El CTC explora la agricultura de precisión para Agro4Agri
El centro tecnológico cántabro participa en el proyecto europeo Agro4Agri, que busca aumentar la eficacia de los fertilizantes y pesticidas, reduciendo a la vez su impacto medioambiental. Con un presupuesto de 5,3 millones de euros procedentes del Programa Horizonte Europa, la investigación implica a doce empresas, institutos de investigación y centros tecnológicos de siete países diferentes, unidos en un consorcio en el que el CTC tiene la responsabilidad de desarrollar el sistema de encapsulado del producto, un elemento clave para asegurar su liberación controlada.
José Ramón Esquiaga | Julio 2025
Como sucede con algunos tratamientos médicos, el beneficio en el uso de abonos y pesticidas puede llegar a verse cuestionado por sus efectos indeseados, en un balance que puede inclinarse hacia uno u otro lado a partir de los factores con los que trabaja el proyecto de investigación Agro4Agri, que con participación del centro tecnológico CTC busca ajustar dosis y afinar la precisión de las recetas para minimizar con ello derroches que puedan dar lugar a costes económicos y medioambientales. Coordinado por AINIA, centro tecnológico valenciano, el consorcio responsable de la investigación está formado por una docena de empresas, universidades, empresas, institutos y centros de investigación de siete países europeos, además de los dos centros tecnológicos españoles, en una nómina que combina a los responsables de desarrollar la solución, a quienes tienen capacidad para industrializarla y a los comercializadores del producto al que puedan dar lugar los trabajos.
El objetivo último del proyecto, que cuenta con una financiación de 5.3 millones de euros procedentes del Programa Horizonte Europa, es el desarrollo de nuevos fertilizantes y pesticidas, basados en materiales innovadores como la nanotecnología o los biobasados –esto es, los formados a partir de compuestos de origen natural, y no fósil–, que consigan maximizar la eficiencia en la nutrición de los cultivos y proporcionar plaguicidas específicos. Un factor clave para alcanzar los niveles de eficiencia que plantea la investigación es conseguir que el producto empleado –ya sea como abono o como pesticida– se libere en el suelo de forma lenta y controlada, algo para lo que se busca un sistema de encapsulado a partir de materiales biodegradables que lo hagan posible. Esta es la parte del proyecto en la que trabaja CTC.

Ana Valera, ‘project manager’ en Tecnologías de Microencapsulación del Centro Tecnológico AINIA, y Ángel Yedra, director del área de Materiales Avanzados y Nanomateriales del Centro Tecnológico CTC. Foto: Nacho Cubero.
El centro tecnológico cántabro ejerció en mayo como anfitrión de la reunión que el consorcio celebró en su sede del Parque Científico y Tecnológico de Cantabria. Junto a CTC y AINIA, el grupo lo integran la Universidad del Sur de Dinamarca, la también danesa DTU, la Fundación Cajamar, el Centro de Investigación Hoogstraten, de Bélgica, la italiana Sipcam Oxon, el Instituto de Estudios Avanzados de Viena, la empresa gallega Syspro, la compañía de fertilizantes Mirat, el grupo internacional FI Group, y el británico Optimat. Además de asumir un rol determinado en la fase de investigación, cada uno de los participantes en el proyecto se reserva también la forma en que explotará los resultados, algo que en un consorcio como este siempre queda firmado antes de comenzar los trabajos. “Nosotros nos reservamos los desarrollos de liberación controlada de los fertilizantes, el sistema de encapsulado”, detalla Ángel Yedra, director del área de Materiales Avanzados y Nanomateriales del Centro Tecnológico CTC, que en todo caso considera que ese no sería el final del camino, sino solo una etapa más: “Nuestra misión es transferir tecnología a la empresa, otra cosa es cómo lo hagamos: con una patente conjunta, con un nuevo proyecto con el que seguir avanzando o de otra forma… Lo que no vamos a hacer es ponerlo en el mercado, no es nuestro papel”, recalca.
Ángel Lledra presentó alguna de las claves de Agro4Agri en una presentación en la que estuvo acompañado por Ana Valera, ‘project manager’ en Tecnologías de Microencapsulación del Centro Tecnológico AINIA. Ambos repasaron alguna de las claves que marcan hoy el uso de fertilizantes y pesticidas, y sobre todo aquellas que inciden directamente sobre el medio ambiente y a las que intenta dar respuesta el actual proyecto. La principal, el hecho de que buena parte de lo que se emplea en esos usos se queda en el terreno sin ser aprovechado por el cultivo, lo que además de un poco eficiente empleo de los recursos supone un riesgo en términos de contaminación de suelo o posible filtración a los acuíferos. Uno de los factores que provoca ese problema es el desajuste entre el ritmo de absorción del producto por parte de las plantas y la forma en que se aplican plaguicidas y abonos, lo que en el caso de estos últimos provoca que dos tercios de lo empleado se desperdicie.
De alcanzarse los objetivos planteados en el proyecto, el uso de fertilizantes podría reducirse en un 50% respecto a las cantidades actuales
De forma similar a lo que es común en la industria farmacéutica, para lograr una liberación más lenta se actúa tanto sobre el producto como sobre la forma de encapsularlo, las tareas que en su parte técnica, y más directamente vinculada con la fase de investigación, asumen respectivamente los centros tecnológicos AINIA y CTC. En ese rol, y según explican sus responsables, el centro tecnológico cántabro ha logrado avances “muy prometedores” para obtener un sistema químico de encapsulado que permita una liberación controlada y precisa del fertilizante cuando entra en contacto con el agua, ya sea de lluvia o de riego. En ese sentido, el equipo de Materiales Avanzados y Nanomateriales del centro ha definido una solución que emplea precursores naturales, como el mentol o los ácidos grasos. Asimismo, el grupo de trabajo liderado por Ángel Yedra ha avanzado en la caracterización de los nanotransportadores o ‘nanocarriers’ que actúan como ‘vehículos’ de los fertilizantes tradicionales. Por las características de las partículas empleadas para ese propósito, es posible usar una cantidad menor de principio activo para obtener el mismo efecto que los fertilizantes actuales. Según se apuntó en la presentación, de alcanzarse los objetivos planteados en el proyecto el uso de fertilizantes podría reducirse en un 50% respecto a las cantidades actuales.
A pesar de los beneficios que todo lo anterior puede tener a la hora de reducir el gasto en las explotaciones agrícolas, los investigadores asumen que uno de los retos del proyecto es salvar las reticencias de un sector muy tradicional, y muchas veces refractario a las novedades. También cotiza en el lado de las dificultades el posible impacto social derivado del uso de soluciones creadas en un laboratorio en usos relacionados con la alimentación, una cuestión cuya evaluación está encomendada a otro de los socios del proyecto. “Nosotros, como técnicos, intentamos que funcione. Y en esto hay algo muy importante a tener en cuenta. Hasta hace unos años, en cualquier desarrollo tecnológico el coste y la eficacia eran lo más importante. Hoy el impacto ambiental y la sostenibilidad están al mismo nivel. Es ahí donde se enmarca este proyecto”, resume Ana Valera.