La ‘start-up’ cántabra prepara su traslado a una nave nido del polígono de Tanos-Viérnoles, una ubicación en la que continuará con las actividades de I+D y desde la que espera poder dar el salto a los mercados. La empresa biotecnológica, dedicada al cultivo de algas y a la obtención de extractos naturales, nació en 2016 y desde entonces ha desarrollado una labor investigadora centrada en un doble objetivo: conseguir cultivos viables y extraer de ellos un producto homogéneo a la medida de lo que requieran los clientes. La empresa da ya los últimos pasos antes de iniciar la venta de algas para el consumo humano, el mercado más cercano y el que ofrece más oportunidades a corto plazo, aunque es en cosmética y farmacia donde mayor potencial tendrían los compuestos de alto valor añadido que se extraen de las algas. Lograr un producto perfectamente controlado, con los estándares que requiere la industria y que demuestre ser apto para su uso en esos sectores, es el reto en el que sigue trabajando Investalga.

J. Carlos Arrondo | Junio 2019

Desde hace generaciones muchos habitantes de las poblaciones costeras de Cantabria complementan sus ingresos familiares con la recogida de caloca. Varias empresas de fuera de la región adquieren estas algas rojas que el oleaje de los primeros temporales otoñales arroja sobre las playas, las procesa y extrae el agar-agar, un compuesto con múltiples aplicaciones en diversos ámbitos. Hay infinidad de variedades de algas y su uso como alimento, medicina o fertilizante se conoce desde milenios. Actualmente, cada vez son más las industrias –desde la alimentaria a la farmacéutica, pasando por la cosmética, agrícola o textil, entre otras– que emplean sus extractos como materia prima. Sin embargo, a pesar de que la explotación de un recurso natural como las algas tiene un enorme potencial, apenas se ha desarrollado en Cantabria, más allá de una actividad estacional y de escaso valor añadido como es la recogida de caloca. Una ‘start-up’ local, Investalga Ahti, intenta ahora abrirse paso en el sector con la producción y extracción de compuestos de algas desde un enfoque innovador.

“Somos una empresa biotecnológica dedicada al cultivo de algas y a la obtención de extractos naturales homogéneos y reproducibles para distintas aplicaciones, desde el campo de la alimentación, humana y animal, al de la cosmética o el farmacéutico”, explica Lara Arroyo, CEO y fundadora de Investalga Ahti, iniciativa que desarrolla desde 2016 junto a Juan Robles. A diferencia del sistema de recogida masiva en las playas, que da lugar a la extracción de compuestos de desiguales características, su objetivo es garantizar una producción de una calidad que hoy por hoy no se encuentra en el mercado: “Queremos cultivar unas algas que, dependiendo de los requerimientos del cliente, sean siempre iguales. Si las quiere muy ricas en proteínas o en determinados compuestos, las podemos producir conociendo cómo afectan las condiciones de cultivo a su composición”. Su estrategia contempla inicialmente la producción de algas como materia prima en el sector de la alimentación, y más adelante centrarse en la de compuestos de alto valor añadido, muy apreciados en industrias como la farmacéutica. Esto requiere una importante labor de I+D, que hasta ahora ha ocupado sus primeros años de existencia.

Primer producto que sacará la empresa al mercado, algas para consumo humano. El gastronómico es uno de los mercados que espera atender con sus productos, pero no el único.

Lara Arroyo resalta que la investigación está muy focalizada en la mejora de los cultivos y en los ciclos de vida de las algas: “Para poder disponer de semilla viable propia y no tener que recurrir a las poblaciones naturales de algas. También en la caracterización genética de las distintas cepas para poder extrapolar, por ejemplo, resultados de crecimiento que obtengamos con unas u otras”. La finalidad es optimizar el cultivo de unas algas que, a diferencia de las recolectadas, posean una composición controlada y homogénea. Para ello ha sido fundamental haber podido participar entre 2016 y 2018 en el proyecto ‘Algacultura’, en el marco del programa I+C=+C y financiado por la Sociedad para el Desarrollo Regional de Cantabria (Sodercan). En colaboración con otras dos empresas cántabras, Rodecan –en cuya planta se ha desarrollado el estudio– y Ecohydros, Investalga ha tenido la oportunidad de experimentar las condiciones del cultivo en una piscifactoría dedicada a la cría de rodaballos y analizar el aprovechamiento de sus residuos como aportes para las algas.

“Hemos estado cultivando algas en un proyecto de investigación de ‘Acuicultura Multitrófica Integrada’. Entre organismos de distintos niveles tróficos, se trata de ir aprovechando los residuos de unos para alimentar a otros, obteniéndose distintos productos y minimizándose la contaminación por nutrientes en el medio”, precisa la CEO de Investalga. Finalizado este programa, ahora ponen en marcha otras colaboraciones con el Instituto Español de Oceanografía –a través de los proyectos ‘Robalu’ y ‘Algadiet–’ en las que suministran la biomasa de algas en la elaboración de piensos para rodaballos y asesoran en el cultivo de macroalgas. En opinión de su fundadora, la meta de todo este esfuerzo investigador se dirige a perfeccionar el proceso de producción de las algas en un doble ámbito: “Desde un punto de vista de la optimización de los recursos, para que sea económicamente viable, y desde el punto de vista de la sostenibilidad, porque está en nuestro ideal como empresa”.

Su campo de investigación no se ciñe únicamente al cultivo de las algas, sino que también dedican buena parte de su actividad a estudiar la extracción de compuestos a partir de ellas. Actualmente trabajan con la Universidad de Cantabria en la mejora del proceso de obtención de un extracto de algas verdes del género ulva, un compuesto con muchas propiedades: terapéuticas, cosméticas, etc. El reto que afrontan, matiza Lara Arroyo, es que hasta ahora no se ha conseguido obtener a nivel industrial y de forma reproducible: “Principalmente porque se ha estado obteniendo de las poblaciones naturales más que de algas cultivadas y así es muy difícil conseguir que sea siempre igual”. El caballo de batalla de Investalga, donde centran buena parte de sus líneas de investigación, es lograr que estos productos de alto valor añadido sean homogéneos, algo que para su directora general les dará mayor capacidad de maniobra comercial: “Lo que haremos será establecer acuerdos con nuestros clientes para que estos compuestos puedan hacerse a medida de sus necesidades”.

De esta primera fase centrada en actividades de I+D han sacado una conclusión relevante con vistas a avanzar en la salida de sus productos al mercado: necesitan disponer de una instalación que reuna las condiciones adecuadas para alcanzar el objetivo de controlar todo el proceso productivo. Plantas como la del Instituto Español de Oceanografía en El Bocal o la de Rodecan en Ruiloba les han servido para prospectar su infraestructura ideal: “Lo que más nos interesa es que sea lo más aséptica posible y esté aislada del medio natural para poder controlar realmente las condiciones de cultivo”, describe su CEO. Tras valorar distintas posibilidades, finalmente han decidido montarla en las naves-nido del polígono industrial de Tanos- Viérnoles, lo que les permitirá intentar cumplir uno de los hitos previstos para 2019: “A finales de año esperamos tener ya una producción con garantías de calidad y reproducible en el tiempo, eliminando el factor de estacionalidad de las especies en el medio marino”, indica Lara Arroyo.

Uno de los proyectos en los que ha intervenido Investalga busca cultivar algas en plantas de agricultura, aprovechando los residuos de los peces como nutriente. El proyecto se desarrollo en colaboración con Ecohydros y con Rodecan, la empresa que cría rodaballos en Ruiloba.

La referencia del sector en España se sitúa en Galicia, donde –a diferencia de Cantabria, que sólo tiene regulada la recogida de caloca, para posteriormente ser procesada en empresas de Burgos y Asturias– se recolectan en la mar muchas especies y hay una industria que envasa y comercializa algas, sobre todo para el sector alimentario. En otros países europeos ya se están llevando a cabo cultivos en tanques en tierra. La fundadora de Investalga destaca que es un sector en expansión al que aún le queda mucho por hacer en cuanto a investigación, pero en el que ya se pueden obtener unos rendimientos que permitan seguir avanzando: “Nosotros nos desligamos ya del agua del mar. Vamos a utilizar agua que habremos procesado para asegurar que no contenga metales pesados ni ningún tipo de contaminante que las algas puedan asimilar”. Su idea es lograr un cultivo industrial reproduciendo las condiciones naturales de una forma controlada: “Desde el cultivo hasta la extracción de compuestos hay un control absoluto de todas las fases de producción para poder ofrecer calidad, seguridad y algas a la medida de los clientes”.

Sectores

Investalga ha ido estableciendo contactos con posibles clientes de distintos sectores, siendo el alimentario el que más oportunidades les ofrece a corto plazo. Si el uso de las algas ya está muy extendido en la gastronomía gourmet, su presencia en los lineales de los supermercados cada vez es mayor, lo que según Lara Arroyo deja mucho campo abierto para comercializar sus productos: “Vamos a sacar al mercado una pequeña línea con nuestra propia marca registrada, ‘Algas de Cantabria’: frescas, deshidratadas, quizás también en salazón, en función de la demanda. También ofreceremos algas a granel para quien las quiera incorporar a sus productos”. De las especies con las que trabajan –algas verdes del género ulva, conocidas como ‘lechugas de mar’– se obtienen compuestos aprovechables también para otras aplicaciones, lo que despliega el abanico de posibilidades para la empresa. Conocen el interés de la industria cosmética, incluso a nivel europeo, y no descartan entrar en ese mercado, aunque a largo plazo su mirada está puesta en el sector farmacéutico.

Una carrera de fondo

Investalga es una empresa que, sobre todo por su alto componente en I+D, compite en una carrera de fondo. Su directora general es consciente de ello: “Hay productos que pueden ser más inmediatos, como las algas para el sector gastronómico, que esperamos nos den un colchón económico para seguir avanzando. Pero nuestro objetivo son los compuestos de mayor valor añadido y que tengan aplicaciones más concretas”. Entre ellas destacan las farmacéuticas, pero, como advierte Lara Arroyo, entrar en ese mercado es complejo y lleva tiempo: “Los requisitos de homogeneidad y estandarización de los compuestos son muy estrictos. Hay que pasar una serie de analíticas que garanticen que son seguros”. Por ahora mantienen contactos con el sector, a la espera de que su compuesto de ulva esté perfectamente caracterizado y, dentro de algún proyecto de I+D o en test internos de sus potenciales clientes, probar que realmente cumple con plenas garantías todos los requerimientos.

El mercado oriental de las algas es el más dinámico, aunque otros, como el de los Estados Unidos, cada vez crecen más. Se trata, por tanto, de un fenómeno global, por lo que Investalga aspira a internacionalizar sus actividades. “Lo que hacemos tiene una componente de innovación tan grande que queremos abrirnos a colaboraciones con socios europeos o de otros países”, apunta su máxima responsable, para quien la participación en convocatorias europeas de I+D es una buena fórmula en la búsqueda de ‘partners’ y poder así formar parte de consorcios internacionales. Esto no significa que la empresa abandone los proyectos de investigación abiertos en un ámbito más cercano y con colaboraciones que incluyen al Instituto de Biomedicina y Biotecnología de Cantabria (IBBTEC), al Instituto de Investigación Marqués de Valdecilla (IDIVAL) o a la Universidad de Cantabria. Lara Arroyo considera que esta red de alianzas seguirá ampliándose porque es un campo muy atractivo: “Cuando buscamos expertos en cualquiera de los temas que queremos tratar, siempre encontramos una respuesta positiva y bastante interés”.

Laura Arroyo junto a Juan Robles, director de operaciones d Investalga.

El reconocimiento que está recibiendo la iniciativa contribuye a otorgar buenas expectativas al futuro de Investalga. El año pasado obtuvo el segundo premio del Concurso de Creación de Empresas de Base Tecnológica, el tercero del Certamen Abierto de Emprendimiento de Torrelavega y ha sido finalista en la última edición de los premios Emprendedor XXI en Cantabria. Sin embargo, no puede obviarse que se trata de una pequeña empresa familiar, constituida con las aportaciones de sus socios y cuya dimensión dificulta alcanzar el nivel de inversión que requieren sus proyectos de I+D+i. Hasta ahora han recibido un importante apoyo de Sodercan y la ayuda financiera de las subvenciones regionales. En adelante también quieren acceder a las convocatorias nacionales y europeas, pero el movimiento estratégico que para la directora general es indispensable actualmente es el traslado desde su ubicación en el Centro de Desarrollo Tecnológico de la Universidad de Cantabria (CDTUC) a la nave en el polígono de Tanos -Viérnoles: “Nuestra prioridad es montar la instalación y nuestro gran objetivo es la producción, dar el salto al mercado”.

Nueva nave

A la espera de la licencia municipal, ya tienen encargados los tanques y confían que el montaje esté acabado a finales de año. “En las naves-nido de Torrelavega pensamos hacer una instalación piloto que nos permita contrastar que realmente lo que hemos aprendido y la idea de cultivo que tenemos es factible y obtener unos datos que en esas condiciones nos muestren nuestra capacidad de producción, para después escalar a una nave más grande donde montar una instalación definitiva”, señala Lara Arroyo. La salida al mercado también aumentará el potencial de creación de empleo de la empresa. Ahora trabajan en ella dos personas a tiempo completo y cuenta con la colaboración de varios becarios procedentes de distintos programas académicos. En cuanto comience la producción, la directora general cree que será necesaria la incorporación de personal con perfiles orientados a los cultivos, al control de parámetros en la instalación y a la comercialización: “A corto plazo creo que podremos generar cinco empleos estables”.

La empresa inició su actividad a partir de una idea multipremiada por su innovación, pero cuya aplicación ha sido imposible en Cantabria debido a la falta de regulación: la conservación de muestras de sangre y tejido del cordón umbilical para uso privado. Ante ese obstáculo, la empresa ha acelerado su estrategia de expansión, trabajando en aquellas comunidades autónomas en las que estos servicios están contemplados por la ley, y ha potenciado el resto de líneas en las que basa su proyecto: el diagnóstico genético mediante técnicas no invasivas y, muy especialmente, el departamento de I+D en torno a la genética y las células madre.

J. Carlos Arrondo | Mayo 2019

Buena parte del éxito de una empresa depende de su flexibilidad a la hora de sortear las dificultades que se presentan. Rosa Blanco y Marisa Junco, fundadoras de StemVital, una startup biotecnológica nacida en Cantabria a partir  de una idea innovadora, han aprendido muy bien esta lección. Tras años de experiencia en grupos de investigación, decidieron poner en marcha un modelo de negocio basado en ofrecer la oportunidad  a quien tuviera interés de recoger y conservar muestras de sangre y tejido del cordón umbilical para uso privado, tal y como ya se estaba haciendo en otros sitios. El proyecto –que también incluía servicios de diagnóstico genético mediante métodos no invasivos y un departamento de I+D en torno a la genética y las células madre– fue galardonado con el premio UCem Economía y Empresa en 2015, y  en 2016 la compañía fue reconocida como la más innovadora de la región al obtener el premio Emprendedor XXI, además de lograr el tercer puesto en el Concurso de Creación de Empresas de Base Tecnológica de Sodercan. Paradójicamente, esta buena acogida contrasta con los obstáculos que ha tenido que afrontar para arrancar su actividad.

Tras el parto, existe la posibilidad de donar la sangre y el tejido del cordón umbilical al sistema público, con el fin de conservar las muestras y hacer uso de ellas en pacientes ajenos a quienes las han cedido. Otra opción es que una empresa las recoja, las congele y las ponga a disposición de sus titulares para uso propio –autólogo o intrafamiliar– cuando lo necesiten. La recogida en clínicas privadas está sujeta a una legislación de ámbito nacional que exige a estas estar autorizadas, mientras que en los hospitales públicos está sometida a la regulación de cada Comunidad Autónoma. “En Cantabria no está regulado. Lo sabíamos, pero contábamos con que se podría entrar en un hospital privado como Mompía, pero tampoco ha sido posible porque no es un centro autorizado”, señala Rosa Blanco, directora general de StemVital. Este escenario implica que la empresa no puede ofrecer este servicio en toda la región, a pesar de llevar dos años intentado cambiarlo: “Ninguna empresa privada lo había pedido antes y los trámites van despacio. En 2018 se han dado pasos, ha habido buena predisposición, pero habrá que esperar a la próxima legislatura”.

Marisa Junco, directora de operaciones de StemVital, apunta el problema que esto suponía para el comienzo de la actividad, que finalmente se produjo en 2017: “Fue un frenazo porque nos habíamos dado a conocer aquí y había gente interesada que nos llamaba incluso antes de abrir”. Sabiendo que depender de un largo e incierto proceso en la elaboración de un convenio regulador podría llevar a la empresa al borde de su desaparición apenas nacida, sus fundadoras optaron por acelerar la estrategia de expansión. “Teníamos previsto empezar en Cantabria, seguir por el norte, el resto de España y posteriormente salir fuera. Como aquí no se podía guardar muestras de forma privada, empezamos a recogerlas en clínicas privadas autorizadas de todo el país y a obtener autorizaciones de Comunidades Autónomas –como Castilla y León, Madrid o Andalucía– que tenían regulada la entrada en los hospitales públicos”, explica Rosa Blanco. A partir de esta modificación en el planteamiento inicial introdujeron alguna otra novedad en un modelo de negocio que se estructura en torno a dos grandes líneas: los servicios y la investigación.

Catálogo de servicios

StemVital ofrece a sus clientes tres tipos de servicios. Uno de ellos es la crioconservación de la sangre y el tejido del cordón umbilical para uso privado de sus titulares. Otro es la realización de test genéticos no invasivos a partir de muestras de sangre o de la mucosa bucal. Son servicios orientados a personas que acuden con prescripción médica y la directora de operaciones indica que en ocasiones suelen ir muy unidos: “Hay mujeres embarazadas que hacen un test genético prenatal con el fin de evitar una amniocentesis, que tiene un riesgo. Y después del parto se puede recoger el cordón”. Advierte que el panel de pruebas que pueden realizarse es muy amplio y difícilmente podrían abarcarlo todo, de modo que trabajan dirigidas a ciertos sectores o colectivos: “Por ejemplo, ahora estamos con nutricionistas, pero hay multitud de pruebas: de paternidad, oncología, etc”. La novedad ha sido diversificar la actividad –mediante un departamento denominado ‘tecbiomol’– con un tercer servicio que da soporte a empresas del sector biofarmacéutico y a grupos de investigación.

A partir de la diversificación que se introduce con ‘tecbiomol’, StemVital se establece como ‘empresa de investigación por contrato’. “Nuestros clientes son empresas farmacéuticas, biotecnológicas y grupos de investigación que requieren ensayos concretos y dentro de las técnicas de biología molecular y/o biología celular, con células madre o testado de fármacos”, detalla Marisa Junco. Tanto ella como su socia atesoran una larga experiencia, por lo que saben que a veces los grupos de investigación  disponen de recursos financieros pero no tienen el personal para llevarla a cabo. “Ahí vimos un nicho de mercado que podíamos cubrir con nuestra capacidad científico-técnica”, desvela Rosa Blanco, que añade un segundo argumento que explicaría su iniciativa: “Hay muchas empresas ‘biofarma’ que tienden a externalizar su I+D, por lo que también tenemos la posibilidad de realizar sus ensayos”.

El departamento de I+D

El segundo gran pilar que sostiene la estructura de la empresa es su departamento de investigación y desarrollo, en el que actualmente trabajan con la pulpa dental en un proyecto innovador cuyo principal objetivo es producir biofármacos basados en células madre e ingeniería genética orientados a la medicina regenerativa. Mediante donaciones del servicio de maxilofacial de Valdecilla, de salud bucodental de Liencres y de clínicas odontológicas privadas reciben piezas desechadas  –dientes de leche y muelas del juicio– de las que se obtienen células madre mesenquimales. Sus características son distintas a las de la sangre del cordón umbilical, cuya aplicación más común es el tratamiento de enfermedades oncohematológicas, como leucemias y linfomas. “Las células de la pulpa dental pueden dar lugar a distintos tejidos del organismo, como hueso, cartílago, etc”, aclara Marisa Junco, que hace hincapié en su posible alcance: “Su aplicación es relativamente nueva, pero las células mesenquimales tienen un gran potencial, más que las de la sangre”.

Hay muchas investigaciones que están utilizando actualmente este tipo de células. Ya se ha conseguido generar células que produzcan insulina para el tratamiento de la diabetes o piel para grandes quemados y se están usando en ensayos clínicos de tratamientos para enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson o el Alzheimer. El abanico de posibilidades es tal que, según su directora general, el departamento de I+D de StemVital investiga en la congelación de las células madre de la pulpa dental: “Porque, además de los biofármacos, también tenemos el objetivo de crear un banco de células mesenquimales”. En su opinión, todo este tipo de innovaciones científicas aportan aplicaciones que no suelen ser conocidas, por lo que considera como una parte más del negocio la tarea de divulgación: “Para nosotras es muy importante hacer llegar a la gente todo lo que somos capaces de hacer gracias a esos avances, porque mucha gente cree que hablamos de ciencia ficción y de servicios muy caros y no lo son”. La conservación durante 25 años de la sangre del cordón costaría entre 1.200 y 2.800 euros y, dependiendo del estudio, podría hacerse un test genético desde 90 hasta 400 euros.

La divulgación también les resulta útil como herramienta de contacto con los médicos, una forma de que estos conozcan las nuevas tecnologías. Es muy común, sin embargo, que los pacientes llamen directamente a la empresa y, ante la necesidad de acudir con prescripción médica, trasladen la información recabada al ginecólogo, al nutricionista o, en general, al especialista que les esté tratando. En principio, su idea pasaba por darse a conocer en Cantabria e ir abriendo camino expandiéndose por toda España, pero la directora de operaciones de StemVital es consciente de que trascienden lo local: “Con internet el mercado es global. Una persona hace una búsqueda y nos llama lo mismo de Málaga que de Argentina”. Cree que es importante poner al alcance de la gente estas técnicas novedosas y esta tecnología puntera: “No sólo se plantea como una necesidad que tiene la población. A nivel empresarial también se impulsa a Cantabria en innovación”.

Las socias fundadoras de Stem Vital: Marisa Junco, a la izquierda, directora de operaciones, y Rosa Blanco, directora general.

Las empresas biotecnológicas, en general, tienen un alto potencial, aunque su desarrollo suele ser lento y requieren de mucha inversión para crecer. Marisa Junco reconoce que la investigación es un elemento diferenciador en el sector: “Sobre todo si tienes un objetivo al que quieres llegar. Pero esto no es de hoy para mañana, tienes que sobrevivir en el día a día, por eso nuestro modelo de negocio tiene una parte de servicios y otra de I+D”. Rosa Blanco recalca que el equipamiento es muy caro y estima que si no estuvieran en el Instituto de Biomedicina y Biotecnología de Cantabria (IBBTEC) no hubieran podido poner en marcha su proyecto: “Esto es una incubadora de empresas y eso significa que tenemos una fecha para salir de aquí. Las instalaciones de StemVital dentro de un tiempo tendrán que ser otras, con la inversión que eso conlleva”. Esta previsión, así como la búsqueda de vías de financiación que impulsen su crecimiento, son los motivos por los que se dan a conocer en rondas de inversores, como la que recientemente ha organizado la Fundación Innovación y Desarrollo (FIDBAN).

El reto de la financiación

Más  inversión aceleraría el proceso de crecimiento, pero saben que acceder a ella requiere tiempo. Por ahora tratan de consolidar la empresa con el apoyo de algunas ayudas, como el Plan de Diversificación de Sodercan para desarrollar su estrategia ‘tecbiomol’ o la denominada I+C=+C de la misma sociedad pública: “Se presenta un proyecto de investigación y pueden subvencionar hasta un 80%. Nos lo dieron en 2016 y en 2018, como una continuación de la anterior. Las ayudas son fundamentales porque la investigación es cara”, describe Marisa Junco. Esta circunstancia puede suponer un obstáculo prácticamente insalvable en los primeros pasos de un negocio de estas características. En su caso, a través del programa Emprecan lograron  apoyo económico, por ejemplo, para costear el equipamiento y también recibieron asistencia formativa en el ámbito financiero, del marketing o las ventas: “Porque cuando empezamos con el proyecto teníamos muy clara la idea  de lo que queríamos hacer en el laboratorio, pero cojeábamos a nivel empresarial”, recuerda la cofundadora y directora de operaciones.

También consideran un respaldo importante para el desarrollo y consolidación de su empresa la oportunidad de radicarla en el IBBTEC. Esto les permite utilizar instalaciones y equipos a los que en otras circunstancias no podrían acceder por su alto coste y según Rosa Blanco también aporta otro valor: “Nos permite estar en contacto con nuestros colegas, en un entorno científico-técnico y entre empresas que se basan en el conocimiento”. Para una empresa biotecnológica es más difícil establecerse en Cantabria que en ciudades como Madrid o Barcelona. En ellas hay más posibilidades de captar inversores y es más fácil que concurran varias compañías del sector, contribuyendo así a la formación de un entorno favorable al desarrollo científico. Aunque es un sector global en un mundo global, las consideraciones locales también influyen y un cierto aislamiento influye  negativamente en empresas de este tipo. Sin embargo, la directora general de StemVital asegura que nunca han tenido dudas de su apuesta por crecer en Cantabria: “Teníamos claro que queríamos estar y hacer algo grande aquí. Forma parte de nuestros objetivos, aunque sea más difícil. Aunque esté siendo más difícil”.

Entre sus perspectivas a corto plazo esperan que la recogida y conservación para uso privado del cordón umbilical quede finalmente regulada en Cantabria durante 2019 y poder así dar servicio a la amplia demanda que han detectado en la región. Entre sus planes inmediatos también está seguir impulsando la diversificación a través de ‘tecbiomol’. No obstante, Rosa Blanco apunta un poco más lejos: “A medio o largo plazo, el departamento de I+D es el futuro de StemVital. De él va a salir nuestro objetivo de crear un banco de células mesenquimales y de poder sacar algún fármaco basado en células madre e ingeniería genética. Una buena inversión aceleraría el proceso, pero cuando empezamos ya sabíamos que iba a ser una carrera de fondo”.

Un dispositivo desarrollado en Cantabria ofrece una solución para quien necesite contactar con los servicios de emergencia de una forma rápida y con una mínima intervención por parte de la persona que se encuentre en dificultades: basta accionar el pulsador para generar una llamada y enviar las coordenadas desde donde se emite. Tras más de un año de desarrollo, ‘112click’ ha iniciado este mes la comercialización de sus dispositivos, que funcionan en cualquier lugar del mundo.

José Ramón Esquiaga |  @josesquiaga | Enero 2020

Desde abril de 2018, todos os vehículos nuevos que se venden en la UE deben incorporar obligatoriamente un sistema automático de llamada de emergencia. El funcionamiento es sencillo, y muestra las casi inabarcables posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías: los sensores repartidos por el vehículo detectan cuándo se ha producido un accidente y, a través del móvil que tenga configurado para ello el usuario, el sistema –denominado eCall– efectúa una llamada a los servicios de emergencia, en la que se transmite automáticamente la posición del vehículo. Aunque quien atiende la llamada puede hablar con los accidentados, no es imprescindible que lo hagan, de manera que todo el proceso puede completarse sin necesidad de que el usuario tenga que intervenir. Esa idea, pedir ayuda con una intervención mínima por parte de quien la precisa, es precisamente la que un ingeniero cántabro ha desarrollado para crear 112click, un proyecto que sitúa la respuesta ante cualquier incidencia a solo un pulsador de distancia.

Los equipos salen al mercado a un precio de entre 69 y 89 euros, depen- diendo de la versión. Las más caras son resistentes al agua, con lo que pueden estar al alcance del usuario ante un accidente en el baño, uno de los más habituales entre las personas mayores.

José Manuel Mier, que ha puesto en marcha varios proyectos para aprovechar la capacidad térmica de los microchips, comenzó a dar vueltas a la idea de 112click coincidiendo con la desaparición de Diana Quer, y pensando en las víctimas de agresiones como usuarios potenciales de su dispositivo. En el desarrollo posterior identificó a los ancianos y las personas que viven solas como otro gran grupo que podía beneficiarse de un sistema que permitiera comunicar con los servicios de emergencia ante una caída o un problema de salud. Ambos colectivos –quienes por una causa sobrevenida precisan ayuda policial o quienes requieren asistencia médica– tienen en común su escasa disposición para hacer una llamada convencional: “Pero prácticamente todo el mundo lleva un móvil encima o, si está en casa, lo tiene cerca. Eso es lo que nos planteamos aprovechar para ofrecer una alternativa”, explica Mier, que ha trabajado durante algo más de un año en el diseño de una solución que, finalmente, se ha concretado con el inicio de la comercialización de sus dispositivos, este mes de enero. El sistema funciona de forma similar a como lo hace la eCall de los vehículos, con la única diferencia de que aquí es necesario que el usuario pulse el botón. “No hay un indicador que permita saber de forma automática que estamos ante una emergencia, pero solo es necesario un toque al dispositivo para activar la llamada, y a partir de ahí no es necesaria ninguna otra intervención para que llegue la ayuda”.

Los dispositivos pueden llevarse en la muñeca o colgados del cuello, y los hay en versión resistente al agua para poder usarse ante, por ejemplo, un accidente en la bañera, algo muy habitual en ancianos. La llamada que se genera es atendida por servicio de emergencias más cercano –el dispositivo llama al 112, o a su equivalente en el país que se trate, si el accidente se produce fuera de España– que tendrá la posibilidad de contactar con el usuario y, tanto si hay respuesta como si no, enviará ayuda a las coordenadas que habrá enviado el sistema. Este puede identificar, además, si la emergencia se ha producido en el domicilio habitual –o segunda o tercera residencia– de la persona en dificultades. Con esa información, y si no ha sido posible contactar con el accidentado, los servicios de emergencia sabrán que es my posible que no haya nadie que pueda abrir la puerta, y contactar con un cerrajero. “La idea siempre es ganar tiempo. Tenemos también disponible un servicio ‘premium’, que implica el pago de una cuota mensual, a través del que, además de la llamada al 112, se establece contacto con los números de teléfono que indique el usuario”.

Tras año y medio de trabajo, Mier ha iniciado la comercialización de sus dispositivos este mes de enero. Fabricados en España, se venden a un precio que va desde los 69 a los 89 euros, sin que posteriormente haya que hacer frente a ninguna tarifa para acceder al servicio, con la excepción de los 7 euros mensuales que abonarán quienes se suscriban al servicio ‘premium’, que será atendido desde un ‘call center’ contratado al efecto.

Jose Manuel Mier, con dos de las versiones del dispositivo que ha desarollado. Las farmacias son uno de los puntos de venta que contempla para la comercialización de los mismos.

El proyecto ha implicado el desarrollo del software necesario para el funcionamiento del sistema, el diseño de los dispositivos y la búsqueda de una empresa que los fabrique, que finalmente será una ubicada en Valencia. Además se ha elaborado una app de móvil y una página web a través de la que es posible adquirir los dispositivos. “Todo el empleo que se genera es indirecto, en el diseño, la fabricación y la comercialización”, explica José Manuel Mier. La app –que funciona con los idiomas más hablados del mundo, y también en todas las lenguas oficiales de España, incluido el aranés– es de descarga gratuita y ofrece sin coste un servicio de posicionamiento, que manda un sms con la posición del teléfono en caso de que este se aleje más allá de una distancia determinada de un punto previamente indicado: “En este caso no es necesario pulsar ningún botón, lo que puede ser muy útil en ancianos o en niños que puedan desorientarse”.

Además de a través de la propia web, la venta de los dispositivos de 112click se realizará a través de Amazon y de una red de distribuidores que todavía está pendiente de completar. La intención de Mier es que uno de los puntos de venta sean las farmacias, por el perfil de usuarios potenciales de los dispositivos. El plan de negocio de 112click contempla a los ancianos como el principal colectivo que puede aprovechar las posibilidades de sus dispositivos, sin olvidar a las personas que ven amenazada su seguridad por cualquier circunstancia. “Una caída, un infarto, un problema repentino de salud, una agresión… son situaciones en las que no puedes ponerte a hacer una llamada, pero que exigen una respuesta rápida. Para todas esas circunstancias es para lo que hemos desarrollado nuestro proyecto”.

La atención a la diversidad es uno de los principales retos del sistema educativo, un objetivo que suele identificarse con las necesidades de los alumnos con dificultades de aprendizaje, pero que tiene uno de sus desafíos más importantes en el colectivo de estudiantes con alta capacidad. El proyecto ‘Amentúrate’, una inciativa desarrollada por la Universidad de Cantabria en colaboración con la Consejería de Educación, la Asociación Cántabra de Apoyo a las Altas Capacidades Intelectuales y el Centro Internacional Santander Emprendimiento (CISE), ofrece a alumnos de Secundaria un programa de mentorización para ayudarles en el tránsito a los estudios superiores y apoyarles emocional y socialmente.

J. Carlos Arrondo | Enero 2020

Entre los diecisiete objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas está garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa para todos. Este enfoque considera que es ineludible tener en cuenta la diversidad en cualquiera de sus manifestaciones y, en esta línea, nuestro sistema educativo ya contempla la atención a los estudiantes con necesidades específicas, de perfiles variados y que afrontan la enseñanza con muy diversas dificultades. La legislación vigente reconoce entre ellos a los escolares con altas capacidades intelectuales y establece una serie de medidas de apoyo. Más allá de su desarrollo en los centros educativos, varias instituciones regionales se han alineado para llevar a cabo ‘Amentúrate’, un proyecto que ofrece una experiencia de mentoring universitario a alumnos con altas capacidades que estén cursando Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y primer curso de Bachillerato. Desarrollado por la Universidad de Cantabria (UC), en colaboración con la Consejería de Educación, Formación Profesional y Turismo del Gobierno de Cantabria y la Asociación Cántabra de Apoyo a las Altas Capacidades Intelectuales (ACAACI), cuenta además con la participación del Centro Internacional Santander Emprendimiento (CISE).

Tras una primera edición con veinticinco participantes, el pasado 18 de octubre comenzó la segunda con veintiún alumnos nuevos y quince que repiten la experiencia del curso pasado. Hasta febrero se desarrollan las mentorías grupales, clases prácticas sobre las principales áreas de conocimiento impartidas por profesores universitarios en las que los alumnos van identificando sus preferencias y vocaciones, al tiempo que se van conociendo y estableciendo relaciones de confianza entre unos y otros. Tras concluir estos veinticinco o treinta talleres temáticos, es el turno de las mentorías individuales, del emparejamiento de un profesor y un alumno con el fin de llevar a cabo un proyecto que será presentado al finalizar el programa. Juan Amodia, profesor del departamento de Educación de la Universidad de Cantabria y metodólogo de ‘Amentúrate’ añade como tercer eje sobre el que gira el programa las actividades –musicales, salidas, etc– que comparten mentores, ‘mentees’ e incluso padres: “Además del vocacional, para nosotros un punto importante es el social, el emocional, y jugamos mucho con eso para que tengan la posibilidad de conocerse y de hablarse”.

Hay poca trayectoria investigadora de las altas capacidades en España y, en el ámbito educativo, docentes y orientadores tampoco ha recibido una buena formación. La existencia de un proyecto como ‘Amentúrate’, dinámico, que se ajusta y aprende de sí mismo, permite avanzar en este terreno. “Es un programa de investigación y acción. Tomamos datos, obtenemos resultados, los evaluamos y minimizamos los errores”, describe su encargado de metodología. En su opinión, paso a paso y con este pequeño grupo de participantes se puede aspirar a alcanzar cotas más altas en el futuro: “Se trata de visibilizar las altas capacidades, de conseguir hacer algo en los institutos, que empiecen a crearse entornos de aprendizaje donde puedan surgir estos chavales y las condiciones para que destaquen”. El mayor problema reside en que, a diferencia de otros perfiles con necesidades educativas específicas, con criterios diagnósticos estandarizados y aprobados internacionalmente, el de la alta capacidad intelectual se suele describir desde distintos enfoques. La carencia de un modelo claro de valoración dificulta en muchos casos su identificación.

Las altas capacidades han sido asociadas tradicionalmente a las personas con un coeficiente intelectual superior a 130. Alba Ibáñez, profesora del departamento de Educación de la Universidad de Cantabria y coordinadora de este programa de mentorización, advierte que ese puede ser un perfil de identificación, pero no agota todas las posibilidades: “Otro perfil es el de quienes tienen un alto rendimiento, alumnos sobresalientes a nivel académico y que destacan en muchas áreas. Pero también puede ser el de una persona que tiene un potencial por desarrollar”. Si los dos primeros son relativamente sencillos de identificar, conseguir aflorar casos del tercer tipo y trabajar para que desplieguen dicho potencial es un gran reto para el sistema educativo. En su detección es importante que el profesional sepa valorar aspectos como la creatividad o el interés por algunas materias, algo que tiene en cuenta en la selección de los participantes en ‘Amentúrate’. “Aquí vienen chicos que realmente tienen muchas ganas de aprender y participar. El motor para que funcione es que haya un compromiso”, afirma su responsable.

Juan Amodia, profesor del departamento de Educación de la Universidad de Cantabria y metodólogo de ‘Amentúrate’. En la otra imagen, una de las salas de estudio de la universidad pública cántabra.

Antes de celebrar una entrevista familiar en la que se indaga en la evolución de los jóvenes candidatos, en qué destacan y en cómo se enfrentan a la realidad, deben aportar tres cartas motivacionales: del propio alumno, de sus padres y de algún profesional de cualquier ámbito educativo con quien haya tenido contacto. Se trata de que el equipo que dirige el proyecto detecte entre los adolescentes un acicate en esta experiencia universitaria que no suelen tener a diario en su entorno escolar. “La iniciativa surge porque el sistema educativo no está respondiendo a lo que necesita el alumnado preuniversitario con altas capacidades”, apunta Alba Ibáñez. La coordinadora de ‘Amentúrate’ lamenta que esto suponga que unos se queden por el camino y que otros, que despuntan en varias áreas, no sepan vislumbrar su futuro profesional: “El objetivo del programa es que saquen su mejor versión. Pulimos cosas que identificamos de partida y ellos ven que les tenemos en cuenta, porque vienen con muchos miedos por todos los prejuicios que hay”.

Desconocimiento y prejuicios

El desconocimiento es el caldo de cultivo de muchos de los problemas que sufren estos niños, sobre todo, en los centros educativos. “Tienen los mismos problemas que todos los adolescentes y, en muchos casos, peores por estar en un extremo. Muchos no saben estudiar, no lo han necesitado. Llegan a la universidad, incluso al bachillerato, y fracasan. Necesitan muchos apoyos”, señala Juan Amodia. Pueden estancarse por tener un enfoque excesivamente perfeccionista del trabajo o por sentirse encasillados al ver que su creatividad les conduce a respuestas diferentes a la estandarizada. Pero, sobre todo, los prejuicios les enfrentan a serias dificultades en el ámbito social, como indica Rafael Ruiz, director de Innovación del CISE y encargado del seguimiento a los alumnos de ‘Amentúrate’: “Tienen el riesgo de que, en el colegio o en el instituto, el grupo les excluya por ser diferentes y destacar. Unos, aún siendo excluidos, tratan de avanzar, pero llegan con muchas heridas. Otros deciden no luchar, prefieren estar con el grupo y renuncian a la oportunidad que tienen por sus altas capacidades”.

Tanto el equipo de ‘Amentúrate’ como las familias coinciden en que estos jóvenes no sólo disfrutan de hacer algo que les gusta, sino que también experimentan una transformación personal que incluso trasladan al entorno real en el que antes tenían tantas dificultades. “Aquí ven a más chicos como ellos y ven a gente que está a su disposición para ayudarles en lo que necesitan, no en lo que creemos que necesitan. Se tiene en cuenta lo que dicen y se sienten incluidos”, destaca el responsable de Innovación del CISE, que además desarrolla con ellos un taller basado en el ‘design thinking’, una técnica de resolución creativa de problemas: “Se utiliza para el diseño de proyectos, productos y servicios. Yo lo aplico a su proyecto más importante: ellos, su carrera personal. Primero deben entender si un problema realmente lo es o si es una circunstancia que no pueden cambiar. A partir de ahí, empezamos con distintas técnicas para construir una solución”.

La experiencia del CISE en programas de mentoría –más cercana al mundo de los negocios, pero en la que trabajan con mucha gente joven– ha contribuido a potenciar el programa. Inicialmente, formando a los profesores universitarios: “Les damos unas pautas de aquello en lo que tenían que tener cuidado como mentores para que la relación con el ‘mentee’ sea de la mayor calidad posible. Con sus conocimientos y experiencia, debe ponerse al servicio del chico y ayudarle a resolver los problemas que le plantee”, precisa Rafael Ruiz. Además, lleva a cabo un seguimiento para verificar que las relaciones de los estudiantes, no sólo con sus mentores sino también entre ellos, sean buenas: “Hay un juego de mentorías entre iguales que es muy interesante. Se van dando claves de lo que les está funcionando o no y ellos mismos hacen que el programa se retroalimente”. La finalidad es crear un entorno que les estimule y les permita aflorar su potencial y canalizar sus capacidades.

Rafael Ruiz, director de Innovación del CISE y encargado del seguimiento a los alumnos que participan en este programa.

El objetivo del programa no es el enriquecimiento extracurricular, no se trata de que los alumnos aprendan unos contenidos. Aunque llegan a ampliar sus conocimientos, el planteamiento tiene mucho más que ver con aspectos sociales y emocionales. También vocacionales porque se les muestran muchas materias que pueden relacionar con lo que les gusta o en lo que destacan. La finalidad de ‘Amentúrate’ no es la orientación profesional, pero es útil para mostrarles que hay alternativas en las que pueden encauzar su futuro. Alba Ibáñez lo resume con un ejemplo: “Al venir a la universidad algunos han descubierto la salida profesional de la investigación”. No sólo se trata de que conozcan el mundo universitario, sino que también se acerquen al empresarial. Cree que es importante estrechar esta colaboración y por ello buscan alianzas con empresas: “La Cámara de Comercio nos está apoyando desde el principio y es una red que va creciendo. Nos ofrecen visitarlas o hacer algún taller en ellas. Se conectan porque lo ven interesante y es una manera de atraer el talento”.

El equipo de ‘Amentúrate’ es optimista con las perspectivas de un proyecto que crece y que está teniendo eco en el ámbito de la divulgación científica. “Seguimos aprendiendo y difundiendo lo que vamos investigando. Incluso es posible que este año llevemos el modelo a otros sitios”, desvela el profesor del departamento de Educación y metodólogo del programa. Con el apoyo que está recibiendo de la Universidad de Cantabria, que se traduce en una total vinculación del rectorado y de todos los vicerrectorados, así como la gran acogida que está teniendo entre el profesorado que se está prestando a colaborar en las mentorías, está convencido de que es una iniciativa con mucho futuro. En definitiva, Juan Amodia considera que es una oportunidad para que las personas con altas capacidades intelectuales no se pierdan y contribuyan a la mejora social: “Si una persona con este talento no se malogra y llega a estar en el engranaje de la sociedad, nos va a ayudar a todos”.

Tres ingenieras químicas cántabras han puesto en marcha Ecool, un proyecto que se plantea elaborar prendas de vestir utilizando residuos plásticos como materia prima, una iniciativa que encaja con los criterios de sostenibilidad y el compromiso con la economía circular que promueve la Unión Europea, pero tiene como principal obstáculo la inversión necesaria para llevarlo a cabo. Por el momento, la iniciativa de las tres emprendedoras se ha concretado ya en la elaboración de bolsas de tela con diseño propio, un producto cuya fabricación y confección han encargado a empresas externas.

Sara Sánchez Portilla | Diciembre 2019

Cada vez son más comunes las marcas sostenibles que pretenden contrarrestar la grave crisis ecológica del planeta y emprender una transición hacia la economía circular, un escenario en el que los residuos generados se convierten en recursos. La ONU propuso en uno de sus objetivos de desarrollo sostenible para el 2030 garantizar la producción y el consumo responsable, por lo que el desafío ecológico insta a Europa a abandonar la economía lineal en la que se produce, se consume y se tira, y pasar al modelo circular en el que se aprovechan al máximo los residuos y además se reduce al mínimo la extracción de materias primas.

Cantabria alcanzó el récord de reciclaje en el año 2018: se trataron más de 18,062 toneladas de envases domésticos. Los depositados en el contenedor amarillo crecieron un 10,2% en comparación con el año anterior, al igual que los que fueron a parar al contenedor azul, que también se incrementaron un 6,1%, según datos aportados por Ecoembes. El reciclaje de plástico resulta ser una de las claves para superar el desafío inminente, como también lo es para la economía circular y para tres jóvenes emprendedoras que pusieron en marcha una marca de ropa ecológica, Ecool, en la que contempla precisamente al plástico reciclado como materia prima a partir de la cual fabricar sus productos.

Carmen Barquín, Carlota Guati y Deva Pelayo cursaron juntas la carrera de Ingeniería Química. En ella entablaron amistad y, una vez finalizado el grado universitario, volvieron a encontrarse en el máster. En una de las asignaturas de éste, denominada Innovación y Desarrollo (I+D+E), tuvieron que realizar un trabajo que requería crear una empresa ficticia cuyo “requisito imprescindible” era que su actividad sirviera para reducir los residuos plásticos. Por aquel entonces Carmen Barquín estaba indagando en el mundo de la moda sostenible a través de un curso que compaginaba con sus estudios. “Siempre he estado muy involucrada con todo el tema de la moda, y por esas fechas estaba descubriendo la moda sostenible, por lo que propuse intentar hacer ropa a partir de plástico reciclado. Nos gustó tanto la idea a todas que nos centramos en ello y quisimos hacerlo realidad. Durante el máster, a la par que esto, comencé un curso de moda sostenible que nos sirvió de ayuda a la hora de clarificar nuestras ideas para esta empresa”.

Así fue como nació Ecool, la empresa cántabra de ropa ecológica que fue –resume Carmen Barquín– “un sueño hecho realidad”. Hay jóvenes, explica, que no se plantean poner en marcha un nuevo negocio, y que tampoco se ven a sí mismos como futuros emprendedores, pero que mientras cursan sus estudios surgen proyectos ligados al mundo empresarial y es justo ahí cuando la semilla de un negocio hipotético que puede brotar y hacerse real. Como les ocurrió a Carmen, Carlota y Deva, que se vieron envueltas en el mundo del emprendimiento y del desarrollo de iniciativas empresariales propias..

Pero no basta con eso. El factor económico es fundamental a la hora de montar un nuevo negocio, y ese fue también el principal obstáculo a superar en este caso, debido a que la capacidad económica de las tres emprendedoras era “muy limitada”, como indica Carlota Guati, que es consciente de que siendo todavía estudiantes la idea de emprender se torna aún más difícil. “La capacidad económica de las tres es muy escasa, porque aún somos estudiantes y no tenemos ingresos fijos. Por lo tanto, decidimos apuntarnos a un concurso de proyectos de nuestra escuela (ETSIIT), en el que recibimos algo de dinero, que nos ayudó a comenzar a crear algunas bolsas y ver cómo respondía la gente. Además, estamos aplicando la mentalidad de invertir todo el beneficio en el proyecto, por lo que estamos cuidando mucho cada gasto y detalle del producto final”.

La demanda es un punto de referencia para cualquier proyecto, pero  en el caso de los productos con un marcado carácter ecológico todo adquiere un cariz distinto, y el perfil del consumidor cambia: ya no es alguien que se limita a comprar, sino también una persona concienciada en el valor de la sostenibilidad que, como si de un agente de cambio se tratara, deja de comprar por comprar y orienta esas decisiones con un fin ecológico. No es lo mismo adquirir una camiseta cualquiera, a decidirse por una hecha con botellas recicladas, lo que aporta un valor diferencial a la oferta de una empresa que fabrica ese producto. Pero no todo son ventajas: elaborar prendas a partir de plástico reciclado requiere una inversión “desorbitada”, lamentan las promotoras de Ecool, que hoy por hoy no se plantean comprar su propia maquinaria, aunque sí establecer sinergias con empresas afines. “Para poder crear nosotras los tejidos a partir de plástico necesitamos equipos que nos suponen ahora mismo una inversión demasiado grande para lo que es nuestro proyecto, por eso nos centramos en encontrar entidades y empresas con las que pudiésemos colaborar. En concreto, contamos con una empresa cántabra que hace tejidos a partir de plástico que recogen del mar Mediterráneo, y después la confección de las bolsas es realizada por una entidad social para favorecer la inclusión de todos los colectivos de la sociedad cántabra”, detalla Deva Pelayo.

El proceso de creación de tejidos a partir de plástico resulta “sencillo” a nivel industrial, recalca Deva. El plástico más común, que suele encontrarse en botellas de agua y refrescos, se denomina tereftalato de polietileno y a partir de él se obtiene el hilo. El envase pasa por un proceso de lavado, triturado y fundición, y una vez sacado el hilo solo queda combinarlo con otros tejidos orgánicos para elaborar prendas. Un producto ecológico de la marca Ecool, elaborado mediante dicho proceso, tiene un coste total de diez euros. “A día de hoy, el producto que tenemos cerrado y estudiado son bolsas de tela con diferentes diseños, que están puestas a la venta por 10 euros”.

Redes sociales

Estos productos pueden encontrarse a través de las redes sociales en las que la empresa tiene presencia, que han demostrado ser una gran ayuda tanto para vender de forma ‘on line’ como también para dar a conocer su producto mediante fotografías y vídeos. En su cuenta oficial Ecool (@ecoolclothes) se encargan de exponer sus diferentes diseños así como hacer hincapié en la importancia del reciclaje y la moda sostenible.

El mes de noviembre del pasado año las tres emprendedoras cántabras decidieron apuntarse al programa Explorer “Jóvenes con ideas”, una iniciativa de Banco Santander que ayuda a lanzar los proyectos empresariales al mercado, ofreciendo apoyo, formación, asesoramiento, premios en metálico y viajes. Deva Pelayo cuenta cómo fue la experiencia: “Nos decidimos apuntar a Explorer para poder tener una orientación y formación adecuada para hacer nuestro proyecto lo mejor posible”.

Los tres proyectos ganadores del programa Explorer optaban a una financiación para impulsar el desarrollo de la idea: el tercer premio obtendría 10,000 euros, el segundo 20,000 euros y el primero alcanzaría la cifra de 30,000 euros. Mientras que el Women Explorer Award, una categoría del programa dirigido al mejor proyecto liderado por una mujer, concede  20.000 euros de premio a la iniciativa galardonada. “Después de mucho trabajo, conseguimos ser seleccionadas para los Woman Explorer Awards, aunque más tarde no pasamos a la final. Sin embargo, todas pensamos que la experiencia en todos los meses de Explorer fue muy enriquecedora y nos ayuda y ayudará en todas las etapas de nuestro proyecto”, explica Deva, quien valora positivamente hasta dónde ha llegado el proyecto que un día se convirtió en empresa. “La verdad es que este es un proyecto que empezó casi de rebote y con el que cada día que pasa estoy más a gusto, me encanta lo que hacemos y sobre todo el porqué. A pesar de que siempre he tenido claros mis intereses de futuro profesional, cada vez me gusta más la idea de poder dedicarme a esto. Además, las tres tenemos puntos fuertes diferentes, pero a la vez una idea común, por lo que nos compenetramos estupendamente”.

Carlota Guati se expresa en términos similares a los de su socia, ya que mantiene que el balance del camino recorrido hasta aquí ha sido “totalmente positivo”, puesto que nunca se hubiera llegado a imaginar cuanto le “ha motivado” este proyecto. “Además el hecho de llevarlo a cabo con dos amigas más, hace que el trabajo en equipo sea muy fácil. Sin duda Ecool es algo que no vamos a dejar de lado tan fácilmente”.

Ideas, mentores e inversión. Son los tres ingredientes necesarios para que una empresa emergente tenga posibilidades de aterrizar, asentarse y crecer. Las nuevas startups nacen vinculadas a la tecnología y asociadas a un modelo de negocio escalable. Aún así, el éxito no está garantizado; el factor suerte juega un papel fundamental en un nuevo modelo de negocio que poco a poco va ganando terreno al tradicional y donde el comodín del Business Angel siempre suma. Cada vez son más las iniciativas institucionales que ayudan a los emprendedores a dar forma a su idea a través de distintos programas, como ‘Emprendedores x Emprendimiento’ o ‘Coworking’. Pero… ¿y después qué?

Texto de Laura Velasco @lauripuck

Según el último informe elaborado por el GEM (Global Enterpreneurship Monitor) y el Foro Económico Mundial, son las pequeñas y medianas empresas las que más contribuyen al PIB de España, con un 62%. En España la tasa de la actividad emprendedora se situaba en el año 2015 –a la espera del nuevo informe que se publicará este mes de junio– en el 5,7%, por debajo de la media europea del 8%. De hecho, nuestro país es el segundo menos emprendedor de la Unión Europea después de Italia. El miedo al fracaso tiene mucho que ver en esta baja iniciativa pero también la cultura. Y es que en los países del sur de Europa –tal y como señala el informe– hay miedo a no hacerlo bien y, al mismo tiempo, una baja percepción de oportunidades empresariales. Si “el 40% de los españoles ve de forma positiva la idea de emprender, el 40% de ellos tiene miedo a fracasar”.

El fenómeno emprendedor, lejos de lo que pudiera imaginarse, goza de mayor aceptación en Cantabria, superior en casi un punto a la tasa española (6,6). Las nuevas políticas gubernamentales, las normas sociales y culturales y el ambiente económico que comienza ya a relajarse son los factores que en los últimos años han favorecido el emprendimiento. Tan sólo en el pasado mes de mayo, se cerraban dos programas de apoyo a esta figura. Se trata de ‘E2, Estudiante x Emprendedor’, impulsado por el Centro Internacional Santander Emprendimiento (CISE) en la Universidad de Cantabria (UC) y dirigido a promover y acelerar el desarrollo de las capacidades personales y profesionales de los estudiantes fomentando su espíritu emprendedor y ampliando su empleabilidad. Y el programa Coworking Santander, concebido para ofrecer formación y acompañamiento a emprendedores para la puesta en marcha o consolidación de proyectos innovadores, en este caso organizado por el Ayuntamiento de Santander, EOI y el Banco Santander.

En ambos casos el objetivo es ayudar a los emprendedores a madurar y dar forma a su idea. “Se persigue ayudar al desarrollo y crear empresas, empleo y riqueza para la comunidad”, asegura Eugenio de Juana Saiz, coordinador de Coworking. De hecho, durante cinco meses los 22 participantes en 19 proyectos han sido formados en competencias relacionadas con el emprendimiento y la gestión de proyectos, y expertos tutores les han acompañado en el diseño de su modelo de negocio, la búsqueda de financiación y la solución a necesidades generales y específicas.

Federico Gutiérrez-Solana, director del CISE.

También como un primer paso de iniciación a los procesos emprendedores surgió E2. En este programa se parte de equipos multidisciplinares conformados por un estudiante-tutor, que coordina a otros cuatro compañeros de diversas titulaciones y por un empresario-mentor que les orienta y apoya para generar ideas emprendedoras. Más de 60 estudiante han dado forma a 14 modelos de negocio a lo largo de seis meses; un tiempo en el que han aprendido a hacer un prototipo de lo que esperan plantear en el mundo real. “Como una especie de pequeña maqueta de su proyecto de futuro, que se pueda testear en el mercado y así el riesgo que asumen es menor”, apunta Federico Gutiérrez Solana, director del CISE.

Precisamente la ‘prueba-error-prueba’ forma parte de la filosofía de las ‘startups’. A través de validaciones el emprendedor comprueba si su idea de negocio es potente para seguir adelante o si tiene que darle una vuelta o incluso retirarla y buscar entonces otras vías intermedias donde el riesgo sea menor. “Aprender de esos errores, pivotar y tomar otro camino distinto”, indica De Juana.

Talento, mentores e inversores

Transformada la idea en modelo de negocio testado, con los conocimientos necesarios para ponerlo en marcha y conocido el nicho de mercado ¿cuál es el siguiente paso? ¿Está el emprendedor preparado para ser autónomo o sigue necesitando apoyos como el de las aceleradoras? Son muchos los factores de éxito que entran en juego a la hora de consolidar y permitir crecer una ‘startup’. No existe una fórmula mágica, pero desde el CISE apuntan ciertas claves que nunca deben faltar en los inicios de una aventura empresarial,  valores intrínsecos de las aceleradoras que se encargan de impulsar las startups: talento, mentores e inversores. “Una buena idea en manos de un mal emprendedor no sale, una idea menos buena en manos de un emprendedor con ganas sale seguro… y luego la inversión”, asegura el responsable de Coworking. Hace falta una buena idea, sino es imposible desarrollarla, pero a la vez hace falta un acompañamiento: “Se pueden perder situaciones muy potentes si no están en los entornos adecuados”, incide Gutiérrez Solana

Eugenio de Juana, director de Cowering Santander.

Aunque no todos los proyectos requieren de la misma financiación a lo largo de su trayectoria, sí es un factor determinante. Hay ‘startups’ que no necesitan una gran inyección inicial pero sí en las distintas etapas de crecimiento. “Se debe garantizar –puntualizan desde el CISE– que cada cierto tiempo se incrementa esa financiación externa y ganar la confianza de los expertos y financiadores”. En 2015, las necesidades de financiación para iniciar un proyecto emprendedor –en términos de capital medio– estaban en 75.721 euros.

Existen varias vías financiación; desde la bancaria a las plataformas de crowdfunding, ayudas gubernamentales y los Business Angel, que aunque pocos, en 2015 representaban el 4% de los inversores cántabros. Desde Coworking aconsejan “apuntar con el cañón lo más alto posible, con ambición… ir de entrada a buscar con timidez no es buena idea”.

La base tecnológica es otro de los factores de éxito a tener muy presente a la hora de proyectar una startup. Hoy en día cualquier iniciativa debe estar apoyada además en las redes sociales y el marketing digital, pero “asociado a eso hay que tener presente la internacionalización como clave para un crecimiento más potente, pensando –según Gutiérrez Solana– que en el mercado digital no hay distancias y la competencia tiene ideas semejantes en todo el mundo”. Paralelamente se apunta a un modelo de negocio escalable.

Desde el CISE acompañan de una variable más, el emprendimiento que se hace por oportunidad asociado a conocimiento. Un factor que se ha ralentizado en los últimos años debido a la situación de crisis económica “cuando el conjunto del sistema se empequeñece –recuerda Gutiérrez Solana– se acobarda y baja y es cuando han proliferado los negocios por necesidad”. Según apunta “la inversión en conocimiento en nuestro país es baja y eso se traduce en la tasa de emprendimiento”. De hecho, hay una correlación entre aquellos países que invierten más en I+D+I y educación con un emprendimiento y un aprovechamiento de las oportunidades “mucho más claro que nosotros”.

De ‘startup’ a empresa

No existe un momento específico en el que una iniciativa deja de ser emprendedora y pasa a convertirse en empresa consolidada, pero sí algunas pautas orientativas. Así, en el informe elaborado por el GEM y el Foro Económico Mundial esa barrera se fija en el marco temporal de los 42 meses. Para otros, en cambio, el limite podría estar en dos años e incluso en uno. Aquí influye mucho el tipo de negocio, la idea disruptiva que nadie ha pensado, “es una cuestión de ser capaces de mantenerse competitivamente en el mercado en el que están; cuando eso se consiguen ya son solventes”, señala Federico Gutiérrez Solana.

José Luis Estévez y Juan Gracia, promotores de Woorker.

José Luis Estébanez y Juan Gracia llevan ya un año con su ‘startup’ en el mercado, después de tres de incubación y maduración. Woorker, una de las ganadoras de la primera edición de Coworking, es una plataforma de búsqueda de empleo mediante técnicas de gamificación. A día de hoy trabajan con más de 300 empresas y gestionan más de 3.000 procesos de selección en España y en Europa. A ellos el programa les cogió con el proceso muy avanzado pero les ha permitido cambiar el enfoque. “Hemos hecho mucha prueba y error, en tecnología éramos buenos, pero hemos aprendido el resto a base de golpes”, recuerda José Luis.

Recapitulando hacen un balance de año positivo, aunque recuerdan las numerosas ocasiones en las que han tenido ganas de tirar la toalla. “Unas semanas celebras cualquier detalle, y a la siguiente lo quieres mandar todo al garete”.

Para ellos lo más difícil ha sido la captación de clientes y usuarios. “Nosotros conectamos talento de jóvenes con necesidades laborales de las empresas a través de gamificaciones, y evangelizar sobre gamificaciones con los directores de recursos humanos o gerentes ha sido complicado” apunta Juan Gracia. Y si la financiación al principio no fue un obstáculo insalvable, rechazando incluso un accionista por el 20% procedente de Valencia, ahora están inmersos en un proceso de captación de inversión en el que están abiertos a todas las opciones “para poder dar un paso más”. De hecho confiesan tener un ‘business angel’ y una empresa interesada en invertir.

Driveer, una web que permite el intercambio de mercancías entre particulares, ha sido el otro proyecto ganador de la primera edición de Coworking. Cristian Antuñán y Rafael Martínez-González apenas llevan unas semanas con su negocio rodando después de un año y medio dando forma a su idea. Se marcan un horizonte de otros 3 o 4 años para probarlo todo gracias a ese ‘business angel’ que, como caído del cielo, les garantiza la inversión. “Sin rondas de financiación nos daríamos sólo uno año”, apunta Cristian.

Cristian Antuñán y Rafael Martínez-González, creadores de Driveer.

Para Driveer el apoyo de las instituciones ha sido determinante. Tras concebir la idea en una clase de la universidad sobre economía colaborativa, se lanzaron a incubar una startup basada en el transporte de personas, para terminar después centrados en las mercancías. “Vimos que había un nicho importante… empezamos a pivotar con servilletas en un bar y a partir de ahí hemos diseñado nuestro modelo de negocio”, recuerda Rafael.

Su punto de inflexión fue ganar un concurso de emprendedores de la Universidad y contactar con Sodercan: “Dio subvenciones y fue como un balón de oxígeno –apunta Rafael– después nos apuntamos al Coworking que nos ha permitido constituir la sociedad y lanzar el proyecto al mercado”. Ahora, con todo en marcha su barrera es la confianza del consumidor “que vean que mandar el paquete (por Driveer) es lo más normal del mundo”, apunta Cristian.

3 de cada 4 fracasan

Sin embargo, los números están ahí y señalan que 3 de cada 4 proyectos fracasan. Desde CISE consideran que el punto está en ser capaces de crear estructuras para acompañar los distintos procesos de crecimiento y aceleración para que sean competitivos. “Tenemos que conseguir atraer el mejor talento y que se quede; garantizar que nuestras estructuras de aceleración sean mejores que las de nuestros vecinos… y tener capacidad de crecimiento. Si no los jóvenes cuando tengan una idea se van a ir donde sea más fácil crecer y estén los mejores servicios”.

Precisamente, uno de los rasgos diferenciadores de Cantabria con el conjunto de España –según el GEM– es que mientras en el conjunto nacional la falta de apoyo financiero es el principal obstáculo para emprender, en Cantabria son las políticas gubernamentales. “Lo que hay ahora es una base de capacidad emprendedora de gente joven que tenemos que aprovechar –recalca Gutiérrez Solana– es el momento de dar un apoyo estratégico y dar un salto cualitativo. Y debemos estar todos unidos, si no se pierde fuerza”.

De momento ya está en marcha la segunda edición de Coworking con 33 emprendedores dispuestos a dar forma a su idea y hacer del autoempleo su forma de vida.


Una silla de ruedas con wi-fi y un lácteo vikingo

I-Chair, una innovadora silla de ruedas que incorpora wi-fi, GPS, sensor de humedad, sistema de posición horizontal y motor eléctrico fue elegida como mejor idea de negocio de la V edición del programa ‘e2: Estudiante x Emprendedor’. Su autor, es Miguel Angel Pascual, un estudiante de medicina que ha contado con el apoyo del responsable de la empresa Alsaplas, Nacho Irastorza, y el trabajo coordinado con otros cuatro estudiantes de la UC. Su propuesta destaca por incorporar la última tecnología y un diseño innovador, tanto para el desplazamiento autónomo de las personas con discapacidad como para al personal sanitario en hospitales y residencias.

Gurt, un producto lácteo basado en una antigua receta vikinga con altos niveles de proteínas y 0% de materia grasa –fabricado a partir de leche de Cantabria–, ha sido elegido como el que mejor representa los valores de colaboración, esfuerzo, compromiso y adaptación al cambio, seña de identidad del programa ideado por el CISE.

Viveros e incubadoras de empresas ofrecen una infraestructura para facilitar los primeros pasos de cualquier iniciativa empresarial, tanto facilitando un espacio físico como aportando las herramientas necesarias para poner en marcha cualquier proyecto. Con diferentes perfiles y condiciones, Santander, Torrelavega y Santa Cruz de Bezana, o el propio Parque Científico y Tecnológico, cuentan con instalaciones pensadas para emprender.

Texto de J. Carlos Arrondo @jcrlsam

Steve Wozniak  y Steve Jobs fundaron Apple en 1976. Cuenta la leyenda que el primer centenar de unidades Apple 1 se fabricó en el garaje de la casa familiar de Jobs. Sin embargo, Wozniak, que ahora imparte charlas a jóvenes emprendedores, desmiente esta versión y asegura que Apple no nació en un garaje, que jamás se diseñaron allí sus productos ni fue la base de operaciones del incipiente negocio. Los inicios de la compañía  fueron mucho más prosaicos: apenas disponían de dinero y carecían de un lugar específico donde realizar su trabajo, así que cada uno llevaba a cabo su parte del proyecto en su casa o donde pudiera en cada momento. Han pasado cuatro décadas y los emprendedores siguen enfrentándose a problemas similares, aunque hoy existen herramientas, públicas y privadas, para que no tengan que recorrer solos el trayecto que conduce de una idea más o menos brillante a la puesta en funcionamiento de una empresa que la desarrolle. La estructura de apoyo a emprendedores contiene recursos que van desde ayudar a la generación de ideas, pasando por el asesoramiento en el inicio de la actividad, hasta facilitar una infraestructura, que puede concretarse en un vivero, una incubadora, un espacio de ‘coworking’ o un centro de empresas, entre otras. Los matices que pueden diferenciar unos de otros no soslayan el hecho de que todos estos modelos de infraestructuras tienen el objetivo común de evitar que la carencia de un espacio físico sea un obstáculo para el comienzo de una actividad emprendedora. Son herramientas que tratan de paliar las mismas o parecidas dificultades a las que Jobs, Wozniak o muchos otros, sin apenas más recursos que su talento, tuvieron que enfrentarse a la hora de ‘levantar la persiana’ de su negocio.

Vanessa Sánchez, miembro del equipo técnico del Centro de Iniciativas Empresariales del Mercado de México de Santander

Los viveros de empresas son centros que ofrecen unas instalaciones a bajo coste y, adicionalmente, un apoyo técnico a emprendedores, con la finalidad de facilitar la puesta en funcionamiento de iniciativas innovadoras y viables. La Agencia de Desarrollo Local (ADL) de Santander dispone desde 2003 de uno de estos viveros, el Centro de Iniciativas Empresariales, ubicado en la planta baja del Mercado de México. Consta de quince oficinas, alquilables a un bajo precio que, además, está bonificado durante los tres primeros años. Cada una cuenta con mobiliario y la preinstalación necesaria para contratar los servicios de luz, teléfono, internet, etc, y todas disponen de un servicio común de conserjería. Las instalaciones se completan con una sala  destinada a la formación, con capacidad para unas cuarenta o cincuenta personas, y otra para reuniones. Vanessa Sánchez, que forma parte del equipo técnico que ofrece asesoramiento en el Centro, resume así su finalidad: “Está destinado a emprendedores que comienzan una actividad. Se trata de ayudarles con un impulso en sus primeros años. Les cedemos un espacio físico a muy bajo coste y así pueden disponer de unas buenas instalaciones donde poner en funcionamiento su negocio. Además, les ofrecemos el valor añadido de que aquí estamos para ayudarles en todo lo que sea posible”. No todos los emprendedores necesitan el mismo grado de apoyo, ni demandan igual tipo de ayuda: “Intentamos trabajar con ellos la consolidación. Nos reunimos con los que lo requieren para ver cómo va el negocio, su evolución, las áreas en las que ellos consideran que van peor y en las que creen que podemos echarles una mano, en una relación de total confianza mutua”.

Filtros y condiciones

El vivero del Mercado de México trata de filtrar a las empresas que acoge en función de  un perfil innovador y para ello prioriza la entrada de iniciativas relacionadas con sectores como el medio ambiente, la ingeniería, la arquitectura, el diseño gráfico, las tecnologías de la información o los servicios avanzados a empresas. Superada esa condición inicial, la empresa deberá presentar un plan de negocio viable, que validarán los técnicos de la ADL. También prevalecen aquellos proyectos que durante sus dos primeros años tengan capacidad para generar, al menos, dos puestos de trabajo. Una vez que la empresa entra al vivero, podrá permanecer tres años, con la posibilidad de dos prorrogas anuales, hasta completar un máximo de cinco. Esta limitación temporal, señala Vanessa Sánchez, pretende que “las empresas no se acomoden aquí”, además de fomentar “cierta rotación y la posibilidad de que entren proyectos nuevos”. Actualmente acoge a catorce empresas y desde su creación han sido ochenta y seis las que ha llegado a albergar. La tasa de supervivencia o de continuidad de las empresas después de abandonarlo ha llegado a ser superior al 85%, pero el reciente contexto económico más desfavorable ha supuesto que dicha tasa disminuyera a algo más del 70%. La experiencia de estos trece años es francamente positiva.

Luis Escagedo, director de la Agencia de Desarrollo Local de Santa Cruz de Bezana.

Luis Escagedo dirige la ADL de Santa Cruz de Bezana, que desde 2000 cuenta con un vivero de empresas ubicado en el edificio Rada, una antigua fábrica de ascensores situada entre Sancibrián y Bezana. Sus instalaciones constan de un espacio compartido de oficinas abiertas y una sala de reuniones, que incluyen mobiliario, acceso a internet y otros servicios generales. “Es una infraestructura muy básica y muy barata”, describe, “no tenemos un afán recaudatorio, se gestiona por una tasa municipal que es la misma que cuando comenzamos hace dieciséis años. Lo que pretendemos es que para aquellas personas que tengan alguna iniciativa, la infraestructura no sea una barrera”. Aunque el objetivo fundamental es facilitar el acceso a un lugar de trabajo, el vivero también añade el asesoramiento técnico como parte del servicio prestado: “El criterio general es el de acoger proyectos en su fase inicial y eso supone que los ayudamos en todo lo que necesiten”. Algunos llegan con ideas poco desarrolladas o sin ningún planteamiento concreto, pero están sin trabajo y acuden en busca de una salida en el autoempleo: “Hay gente que al ver que existe el vivero, se plantea empezar a trabajar con una idea, sabiendo que va a tener a su disposición una oficina y asesoramiento”. Al edificio Rada también acuden emprendedores con planes más avanzados: “Proyectos más consolidados que buscan un lugar donde empezar a funcionar con su empresa y nosotros podemos proporcionárselo a bajo coste. A veces recibimos llamadas de empresas que llevan tiempo trabajando y que tan sólo buscan oficinas baratas. A este tipo de gente no le podemos dar cobertura, porque nuestro objetivo es ayudar a los que están empezando”.

La ordenanza municipal que regula el funcionamiento del vivero de empresas de Santa Cruz de Bezana establece una estancia máxima de un año, aunque Luis Escagedo matiza: “Aquí se trabaja con personas y cada persona tiene sus necesidades, un perfil, unas perspectivas. Esto no es una máquina de fabricar emprendedores, es un servicio que ayuda a personas, por lo que ese plazo puede flexibilizarse”. Lo importante es que el periodo en el vivero se convierta en un auténtico máster de gestión empresarial: “Trabajamos mejorando sus habilidades, ofreciéndoles formación, enseñándoles las pautas para gestionar su empresa, cómo hacer un plan de marketing… En fin, todo lo que puedan necesitar. Normalmente los emprendedores son expertos o tienen más habilidades en algún campo y no suelen serlo en gestión de empresas. Nosotros les ayudamos en esa parte”.

Emprender desde un vivero

El vivero de empresas de Santa Cruz de Bezana acoge actualmente siete proyectos empresariales y durante los últimos dieciséis años han sido un par de decenas más las empresas que han pasado por esa sala abierta y compartida, con un balance general muy positivo. Una de ellas es Ambientalia Consultores, que en 2010 dio sus primeros pasos en las instalaciones del edificio Rada y ahora está radicada en la incubadora de empresas del Parque Científico y Tecnológico de Cantabria (PCTCAN).

Ruth Pirón, cofundadora de Ambientalia junto a María Grijuela, recuerda cómo fue su entrada en el vivero de Bezana: “Como consultoras no necesitábamos tener una gran oficina, podíamos trabajar en casa, aunque preferíamos hacerlo fuera porque eso te aporta una imagen más profesional. Comenzamos allí porque nos ofrecía un lugar donde trabajar y económicamente nos resultaba muy interesante”. Su caso no era el de unas emprendedoras que llegaban al vivero en busca de apoyo para poner en marcha su empresa; su proyecto estaba bastante consolidado y ya habían comenzado a realizar algún trabajo cuando se instalaron en él. “Al año y medio o dos años de estar en Bezana, nos encontramos con que Sodercan ofrecía unas ayudas que incluían aspectos como la difusión y la comunicación de la empresa. Hicimos un plan de negocio con ellos y, ante esa oportunidad, decidimos dejar el vivero de Bezana para venirnos aquí”.

El paso al PCTCAN supuso para Ambientalia algo más que un cambio de ubicación: “Por un lado, tuvimos un tutor que nos apoyó para llevar a cabo un buen plan de empresa, nos prestaron asesoramiento sobre diversas temas empresariales y nos ayudaron económicamente para realizar cursos de formación. Por otro, nos financiaron durante dos años el alquiler de la oficina”, explica Ruth Pirón. En esta incubadora, dirigida fundamentalmente a dinamizar el crecimiento de empresas de reciente creación, con cierto componente innovador y de base científica o tecnológica, disponen de una oficina individual, cerrada y amueblada. Ruth Pirón califica como muy positivo su paso por Bezana, pero cree que allí no hubiesen podido crecer como lo hicieron en su nueva sede: “Si las licitaciones que conseguimos después nos las hubieran dado cuando estábamos en Bezana, habría sido físicamente imposible  trabajar en ese espacio las cuatro personas que hemos estado haciéndolo en esos proyectos. Aquel vivero fue un buen impulso inicial, pero tenía sus limitaciones a la hora de crecer”.

Ambientalia Consultores trabaja actualmente en tres líneas de negocio: educación ambiental, proyectos ambientales integrales y asistencia técnica a la industria para conciliar el desarrollo y la competitividad de las empresas con la conservación del medio ambiente. Trabajan tanto para entidades privadas como públicas, aunque un alto porcentaje de su facturación procede de la Administración. Llevan cuatro años en el PCTCAN, han superado los dos años que en principio se establece como plazo máximo de estancia en la incubadora, y son conscientes de que en cualquier momento tendrán que salir. Se encuentran a gusto en ese emplazamiento, pero están preparadas para salir a pesar de las dificultades que esto supondría: “Aquí el alquiler no es caro, el sitio está muy bien comunicado, dispones de salas de reuniones, mobiliario… El problema de ir a otro sitio es que todo sale más caro”.

María Grijuela, licenciada en Ciencias Medioambientales, y Ruth Pirón, licenciada en Ciencias del Mar, se conocieron trabajando en el Departamento de Hidráulica de la facultad cántabra de Caminos y posteriormente coincidieron en otros trabajos antes de iniciar su experiencia emprendedora en el vivero de Bezana. “Somos amigas, pero no hemos empezado como amigas, sino porque nos conocimos antes profesionalmente. Lo intentamos por nuestra cuenta porque sabíamos que trabajábamos bien juntas”. Este es un aspecto importante que destacan quienes, desde los viveros de empresas, se dedican a ayudar a los emprendedores en su impulso inicial. Comenzar un proyecto con otras personas sólo por razones de amistad o parentesco no tiene por qué ser garantía de éxito, muchas veces justo lo contrario, para el desarrollo de una nueva empresa. Para Luis Escagedo lo más relevante es la actitud de los emprendedores: “Hay personas que llegan con ideas inviables pero con mucho dinamismo y esto es lo que les permite reformularlas hasta llegar a otras mejores”.