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Sylvia de Miguel, COO de Siecsa: «En el centro de la gestión de cualquier empresa están las personas»

Tras veinte años al frente de un centro deportivo, Sylvia de Miguel regresa ilusionada a Torrelavega con el objetivo de desarrollar proyectos trasversales para el Grupo Siecsa, la empresa de sus padres en la que comenzó a trabajar y ha desarrollado toda su carrera profesional y de la que hoy es consejera. Licenciada en Administración y Dirección de Empresas (ADE), De Miguel reconoce que se apunta a un bombardeo y que lo suyo es la comunicación y la formación. Abrumada por el reconocimiento otorgado por la Asociación de Mujeres Empresarias de Cantabria (Admec), asegura que su mayor reto pasa por mejorar y hacer crecer el legado empresarial recibido y apuesta por una revisión de la educación con una clara visión de futuro.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Enero 2024

Pregunta.– De casta le viene al galgo. ¿Siempre quiso ser empresaria o soñó alguna vez con ser otra cosa?
Respuesta.– No. La verdad es que lo he tenido muy claro. Siempre he sabido que mi carrera profesional iba a estar vinculada a la empresa familiar. No he dudado en ningún momento. No tenía claro en qué responsabilidad, pero sí sabía desde muy pequeña a qué me iba a dedicar. Es lo que he visto en casa. Tengo el ejemplo de mis padres que se han dedicado toda su vida a la empresa y qué mejor que continuar con su legado.

P.– En Cantabria hay apellidos que lo dicen todo. Botín, Huerta, Álvarez, Lostal… ¿Y también De Miguel?
R.– Bueno. El apellido es algo que no se elige. Yo he tenido la fortuna de nacer en el seno de una familia muy emprendedora y al final no solamente se trata de un apellido, sino de intentar estar a la altura del mismo.

P.– Dice ser una apasionada de la gestión, la comunicación y la transformación digital. ¿De algo más?
R.– De la formación. Me siento una novata que necesita estar aprendiendo constantemente. Vivimos en un mundo en cambio permanente y la aceleración de este cambio es impresionante. Me gusta mucho la formación, la comunicación y la gestión de equipos. Es en los ámbitos profesionales en los que me siento más cómoda. Y creo que en la cuestión de la transformación digital es donde las siguientes generaciones de las empresas familiares más podemos aportar.

P.– La mujer va ganado poco a poco espacio en las grandes empresas, incluida la suya, pero quizá con más esfuerzo y tesón del necesario. ¿Aún se necesita visibilizar el trabajo de las mujeres para poder romper los moldes que asocian el mundo de la empresa a los hombres?
R.– El papel de la mujer es fundamental en cualquier proyecto. La sociedad y las empresas no se pueden permitir renunciar al 50 % del talento. Creo que cada vez estamos más implicadas en la toma de decisiones de las empresas dentro de un proceso que se ha ido construyendo de manera natural, si bien es cierto que en muchas ocasiones pecamos de discretas. Al final, nos gusta hacer, pero nos cuesta más dar ese paso hacia adelante y contarlo. En cualquier caso, tanto en Cantabria como en España contamos con grandes ejemplos de empresarias y directivas que están al frente de sus organizaciones y son una inspiración para las que venimos detrás. Se trata un poco de que con el ejemplo también inspiremos y empoderemos a las niñas. En este sentido, me gustaría destacar la labor de la Asociación de Mujeres Empresarias de Cantabria (Admec) para visibilizar el papel de la mujer en la empresa.

P.– ¿Por qué cuesta tanto retener el talento?
R.– Si lo supiera seguramente no estaría aquí trabajando (risas). Es uno de los retos. Las empresas debemos hacer un esfuerzo extra a la hora de desarrollar planes personalizados de gestión profesional para cada persona. Eso es algo en lo que venimos trabajando desde hace algún tiempo en todas las empresas del Grupo Siecsa. Tratar a cada trabajador de forma individualizada y poner en común las necesidades que nosotros tenemos como organización con las necesidades de desarrollo personal y profesional de cada empleado. Yo pongo el foco en la personalización y en la formación continua.

Sylvia de Miguel, junto a su padre, Juan de Miguel, presidente del Grupo Siecsa. Foto: Nacho Cubero

P.– Como mujer y empresaria, ¿cuál diría que es el mayor reto que tiene por delante?
R.– No haría distinción entre géneros. Nos enfrentamos por igual a desafíos como la retención de talento a la que ahora aludíamos, tratar de que nuestros equipos sigan siendo los mejores, o desarrollar nuevas actividades y apostar por la innovación para adaptarse a este mundo en perpetuo cambio. Personalmente, mi reto pasa por ser capaz de aportar valor real a la empresa. De intentar mejorar y hacer crecer el legado que mi hermana y yo vamos a recibir para seguir siendo líderes en los sectores en los que participamos.

P.– Hasta hace unos días se movía entre la gestión de una empresa constructora en Torrelavega y la dirección de un centro deportivo en Santander. ¿Qué tienen en común dos mundos tan diferentes?
R.– Al final en el centro de la gestión de cualquier empresa están las personas. Lo primero, el equipo; después, los clientes, los proveedores y todos los grupos de interés con los que trabajamos. Pero todos los sectores tienen en común que en el centro están las personas. Y en el Grupo Siecsa siempre lo hemos puesto por delante.

P.– Las nuevas generaciones ya no quieren subirse al andamio. De hecho, la construcción es un sector muy envejecido en el que sólo el 9 % de los trabajadores tiene menos de 29 años, según los cálculos de la Conferencia Nacional de la Construcción (CNC). ¿A qué lo achaca?
R.– El relevo generacional en la construcción es también un reto muy importante. Por eso, en Siecsa hemos puesto en marcha junto con la Fundación Laboral de la Construcción un programa dual para que los jóvenes que tengan inquietud, pero no tengan ni formación ni experiencia, reciban esa formación teórica-práctica compaginándola desde el primer minuto con un contrato laboral. De este modo, esperamos atraer ese talento joven hacia el sector de la construcción.

P.– Pese a que la automatización de procesos y el uso de las nuevas tecnologías ha aliviado la penosidad de muchas tareas manuales y ha aumentado el número de trabajadoras en perfiles más técnicos y cualificados, lo cierto es que las mujeres tan solo suponen el 11% de los 1,4 millones de empleados que actualmente trabajan en la construcción. ¿Lo encuentra sostenible?
R.– La construcción es obviamente un sector muy masculinizado. No es un secreto que hay determinados puestos en los que el trabajo es muy físico. Pese a ello, nosotros contamos con un plan de igualdad desde 2010, cuando estos planes aún no eran obligatorios. Siempre hemos apostado por un programa de desarrollo profesional igualitario para hombres y mujeres. Dicho esto, si bien es cierto que la mayoría de mujeres que trabajan en el Grupo Siecsa, que alcanzan el 30 % del total de la plantilla, lo hacen en puestos administrativos y directivos, también hay mujeres trabajando en la obra en diferentes perfiles profesionales.

P.– La construcción avanza hacia la industrialización, la sostenibilidad y la digitalización. ¿Hablamos ya de otros forma de hacer las obras?
R.– Sí. Básicamente porque desde el sector se apuesta por una construcción mucho más sostenible. Somos conscientes del impacto de las obras en un entorno que debemos de cuidar y legar en las mejores condiciones posibles. Estamos muy comprometidos con que ese desarrollo sea equilibrado. Hoy en día la sostenibilidad y la transformación digital nos permiten que muchos proyectos se gestionen de una manera más automatizada. Cada vez hay más tecnologías implicadas en el desarrollo de un proceso, desde la creación del proyecto hasta su ejecución. En todas las fases. Y hacia ahí debemos ir porque la tecnología nos ayuda a ser mucho más eficiente y a conseguir esa sostenibilidad que buscamos en el desarrollo del proyecto.

Sylvia de Miguel recibió el Premio Empresaria 2023 de la Asociación de Mujeres Empresarias de Cantabria (Admec). Foto: Nacho Cubero

P.– Hace cinco años decidió dejar de trabajar como franquiciados y apostar por crear su propia enseña de centros deportivos 100 % cántabra. ¿Satisfecha del resultado?
R.– Sí. Cuando empezamos no teníamos un conocimiento profundo del sector. Por eso nos unimos a la anterior cadena. Pero pasado el tiempo y con la experiencia adquirida, decidimos lanzar nuestra marca propia Move&Go. Y la verdad es que el resultado no ha podido ser más satisfactorio. Ya tenemos una imagen muy reconocida y los clientes saben cómo trabajamos. Hemos cogido lo mejor de una cadena nacional y le hemos aportado nuestro pellizco de Cantabria. De ser de aquí.

P.– Los gimnasios se han convertido en el lugar más importante tras tu trabajo y tu casa. ¿Son los nuevos bares del siglo XXI?
R.– Pues la verdad es que son espacios en los que se socializa muchísimo. Antes las personas iban más para adelgazar o ponerte en forma y ahora cada vez más asumen que hacer deporte forma parte de su salud física y mental. Lo ha incorporado a sus rutinas y hoy los gimnasios son espacios muy orientados a la salud y el ocio familiar. No solo vas a levantar pesas. Hoy tienes un abanico de actividades mucho más amplio que el que había hace veinte años cuando comenzamos en Torrelavega.

P.– El Instituto de la Empresa Familiar (IEF) reclamaba no hace mucho el papel de las empresas familiares en el desarrollo social y económico de España y de Cantabria, donde sus asociados representan el 92,1 % del tejido empresarial, generan el 82,5 % del empleo y suponen el 61,8% del PIB regional. ¿Perciben ese reconocimiento?
R.– A grandes rasgos, sí. La sociedad sabe que las empresas familiares somos generadoras de valor. Al final, hay dos cosas que nos definen: la visión a largo plazo, que queremos estar aquí mucho tiempo; y el arraigo al territorio, que somos cántabros, de Torrelavega para más señas, y que aquí vamos a tratar de seguir. Por tanto, la sociedad en general diría que sí, aunque hay cierta clase política que no da a la empresa familiar la importancia que realmente tiene. Nuestro objetivo no es tanto que se nos reconozca, sino que nos dejen trabajar.

P.– Esta organización demanda también una revisión fiscal que permita elevar los salarios sin perjudicar la competitividad de las compañías españolas. ¿Lo ve posible?
R.– Es fundamental para ser competitivos, no solo ya con relación a otras comunidades autónomas sino también a otros países del mundo. En un mercado global, la competitividad se abre a todas las empresas que operan hoy en día. El trabajo para conseguirlo se está haciendo y confío en que las negociaciones lideradas por el Instituto de la Empresa Familiar conjuntamente con la Asociación Cántabra de la Empresa Familiar (Acefam) den resultado. Soy optimista por naturaleza y, por eso, espero que, aunque seguramente no será fácil y llevará un tiempo, esta revisión fiscal sea el camino a seguir.

«Creo que la educación en general en España debe revisarse y hacerse, más allá de cuál sea el partido gobernante, con una visión clara de futuro. Porque al final nos jugamos el futuro como sociedad, como economía y como país»

P.– Por otro lado, muchos empresarios solicitan además una educación más trasversal para reducir la brecha entre las formación con la que cuentan los trabajadores y la que demandan las compañías. ¿Cada vez es más difícil encontrar perfiles profesionales adecuados?
R.– Creo que la educación en general en España debe revisarse y hacerse, más allá de cuál sea el partido gobernante, con una visión clara de futuro. Porque al final nos jugamos el futuro como sociedad, como economía y como país. Si las empresas nos estamos adaptando a ese cambio permanente al que me refería al principio, la educación también debe hacerlo. No puede ser que los jóvenes estudien con planes formativos que no han evolucionado nada en los últimos años y que siguen poniendo el foco en aspectos que ya no son tan necesarios. La empresa tiene que estar cerca de los colegios, de los institutos y la universidad para trabajar de una forma más estrecha y tener una relación que nos permita conocernos mejor unos a otros. Las instituciones deben hacer un esfuerzo por actualizarse. Nos cuesta encontrar personal que, al final, cuando lo encontramos, lo formamos nosotros. La experiencia se adquiere con el trabajo y la formación debe ser continua.

P.– Termino por donde empecé. He leído que tiene una vocación frustrada de escritora. ¿Lo ha superado?
R.– Diría que me gusta mucho comunicar en general. Y también escribir y transmitir. Pero solo escribo para mí [se ríe].