, les adjudica Carlos la doble condición de víctimas y culpables de la crisis: lo primero, por lo complicado que supone abrir la espita del crédito en un contexto en el que la morosidad no tiene castigo; lo segundo por haber alimentado durante años una visión cortoplacista de empresas y negocios, con un control muy relajado del riesgo. “La crisis ha sido tremenda, pero lo más grave es que se podía haber evitado, porque todos la hemos visto venir. Se creaban empresas sin una estructura sólida y sin una visión a largo plazo del negocio. Eso era insostenible”, asegura Carlos López d’Hers, que considera que el pecado ha sido tanto de quien buscaba el beneficio rápido como de quien le daba financiación: “El crédito debería haberse destinado a las nuevas empresas con una proyección económica fiable y a inversiones que generen mayor productividad, pero hemos visto que se financiaba todo, ese no puede ser el camino”.

Como no podía ser de otro modo, la situación por la que están pasando las empresas tiene un inevitable reflejo en la actividad de las asesorías. Seficosa, que cuenta con una plantilla de 35 trabajadores, ha conseguido mantener el empleo a partir de una oferta muy especializada en las diferentes áreas de gestión empresarial y en la que tecnología y la formación tienen un peso muy importante. “Las nuevas tecnologías han supuesto una auténtica revolución –explica López d’Hers– cambiando la forma de trabajar, de relacionarnos con los clientes y eliminando las barreras espaciales y temporales”. La aportación de la tecnología ha tenido también un efecto importante sobre un elemento al que el director de Seficosa concede una importancia capital: la transparencia en la información, un factor que está convencido de que crea riqueza para las empresas, pero que sigue suscitando recelos. Muy vinculada con esto aparece la relación que existe entre Administración, asesorías y empresas: “Somos un instrumento fundamental para que las empresas puedan cumplir con sus obligaciones tributarias y con la Seguridad Social. Esto tiene que reconocerse por parte de las entidades públicas, porque entendemos que en estos momentos nuestra labor es imprescindible. Esto está suponiendo una enorme responsabilidad y una gran carga de trabajo para nosotros. Lo cierto es que todavía puede hacerse mucho para facilitar esa labor. Esa es una tarea pendiente para el futuro”.

A pesar de que la industria del videojuego de nuestro país crece ajena la crisis, apenas existen firmas que se dediquen a ello en la región. Probablemente ese fue uno de los motivos por los que Sodercan quiso reconocer el proyecto de Concano Games, empresa cántabra dedicada al desarrollo de videojuegos y aplicaciones multimedia, con el segundo puesto en el Concurso de Creación de Empresas de Base Tecnológica.

Testo de Jesús García-Bermejo @chusgbh Publicado en febrero de 2015

Según un informe llevado a cabo por EAE Business School, la industria del videojuego facturó 763 millones de euros en nuestro país a lo largo de 2014, lo que supone un incremento del 31% con respecto a las cifras registradas el ejercicio anterior, resultados que sitúan al sector a niveles de 2008. Como no podría ser de otra manera, la llegada de las nuevas PS4 y Xbox One, consolas que ya en sus anteriores versiones habían supuesto un importante empujón para el sector a nivel mundial, ha servido de estímulo para superar el leve estancamiento de este mercado en 2013. Y es que, el 94’1% de los videojuegos vendidos en España son para consola, frente al escaso protagonismo, inferior al 6%, de PC o Mac. De esta forma, tras cinco ejercicios consecutivos de crecimiento, en los que la industria parece haberse mantenido al margen de la crisis, el gasto medio por habitante en videojuegos en nuestro país asciende a 16,42 euros, un 5% más que en 2013, a pesar de lo cual solo China e Italia registran índices inferiores.

A nivel mundial, el informe realizado por EAE Business School revela que el pasado año se facturaron más de 23.180 millones de euros, y las previsiones son que en los próximos tres ejercicios el crecimiento sea aún mayor. Hasta un 3% anual se espera que aumente la cifra de negocio en la industria del videojuego, siendo en 2018 cuando se superarán los 26.000 millones de euros, una evolución en la que Estados Unidos, Japón y Reino Unido, los tres mercados más potentes del planeta, tendrán mucho que decir. Estos registros probablemente hayan tenido mucho que ver para que Sodercan premie a una firma encuadrada en un sector prácticamente inexplorado en nuestra región. En concreto, la compañía Concano Games, dedicada fundamentalmente al desarrollo de videojuegos y aplicaciones multimedia, recibió 10.000 euros del organismo como parte de su segundo puesto en el Concurso de Creación de Empresas de Base Tecnológica 2014, una iniciativa a la que concurrieron 25 proyectos y que celebró en diciembre su décima edición.

Concano Games

Se podría decir que Concano Games nació con estrella, pues apenas sumaba 3 meses de vida cuando Sodercan, que ha colaborado activamente en la realización del plan de empresa de la firma, reconocía su iniciativa. Bien es cierto que el proyecto como tal se inició varios meses antes, cuando Samuel López, uno de los socios de la compañía y el principal impulsor de la misma, logró formar un equipo de trabajo multidisciplinar y encontró el apoyo económico y operativo de dos socios más. “Para pagar mis estudios tuve que trabajar de todo: soldador, camarero, limpiando cristales… Posteriormente, comencé desempeñar labores de diseñador gráfico en prensa para, más adelante, enfocarme hacia la programación, el 3D y comenzar a impartir cursos en distintos campos relacionados con la materia. Ahora, a mis 34 años, una vez reunidos el capital y valor necesarios, me he lanzado a la aventura para crear una empresa dedicada al desarrollo de videojuegos y aplicaciones multimedia,  mi verdadera pasión”.

Fue a través de las redes sociales, concretamente mediante Linkedin, como dio con Víctor Herrera, quien suma 14 años al frente de una empresa dedicada al mantenimiento informático y las telecomunicaciones, y que buscaba compatibilizar su día a día con un proyecto que tuviese relación con el diseño 3D y la pujante industria del videojuego. Con Samuel López como director técnico y coordinador de la firma y la primera de las incorporaciones al frente de la gestión administrativa y comercial, Concano Games iba tomando forma, aunque aún restaba encontrar un director artístico, además de un tercer socio. Ambas funciones recayeron sobre Cecilio Espejo, diseñador gráfico que, a sus 28 años, acumula experiencia tanto en el campo empresarial como en el puramente artístico, y al que el propio Samuel seleccionó entre varios de sus alumnos por currículum e inquietudes profesionales. Y a estos hay que sumar otros dos programadores, uno de ellos especializado en música y sonido –es el responsable de componer las bandas sonoras de los videojuegos–, los cuales realizan su labor a distancia, algo bastante habitual en esta industria.

Una vez compuesto el equipo, y al tiempo que la firma avanzaba con los trámites burocráticos y el plan de empresa, tocaba buscar un lugar físico desde el que comenzar a operar. Para que los costes no se disparasen estos emprendedores optaron por un centro de coworking, lo que les ofrecía la posibilidad, no solo de ahorrarse un buen dinero, sino de buscar sinergias y colaboraciones que les facilitasen superar las numerosas barreras de entrada a las que deberán hacer frente. “Somos gente de edades distintas, procedentes de sectores diversos, pero a los que nos une esta pasión, por ello, una vez contactamos, todo fue muy sencillo –recuerda Víctor Herrera–. A pesar de que esto nos encanta y de que hablamos de uno de los mercados más pujantes a nivel mundial, somos realistas. En Cantabria, aunque hay empresas que tocan algún campo, somos la única compañía inscrita como tal en la actividad de edición y desarrollo de videojuegos, lo cual nos proporciona una posición de privilegio en una industria que sin duda crecerá exponencialmente en la región, pero, al tiempo, nos invita a ser prudentes. Cada uno aportamos lo que podemos, utilizamos nuestros propios equipos y para cualquier desembolso puntual ponemos bote entre los socios. Y por todo esto el premio puede jugar un papel fundamental, no solo a nivel económico, sino porque es un reconocimiento que seguro que ayudará a la hora de tocar distintas puertas”.

Y es que, según aseguran los fundadores de Concano Games, en España ya son más de 3.000 personas las que trabajan en este sector, y solo en el País Vasco hay más de 25 firmas pertenecientes al mismo, lo que ha facilitado la creación de una red que organiza ferias y eventos, oferta formación en la materia y canaliza las ayudas concretas que la propia comunidad autónoma destina a esta actividad. Incluso se ofertan estudios superiores relacionados con la materia. “Hablamos de un mercado completamente global y, si la región contase con un tejido empresarial real, todo sería muchos más sencillo para nosotros”, apunta Samuel López.

‘Serious games’

Hasta la fecha, los socios de Concano Games han invertido cerca de 10.000 euros, los cuales, fundamentalmente, se han destinado la adquisición de equipos y software, a los gastos derivados de la formación de la sociedad y al pago del alquiler de su local. Este desembolso inicial les ha permitido comenzar a preparar un porfolio de productos que mostrar a posibles clientes, una labor que en el caso de los videojuegos puede prolongarse durante meses. Así, en apenas un trimestre, la firma cántabra ya ha desarrollado un serious game o juego serio, que es aquel que tiene finalidades que van más allá del puro ocio, ya sean publicitarias, didácticas o de otro tipo. El juego en cuestión muestra todo el proceso que sigue la leche desde que se ordeña la vaca hasta que llega al consumidor final, un producto que ya se ha presentado a distintas industrias lácteas, puesto que, más allá de formar a los más pequeños, puede funcionar eficazmente como herramienta de marketing. “Está teniendo muy buena acogida, y creemos que en breve podremos cerrar algún acuerdo interesante. Nuestra idea es venderlo como un servicio, es decir, adaptamos el juego a las necesidades del cliente y le gestionamos los usuarios que acceden, las estadísticas, modificamos lo que exija el propio mercado o la empresa en cuestión… Existe el modelo en el que se acuerda un precio por el producto ya terminado y ahí finaliza la relación comercial, pero en los ‘serious games’, nuestro principal mercado, no es muy habitual”, cuenta Cecilio Espejo.

En cualquier caso, Concano Games no renuncia a desarrollar juegos de ocio o fun games, pero las fuertes barreras de entrada existentes dificultan el acceso al lucrativo mercado de las videoconsolas, factor al que hay que unir la práctica saturación de otros nichos más accesibles, como el de los juegos para dispositivos móviles. De hecho, el propio director artístico de la compañía asegura que cuentan con capacidad para adaptar sus productos a las distintas plataformas: PC, Mac, consolas, tabletas, smartphones… Así mismo, la firma cántabra ha creado un videojuego de vela ambientado en el entorno de la bahía de Santander, aunque estos emprendedores aún no han decidido si ofertarlo como herramienta comercial o como juego de ocio. “Antes de tomar la decisión queremos ver la respuesta de los posibles clientes”, expone el director técnico.

Por otra parte, la empresa con sede en Santander lleva a cabo aplicaciones multimedia –multimedia apps–, productos que mediante la tecnología de los videojuegos tienen fines bien distintos, ya sean médicos, comerciales, logísticos… Sin ir más lejos, la compañía cántabra está desarrollando una aplicación de este tipo para una firma de calzado que permite al propio cliente diseñar, a través de la web corporativa, su propia zapatilla mediante un programa de customización en tres dimensiones, siendo exactamente su creación la que se le envía a su domicilio. Y no solo eso: estos empresarios aseguran estar ultimando otra app enfocada al sector médico, la cual estará lista a corto plazo, aunque la confidencialidad del acuerdo cerrado les impide revelar más detalles al respecto.

Finalmente, y como complemento a las áreas de negocio principales, la empresa cántabra de videojuegos impartirá formación y ofertará determinados servicios a firmas que, bien por falta de capacidad o por demandas concretas, necesiten externalizar determinadas labores, algo que en su opinión, además de aportar unos ingresos siempre interesantes, puede contribuir a conformar un sector tangible en nuestra región. “Nosotros disponemos de un director de arte y de un profesional capaz de componer música, algo no tan habitual en esta industria, en la que lo normal es contar con varios programadores pero no con perfiles tan concretos –afirma Víctor Herrera–. En cualquier caso, también podemos realizar diseños creativos para empresas que quieran, por ejemplo, renovar su imagen corporativa, o para firmas de sectores diversos, como constructoras que necesiten animaciones en tres dimensiones, estudios de arte, ingenierías…”.

En cuanto a los precios, la industria se encuentra inmersa en un momento de cambio. El modelo tradicional se ha visto sometido al inexorable avance de los videojuegos para dispositivos móviles y, mientras antes lo habitual era que una productora publicase el juego  y la marca de la consola o dispositivo cobrase un royalty por cada unidad vendida, hoy la autopublicación está a la orden del día. Es más, el sistema por el que apostó Apple hace ya años no para de crecer, y Sony, Microsoft, Android y la práctica totalidad de plataformas y marcas permiten al usuario comercializar sus propias creaciones en sus respectivos portales de venta on line a cambio de un porcentaje sobre las ventas, el cual suele rondar el 30%.

Bien distinto es el caso de los serious games. Según asegura el propio Cecilio Espejo, lo normal es que estos productos se desarrollen bajo demanda y se comercialicen como servicio. Así, en función de la complejidad del trabajo, del tiempo invertido y de las labores de mantenimiento que conlleve se cobra un importe al cliente. “El coste oscila entre los 3.000 euros para los juegos más sencillos y los 2 millones para los más complejos, y ejemplos hay cientos en el mercado, muchos de ellos sobradamente conocidos, como Navieros o Triskelion, en los que es el usuario el que paga por acceder a esos mundos virtuales y las marcas lo hacen por anunciarse en ellos. No hay que olvidar que hablamos de herramientas comerciales de probada utilidad y cuya eficacia es fácilmente constatable, al contrario de lo que ocurre con una cuña de radio o un anuncio en prensa, aunque llevarlos a cabo es infinitamente más complejo. Basta con decir que crear un personaje que se mueva en un entorno en tres dimensiones supone cerca de un mes completo de trabajo para una persona”.

A día de hoy, Concano Games se encuentra mostrando sus productos y servicios a clientes potenciales, y estos emprendedores confían en cerrar los primeros acuerdos este mismo trimestre. A medio plazo, el objetivo de la firma es ser autosuficiente, algo que los tres socios que la componen esperan lograr a cierre de 2015, aunque para ello contar con un flujo de trabajo continuo se antoja fundamental. Y todo ello sin dejar de lado el desarrollo de nuevos proyectos propios, como un puzzle para dispositivos móviles que ya tienen casi ultimado o varias ideas que, de momento, permanecen guardadas en un cajón bajo llave. “No podemos desvelar nada, pero pronto habrá novedades”, asegura Samuel López.

Hace cuatro años ‘Cantabria Negocios’ recogía en sus páginas la arriesgada apuesta de una modesta explotación ganadera que, ante la insostenible situación del mercado lácteo, se iniciaba en la transformación y comercialización de leche fresca, yogures, arroz con leche y batidos de yogur. Hoy, la firma llega a varios puntos del país, ha duplicado sus facturaciones y esta cerca de colocar su oferta en la sección ‘gourmet’ de un gigante de la distribución.

Testo de Jesús García-Bermejo @chusgbh Publicado en febrero de 2015

Con la llegada de 2011, Granja La Clementina comenzaba a transformar una importante cantidad de la leche que hasta entonces destinaba a la industria para dedicarla a la producción de sus propios yogures, arroz con leche y leche fresca, una oferta que se comercializaría entre particulares y negocios a través su propia marca comercial: Clem. Por aquel entonces fueron muchos los ganaderos que, ante la realidad del mercado lácteo, que situaba al productor como el eslabón más débil de la cadena de valor, invirtieron sus pocos ahorros para tratar de sobrevivir en un sector cuyos ingresos apenas permiten soportar los costes que supone la actividad. Algunas firmas apostaron por máquinas expendedoras de leche, otras optaron por producir quesos, yogures o quesadas y unas cuantas entendieron que el negocio estaba en hacer llegar leche fresca pasteurizada al pequeño comercio y la hostelería. Hoy, pocas de estas ganaderías pueden presumir de haber dado con la fórmula, y la mayoría de ellas se reparten entre las que han tenido que dar un giro al modelo de negocio inicialmente planteado y las que, directamente, se han visto obligadas a echar el cierre al no haber recuperado siquiera la inversión realizada.

El proyecto de los hermanos Fernández Carral, propietarios y creadores de Clem, es uno de esos escasos ejemplos de éxito y, aunque es cierto que la firma ha tenido que modificar algunas de las estrategias para adaptarse a las exigencias del mercado, son muy pocos los empresarios del sector que pueden presumir de haber logrado duplicar sus facturaciones y cuadrar sus maltrechas cuentas en solo cuatro años de actividad comercial.

La Clementina da el paso

Granja La Clementina se constituye como sociedad en 2001, tres años después de que Olegario, Clemente y Domingo, hermanos y actuales gestores de la empresa, se hiciesen con las riendas de la explotación que, hasta entonces, habían dirigido sus padres. Tras un lustro produciendo para la industria en la ubicación original en Tezanos, en el Valle de Villacarriedo, los tres nuevos propietarios deciden trasladarse a Villasevil –Santiurde de Toranzo– con la idea del cambio en el modelo de negocio ya en mente. “Las continuas caídas en el precio de la leche y la inestabilidad del sector nos animaron a comenzar a transformar, pero, dado el endeudamiento con el que suelen convivir las explotaciones ganaderas, teníamos que prepararnos financieramente para afrontar una inversión inicial superior a 400.000 euros”, recuerda Olegario Fernández Carral.

Y es que, a pesar de que Clem cuenta con más de 90 vacas de ordeño y una cuota láctea superior al millón de kilos, los equipos necesarios para el tratamiento, envasado y conservación de su oferta distan mucho de ser económicos. De hecho, en palabras de estos empresarios, en los últimos cuatro ejercicios la firma ha invertido 150.000 euros adicionales, desembolsos que responden al incremento en la demanda procedente de particulares y hostelería. Así, mientras que a comienzos de 2011 Clem transformaba el 25% de los 3.000 litros diarios de leche que producía, hoy destina el 50% de su cuota anual a la industria y el 50% restante a sus propios clientes.

Leche fresca pasteurizada y homogeneizada en botellas de litro y medio; yogures artesanales naturales y de sabores –fresa, limón, kiwi, higos o melocotón–, disponibles en tarrinas de 200 y 300 gramos y de 1,4 y 4 kilos; arroz con leche, bien en pequeño envase de 300 gramos o 1,4 kilos; y desde 2012, batido de yogur de medio litro o litro y medio con sabor a fresa o natural. Esta oferta, rica en formatos y variedades, apenas ha sufrido modificaciones desde que la compañía cántabra comenzase a operar de forma independiente, una clara apuesta por la calidad con la que estos tres hermanos han demostrado que, aún en tiempos de crisis, es posible competir con los lineales de las grandes superficies y cadenas de distribución. “Cuidamos exhaustivamente el ganado, tanto la cría como el ordeño. Además, pasteurizamos y envasamos la leche en nuestra granja de forma inmediata a su obtención, gracias a un circuito cerrado que garantiza su pureza –expone Olegario Fernández Carral–. Todo se hace artesanalmente y con las mejores materias primas, lo que nos permite obtener resultados de alto valor nutricional y cuyo sabor llama la atención. Y, además, logramos ser competitivos en precio, especialmente en los grandes formatos. De hecho, en estos cuatro años no hemos subido ni un céntimo el importe de nuestros productos”. En este sentido, Clem ha sido recientemente incluida entre las firmas que cuentan con el sello Calidad Rural Valles Pasiegos, certificación que concede el Grupo de Acción Local Pisueña, Pas, Miera y que pone en valor los altos estándares de su oferta, así como el compromiso medioambiental, social y económico de la empresa con una zona en la que supera ya los 50 años de historia.

Este reconocimiento llega tras cuatro ejercicios en los que la compañía, en palabras del propio Olegario Fernández Carral, ha crecido de forma continuada y sostenida, lo que le ha permitido pasar de los 300.000 euros de facturación con los que cerró el 2010 a más de 600.000 el pasado ejercicio, una evolución en la que 2013 y 2014, con un crecimiento en la cifra de negocio superior al 80%, han destacado sobremanera. En este tiempo la granja cántabra ha visto como el yogur, especialmente en los grandes formatos, se convertía en el producto estrella, tendencia en la que su mayor capacidad de conservación  ha tenido mucho que ver, no en vano la leche fresca debe ser consumida uno o dos días después de su obtención. Es más, el pasado año, de la media tonelada que Clem destinó a transformación, cerca de 400.000 kilos correspondieron a las distintas variedades de yogur, dividiéndose la cantidad restante entre leche fresca –40.000 kilos–, arroz con leche –30.000 kilos–, y batidos, productos más estacionales.

Como reconoce el mismo ganadero, la evolución vivida por la compañía en los últimos ejercicios ha sorprendido incluso a sus propietarios, quienes, en varias ocasiones, han visto como el mayor cuello de botella al que debían enfrentarse era su propia infraestructura. Y es que, en apenas cuatro años Clem ha pasado de transformar algo más de 200.000 kilos anuales a casi 500.000, lo que ha obligado a adquirir equipos con mayor capacidad, una caldera de mayor tamaño, nueva maquinaria para la limpieza… Incluso ha sido necesario alquilar una nave industrial en Torrelavega para almacenar parte de la producción. “El contrato finaliza en agosto, momento habrá que analizar cómo va todo. Existe la posibilidad de prolongar el contrato o de buscar otro lugar más cercano a la granja, lo que nos ayudaría a reducir tiempos y costes, aunque tampoco descartamos la opción de mudarnos a unas instalaciones lo suficientemente amplias como para trasladar todo el proceso productivo: ganadería, transformación y logística”, afirma.

Mercado nacional

El eslogan de la firma, De nuestra granja a tu casa, deja bien claro el sistema de distribución de la enseña: el envío a domicilio. Mediante esta fórmula, Clem hace llegar los distintos pedidos a sus clientes, los cuales se han realizado previamente a través del formulario habilitado en el portal corporativo de la compañía o por teléfono. A partir de ese momento, entra en juego la planificación de rutas desarrollada por los hermanos Fernández Carral: Vargas, Selaya, Cayón, Castañeda, Puente Viesgo, Renedo, Puente Arce, Torrelavega, Bezana, Liencres, Soto de la Marina, Guarnizo, Maliaño, Santander… La empresa cántabra llega a todos los puntos de la región, y lo hace agrupando los pedidos por zonas y encajando los mismos en los días de la semana que visita cada área, un esquema que se ha mantenido desde el inicio del nuevo modelo de negocio y que se ha ido puliendo con el paso del tiempo. En cuanto al perfil de cliente, Clem se dirige tanto a particulares como al pequeño comercio y al sector hostelero, siendo cafeterías, hoteles, restaurantes, carnicerías, obradores y establecimientos gourmet paradas habituales en su itinerario. Como no podría ser de otra manera, al hablar de alimentos que en el mejor de los casos deben ser consumidos en semanas, la coordinación de la logística con el proceso productivo es una de las principales claves estratégicas para la firma. En este sentido, la ganadería cántabra es capaz de ordeñar, envasar y distribuir su leche fresca en un solo día, mientras que los yogures, el arroz con leche y los batidos llegan al cliente, como máximo, 24 horas después de su procesado.

Con Olegario Fernández Carral al frente de las tareas de distribución, y sus hermanos Clemente y Domingo controlando la producción, Clem se ha visto obligada a adquirir una segunda furgoneta de reparto y a contratar a tres nuevos empleados para poder hacer frente al aumento de pedidos –en los inicios todas las tareas recaían en los tres hermanos–. A pesar de ello, donde más ha crecido la firma es fuera de Cantabria, algo que inicialmente no estaba siquiera planteado. “Ha sido la propia evolución de la empresa, el boca a boca y la calidad del producto los que han posibilitado que nos vayamos abriendo a otras regiones, con especial protagonismo de Cataluña, Comunidad de Madrid, Castilla y León, Castilla-La Mancha y el sur de España –afirma Olegario Fernández Carral–. En muchos casos lo hacemos a través de distribuidores, y en otros tantos somos nosotros los que se lo enviamos al particular o negocio, pero siempre mediante la subcontratación de empresas de mensajería, puesto que, de lo contrario, no podríamos asumir el coste. Hoy en día el objetivo es vender y hay que buscar la manera de adaptarte a lo que exige el mercado. Tanto es así que hemos logrado conformar una red comercial propia”.

Dentro de nuestra región, Santander y el área metropolitana concentran la gran mayoría de pedidos, aunque, de acuerdo a las cifras que manejan los Fernández Carral, el 70% del producto que transforma la firma se distribuye ya fuera de Cantabria. Lo que sí se ha mantenido invariable en todo este tiempo es el protagonismo del particular sobre las ventas, al representar cerca del 60% de las operaciones de la compañía, aunque el sector hostelero y el pequeño comercio aumentan su peso cada día. Es más, según asegura el propio responsable de la distribución, la explotación cántabra acaba de cerrar un acuerdo para hacer llegar su producto a una importante cadena hotelera que cuenta con establecimientos tanto dentro como fuera de Cantabria. De cualquier forma, el gran salto para la ganadería ubicada en Villasevil podría llegar de la mano de un gigante de la distribución con el que se encuentra negociando actualmente. “Supondría ver a Clem como producto ‘gourmet’ en varios puntos del país, algo que hace años no podíamos ni siquiera imaginar. Somos conscientes que, de concretarse, nos veríamos obligados  a incrementar sustancialmente nuestro volumen de producción, pero contamos con la infraestructura y la cuota láctea necesarias para aumentar hasta en media tonelada la cantidad a transformar, siempre a costa de lo que destinamos a la industria, claro está”.

Extintores Cosmos, una negocio familiar con más de treinta años de historia en el mercado, renueva completamente su identidad corporativa, en un proceso que ha llevado incluso a cambiar la denominación social para incluir una mejor definición de su actividad: la empresa se llama ahora Cosmos Protección Contra Incendios.

Texto de Jose Ramón Esquiaga @josesquiaga Publicado en enero de 2015

Es relativamente habitual que una empresa cambie de logotipo o, llevando algo más allá el proceso renueve todo aquello que tiene que ver con lo que los expertos llaman su identidad corporativa. Menos común es que ese replanteamiento alcance también a la propia denominación social, subrayando una transformación con la que se quiere alcanzar todos los aspectos que tienen que ver con la imagen que llega al cliente. Ese es, precisamente, el proyecto que ha venido desarrollando Extintores Cosmos –desde ahora Cosmos Protección Contra Incendios– una empresa familiar con una trayectoria de más de tres décadas que, además, tiene un particular empeño en mantener los valores, principios y compromisos con los que ha venido operando desde su nacimiento. Hacer compatible esos vínculos con la propia historia y la renovación de su imagen era el reto a superar con el rediseño de su identidad corporativa, un desafío que emprendieron de la mano del estudio de Jesús Vázquez Comunicación.

Aunque admite que es un cálculo difícil de realizar, David Gutiérrez, gerente de la empresa, calcula que la inversión acometida en el diseño e implantación de la nueva imagen puede moverse en el entorno de los 35.000 euros. La complejidad y alcance del proceso explican las dificultades para contabilizar el coste del mismo, en el que entran tanto gastos directos –como la factura de la agencia o del rotulado de las furgonetas– como otros que, aun siéndolo, afectan a consumibles en los que puede aprovecharse el proceso natural de sustitución, un capítulo en el que entra, por ejemplo, toda la papelería de la empresa. Fuera del cálculo queda el tiempo empleado en el proceso, un factor, como los demás, clave cuando se habla de una pyme: “Si esto lo hace Repsol, o Telefónica, pone todos sus recursos en ello, y de un día para otro está en la calle con su nueva cara. A nosotros nos ha llevado un año, y todavía pasará un tiempo antes de que demos el proceso por terminado”.

El caso de Cosmos es ilustrativo precisamente por probar que, pese a lo complejo y complicado que es un trabajo de estas características, el rediseño profesional de su identidad visual no es algo que quede fuera del alcance de una pyme. La clave, apunta David Gutiérrez, es establecer un proceso pautado que afecte lo menos posible al trabajo diario y que, en términos económicos, permita escalonar las inversiones, aunque de ello suponga dilatar los plazos. “Un ejemplo claro es lo que hemos hecho con las furgonetas. Tenemos una flota de 25 unidades que no nos podemos permitir parar sin afectar al servicio que damos a los clientes. Así que lo que hemos hecho es rotularlas de una en una. Nos ha llevado un mes, pero hemos podido seguir trabajando con normalidad”, explica. Ese medir los tiempos ha llevado a que, de hecho, la implantación de la nueva imagen siga abierta. El procedimiento seguido ha primado aquellas áreas de la empresa más cercanas al cliente –las furgonetas, la papelería o el uniforme de los técnicos, que se utilizará por primera vez– dejando para más adelante la renovación de aquellos elementos situados de puertas adentro, en las propias oficinas. Entre unos y otros queda el pintado de las instalaciones de la empresa, que se ha dejado para más adelante.

Aunque existe la tentación de situar el apartado de la imagen corporativa dentro de las cuestiones meramente estéticas, tanto por las motivaciones que llevaron a poner en marcha el proceso, como por la naturaleza que se ha querido dar a este, el caso de Cosmos marca distancias con cualquier lectura superficial que quiera hacerse de una iniciativa de estas características. Con carácter previo a que se estableciera siquiera contacto con la agencia de publicidad a la que se encargaron los primeros bocetos, dentro de la empresa ya existía conciencia de la necesidad del cambio, tanto por ser conscientes de la necesidad de unificar todos los elementos de imagen como por cuestiones directamente relacionadas con el mercado. En ese sentido, el asunto de la denominación social es especialmente significativo.

Por un lado, Los responsables de la empresa eran plenamente conscientes de la relevancia y el nivel de conocimiento que tenía la marca Cosmos, pero al mismo tiempo también habían detectado las limitaciones que el nombre de la empresa tenía a la hora de describir la actividad. Aunque los extintores están en el origen del negocio, y son el elemento más visible de la seguridad contra el fuego, son solo una parte del servicio que se ofrece. “Nos encontrábamos con gente que nos llamaba preguntándonos si implantamos sistemas de protección contra incendios, que es precisamente lo que hacemos. Esperamos que el cambio de denominación nos ayude con casos como este”, explica David Gutiérrez.

Hay otro aspecto que, si bien de una manera menos directa, también puede vincular imagen y mercado, por lo que la primera puede contribuir a diferenciarse frente al segundo. Desde el comienzo de la crisis, y singularmente desde que la llamada Ley Ómnibus relajó los controles previos a la puesta en marcha de las empresas, el mercado de los servicios de prevención de incendios ha registrado un aumento exponencial de la oferta, muchas veces a través de firmas que, según destaca el gerente de Cosmos, compiten en condiciones artificiosamente ventajosas, por no cumplir con los requisitos mínimos que exige la ley. Una situación que, apunta David Gutiérrez, solo podrá atajarse definitivamente mediante una intensificación de los controles por parte de la Administración. En tanto eso llega, el único medio de afrontar esa competencia desleal es la profesionalidad y la diferenciación. Y ahí la imagen puede ser un aliado decisivo a la hora de diferenciarse.

Siete meses después de comenzar a operar y cumpliendo los plazos previstos, la empresa cántabra se convierte en comercializadora global de energía, un paso decisivo para alcanzar los objetivos planteados en su plan de negocio, que contempla alcanzar los 10.000 clientes en toda España antes de que acabe 2015.

Coincidiendo con el arranque del año, y cumpliendo las etapas planteadas en su plan de negocio, Aldro ha comenzado a vender gas a usuarios domésticos, completando con ello su condición de comercializadora integral de energía. Junto al gas, que se suma a la electricidad que ya vendía desde la pasada primavera, la empresa cántabra comenzará a ofrecer servicios de mantenimiento y reparación, lo que le permitirá diseñar una oferta comercial comparable en contenido con la de cualquiera de las grandes empresas del sector.

Nacida el pasado mes de mayo, la empresa ha ido expandiéndose desde entonces a partir de la oferta única de electricidad, aunque desde el primer momento estaba previsto sumar el gas a su cartera de productos, completando además esta con los servicios que suelen ser habituales en este mercado. Además de añadir componentes al catálogo, con la incorporación del gas y los servicios la empresa aumenta sus posibilidades de ofrecer propuestas a medida, con capacidad para adaptarse a las demandas de cada cliente.

Aunque tiene puntos en común con la electricidad, la comercialización de gas obliga a una tramitación específica, con algunas aspectos que diferencian claramente la forma de operar en uno u otro mercado. Las más notable entre estas diferencias tiene que ver con el acceso al producto, que en caso del hidrocarburo presenta algunas dificultades específicas para una empresa que, como es el caso de Aldro, no va a demandar grandes volúmenes o, cuanto menos, no tan grandes como los que pueden ser habituales en los operadores de más tamaño. Además de ir conformando una base de clientes y una red de distribuidores, el tiempo pasado desde que la empresa comenzase a operar se ha empleado en gran parte en la búsqueda de proveedores con los que cerrar contratos de suministro adaptados al perfil de cliente que atiende Aldro y a las señas distintivas que quieren dar a su producto.

Como en la electricidad, la intención de la comercializadora cántabra con el gas es dar el máximo protagonismo a la tarifa indexada, esto es, aquella que recoge las variaciones en el precio del producto en los mercados mayoristas. Según destaca José Francisco González Payno, director de Aldro, este sistema es el que mejor se adapta a la filosofía de la empresa, que busca una relación con el cliente basada en la máxima transparencia: “Nuestro objetivo es trasladar al cliente los buenos precios que podemos conseguir en nuestros suministradores, con el mínimo margen. La tarifa idexada es el mejor instrumento para ello, lo estamos viendo en la electricidad, y estamos convencidos de que funcionará igual de bien en el caso del gas”.

En los siete meses que lleva comercializando electricidad, Aldro ha cerrado contratos con 3.000 clientes. El presupuesto para el año que acaba de comenzar contempla llevar esa cifra hasta el entorno de los 10.000, ya con el gas y los servicios formando parte de la oferta. La empresa, que tiene su sede central en Torrelavega, opera en toda España a través de una red de distribución que ha ido fortaleciendo en los últimos meses a través de un modelo similar –en cuanto al compromiso con transparencia y la cercanía– al que sustenta la relación con los clientes.

Por segmentos del mercado, las pymes aportan el mayor número de clientes a la cartera de Aldro, que también ha concentrado ahí su mayor esfuerzo comercial. El consumidor doméstico tiene un protagonismo menor, pero creciente, en una tendencia que los responsables de la empresa están convencidos de que se mantendrá a los largo de los próximos meses y, cuanto menos, en todo 2015. La posibilidad de ofrecer paquetes a medida, combinando gas, electricidad y servicios, permitirá configurar una oferta más completa y adaptada a la demanda lo que, apunta el gerente de Aldro, debería traducirse en una mayor penetración en el segmento residencial, incrementando además la cuota en el ámbito de las pymes. “Vamos a ofrecer diez paquetes distintos para que el cliente pueda elegir lo que de verdad se adapta a sus necesidades”, asegura.

La comercialización de electricidad –un mercado sólo superado por el de las telecomunicaciones como fuente de quejas e insatisfacciones para los usuarios– ha puesto a prueba durante estos primeros meses de funcionamiento la validez y el alcance de la estrategia seguida por Aldro. Con nulas posibilidades de diferenciarse en el producto –más allá de los formatos en que se ofrezca, la electricidad o el gas de las distintas comercializadoras ofrece idénticas prestaciones– el servicio es el campo donde se libra la gran batalla competitiva. La principal ventaja para una empresa como Aldro es el gran potencial de crecimiento que mantiene el mercado, en el que todavía cerca de la mitad de los usuarios domésticos se mantiene en la tarifa regulada, normalmente con su compañía de toda la vida. Es precisamente ese colectivo, asegura González Payno, el que puede ser más receptivo al tipo de relación que Aldro establece con sus clientes.

La explotación ganadera de Labarces, pionera en la implantación de tecnología en la producción y una de las primeras en explotar una red de máquinas expendoras de leche, ha alcanzado los 500.000 litros pasteurizados y vendidos de forma directa, y ello pese a que las dispensadoras no han alcanzado el rendimiento previsto. La demanda de hostelería y pequeñas industrias y la entrada en el mundo del queso han sido claves.

Texto de Jose Ramón Esquiaga @josesquiaga Publicado en enero de 2015

Acostumbrados a buscar las ventanas cuando se cierran las puertas, los hermanos Entrecanales, propietarios de la granja Cudaña, avanzan ya por vías alternativas –aunque complementarias– a las que abrieron en su día con la robotización de la explotación ganadera y la venta directa de leche pasteurizada a través de máquinas dispensadoras. Las dificultades para extender el modelo de distribución a través de estas expendedoras llevó a la explotación de Labarces a buscar otros mercados para la leche que pasteurizaban en la misma explotación, una estrategia que cristalizó primero en la venta directa a hostelería y grandes consumidores, después a pequeñas industrias transformadoras y finalmente a comercializar directamente los productos que estas elaboraban bajo la marca Cudaña. El objetivo era alcanzar los 400.000 litros de leche pasteurizada que inicialmente se plantearon vender a través de las máquinas, una cifra que pronto quedó claro que era imposible alcanzar únicamente por esa vía pero que Cudaña habrá superado holgadamente al cierre de 2014.

La granja Cudaña produce 1.700.000 litros de leche al año, la mayor parte de los cuales –en torno a 1,2 millones de litros el año que acaba de terminar– los vende a la gran industria, en su caso Nestlé. El medio millón de litros restante es la cantidad pasteurizada en las propias instalaciones de la empresa y comercializada directamente por los canales alternativos. Aunque es una cifra que rebasa ampliamente el objetivo contemplado cuando en 2009 se puso en marcha el canal de venta directa, el tiempo pasado desde entonces ha elevado el listón de la rentabilidad algo por encima de esa cantidad, lo que de nuevo sitúa a Dovanea SL –la empresa propietaria de Cudaña– ante nuevas dificultades para cuadrar los números, un desafío al que están habituadas todas las explotaciones ganaderas y, singularmente, la de Labarces.

Expendedoras de leche: un camino truncado

Cudaña decidió apostar por las máquinas expendedoras precisamente como una respuesta a esa búsqueda de rentabilidad. Con una de las granjas más modernas de España –y premiada como segundo mejor criador nacional de vacuno– la enésima caída de precios de la leche situó a la empresa al borde del colapso. La pasteurización y la venta directa a través de expendedoras fue el recurso elegido para intentar elevar los ingresos y reducir la dependencia de la gran industria. Cudaña invirtió 500.000 euros en la puesta en marcha del sistema –que incluía el desarrollo de expendedoras de tecnología propia– a partir de un proyecto que contemplaba instalar 12 máquinas que, a razón de 100 litros diarios por cada una de ellas, fueran capaces de vender los 400.000 litros de leche anuales que recogía el plan. Aunque en un primer momento las máquinas se movieron en cifras de venta cercanas a las presupuestadas, pronto quedó claro que las previsiones eran demasiado optimistas tanto en el rendimiento diario de las expendedoras como, sobre todo, en las posibilidades de expandir la red.

El plan de negocio asociado a las máquinas preveía que estas se instalaran en suelo público, abonando la tasa correspondiente, y así se hizo en el caso de las dos primeras, en Cabezón de la Sal y San Vicente de la Barquera. A partir de ahí, todos los intentos de la empresa han chocado con la negativa de los ayuntamientos –de todo color político y a lo largo y ancho de todo el territorio regional– lo que finalmente ha supuesto una barrera insalvable para extender y consolidar este modelo de distribución alternativa.

El problema se explica fácilmente a la luz de las cifras: las máquinas instaladas en suelo municipal abonan una tasa de unos 600 euros anuales, una cantidad que en el caso de las instaladas en terrenos privados –siete, en emplazamientos de Santander, Camargo y Torrelavega– viene a corresponderse con la renta mensual de muchas de ellas. La leche de las máquinas se vende a 1 euro el litro, aunque con la opción de comprarlo a 0,80 euros si se adquiere una garrafa de 5 litros. Con 100.000 litros vendidos a través del parque de nueve dispensadoras con que cuenta Cudaña, y a un precio medio de 0,90 euros, el resultado es que la mayor parte de las máquinas instaladas en terrenos privados están en pérdidas.

“Tenemos dispensadoras con contratos de cinco años que comenzarán a vencer en los próximos meses. Lo normal es que en ese momento las retiremos”, asegura Ibón Entrecanales, que apunta que la primera que estará en ese caso será la instalada en Valle Real. Para completar el cuadro, se da la circunstancia de que las máquinas que más litros venden son precisamente las que lo hacen desde emplazamientos públicos. “Es una pena que una iniciativa que ha tenido todo el apoyo de la administración regional y de los fondos Leader, se vea bloqueada por la actitud de los ayuntamientos”, lamenta el copropietario de Cudaña.

Alternativas

Con las máquinas rindiendo por debajo de lo esperado, la leche pasteurizada por Cudaña fue encontrando mercado en la hostelería, residencias de ancianos y en pequeñas industrias –heladerías y obradores– a las que se visitaba aprovechando la ruta de abastecimiento de las expendedoras y a las que se surte a través de depósitos de 10 y 15 litros. Mediante esta vía se fue encontrando destino a los litros que no vendían las máquinas, pero en una proporción todavía insuficiente. Todo ello animó a los hermanos Entrecanales a dar un paso más en su búsqueda de añadir valor a la leche que producen sus vacas, con el queso como vehículo para conseguirlo.

Eloy Entrecanales recuerda las muchas vueltas que se dieron antes de poner en marcha las máquinas dispensadoras –evaluando todos los aparatos que existían en el mercado y optando finalmente por construir uno propio– y se remite a esa referencia para explicar los pasos dados con el queso: “Nosotros somos ganaderos, sabemos mucho de vacas, de producir leche. A partir de ahí todo lo tenemos que aprender. Cuando pensamos en producir queso podíamos haber pedido el asesoramiento de un experto, instalar la maquinaria que él nos dijera y poner en marcha nuestra quesería. Podría haber salido bien, pero nos parecía que eso era hacer las cosas a ciegas, sin saber lo que quiere el mercado y lo que podemos hacer nosotros”. Para evitar ese riesgo, la opción elegida fue encargar a una quesería vecina a la granja –La Ganceuca, de Roiz– que les fabricara queso fresco con la leche pasteurizada que ellos la enviaban. Cudaña empezó así a hacer un queso sin conservantes, con sólo 6 días de caducidad que distribuían y reponían aprovechando las rutas de distribución de la leche. La buena acogida del producto les llevó a sumar una tercera cuajada a las dos semanales que eran necesarias para reponer el producto, en este caso ya de un queso con maduración.

El siguiente paso fue reproducir el esquema de trabajo que tenían con La Ganceuca con la quesería Alles, de Bejes, que buscaba materia prima con la que aumentar la producción para atender a los picos de demanda que se producen en verano, y a los que no alcanzaba a atender con los quesos de denominación de origen. De nuevo el éxito acompañó a la iniciativa, y volvió a hacerlo en un tercer caso, cuando Cudaña encargó un queso con su leche a la quesería Gomber, de Sopeña. Este último caso es probablemente el que mejor ilustra la forma en que colaboran granja y queserías, y también el que ha marcado un antes y un después en cuanto al reconocimiento del producto.

La medalla de oro

Con un sólido prestigio en quesos de cabra y oveja –refrendado con algunos premios internacionales–, Gabril Gómez Bergé, director de Gomber, había valorado comenzar a fabricar quesos de leche de vaca como una forma de aumentar la producción con una materia prima más barata, aunque sin demasiada confianza en el resultado. El encargo de Cudaña fue el estímulo definitivo para dar el paso, y los resultados fueron lo suficientemente buenos como para animarle a mandar alguno de los primeros quesos producidos al concurso World Cheese Awards de Birmingham, en el Reino Unido, uno de los más prestigiosos en la materia. La sorpresa fue que en el mismo certamen donde Gomber había conseguido ya medallas de plata y bronce para sus quesos de cabra y oveja, el de vaca se hizo con el oro en competencia con más de 2.700 rivales de todo el mundo. El Gomber-Cudaña ‘Super Gold’ se convirtió así en el espaldarazo definitivo para la estrategia quesera de la granja de los hermanos Entrecanales.

El premio llegó en diciembre de 2013, un año que Cudaña cerró con una producción de 386.000 litros de leche pasteurizada. A raíz del galardón, la demanda de quesos se multiplicó, lo que influyó en gran medida para llevar las cifras hasta el medio millón de litros con los que Cudaña cerró 2014. Al igual que sucede con la leche a granel para hostelería y pequeñas industrias, la venta de queso se realiza aprovechando las rutas de abastecimiento que recorren los camiones de Cudaña, sin recurrir a terceros. Tanto esta circunstancia como el hecho de que todos los quesos de la gama son de producción artesanal son circunstancias que limitan el volumen de fabricación. Por el contrario, el enorme volumen de leche que produce la granja –200 litros por hora– permite una gran flexibilidad para destinar la materia prima a una u otra línea de producto dependiendo de la demanda estimada en cada momento.

Aunque por el momento Cudaña seguirá encargando la totalidad de la producción de sus quesos a los pequeños fabricantes con los que ahora trabaja, la empresa tiene ya sobre la mesa un proyecto para construir una quesería propia en sus instalaciones, con una inversión prevista de algo más de 70.000 euros que contará con ayudas del Gobierno de Cantabria y que tiene ya todas las licencias concedidas para su construcción. La vía libre para su puesta en marcha depende únicamente de las circunstancias del mercado y del acceso a la financiación, aunque los hermanos Entrecanales son optimistas en relación con una y otra circunstancia.

La construcción de la quesería supondrá avanzar un paso más para convertir las instalaciones de la empresa, en Labarces, en un complejo lácteo multisectorial. A la moderna explotación ganadera y a la actividad industrial de la pasteurizadora y embotelladora se uniría ahora una actividad transformadora más compleja, de mayor recorrido y con más valor añadido. Junto a todo lo anterior, la granja comenzó a organizar el verano pasado visitas guiadas, una actividad que ya han probado con éxito las bodegas en zonas con tradición vinícola y de la que los hermanos Entrecanales hacen un balance muy positivo. En esa dirección, explican, también hay un camino a recorrer para poner en valor la producción de sus vacas.

La construcción modular industrializada se presenta como el futuro de un sector en el que reducir costes sin renunciar a la calidad se ha convertido en la principal ventaja competitiva. Mediante este sistema, la firma cántabra Instalteck ha desarrollado una vivienda social orientada a países subdesarrollados y otra más sofisticada, dirigida al mercado comunitario, ambas disponibles en plazos de una a seis semanas y a importes que van desde los 300 a los 600 euros por metro cuadrado.

Texto de Jesús García-Bermejo Hidalgo @chusgbh Publicado en enero de 2015

La explosión de la burbuja inmobiliaria, causa y, al tiempo, consecuencia de la propia crisis, sirvió al menos para que los españoles fuesen conscientes de hasta qué punto la construcción en nuestro país estaba sobredimensionada, un sector que aún hoy se encuentra en plena reestructuración. Era el comienzo del fin de una época en la que los precios desorbitados por una casa, las grandes promociones inmobiliarias y los pelotazos urbanísticos formaban parte del día a día.

Hoy, el ladrillo dista mucho de ser lo que hace no tanto fue, y la caída de la demanda, unida al desplome de la financiación, ha provocado, no solo la pérdida de miles de puestos de trabajo y el cierre de numerosas firmas con nombre y trayectoria; además, cientos de promotores cuentan con terrenos y parcelas a los que no consiguen dar salida, e incluso las viviendas de protección oficial quedan deshabitadas por la nula capacidad de los potenciales compradores para hacer frente a entradas y cuotas que, dada la actual coyuntura, distan mucho de considerarse reducidas.

Numerosos economistas y expertos parecen estar de acuerdo en que el sector se encuentra en un momento crucial para su futuro, y son varias las firmas que, mirando a nuestros vecinos europeos, comienzan a apostar por nuevos modelos de negocio que posibilitan una reducción sustancial de costes. Es en este esquema en el que encaja la construcción modular industrializada, un sistema ya extendido en países como Alemania, Finlandia o Bélgica, y que permite llevar a cabo una vivienda personalizada y totalmente eficiente a un importe hasta un 40% inferior a la alternativa tradicional, todo ello en plazos de ejecución que van desde las 5 semanas hasta los 4 meses en función de la complejidad de la obra.

El proyecto de Instalteck

En Cantabria son varias las compañías que ya trabajan con este novedoso sistema constructivo, aunque cada una de ellas tiene su propia fórmula. Un ejemplo es el de Instalteck, firma que surge fruto de la unión de cinco profesionales con años de experiencia en el sector de la construcción, quienes decidieron compatibilizar sus empleos con un proyecto a medio plazo que respondía a la coyuntura económica no solo nacional, sino internacional.

Los cinco socios que forman Instalteck posan junto al logo de la firma: de pie, Asier García Ricondo, Marcos Carral Jorrín y David Sánchez Martín. Sentados, David Blázquez Sánchez y Alberto López Gónzalez

Y es que, la constructora cántabra, que en un primer momento nació para instalar los módulos fabricados por la empresa Habiteck, pero que finalmente abarcará todo el proceso, ha desarrollado dos tipos de producto: por un lado, una vivienda social, con una estructura más simple y un precio final menor, pensada para países subdesarrollados o en vías de desarrollo; y por otro, un inmueble más complejo, con elementos y acabados más sofisticados y una mayor capacidad de aislamiento, el cual nace para abastecer al mercado nacional y comunitario. “Todos los socios nos caracterizamos por ser vanguardistas, y, como tal, siempre hemos tratado de incluir en nuestra oferta las últimas novedades del mercado –afirma David Blázquez Sánchez, director técnico de Instalteck–. Viendo la tendencia y evolución de la demanda, y teniendo en cuenta nuestro conocimiento del sector, decidimos crear una firma que, con la base de la construcción modular industrializada y algunos elementos de la edificación más tradicional, nos permitiese desarrollar un inmueble, como suele decirse, bueno, bonito y barato, que es, en definitiva, lo que busca el cliente final”.

La vivienda social desarrollada por Instalteck, siempre unifamiliar, aislada y en planta baja, cuenta con una estructura de acero y un panel sándwich de 6 centímetros de grosor, elementos a los que, una vez ensamblados los distintos módulos, habría que añadir los acabados interior y exterior, el cableado, la fontanería, el equipamiento, etc. De esta forma, en un plazo récord de aproximadamente 5 días, y a un importe de apenas 300 euros por metro cuadrado construido –en España el coste medio se sitúa por encima de los 1.000 euros el metro–, la compañía cántabra lograría producir e instalar una casa que cumpliría con la normativa de países subdesarrollados. En territorio nacional y el resto de la Unión Europea, sin embargo, al no amoldarse a las exigencias del Código Técnico de Edificación (CTE), el resultado final no tendría catalogación de vivienda, sino de bien mueble, es decir, su aplicación quedaría restringida a pequeños garajes, módulos de campings, merenderos… “Existen numerosos puntos en el planeta en los que es habitual ver a grandes núcleos de población viviendo en la calle o en chabolas cuyas condiciones distan mucho de ser dignas, destinos para los que esta alternativa social sería una solución perfecta. Es más, ya hemos mantenido reuniones con autoridades de varios países africanos y la idea ha sido recibida con los brazos abiertos, algo en lo que ha tenido mucho que ver que el proyecto contemple que la mano de obra, una vez formada por nuestros especialistas, sea local. Sin embargo, la lentitud en los trámites burocráticos y la evidente falta de recursos económicos ralentizan en exceso la posibilidad de cerrar acuerdos. De hecho, la mayoría de las constructoras potentes que están llevando a cabo promociones en la zona lo hacen con su propia financiación, algo inviable en nuestro caso, al menos por el momento”, asegura Alberto López González, director comercial de Instalteck.

Mercado nacional

Sin perder de vista el potencial de países en los que el sector de la construcción aún está por madurar, en julio de 2013 Instalteck comenzó a centrarse en el desarrollo de un producto que, basado en la construcción modular industrializada, cumpliese con la normativa nacional y comunitaria, mercados en los que los socios y fundadores de la compañía cántabra trabajan habitualmente y que conocen a la perfección.

También en este caso el esqueleto del inmueble está compuesto por una estructura ligera de acero y panel sándwich, y no por hormigón y ladrillo, habituales en la construcción tradicional, aunque la auténtica clave radica en el grosor de ese panel. “Solemos optar por un modelo de 10 centímetros, que es el habitual en cámaras frigoríficas de la industria alimentaria, aunque existe la posibilidad de llevarlo hasta los 15 centímetros, más propio de cámaras de congelación –expone el director técnico de la firma–. Con esto conseguimos unas prestaciones acústicas y térmicas únicas en el mercado. No hay que olvidar que la mayoría de inmuebles cuentan con ladrillo exterior, tres centímetros de aislante, cámara de aire de otros tres centímetros y ladrillo interior, además del acabado interior y exterior, características que, a partir de enero, serán insuficientes para nuevas construcciones, puesto que no cumplirán con el Código Técnico de Edificación”.

Y es que, en palabras de los socios de Instalteck, el producto logrado está cerca de ser una casa pasiva, aquella cuya demanda energética es cercana a cero, algo que será obligatorio en nuestro país en 2020. Para hacerse una idea, el consumo medio de una vivienda española ronda los 240 vatios por hora, frente a los 35 de un inmueble pasivo, cifra que la empresa cántabra espera alcanzar en sus proyectos de aquí a un año. Por ahora, las viviendas modulares que oferta cuentan con la máxima calificación energética del mercado, la A, valor que, de acuerdo a los nuevos criterios de eficiencia que entran en vigor desde comienzos de año, apenas se dejará ver en el parque inmobiliario español, al contrario que en el resto de la Unión Europea.

Al margen de los aislamientos, los inmuebles que desarrolla e instala la constructora cántabra, siempre unifamiliares, aislados y en planta baja –aunque sus responsables aseguran que están trabajando para poder aplicar su sistema en dos alturas–, cuentan con todas las características de un domicilio tradicional, además de cumplir con los requisitos que establece el CTE: acabado exterior e interior, este último fundamentalmente pladur, instalación eléctrica, fontanería, domótica, suelos, azulejado, una capa de material resistente al fuego, etc. “Es importante que no se asocie la construcción modular con baja calidad o con casas prefabricadas de idéntico aspecto. –apunta Alberto López González–. En Instalteck personalizamos todos y cada uno de los proyectos, y el resultado final es el de un inmueble eficiente de apariencia completamente normal. Lo que sí que cambia es el proceso: al ser construcción seca, la mano de obra pierde protagonismo, y eso permite acortar tiempos y reducir costes. Lógicamente, si algún cliente quiere un tipo de azulejo concreto que se sale de nuestros estándares, un suelo determinado o un equipamiento más sofisticado, el precio final sube”.

De esta forma, en apenas cinco días la estructura, el cerramiento y el panel de cubierta estarían listos, finalizándose la casa entre 4 y 6 semanas después del inicio de los trabajos, frente a los 12 meses que suele necesitar cualquier obra de estas características mediante las técnicas tradicionales. En cuanto al importe, unos 600 euros el metro cuadrado construido.
Una vez concluida la fase de desarrollo de producto, estos empresarios se preparan para comenzar con la labor puramente comercial, lo que incluye visitas a clientes potenciales, ultimar los detalles del portal corporativo, buzoneos, asistencia a ferias… En este sentido, cabe destacar que, a día de hoy, la firma cuenta con 4 prototipos básicos, de 85, 120, 150 y 180 metros cuadrados, los cuales se adaptan a las características del terreno sobre el que se instalan y a los gustos del comprador.

Particulares, arquitectos y promotores son los principales mercados en los que se moverá Instalteck, al menos en estos primeros meses de comercialización, aunque sus responsables reconocen que el producto está pensado para dar el salto a otros países de la Unión Europea cuando los resultados o las propuestas recibidas así lo permitan. Por lo pronto, la idea de los cinco socios que forman parte de la firma es aprovechar las dependencias, proveedores, contactos y recursos de cada una de las empresas que a día de hoy poseen o de las que forman parte, aunque a medio plazo el objetivo es contar con instalaciones y equipo propio. “Tenemos un día a día que no podemos abandonar, porque ahora mismo es lo que nos da de comer, y eso, inevitablemente, ralentiza la maduración del proyecto. La ventaja es que se dan sinergias que pueden aprovecharse, y que nos permiten abarcar todo el proceso, tanto la adquisición de los materiales, como el almacenamiento, su transformación e instalación, el diseño… Y esta es una de las grandes claves de Instalteck: realmente nosotros no hemos inventado nada, sino que hemos seleccionado distintos productos que ya existían y, aprovechando nuestra experiencia y conocimientos, los hemos combinado para desarrollar el sistema más competitivo del mercado, al menos desde nuestro punto de vista”, considera David Blázquez Sánchez.

Con cinco propuestas ya en estudio, la mayoría procedentes de promotores que ven en Instalteck la solución para dar salida a unos terrenos que a día de hoy solo les suponen una carga económica, y con un sistema cuyas aplicaciones pueden ir mucho más allá de la vivienda unifamiliar, como campings, moteles de carretera, aulas o ambulatorios, por citar algunos ejemplos, la firma cántabra se plantea este 2015 como el del salto al mercado. Así, en palabras de sus responsables, lograr que el proyecto se autofinancie en el primer año de actividad comercial sería un resultado más que satisfactorio. “La meta para el segundo ejercicio es multiplicar por cuatro el número de viviendas realizadas el anterior, algo que consideramos más que factible, dado el poder del boca a boca –calcula el director comercial de Instalteck–. A partir de ahí, cuando la demanda lo justifique, nos trasladaremos a nuestras propias instalaciones, en las que, además de desarrollar las casas, dispondremos de varios prototipos físicos que podrán ser visitados. Esto equivaldría a generar cerca de 50 puestos de trabajo directos, entre producción y montaje, en apenas tres años, y eso solo para atender la demanda nacional. Todo lo que pueda surgir del mercado europeo o de países subdesarrollados serían añadidos”.

La entidad financiera diseña una estrategia específica para atender a las pequeñas y medianas empresas, de las que quiere convertirse en ‘socio de referencia’. Además de por su contenido y alcance, la nueva línea aporta argumentos para hablar de un cambio de tendencia en cuanto a la disponibilidad de crédito para las inversiones empresariales.

Texto de Jose Ramón Esquiaga @josesquiaga  Publicado en enero de 2014

Hay eventos que, por más que su motivación sea otra, terminan convirtiéndose en noticia por sí mismos. Algo de eso puede decirse del acto organizado por Banco Santander para presentar Santander Advance, el nombre con el que ha bautizado la estrategia diseñada específicamente para atender las necesidades financieras de las pequeñas y medianas empresas. Más allá de las líneas de producto de las que se habló –con intervenciones de algunos de los principales ejecutivos del banco– el acontecimiento contó con argumentos sobrados para reclamar la máxima relevancia y dar pie a lecturas significativas: cerca de medio millar de empresarios atendieron la invitación del banco, que puso todos los medios para transmitir su mensaje. Pocas veces se ha escenificado mejor la sed de crédito y apoyo financiero por parte de las pymes y –desde el otro lado y en lo que parece una sólido indicio del esperado cambio de tendencia– la voluntad de ofrecer atención específica para un segmento del mercado que ha sufrido especialmente las consecuencias de la crisis, pero sin cuya aportación es imposible dejar atrás la recesión.

En su presentación, la entidad financiera define Santander Advance como una iniciativa de impulso a las pymes con la que aspira a convertirse en “socio de referencia” de estas, un objetivo este último con el que subraya su intención de llevar ese compromiso más allá de la habitual relación entre banco y cliente. En ese sentido, la estrategia contempla aspectos que van más allá de los objetivos en concesión de créditos o comercialización de productos, alcanzando cuestiones como la formación, la cooperación y el empleo o, muy especialmente, el apoyo a la exportación.

Además de plantear los objetivos para el año en curso, los responsables del Santander que participaron en el evento –el director territorial, Carlos Hazas, el responsable del área de negocio de Empresas, Francisco Pérez-Mansilla, y el responsable de Riesgos, Luis Terrés– repasaron alguna de las cifras que dan cuenta del compromiso del banco con las pequeñas y medianas empresas de Cantabria. Según los datos que desgranaron en el transcurso del acto, el Santander ha puesto 1.000 millones de euros a disposición de las pymes cántabras a lo largo de 2014 con cargo a la iniciativa Santander Advance, lo que se traducía hasta octubre en la concesión de un 27% más de crédito que en el mismo periodo del año anterior. El Santander ha sido, además, la entidad que más ha intervenido en la formalización de créditos del Instituto de Crédito Oficial y Banco Europeo de Finanzas, que han sumado entre ambas 40 millones de euros, un 30% más que el año anterior.

La estrategia del banco cántabro para atraer a las pymes contempla, además del crédito, un amplio catálogo de bonificaciones en el tipo de interés aplicado en función de los productos que contrate la pyme. Junto a esto, el banco ha destacado otros aspectos que, aunque no tienen un reflejo directo en los números, considera de máxima relevancia para el día a día de las empresas. Entre ellos se cuenta el compromiso de dar una respuesta más ágil a la demanda, para lo que ha articulado una red de profesionales en el ámbito comercial y de gestión del riesgo.

Como novedad, la entidad ha puesto en marcha un área especializada en banca rural, AgroSantander, con el que la entidad quiere atender específicamente a los clientes alejados de las zonas urbanas, con productos y servicios específicos para la industria agroalimentaria en los principales sectores, como el lácteo, cárnico, hortofrutícola y vino. En ese sentido, AgroSantander ha puesto en marcha una línea de financiación de 100 millones de euros a través del BEI Agro, a disposición de todos los ganaderos, explotaciones e industrias del rural y es actualmente la segunda entidad en cuota de la PAC, con un 20% del mercado.

El banco ofrece, además, una batería de herramientas para facilitar a las empresas su desarrollo y contribuir a derribar los obstáculos que dificultan su crecimiento. Así, junto a la financiación Advance, lanzó en abril el programa Santander Advance Desarrollo con cuatro pilares básicos: internacionalización, empleo, conectividad, y talento y formación. Más de 260 empresas cántabras han participado ya en algunas de las iniciativas y acciones concretas de este programa.

En total, y según los datos que se facilitaron en la presentación de Santander Advance, cerca de 130 pequeñas y medianas empresas Cantabria han aumentado su actividad internacional gracias al Plan Exporta, con más de 360 millones de euros para la expansión internacional.