,

César Pascual, consejero de Salud: “En España se ha generado una cultura de consumo de sanidad”

El máximo responsable de la sanidad cántabra aborda en esta entrevista los principales retos a los que se enfrenta el sistema sanitario público. César Pascual propone gestionar bien la demanda y no tanto la oferta, un objetivo para el que defiende promover el trabajo comunitario y preventivo, el fomento de estilos de vida saludables y del autocuidado. Además, considera que Cantabria cuenta con un entorno público privilegiado para generar un ecosistema sanitario que favorezca la economía de la salud y la transición hacia un modelo productivo basado en el conocimiento.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Mayo 2024

Pregunta.– Sostiene que el envejecimiento de la población, las patologías crónicas y la incorporación de tecnología son, junto a la falta de profesionales, los principales retos a los que se enfrenta la sanidad en Cantabria. ¿Por este orden?

Respuesta.– El orden no importa. Son los retos fundamentales a los que se tiene que enfrentar la sanidad cántabra y española. España es un país que está envejeciendo a un ritmo muy alto y con una tasa de natalidad muy baja. Asociado a este envejecimiento van las patologías crónicas. Cuando se diseñó nuestro sistema sanitario, hace ya más de cincuenta años, no se hizo para atender patologías crónicas y personas mayores, sino fundamentalmente patologías agudas y en personas más jóvenes. Por tanto, necesita transformarse. A esto debemos añadir un fenómeno nuevo, hasta ahora nunca visto en nuestro país, que es la falta de profesionales, que va a condicionar muchas de las cosas que a partir de ahora podamos hacer.

P.– Pero, ¿realmente faltan médicos?

R.– Vamos a ver. En cuanto a ratios, diríamos que no. Pero lo cierto es que sí faltan para cubrir algunos puestos de trabajo. A la hora de la verdad, yo puedo explicar que España tiene la ratio de médicos más alta de Europa, pero al vecino de un pueblo que desde hace seis meses no tiene médico este discurso no le va a convencer. Por tanto, sí que es verdad que estamos en una transición complicada en la cual para el modelo asistencial que teníamos diseñado no tenemos suficientes médicos. El problema es la falta de relevo generacional, especialmente en el ámbito de la medicina de familia que resulta poco atractiva para las nuevas generaciones.

P.– ¿Está la sanidad cántabra preparada para superar estos retos?

R.– Nos falta algo, como a todas. Estamos muy bien posicionados porque afortunadamente tenemos una amplia cobertura de profesionales y, en este sentido, no estamos tan deficitarios como lo están otros territorios pero, por otro lado, somos una comunidad, como el resto de las del norte de España, con una tasa de envejecimiento mayor, lo que nos plantea un reto importante. En cualquier caso, hay que decir que somos una región muy afortunada en recursos asistenciales que nos sitúan por encima de la media española y tenemos un verdadero lujo que se llama Valdecilla.

P.– ¿En qué áreas sanitarias la falta de profesionales es más preocupante?

R.– Básicamente vamos a tener muchos problemas con Atención Primaria (AP), sobre todo en las zonas rurales. Porque este año se jubilan casi el triple que residentes terminan la especialidad en la región, muchos de los cuales no son de Cantabria y es esperable que vuelvan a su lugar de origen. Por tanto, ahí vamos a tener un déficit muy importante que, evidentemente, va a tener más impacto en la zona rural que en la urbana porque es más atractivo vivir en esta que en aquella. Con todo, esto no quiere decir que no tengamos también problemas en el ámbito hospitalario, especialmente en el hospital de Laredo, que tiene un déficit estructural de plazas no cubiertas que nos obliga a hacer una política diferente para tratar de hacer esas plazas atractivas tanto a profesionales de Cantabria como de fuera.

P.– ¿Qué futuro le espera entonces al hospital comarcal de Laredo, un centro sobre el que antes de llegar ustedes al Gobierno advertían que corría el riesgo de acabar desmantelado?

R.– Como le comentaba, nos obligará a hacer un replanteamiento del hospital. Lo que hay que hacer es una estrategia a medio plazo. De nada vale poner parches. Y esa estrategia significa que probablemente tengamos que revisar su cartera de servicios, sus dotaciones, su plantilla… Y, a partir de ahí, emprender un nuevo proyecto ilusionante para que los profesionales a los que ahora no les resulta atractivo ir a este hospital quieran tomar las plazas. Me resulta especialmente extraño que un hospital como el de Laredo, a media hora de Santander y a media hora de Bilbao, que hace unos años funcionaba muy bien y sí era atractivo, ahora no sea capaz de incorporar profesionales cuando estamos viendo que en otros puntos de España, más aislados, peor situados y menos atractivos, sí consiguen profesionales.

P.– ¿A qué lo achaca?

R.– Creo que ha sido un proceso paulatino, como de dejación. Ha ido languideciendo sin que nadie se preocupara por ello y ahora nos encontramos en este punto. Hay que fomentar alianzas estratégicas de Laredo con Valdecilla para que los profesionales jóvenes puedan tener posibilidades de desarrollo profesional, y crear redes en Cantabria para la atención de determinados procesos que supongan también un incentivo para que a estos jóvenes profesionales, que son nativos digitales y demandan tecnologías, les resulte interesante ir a Laredo.

César Pascual, consejero de Salud del Gobierno de Cantabria. Foto: Nacho Cubero.

P.– Asegura que la clave del sistema pasa por gestionar bien la demanda y no tanto la oferta, un objetivo que obliga a cambiar la mentalidad y la forma de trabajar. ¿Hacia qué modelo?

R.– En nuestro modelo asistencial, normalmente estamos acostumbrados a responder modulando la oferta ante los picos de la demanda. Es decir, ¿tengo lista de espera quirúrgica? Mi respuesta es aumento el número de quirófanos y de profesionales. Que hay que hacerlo, pero no hay que centrarse solo en gestionar la oferta, sino que también tenemos que empezar a trabajar la prevención, el trabajo comunitario… Es decir, gestionar la demanda. Tratar de hacer diagnósticos precoces que eviten hospitalizaciones innecesarias e incluso cirugías. Básicamente, el sistema, que ha estado muy tensionado por la presión asistencial de consultas, ha descuidado la parte preventiva, de trabajo comunitario y también de salud pública, tal y como se vio durante la pandemia. Ahí es donde tenemos que volcarnos porque es la auténtica solución que tiene el sistema, que no puede crecer infinito.

P.– En cualquier caso, el gasto sanitario sigue muy centrado en la atención hospitalaria y muy poco en la primaria. ¿La AP sigue siendo la hermana pobre de los presupuestos, como lamentan desde la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (Fadsp)?

R.– No, no. La AP no es la hermana pobre, aunque pueda parecerlo. En Cantabria tenemos Valdecilla, un hospital de referencia y con un nivel de excelencia internacional que lógicamente necesita un presupuesto muy alto. No podemos generalizar. Si aplicáramos a rajatabla el porcentaje de que el 25% del presupuesto se destine a AP, esta estaría híper financiada. No estoy de acuerdo con esa afirmación, porque creo que está relativamente bien financiada, tenemos una buena cobertura de personal con muy pocas vacantes de momento, y tenemos una red muy amplia con muchos más consultorios rurales que municipios, además de los centros de salud. Por tanto, tenemos una red muy buena. Ahora, es cierto que, por las características de nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS), existe ‘hospitalescentrismo’, de forma que todo gira alrededor del hospital, que es el centro. Y esto ha impedido que la AP fuera más resolutiva. Sí que hay, por tanto, que cambiar un poco este perfil para que lo sea, aunque solo sea por egoísmo, porque necesitamos también reducir la presión asistencial por el hospital. Es más eficiente que la AP resuelva que no que vaya al hospital.

P.– ¿Nos hemos olvidado o no entonces de la prevención y promoción de la salud?

R.– Sí, sí. Ya lo he dicho antes de alguna manera. Hay que recuperar todo lo que es el trabajo comunitario y preventivo, el fomento de estilos de vida saludables y del autocuidado… Teniendo como tenemos un excelente Sistema Nacional de Salud, que es universal y gratuito, en nuestro país se ha generado una cultura de consumo de la sanidad. Los ciudadanos han descuidado el autocuidado. Para un dolor de cabeza no tienes que ir a un servicios de Urgencias. Además, hay que recuperar el rol que tienen otros agentes sanitarios, que están ahí, y darles más representación. Por ejemplo, la farmacia rural, que va a adquirir un papel muy importante ante el déficit de profesionales médicos y de enfermería que se espera en un par de años. Y también hay que meter a otros agentes en el sistema: necesitamos más psicólogos, más fisioterapeutas… Es decir, otras profesiones sanitarias que atienden muy bien las patologías crónicas que no necesariamente siempre tiene que ver un médico.

La farmacia rural va a adquirir un papel muy importante ante el déficit de profesionales médicos y de enfermería que se espera en un par de años.

P.– Las actuales cifras de las listas de espera, ¿son aceptables?

R.– No, para nada. Son absolutamente inaceptables. Hemos hecho un programa de reducción de listas de espera muy ambicioso que pasa por alcanzar en 2026 una media de 80 días para las intervenciones quirúrgicas, 40 días para las primeras consultas y 30 días en el caso de las pruebas diagnósticas. Es un programa de legislatura que creemos es realizable pero que va a requerir mucho esfuerzo, también de los profesionales. Requiere que haya una planificación como la que hemos hecho; que haya una voluntad política de sacarlo adelante con presupuesto, como lo hemos hecho; pero también requiere de la colaboración de los profesionales, que tengo que decir están colaborando estupendamente y entregados a reducir las demoras y las esperas. Pero es un proceso largo. Llevamos ya unos meses trabajando y estamos reduciendo los tiempos de espera. Desgraciadamente, los números de personas que siguen en lista de espera no se reducen en igual medida. Pero es lógico, porque el principal objetivo es que los pacientes no esperen. Es decir, reducir las demoras. Una vez conseguido esto, ya se podrá trabajar en rebajar el número absoluto, que también hay que bajarlo, porque ejerce una presión muy importante.

P.– Defiende que el talento, la innovación y la sostenibilidad son las herramientas fundamentales del sistema sanitario. ¿De cuál de las tres andados más necesitados?

R.– De los tres al tiempo. El talento es conocimiento más compromiso con la organización. Lo que ocurre en este momento es que los profesionales están ‘quemados’, y eso reduce su compromiso. Tenemos que mejorar sus condiciones laborales para recuperar su máximo nivel de compromiso. No estoy diciendo que no estén comprometidos. Estoy diciendo que están agotados y quemados y que en esa condiciones es muy difícil mantener altos niveles de compromiso. Nuestra obligación, por tanto, es mejorar sus condiciones de trabajo y también salariales para volver a recuperar esos niveles. Como conocimiento tienen mucho, ya tendríamos talento, pero al talento por sí solo en organizaciones que no innovan y no se transforman no le sacas rendimiento. Necesitamos innovar y enfoques nuevos de afrontar los problemas y que avancen conforme avanza la investigación médica. Y, finalmente, tenemos que ser sostenibles porque los presupuestos destinados a salud están llegando a unos límites que van a ser difícilmente sostenibles con los incrementos de costes que estamos soportando. El coste de los fármacos está absolutamente disparado, aunque es verdad que estos fármacos tan caros están curando enfermedades que hace unos cuantos años eran incurables. Y el coste de las tecnologías está también incrementándose porque la obsolescencia tecnológica es muy rápida. Por tanto, los presupuestos aumentan año tras año de forma exponencial y hay que definir estrategias de sostenibilidad si queremos garantizar la supervivencia del sistema tal y como lo conocemos.

P.– También aboga por incorporar herramientas de gestión que permitan pagar la productividad de los profesionales sanitarios. Un capítulo para el que ha anunciado diez millones de euros. ¿Puede concretar algo más?

R.– Bueno, diez millones de euros era para las listas de espera. Hemos aprobado recuperar la productividad, que se había quitado, porque no todo el mundo aporta lo mismo al sistema. Es lógico que tengamos un elemento de incentivación, independientemente del salario, que ese sí debe ser igual para todos, para aquel que produce más para el sistema, investiga más, innova más. Este año aún andaremos con porcentajes bajos porque es el primero en el que hemos recuperado el concepto, pero puede llegar a significar en torno al 1 o 1,5% del presupuesto destinado a gastos de personal.

P.– Tras convocar hace unos meses el proceso para estabilizar más de 2.100 plazas sanitarias en 76 categorías profesionales, su consejería se ha marcado el objetivo de reducir la tasa de temporalidad del personal sanitario se sitúe en torno al 8%. ¿En que porcentaje nos movemos actualmente ¿Por qué es tan alta la precariedad de los contratos en el sector sanitario?

R.– Si acabamos las ofertas tanto de estabilización como el concurso de méritos como la oferta pública de empleo (OPE) de 2019 llegaremos a esas cifras. Incluso menos, teniendo en cuenta que siempre hace falta un porcentaje de plazas que no sea estable para cubrir vacaciones, bajas y sustituciones, pero en límites razonables. El problema es que, por un lado, durante muchos años la tasa de reposición estuvo bloqueada por las autoridades europeas para hacer frente a la anterior crisis, lo que generó una bolsa de contratos temporales al no poderse sacar plazas en propiedad. Y de otro, que después no ha habido agilidad en sacarlas. Cuando se ha podido, no se han sacado hasta que la UE nos obligó a reducir y a hacer los programas de estabilización. Las OPE de estabilización se están haciendo por mandato europeo. Aquí no ha habido voluntad por parte de ningún gobierno. Todos los gobiernos han tenido que obedecer al mandato europeo de que a finales de 2024 tenemos que haber logrado la estabilización de todo ese personal temporal. Y nosotros lo vamos a hacer. Vamos lentos, sí, porque hemos tenido problemas informáticos que nos han retrasado. Pero vamos a llegar.

Tenemos que rediseñar todo lo que tiene que ver con la protonterapia porque ya no va a ser única en el sistema público, sino que va a haber once. No podemos permitirnos el lujo de hacer una inversión de más de cincuenta millones de euros y no sacarle rendimiento.

P.– Reclama la necesidad de invertir en I+D+i, pero lamenta que a corto plazo la capacidad inversora de su departamento está muy condicionada por el proyecto de la protonterapia, que absorbe gran parte del presupuesto. ¿Compensa esta apuesta?

R.– Yo soy muy realista y no me planteo si en su momento la apuesta fue la lógica o no. Lo que yo me planteo es que esa apuesta está hecha y, por tanto, a esos recursos extraordinarios vamos a sacarles la máxima rentabilidad. Tenemos que rediseñar todo lo que tiene que ver con la protonterapia porque ya no va a ser única en el sistema público, sino que va a haber once. No podemos permitirnos el lujo de hacer una inversión de más de cincuenta millones de euros y no sacarle rendimiento. Por tanto, hay que replantear todo el proyecto contando que hay otras diez protonterapias y que al lado tenemos una en San Sebastián que competirá con nosotros por los pacientes del sistema público. El proyecto original, cuando iba a ser única, era muy interesante pero no se logró financiación de fondos europeos ni de la Fundación Amancio Ortega y la decisión fue que se hiciera con presupuestos regionales. Insisto, no voy a discutir la conveniencia o no. Yo me encuentro con un hecho firme y por tanto todo mi planteamiento es a futuro para tratar de rentabilizar esta inversión y situarme en la vanguardia con tratamientos muy innovadores que no haga nadie puesto que los tratamientos digamos ‘normales’ de protonterapia se van a repartir entre once. Vayamos a lo nuevo, a lo innovador y seamos la puerta de entrada en España en tratamientos innovadores. No queda otra que hacer rentable esta inversión. Por eso, el proyecto, que estará operativo a finales de esta legislatura o comienzo de la siguiente, abarca más que la instalación de una máquina. Va con proyectos de innovación y de investigación, que es lo realmente importante, no cortar una cinta ni inaugurar una obra. Lo sustancial es diseñar un plan de futuro realizable que sea disruptivo e innovador. Y en eso estamos. También le digo que no importa ser los primeros. Ser los primeros de algo que hace todo el mundo no nos aporta nada. Tenemos que ser diferentes, no los primeros.

P.– A la salud mental, ¿se le presta toda la atención que merece?

R.– No, nunca se le ha prestado toda la atención que merece. Ahora estamos en camino de encarrilarlo, pero tenemos que recuperar el tiempo perdido. La salud mental sí que ha sido la hermana pobre de la sanidad española, no la Atención Primaria. De hecho, ni siquiera entró en la primera normativa de sanidad. Hubo que integrarla en el SNS y ponerla en marcha. En Cantabria siempre hemos ido un poquito por delante en este aspecto. Cuando se hicieron las transferencias sanitarias, aquí ya había una Dirección General de Salud Mental que no había en ningún otro sitio de España. Pero así y todo, siempre ha ido por detrás. Lo que ahora ha ocurrido es que con la pandemia han aflorado cuestiones latentes, que no se veían. No es que ahora tengamos una pandemia de salud mental, es que ahora aflora y la sociedad también ha cambiado. Antes si decías que ibas al psiquiatra te ponían un estigma de que estabas loco. Y ahora la gente lo entiende y no te estigmatiza.

P.– No faltan voces que critican el excesivo peso que la política juega en la sanidad. ¿No seria deseable reducir ese protagonismo para logar una visión más estratégica y no tan cortoplacista como ocurre hoy? ¿Ve posible un pacto de estado por la sanidad?

R.– Sería deseable un pacto político que diera estabilidad. De la política sanitaria hay que hablar. Pero una cosa es hablar de ello y otra muy distinta politizar la asistencia sanitaria. Y en nuestro país siempre ha habido un alto grado de politización de la asistencia sanitaria. Los intentos de hacer un pacto por la sanidad, que básicamente pasa por separar la política sanitaria de lo que es gestionar la sanidad, lamentablemente nunca han dado sus frutos. Y en este momento tampoco soy optimista de que se pueda conseguir. Creo que había que hacer una especie de Pactos de la Moncloa de la sanidad. Replicar aquel gran pacto con la sanidad dejando la asistencia sanitaria fuera de todo esto. Discutamos de política sanitaria, que hay muchas cosas de las que discutir. De si prohibimos o no el tabaco, de si hacemos una determinada prevención, de si vacunamos esto o lo otro, de la política de investigación, pero dejemos de estar todo el día con la batalla de las listas de espera, con los retrasos o las dotaciones. Eso es gestión, y hay personas de todos los colores políticos que gestionan muy bien, y otros que lo hacen muy mal. El problema es que la sanidad está contaminada por la política. Y lo dice un político. Es una realidad.

P.– Ya que lo menciona, en su lucha contra el tabaquismo el Ministerio de Sanidad acaba de poner sobre la mesa la posibilidad de prohibir fumar en terrazas. ¿Qué opinión le merece esta propuesta?

R.– Nosotros apostamos por promover espacios sin humo, no por prohibir. Creemos que es más realista y más factible promocionar espacios libres de humo en entornos abiertos. ¿Prohibir fumar en la playa? Pues creo que habría más motivos para hacerlo por la contaminación que suponen las colillas, que es brutal, que por el humo que probablemente, y más aquí en el norte con la brisa, se disipa pronto. Por tanto, hay que ser muy cuidadosos con las políticas porque al ciudadano le estamos prohibiendo todo. Por ejemplo, si un ayuntamiento quiere hacer de sus playas espacios sin humos, favorecerle con incentivos u otorgándole reconocimientos. Del mismo modo, premiaré a un hostelero que ha decidido que en su terraza no se fuma frente a otro que no lo hace. Y promoveré que este también lo haga. Pero instaurar una política de prohibición en todas partes… Además, las prohibiciones hay que hacerlas cumplir y es muy fácil hacerlo en espacios cerrados, pero no tanto en abiertos. Reitero que nosotros abogamos más por incentivar espacios libres de humo, también al aire libre. No obstante, si se aprueba la ley, nosotros no nos vamos a oponer.

El consejero de Salud de Cantabria, durante la entrevista. Foto: Nacho Cubero.

P.– Diferentes estudios han puesto de manifiesto que una mayoría de los españoles son partidarios de aumentar la colaboración público-privada en sanidad para garantizar una correcta asistencia. ¿Se encuentra usted entre ellos?

R.– La colaboración pública-privada existe y siempre ha existido. Sería imposible que todo fuera asistencia pública directa. Básicamente porque también hay picos de demanda y porque además aporta valor. La colaboración público-privada ha permitido avanzar al resto de la sanidad. Tenemos ejemplos muy claros en el país. En Cataluña, donde nadie duda de que existe una buena sanidad, todo es colaboración público-privada prácticamente. Voy a más. Los pacientes crónicos siempre han sido tratados en hospitales generalmente de órdenes religiosas y siguen siéndolo. Muchos de los pacientes psiquiátricos siguen siendo tratados en centros privados. Etc., etc. Es decir, la colaboración público-privada es un mecanismo para prestar un servicio público. Nos podrá gustar más o menos, pero lo que no puede es que el componente ideológico sea el que prime. ¿Esto quiere decir que tenemos que ir a un modelo 100% de colaboración público-privada? Para nada. La colaboración siempre será complementaria, nunca sustitutoria.

P.– ¿No teme las críticas que puede provocar que se deriven pacientes a la sanidad privada como consecuencia de lo que podría entenderse como un deterioro de la sanidad pública: como aquí no llegamos, en vez de invertir en mejorar lo público, derivamos a la privada?

R.– Eso será cuando usted demuestre que no se está invirtiendo en la pública. Cuando demuestras que no es así, que estás invirtiendo, por ejemplo, nuestro plan de listas de espera básicamente está destinado mayoritariamente a reforzar la actividad ordinaria de la sanidad pública, luego la extraordinaria y, en tercer lugar, complementariamente el apoyo con la sanidad privada. Creo que eso no deteriora la sanidad. Al contrario, contribuye a mantener un nivel de excelencia. En Santander, un hospital como Valdecilla no podría tener el nivel de excelencia que tiene sin contar con la actividad de los hospitales de Padre Menni y Santa Clotilde. Si los pacientes que atienden estos centros tuvieran que atenderlos Valdecilla, éste no podría tener ese nivel de excelencia. Sería imposible.

P.– El personal sanitario en Cantabria fue víctima el año pasado de 306 agresiones, un 19,5 por ciento más que en 2022, según sus propios datos conocidos recientemente. ¿A qué achaca este fuerte incremento?

R.– A una sociedad. Porque las agresiones se han incrementado en todos los ámbitos. Lo vemos día a día con el aumento de la violencia contra las mujeres, la violencia doméstica, contra los profesores. Vivimos en una sociedad en la que la violencia ha aumentado en términos generales. También en la sanidad. Además, las personas se han acostumbrado a consumir sanidad y lleva mal no obtener la prestación que quiere y de forma inmediata. Y eso genera una intolerancia. Afortunadamente, casi todas las agresiones son verbales, intolerables también, pero no físicas. Este es el nivel de agresividad que tenemos en la sociedad de hoy en día y la sanidad, obviamente, no es ajena a esta realidad. Además, es verdad también que el prestigio social de los médicos ha caído mucho en España, como en todos los países. Y esto, de alguna manera, también ha contribuido a que a estos profesionales no se les tenga el respeto que se les podía tener antes.

P.– ¿Qué papel puede desempeñar el Gobierno regional para favorecer a esa industria biosanitaria que se apunta como uno de los sectores que mayor potencial de desarrollo puede tener en Cantabria?

R.– Un papel fundamental. Las administraciones no están para innovar, están para favorecer a la industria innovadora, a los emprendedores. En el ámbito de la sanidad creo que contamos con un entorno privilegiado. Por eso está el proyecto del parque científico y tecnológico de La Residencia. Y hacer un ecosistema sanitario que favorezca la economía de la salud. Es decir, que favorezca la implantación de empresas relacionadas con la salud, que podrán ser farmacéuticas, tecnológicas, biomédicas… La Administración debe poner los pilares para que esta industria se asiente, no pretender hacerlo ella misma. Apoyar este emprendimiento para que las industrias cántabras y aquellas de fuera que quieran instalarse aquí nos permitan cambiar un poco el modelo productivo de la región hacia uno del conocimiento. Tenemos Valdecilla, dos institutos de investigación, un hospital virtual, la Facultad de Medicina con el apoyo además de dos institutos potentísimos como son los de Física y de Hidráulica, que también pueden colaborar. Por tanto, tenemos un entorno público excelente que puede favorecer, si conseguimos captar este emprendimiento privado, que seamos líderes. Y luego tenemos algunas aportaciones que no tiene nadie, como Cohorte Cantabria. Es decir, datos de población que son fundamentales en la innovación e investigación en medicina. Otras comunidades tienen historias clínicas, pero nosotros además tenemos este proyecto que nos da datos poblacionales. Cruzar datos clínicos y poblacionales en España solo se puede hacer aquí. Esto nos coloca en una posición muy favorable para el desarrollo de este ecosistema innovador. Lo que vamos a hacer en esta legislatura es poner las bases de este proyecto para que probablemente alguna industria ya se instale. Pero lógicamente después tiene que desarrollarse. Son inversiones muy importantes las que van a tener que hacer todo el mundo. Es un proyecto que Cantabria tiene que plantearse a medio y largo plazo, pero siendo conscientes del tamaño y de la población que tenemos. Nunca podremos competir con el ecosistema catalán o madrileño, que cuentan con tantos hospitales de nivel. Pero esto no le resta valor. En absoluto. Que la gente no piense solo en números. Si solo vienen diez empresas, que sean las más innovadores y disruptivas, que no vengan a hacer lo mismo que ya hacen otras.