El máximo responsable de la sanidad cántabra aborda en esta entrevista los principales retos a los que se enfrenta el sistema sanitario público. César Pascual propone gestionar bien la demanda y no tanto la oferta, un objetivo para el que defiende promover el trabajo comunitario y preventivo, el fomento de estilos de vida saludables y del autocuidado. Además, considera que Cantabria cuenta con un entorno público privilegiado para generar un ecosistema sanitario que favorezca la economía de la salud y la transición hacia un modelo productivo basado en el conocimiento.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Mayo 2024

Pregunta.– Sostiene que el envejecimiento de la población, las patologías crónicas y la incorporación de tecnología son, junto a la falta de profesionales, los principales retos a los que se enfrenta la sanidad en Cantabria. ¿Por este orden?

Respuesta.– El orden no importa. Son los retos fundamentales a los que se tiene que enfrentar la sanidad cántabra y española. España es un país que está envejeciendo a un ritmo muy alto y con una tasa de natalidad muy baja. Asociado a este envejecimiento van las patologías crónicas. Cuando se diseñó nuestro sistema sanitario, hace ya más de cincuenta años, no se hizo para atender patologías crónicas y personas mayores, sino fundamentalmente patologías agudas y en personas más jóvenes. Por tanto, necesita transformarse. A esto debemos añadir un fenómeno nuevo, hasta ahora nunca visto en nuestro país, que es la falta de profesionales, que va a condicionar muchas de las cosas que a partir de ahora podamos hacer.

P.– Pero, ¿realmente faltan médicos?

R.– Vamos a ver. En cuanto a ratios, diríamos que no. Pero lo cierto es que sí faltan para cubrir algunos puestos de trabajo. A la hora de la verdad, yo puedo explicar que España tiene la ratio de médicos más alta de Europa, pero al vecino de un pueblo que desde hace seis meses no tiene médico este discurso no le va a convencer. Por tanto, sí que es verdad que estamos en una transición complicada en la cual para el modelo asistencial que teníamos diseñado no tenemos suficientes médicos. El problema es la falta de relevo generacional, especialmente en el ámbito de la medicina de familia que resulta poco atractiva para las nuevas generaciones.

P.– ¿Está la sanidad cántabra preparada para superar estos retos?

R.– Nos falta algo, como a todas. Estamos muy bien posicionados porque afortunadamente tenemos una amplia cobertura de profesionales y, en este sentido, no estamos tan deficitarios como lo están otros territorios pero, por otro lado, somos una comunidad, como el resto de las del norte de España, con una tasa de envejecimiento mayor, lo que nos plantea un reto importante. En cualquier caso, hay que decir que somos una región muy afortunada en recursos asistenciales que nos sitúan por encima de la media española y tenemos un verdadero lujo que se llama Valdecilla.

P.– ¿En qué áreas sanitarias la falta de profesionales es más preocupante?

R.– Básicamente vamos a tener muchos problemas con Atención Primaria (AP), sobre todo en las zonas rurales. Porque este año se jubilan casi el triple que residentes terminan la especialidad en la región, muchos de los cuales no son de Cantabria y es esperable que vuelvan a su lugar de origen. Por tanto, ahí vamos a tener un déficit muy importante que, evidentemente, va a tener más impacto en la zona rural que en la urbana porque es más atractivo vivir en esta que en aquella. Con todo, esto no quiere decir que no tengamos también problemas en el ámbito hospitalario, especialmente en el hospital de Laredo, que tiene un déficit estructural de plazas no cubiertas que nos obliga a hacer una política diferente para tratar de hacer esas plazas atractivas tanto a profesionales de Cantabria como de fuera.

P.– ¿Qué futuro le espera entonces al hospital comarcal de Laredo, un centro sobre el que antes de llegar ustedes al Gobierno advertían que corría el riesgo de acabar desmantelado?

R.– Como le comentaba, nos obligará a hacer un replanteamiento del hospital. Lo que hay que hacer es una estrategia a medio plazo. De nada vale poner parches. Y esa estrategia significa que probablemente tengamos que revisar su cartera de servicios, sus dotaciones, su plantilla… Y, a partir de ahí, emprender un nuevo proyecto ilusionante para que los profesionales a los que ahora no les resulta atractivo ir a este hospital quieran tomar las plazas. Me resulta especialmente extraño que un hospital como el de Laredo, a media hora de Santander y a media hora de Bilbao, que hace unos años funcionaba muy bien y sí era atractivo, ahora no sea capaz de incorporar profesionales cuando estamos viendo que en otros puntos de España, más aislados, peor situados y menos atractivos, sí consiguen profesionales.

P.– ¿A qué lo achaca?

R.– Creo que ha sido un proceso paulatino, como de dejación. Ha ido languideciendo sin que nadie se preocupara por ello y ahora nos encontramos en este punto. Hay que fomentar alianzas estratégicas de Laredo con Valdecilla para que los profesionales jóvenes puedan tener posibilidades de desarrollo profesional, y crear redes en Cantabria para la atención de determinados procesos que supongan también un incentivo para que a estos jóvenes profesionales, que son nativos digitales y demandan tecnologías, les resulte interesante ir a Laredo.

César Pascual, consejero de Salud del Gobierno de Cantabria. Foto: Nacho Cubero.

P.– Asegura que la clave del sistema pasa por gestionar bien la demanda y no tanto la oferta, un objetivo que obliga a cambiar la mentalidad y la forma de trabajar. ¿Hacia qué modelo?

R.– En nuestro modelo asistencial, normalmente estamos acostumbrados a responder modulando la oferta ante los picos de la demanda. Es decir, ¿tengo lista de espera quirúrgica? Mi respuesta es aumento el número de quirófanos y de profesionales. Que hay que hacerlo, pero no hay que centrarse solo en gestionar la oferta, sino que también tenemos que empezar a trabajar la prevención, el trabajo comunitario… Es decir, gestionar la demanda. Tratar de hacer diagnósticos precoces que eviten hospitalizaciones innecesarias e incluso cirugías. Básicamente, el sistema, que ha estado muy tensionado por la presión asistencial de consultas, ha descuidado la parte preventiva, de trabajo comunitario y también de salud pública, tal y como se vio durante la pandemia. Ahí es donde tenemos que volcarnos porque es la auténtica solución que tiene el sistema, que no puede crecer infinito.

P.– En cualquier caso, el gasto sanitario sigue muy centrado en la atención hospitalaria y muy poco en la primaria. ¿La AP sigue siendo la hermana pobre de los presupuestos, como lamentan desde la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (Fadsp)?

R.– No, no. La AP no es la hermana pobre, aunque pueda parecerlo. En Cantabria tenemos Valdecilla, un hospital de referencia y con un nivel de excelencia internacional que lógicamente necesita un presupuesto muy alto. No podemos generalizar. Si aplicáramos a rajatabla el porcentaje de que el 25% del presupuesto se destine a AP, esta estaría híper financiada. No estoy de acuerdo con esa afirmación, porque creo que está relativamente bien financiada, tenemos una buena cobertura de personal con muy pocas vacantes de momento, y tenemos una red muy amplia con muchos más consultorios rurales que municipios, además de los centros de salud. Por tanto, tenemos una red muy buena. Ahora, es cierto que, por las características de nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS), existe ‘hospitalescentrismo’, de forma que todo gira alrededor del hospital, que es el centro. Y esto ha impedido que la AP fuera más resolutiva. Sí que hay, por tanto, que cambiar un poco este perfil para que lo sea, aunque solo sea por egoísmo, porque necesitamos también reducir la presión asistencial por el hospital. Es más eficiente que la AP resuelva que no que vaya al hospital.

P.– ¿Nos hemos olvidado o no entonces de la prevención y promoción de la salud?

R.– Sí, sí. Ya lo he dicho antes de alguna manera. Hay que recuperar todo lo que es el trabajo comunitario y preventivo, el fomento de estilos de vida saludables y del autocuidado… Teniendo como tenemos un excelente Sistema Nacional de Salud, que es universal y gratuito, en nuestro país se ha generado una cultura de consumo de la sanidad. Los ciudadanos han descuidado el autocuidado. Para un dolor de cabeza no tienes que ir a un servicios de Urgencias. Además, hay que recuperar el rol que tienen otros agentes sanitarios, que están ahí, y darles más representación. Por ejemplo, la farmacia rural, que va a adquirir un papel muy importante ante el déficit de profesionales médicos y de enfermería que se espera en un par de años. Y también hay que meter a otros agentes en el sistema: necesitamos más psicólogos, más fisioterapeutas… Es decir, otras profesiones sanitarias que atienden muy bien las patologías crónicas que no necesariamente siempre tiene que ver un médico.

La farmacia rural va a adquirir un papel muy importante ante el déficit de profesionales médicos y de enfermería que se espera en un par de años.

P.– Las actuales cifras de las listas de espera, ¿son aceptables?

R.– No, para nada. Son absolutamente inaceptables. Hemos hecho un programa de reducción de listas de espera muy ambicioso que pasa por alcanzar en 2026 una media de 80 días para las intervenciones quirúrgicas, 40 días para las primeras consultas y 30 días en el caso de las pruebas diagnósticas. Es un programa de legislatura que creemos es realizable pero que va a requerir mucho esfuerzo, también de los profesionales. Requiere que haya una planificación como la que hemos hecho; que haya una voluntad política de sacarlo adelante con presupuesto, como lo hemos hecho; pero también requiere de la colaboración de los profesionales, que tengo que decir están colaborando estupendamente y entregados a reducir las demoras y las esperas. Pero es un proceso largo. Llevamos ya unos meses trabajando y estamos reduciendo los tiempos de espera. Desgraciadamente, los números de personas que siguen en lista de espera no se reducen en igual medida. Pero es lógico, porque el principal objetivo es que los pacientes no esperen. Es decir, reducir las demoras. Una vez conseguido esto, ya se podrá trabajar en rebajar el número absoluto, que también hay que bajarlo, porque ejerce una presión muy importante.

P.– Defiende que el talento, la innovación y la sostenibilidad son las herramientas fundamentales del sistema sanitario. ¿De cuál de las tres andados más necesitados?

R.– De los tres al tiempo. El talento es conocimiento más compromiso con la organización. Lo que ocurre en este momento es que los profesionales están ‘quemados’, y eso reduce su compromiso. Tenemos que mejorar sus condiciones laborales para recuperar su máximo nivel de compromiso. No estoy diciendo que no estén comprometidos. Estoy diciendo que están agotados y quemados y que en esa condiciones es muy difícil mantener altos niveles de compromiso. Nuestra obligación, por tanto, es mejorar sus condiciones de trabajo y también salariales para volver a recuperar esos niveles. Como conocimiento tienen mucho, ya tendríamos talento, pero al talento por sí solo en organizaciones que no innovan y no se transforman no le sacas rendimiento. Necesitamos innovar y enfoques nuevos de afrontar los problemas y que avancen conforme avanza la investigación médica. Y, finalmente, tenemos que ser sostenibles porque los presupuestos destinados a salud están llegando a unos límites que van a ser difícilmente sostenibles con los incrementos de costes que estamos soportando. El coste de los fármacos está absolutamente disparado, aunque es verdad que estos fármacos tan caros están curando enfermedades que hace unos cuantos años eran incurables. Y el coste de las tecnologías está también incrementándose porque la obsolescencia tecnológica es muy rápida. Por tanto, los presupuestos aumentan año tras año de forma exponencial y hay que definir estrategias de sostenibilidad si queremos garantizar la supervivencia del sistema tal y como lo conocemos.

P.– También aboga por incorporar herramientas de gestión que permitan pagar la productividad de los profesionales sanitarios. Un capítulo para el que ha anunciado diez millones de euros. ¿Puede concretar algo más?

R.– Bueno, diez millones de euros era para las listas de espera. Hemos aprobado recuperar la productividad, que se había quitado, porque no todo el mundo aporta lo mismo al sistema. Es lógico que tengamos un elemento de incentivación, independientemente del salario, que ese sí debe ser igual para todos, para aquel que produce más para el sistema, investiga más, innova más. Este año aún andaremos con porcentajes bajos porque es el primero en el que hemos recuperado el concepto, pero puede llegar a significar en torno al 1 o 1,5% del presupuesto destinado a gastos de personal.

P.– Tras convocar hace unos meses el proceso para estabilizar más de 2.100 plazas sanitarias en 76 categorías profesionales, su consejería se ha marcado el objetivo de reducir la tasa de temporalidad del personal sanitario se sitúe en torno al 8%. ¿En que porcentaje nos movemos actualmente ¿Por qué es tan alta la precariedad de los contratos en el sector sanitario?

R.– Si acabamos las ofertas tanto de estabilización como el concurso de méritos como la oferta pública de empleo (OPE) de 2019 llegaremos a esas cifras. Incluso menos, teniendo en cuenta que siempre hace falta un porcentaje de plazas que no sea estable para cubrir vacaciones, bajas y sustituciones, pero en límites razonables. El problema es que, por un lado, durante muchos años la tasa de reposición estuvo bloqueada por las autoridades europeas para hacer frente a la anterior crisis, lo que generó una bolsa de contratos temporales al no poderse sacar plazas en propiedad. Y de otro, que después no ha habido agilidad en sacarlas. Cuando se ha podido, no se han sacado hasta que la UE nos obligó a reducir y a hacer los programas de estabilización. Las OPE de estabilización se están haciendo por mandato europeo. Aquí no ha habido voluntad por parte de ningún gobierno. Todos los gobiernos han tenido que obedecer al mandato europeo de que a finales de 2024 tenemos que haber logrado la estabilización de todo ese personal temporal. Y nosotros lo vamos a hacer. Vamos lentos, sí, porque hemos tenido problemas informáticos que nos han retrasado. Pero vamos a llegar.

Tenemos que rediseñar todo lo que tiene que ver con la protonterapia porque ya no va a ser única en el sistema público, sino que va a haber once. No podemos permitirnos el lujo de hacer una inversión de más de cincuenta millones de euros y no sacarle rendimiento.

P.– Reclama la necesidad de invertir en I+D+i, pero lamenta que a corto plazo la capacidad inversora de su departamento está muy condicionada por el proyecto de la protonterapia, que absorbe gran parte del presupuesto. ¿Compensa esta apuesta?

R.– Yo soy muy realista y no me planteo si en su momento la apuesta fue la lógica o no. Lo que yo me planteo es que esa apuesta está hecha y, por tanto, a esos recursos extraordinarios vamos a sacarles la máxima rentabilidad. Tenemos que rediseñar todo lo que tiene que ver con la protonterapia porque ya no va a ser única en el sistema público, sino que va a haber once. No podemos permitirnos el lujo de hacer una inversión de más de cincuenta millones de euros y no sacarle rendimiento. Por tanto, hay que replantear todo el proyecto contando que hay otras diez protonterapias y que al lado tenemos una en San Sebastián que competirá con nosotros por los pacientes del sistema público. El proyecto original, cuando iba a ser única, era muy interesante pero no se logró financiación de fondos europeos ni de la Fundación Amancio Ortega y la decisión fue que se hiciera con presupuestos regionales. Insisto, no voy a discutir la conveniencia o no. Yo me encuentro con un hecho firme y por tanto todo mi planteamiento es a futuro para tratar de rentabilizar esta inversión y situarme en la vanguardia con tratamientos muy innovadores que no haga nadie puesto que los tratamientos digamos ‘normales’ de protonterapia se van a repartir entre once. Vayamos a lo nuevo, a lo innovador y seamos la puerta de entrada en España en tratamientos innovadores. No queda otra que hacer rentable esta inversión. Por eso, el proyecto, que estará operativo a finales de esta legislatura o comienzo de la siguiente, abarca más que la instalación de una máquina. Va con proyectos de innovación y de investigación, que es lo realmente importante, no cortar una cinta ni inaugurar una obra. Lo sustancial es diseñar un plan de futuro realizable que sea disruptivo e innovador. Y en eso estamos. También le digo que no importa ser los primeros. Ser los primeros de algo que hace todo el mundo no nos aporta nada. Tenemos que ser diferentes, no los primeros.

P.– A la salud mental, ¿se le presta toda la atención que merece?

R.– No, nunca se le ha prestado toda la atención que merece. Ahora estamos en camino de encarrilarlo, pero tenemos que recuperar el tiempo perdido. La salud mental sí que ha sido la hermana pobre de la sanidad española, no la Atención Primaria. De hecho, ni siquiera entró en la primera normativa de sanidad. Hubo que integrarla en el SNS y ponerla en marcha. En Cantabria siempre hemos ido un poquito por delante en este aspecto. Cuando se hicieron las transferencias sanitarias, aquí ya había una Dirección General de Salud Mental que no había en ningún otro sitio de España. Pero así y todo, siempre ha ido por detrás. Lo que ahora ha ocurrido es que con la pandemia han aflorado cuestiones latentes, que no se veían. No es que ahora tengamos una pandemia de salud mental, es que ahora aflora y la sociedad también ha cambiado. Antes si decías que ibas al psiquiatra te ponían un estigma de que estabas loco. Y ahora la gente lo entiende y no te estigmatiza.

P.– No faltan voces que critican el excesivo peso que la política juega en la sanidad. ¿No seria deseable reducir ese protagonismo para logar una visión más estratégica y no tan cortoplacista como ocurre hoy? ¿Ve posible un pacto de estado por la sanidad?

R.– Sería deseable un pacto político que diera estabilidad. De la política sanitaria hay que hablar. Pero una cosa es hablar de ello y otra muy distinta politizar la asistencia sanitaria. Y en nuestro país siempre ha habido un alto grado de politización de la asistencia sanitaria. Los intentos de hacer un pacto por la sanidad, que básicamente pasa por separar la política sanitaria de lo que es gestionar la sanidad, lamentablemente nunca han dado sus frutos. Y en este momento tampoco soy optimista de que se pueda conseguir. Creo que había que hacer una especie de Pactos de la Moncloa de la sanidad. Replicar aquel gran pacto con la sanidad dejando la asistencia sanitaria fuera de todo esto. Discutamos de política sanitaria, que hay muchas cosas de las que discutir. De si prohibimos o no el tabaco, de si hacemos una determinada prevención, de si vacunamos esto o lo otro, de la política de investigación, pero dejemos de estar todo el día con la batalla de las listas de espera, con los retrasos o las dotaciones. Eso es gestión, y hay personas de todos los colores políticos que gestionan muy bien, y otros que lo hacen muy mal. El problema es que la sanidad está contaminada por la política. Y lo dice un político. Es una realidad.

P.– Ya que lo menciona, en su lucha contra el tabaquismo el Ministerio de Sanidad acaba de poner sobre la mesa la posibilidad de prohibir fumar en terrazas. ¿Qué opinión le merece esta propuesta?

R.– Nosotros apostamos por promover espacios sin humo, no por prohibir. Creemos que es más realista y más factible promocionar espacios libres de humo en entornos abiertos. ¿Prohibir fumar en la playa? Pues creo que habría más motivos para hacerlo por la contaminación que suponen las colillas, que es brutal, que por el humo que probablemente, y más aquí en el norte con la brisa, se disipa pronto. Por tanto, hay que ser muy cuidadosos con las políticas porque al ciudadano le estamos prohibiendo todo. Por ejemplo, si un ayuntamiento quiere hacer de sus playas espacios sin humos, favorecerle con incentivos u otorgándole reconocimientos. Del mismo modo, premiaré a un hostelero que ha decidido que en su terraza no se fuma frente a otro que no lo hace. Y promoveré que este también lo haga. Pero instaurar una política de prohibición en todas partes… Además, las prohibiciones hay que hacerlas cumplir y es muy fácil hacerlo en espacios cerrados, pero no tanto en abiertos. Reitero que nosotros abogamos más por incentivar espacios libres de humo, también al aire libre. No obstante, si se aprueba la ley, nosotros no nos vamos a oponer.

El consejero de Salud de Cantabria, durante la entrevista. Foto: Nacho Cubero.

P.– Diferentes estudios han puesto de manifiesto que una mayoría de los españoles son partidarios de aumentar la colaboración público-privada en sanidad para garantizar una correcta asistencia. ¿Se encuentra usted entre ellos?

R.– La colaboración pública-privada existe y siempre ha existido. Sería imposible que todo fuera asistencia pública directa. Básicamente porque también hay picos de demanda y porque además aporta valor. La colaboración público-privada ha permitido avanzar al resto de la sanidad. Tenemos ejemplos muy claros en el país. En Cataluña, donde nadie duda de que existe una buena sanidad, todo es colaboración público-privada prácticamente. Voy a más. Los pacientes crónicos siempre han sido tratados en hospitales generalmente de órdenes religiosas y siguen siéndolo. Muchos de los pacientes psiquiátricos siguen siendo tratados en centros privados. Etc., etc. Es decir, la colaboración público-privada es un mecanismo para prestar un servicio público. Nos podrá gustar más o menos, pero lo que no puede es que el componente ideológico sea el que prime. ¿Esto quiere decir que tenemos que ir a un modelo 100% de colaboración público-privada? Para nada. La colaboración siempre será complementaria, nunca sustitutoria.

P.– ¿No teme las críticas que puede provocar que se deriven pacientes a la sanidad privada como consecuencia de lo que podría entenderse como un deterioro de la sanidad pública: como aquí no llegamos, en vez de invertir en mejorar lo público, derivamos a la privada?

R.– Eso será cuando usted demuestre que no se está invirtiendo en la pública. Cuando demuestras que no es así, que estás invirtiendo, por ejemplo, nuestro plan de listas de espera básicamente está destinado mayoritariamente a reforzar la actividad ordinaria de la sanidad pública, luego la extraordinaria y, en tercer lugar, complementariamente el apoyo con la sanidad privada. Creo que eso no deteriora la sanidad. Al contrario, contribuye a mantener un nivel de excelencia. En Santander, un hospital como Valdecilla no podría tener el nivel de excelencia que tiene sin contar con la actividad de los hospitales de Padre Menni y Santa Clotilde. Si los pacientes que atienden estos centros tuvieran que atenderlos Valdecilla, éste no podría tener ese nivel de excelencia. Sería imposible.

P.– El personal sanitario en Cantabria fue víctima el año pasado de 306 agresiones, un 19,5 por ciento más que en 2022, según sus propios datos conocidos recientemente. ¿A qué achaca este fuerte incremento?

R.– A una sociedad. Porque las agresiones se han incrementado en todos los ámbitos. Lo vemos día a día con el aumento de la violencia contra las mujeres, la violencia doméstica, contra los profesores. Vivimos en una sociedad en la que la violencia ha aumentado en términos generales. También en la sanidad. Además, las personas se han acostumbrado a consumir sanidad y lleva mal no obtener la prestación que quiere y de forma inmediata. Y eso genera una intolerancia. Afortunadamente, casi todas las agresiones son verbales, intolerables también, pero no físicas. Este es el nivel de agresividad que tenemos en la sociedad de hoy en día y la sanidad, obviamente, no es ajena a esta realidad. Además, es verdad también que el prestigio social de los médicos ha caído mucho en España, como en todos los países. Y esto, de alguna manera, también ha contribuido a que a estos profesionales no se les tenga el respeto que se les podía tener antes.

P.– ¿Qué papel puede desempeñar el Gobierno regional para favorecer a esa industria biosanitaria que se apunta como uno de los sectores que mayor potencial de desarrollo puede tener en Cantabria?

R.– Un papel fundamental. Las administraciones no están para innovar, están para favorecer a la industria innovadora, a los emprendedores. En el ámbito de la sanidad creo que contamos con un entorno privilegiado. Por eso está el proyecto del parque científico y tecnológico de La Residencia. Y hacer un ecosistema sanitario que favorezca la economía de la salud. Es decir, que favorezca la implantación de empresas relacionadas con la salud, que podrán ser farmacéuticas, tecnológicas, biomédicas… La Administración debe poner los pilares para que esta industria se asiente, no pretender hacerlo ella misma. Apoyar este emprendimiento para que las industrias cántabras y aquellas de fuera que quieran instalarse aquí nos permitan cambiar un poco el modelo productivo de la región hacia uno del conocimiento. Tenemos Valdecilla, dos institutos de investigación, un hospital virtual, la Facultad de Medicina con el apoyo además de dos institutos potentísimos como son los de Física y de Hidráulica, que también pueden colaborar. Por tanto, tenemos un entorno público excelente que puede favorecer, si conseguimos captar este emprendimiento privado, que seamos líderes. Y luego tenemos algunas aportaciones que no tiene nadie, como Cohorte Cantabria. Es decir, datos de población que son fundamentales en la innovación e investigación en medicina. Otras comunidades tienen historias clínicas, pero nosotros además tenemos este proyecto que nos da datos poblacionales. Cruzar datos clínicos y poblacionales en España solo se puede hacer aquí. Esto nos coloca en una posición muy favorable para el desarrollo de este ecosistema innovador. Lo que vamos a hacer en esta legislatura es poner las bases de este proyecto para que probablemente alguna industria ya se instale. Pero lógicamente después tiene que desarrollarse. Son inversiones muy importantes las que van a tener que hacer todo el mundo. Es un proyecto que Cantabria tiene que plantearse a medio y largo plazo, pero siendo conscientes del tamaño y de la población que tenemos. Nunca podremos competir con el ecosistema catalán o madrileño, que cuentan con tantos hospitales de nivel. Pero esto no le resta valor. En absoluto. Que la gente no piense solo en números. Si solo vienen diez empresas, que sean las más innovadores y disruptivas, que no vengan a hacer lo mismo que ya hacen otras.

La sociedad editora de ‘Cantabria Negocios’ cerró en 2023 el mejor ejercicio de sus cuatro años de historia, superando los 600.000 euros de facturación y consolidando una estrategia de diversificación que contempla tres líneas de negocio muy definidas: la edición de la revista de información económica, la producción de vídeo corporativo y el área digital, dedicada al diseño y creación de páginas web, servicios ‘seo’ y gestión de ‘hostings’ y dominios. En total, y sin contar a los anunciantes y a los suscriptores de la revista, Maremagno atendió el pasado año a más de medio millar de clientes de dentro y fuera de Cantabria.

José Ramón Esquiaga |  @josesquiaga | Mayo 2024

Nacida para dar continuidad a la publicación de la revista ‘Cantabria Negocios’, Maremagno Comunicación SLL ha centrado buena parte de la estrategia en sus casi cinco años de trayectoria en un proceso de diversificación de la oferta de producto que ha rendido sus mejores frutos en el último ejercicio. Con una pandemia por medio, que condicionó todos los planes apenas seis meses después de la puesta en marcha de la empresa, la sociedad laboral creada por quienes ya trabajaban en la revista de información económica ha ido cubriendo etapas hasta cerrar en 2023 el mejor año de su todavía corta historia, una condición a la que se llega tanto si se considera la cifra de facturación como si se tiene en cuenta la forma en que se ha llegado a ella.

A falta todavía del dato definitivo, el importe de la cifra de negocio de Maremagno se movió al cierre del pasado ejercicio en el entorno de los 630.000 euros, con mucho la cifra más alta desde la puesta en marcha de la empresa, pero también la mayor en los 25 años de trayectoria de Cantabria Negocios, incluyendo por tanto las dos décadas en que la editora fue Ediciones Finder. Maremagno asumió esa tarea en julio de 2019 para, a lo largo del año y medio posterior, ir integrando también el resto de líneas de negocio de la antigua empresa, constituidas entonces por el departamento de creación de páginas web y, de una manera más incipiente, por la producción de vídeos corporativos. Desde el primer momento, el objetivo de quienes fundaron la sociedad laboral –vinculados todos a la parte más relacionada con la edición de la revista, en tareas comerciales, de redacción y de diseño– fue incorporar los trabajadores y productos de la antigua Finder, potenciando un proceso de diversificación que hundía sus raíces en la estrategia acometida en su día para hacer frente a las consecuencias de la crisis financiera de 2008.

El porfolio de producto de Maremagno Comunicación se organiza en torno a tres líneas de negocio claramente definidas: la edición de Cantabria Negocios, en formato impreso y digital, a través de las webs cantabrianegocios.es y empresasdecantabria.es; el área digital, dedicada al diseño y elaboración de páginas web, además de a prestar servicios complementarios a las mismas; y la producción de vídeo corporativo. Las dos últimas han sido las principales responsables del crecimiento que ha experimentado la actividad de la empresa en los años que lleva operando, un salto adelante que ha sido especialmente significativo tras la pandemia. En ese marco, y más allá de las sinergias que haya podido aportar en combinación con el resto de departamentos de la empresa, la facturación de la revista por ventas y publicidad se ha mantenido estable, con una ligera tendencia a la baja, pero aportando una base de ingresos que fue especialmente importante en el anómalo ejercicio de 2020 y, singularmente, durante los meses en los que la actividad económica se vio más afectada por la pandemia.

La mejor facturación hasta la fecha

El equipo de Maremagno, incluyendo a los periodistas que colaboran habitualmente en la revista. Foto: Nacho Cubero.

Maremagno facturó 283.000 euros en 2020, primer ejercicio completo de actividad, 401.000 en 2021 y 416.000 en 2022, cantidad esta última que se ha incrementado en un notable 33% para llegar al dato con el que se cerró el ejercicio recién terminado. Aunque el incremento de la actividad del área de producción de vídeo ha sido también importante, ha sido el área digital la principal impulsora del salto adelante dado en 2023, tanto en el apartado de diseño y elaboración de webs como en los servicios de optimización de posición en buscadores –SEO, por sus siglas en inglés– y redes sociales. Como producto complementario en esta línea de negocio, Maremagno ofrece alojamiento web –’hosting’– y gestión de dominios a los clientes que lo precisen.

El fuerte crecimiento de la actividad de este departamento durante el último año está muy vinculado con la línea de ayudas que los fondos europeos ofrecen para la digitalización de las empresas a través del programa del ‘kit digital’. Como uno de los agentes digitalizadores reconocidos por este programa, Maremagno Comunicación ofrece alguna de las soluciones que cubren las ayudas –páginas web, SEO avanzado y redes sociales– y lo hace además con productos especialmente adaptados al colectivo que constituye el grueso de su cartera de clientes: pymes, micropymes y profesionales autónomos.

El detalle de la cartera de clientes de la empresa da cuenta, incluso en mayor medida que el propio dato de facturación, del alcance del proceso de diversificación de negocio que ha centrado la estrategia de Maremagno en sus algo más de cuatro años de trayectoria. Excluyendo los suscriptores y anunciantes de la revista que no son a su vez usuarios de alguno de los otros productos de la empresa, Maremagno atendió en 2023 a más de medio millar de clientes de todos los sectores y de dentro y fuera de Cantabria. Además de la mayoritaria presencia de empresas de pequeño tamaño, en la relación de clientes del departamento digital y la producción de vídeo hay grupos con presencia en toda España, y también algunos ayuntamientos. Ninguno de esos clientes, incluyendo a los que lo son del área de edición, llega a aportar más del 3% de la facturación total de la empresa, ni siquiera sumando las ventas a las diferentes empresas que forman parte de un grupo. Esa atomización se mantiene incluso si se considera como un todo lo facturado a ayuntamientos, empresas públicas y organismos vinculados a alguna administración: el conjunto de las ventas a administraciones públicas supone igualmente menos del 3% de la cifra de negocio de Maremagno.

Diversificación también geográfica

Ibana Morales, socia y responsable de la delegación de Maremagno en el País Vasco. Foto: Nacho Cubero.

La diversificación es mucho menor en términos geográficos, aunque el camino recorrido en este ámbito es incluso más significativo por cuanto hace cuatro años prácticamente la totalidad de las ventas de la empresa eran a clientes de Cantabria, como sucedía también en el caso de la antigua Ediciones Finder. En torno al 20% de la facturación de Maremagno tiene hoy su origen fuera de la región, en ventas que mayoritariamente corresponden a la línea digital y que se realizan a clientes del País Vasco, pero que también alcanzan a otros productos y regiones. Maremagno cuenta desde su fundación con presencia estable en la comunidad vecina, a través de una delegación comercial que dirige una de las socias de la empresa. A las operaciones fuera de Cantabria que llegan por esta vía se unen las que lo hacen a través de Internet, tanto para encargos de web o servicios asociados como para la realización de producciones de vídeo corporativo.

Este último es, tras las webs y servicios digitales, el producto que recibe más pedidos de fuera de Cantabria. Maremagno ha realizado grabaciones, siempre con medios propios, en prácticamente todas las comunidades autónomas –la única salvedad sería Extremadura, además de Baleares y Canarias– para clientes industriales, constructoras, grupos hosteleros y explotaciones agrícolas y ganaderas, entre otros.

Nacida como una oferta complementaria tanto para la línea de edición como para la de webs, la producción de vídeo ha terminado por tener entidad propia dentro del catálogo de la empresa, manteniendo al tiempo la capacidad para generar sinergias con el resto de productos y servicios de Maremagno. Esa combinación de complementariedad y de producto con entidad propia ha sido una constante dentro de la estrategia diversificadora de producto.

Un modelo de negocio a tres bandas

Antonio Ruiz Garmendia, fotógrafo y operador de drones, responsable también de los textos de la sección de motor de ‘Cantabria Negocios. Foto: Nacho Cubero.

Como ejemplo más reciente de los efectos de esta integración de procesos puede citarse el alojamiento web –lo que se conoce como ‘hosting’– y la gestión de dominios. Maremagno comenzó a ofrecer estos servicios a los clientes que contrataban el diseño y elaboración de su página de Internet, en lo que se entiende como una forma de dar respuesta integral a sus necesidades. Como resultado de ello, y aun sin tener la entidad como para considerarlo una línea de negocio independiente, Maremagno cuenta ya con cerca de 400 clientes de ‘hosting’, para los que cuenta con servidores dedicados que suman 2,1 Tb de capacidad.

La mención a los servidores da pie a referirse a otro de los efectos que la diversificación de producto ha tenido sobre la actividad de la empresa: el cambio en la naturaleza de las inversiones y la nómina de proveedores, que es notable si la comparación se hace con los primeros pasos de Maremagno pero que da cuenta de un vuelco absoluto si la referencia es la antigua Ediciones Finder. Además de la partida significativa que ya significan los servidores, el pasado año el principal capítulo inversor lo constituyeron los elementos de filmación, incluyendo en esa consideración a las dos nuevas unidades que se han incorporado al parque de drones de la empresa.

Lo dicho en relación a las inversiones es aplicable también a la composición de la plantilla, que tiene poco que ver con la que era cuando la revista era el principal y casi único producto del catálogo. Maremagno cuenta hoy con seis trabajadores, dos de ellos técnicos dedicados en exclusiva a la línea de negocio digital, en tanto que el resto reparten su labor en todas o en varias de ellas. La relación de quienes trabajan directamente para la empresa se completa con los periodistas que intervienen habitualmente en la elaboración de contenidos para Cantabria Negocios –en textos y fotografías–, el fotógrafo operador del dron, que además de su labor en las producciones de vídeo también colabora en la revista, y la directora de la delegación de Maremagno en el País Vasco. Todos ellos componen el equipo de la empresa editora de esta revista, que en su condición de medio de comunicación sigue siendo el resultado más visible de su trabajo, pero no ya el único.

El Grupo Armoni Car, empresa titular de cerca de un tercio de las 165 licencias de vehículos de transporte con conductor (VTC) que existen en Cantabria, prepara la apertura de nuevos mercados en otras ciudades del norte de España, además de en Bilbao y Zaragoza donde ya operan desde hace algún tiempo. Su director, Aurelio Crespo, asegura que soplan buenos vientos para esta compañía santanderina que cuenta con una flota de más de 70 vehículos y una plantilla superior a los cien trabajadores y que este año espera llegar a los cuatro millones de euros de facturación.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Mayo 2024

Hace tiempo que el taxi y el autobús dejaron de ser los únicos medios públicos de transporte en las ciudades. La mayor concienciación ciudadana en materia climática, unida a las cada vez más exigentes normativas medioambientales y a la creación de nuevos trazados urbanos, han llevado a que cada vez más usuarios opten por soluciones más limpias y sostenibles para moverse. Ya no se trata solo de cubrir a pie muchos de los desplazamientos que antes hacíamos en coche o de apostar por la electrificación del parque móvil, sino también de promover el uso de vehículos compartidos, bicicletas, scooters, patinetes eléctricos y otros servicios de movilidad que hoy forman parte del paisaje urbano de las principales urbes.

Una nueva movilidad alternativa y conectada en la que día a día juegan un papel más destacado los vehículos de transporte con conductor (VTC), un sector en constante expansión y un futuro prometedor, según estima Aurelio Crespo, director del Grupo Armoni Car, empresa especializada en servicios de alquiler de vehículos con conductor que este año conmemora su treinta aniversario.

Un optimismo que Crespo justifica con un dato. “Cuando empezamos a operar en Santander en 2019, lo hicimos con cinco coches. Hoy lo hacemos con alrededor de cuarenta”, explica antes de reconocer que lo suyo fue una “apuesta personal” convencido de que lo que ya funcionaba en otros ciudades europeas y españolas de mayor tamaño, también lo podía hacer en su tierra.

Además de en Santander –donde tiene su sede central– y en el resto de la región, este empresario santanderino aclara que la compañía también opera en Bilbao y Zaragoza y que su objetivo a corto plazo pasa por tener presencia en otras ciudades del norte de España, como A Coruña, Oviedo, Gijón o Vitoria.

Aurelio Crespo, director del Grupo Armoni Car, con una de las furgonetas con las que cubre los traslados al aeropuerto, viajes, rutas o bodas. Foto: Nacho Cubero.

“El norte está de moda”, asegura Crespo animado por las últimas cifras que sitúan a la cornisa cantábrica como un destino turístico en alza. En esta reflexión también cita un reciente estudio de la prensa británica especializada en el sector de negocios y tendencias que coloca a Santander como la segunda mejor ciudad pequeña del mundo para vivir. Y es que, según razona, el clima juega a favor de Cantabria: “Ya no existe el verano y las estaciones del año tal y como las hemos conocido. Ahora, el turismo se extiende prácticamente hasta octubre, lo que aumenta considerablemente la demanda de vehículos de servicio público, ya sean taxi o VTC”.

Aunque reconoce que también hay otras épocas a lo largo del ejercicio en que esta demanda cae sensiblemente, “y entonces todos sufrimos”, asegura que “no sobra ni uno” de los aproximadamente 450 taxi y 165 VTC que estima existen en la región, lo que da una proporción de un VTC por cada 2,7 taxi, una de las concentraciones más altas de España.

“Creo que entre ambos modos de transporte ahora mismo contamos con un nivel óptimo para absorber el turismo que puede llegar a Cantabria”, resume el responsable del Armoni Car, titular de 52 de estas 165 licencias que prestan sus servicios, al igual que hacen los vehículos de las otras cuatro empresas de VTC y de algunos autónomos que operan en la región, a través de la plataforma Cabify.

Una visión de que “hay espacio para todos” que Crespo justifica en los nuevos escenarios que se abren en las ciudades de más 50.000 habitantes, donde la puesta en marcha de las llamadas Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) que establece la Ley de Cambio Climático y Transición Energética –Santander aún no la ha implantado, aunque ya ha sacado a licitación una plataforma para su gestión y control–– va a hacer que los coches privados, especialmente los más contaminantes, tengan muy complicado acceder a los centros urbanos.

A esta exigencia medioambiental, el director del Grupo Armoni Car añade además el hecho de que los usuarios de estos servicios cada vez demandan más lo que llama ‘ticket cerrado’, es decir, que el usuario conozca el precio de su recorrido antes de subirse al coche. Esta precontratación a precio cerrado es, precisamente, la principal diferencia entre el taxi y el VTC, cuyos vehículos, además, no pueden acceder en ningún caso a las condiciones reservadas en exclusiva a los primeros, como son la recogida en la calle a mano alzada o las paradas específicas.

Sentencias judiciales

Uno de los coches de alquiler urbano a través de la plataforma digital Cabify. Foto: Nacho Cubero.

A este respecto, el responsable de esta compañía recuerda varias sentencias judiciales dictadas en contra de las restricciones impuestas a los VTC en algunas comunidades autónomas. Entre ellas, cita en primer lugar la emitida hace ahora poco más de un año por el Tribunal Supremo, en la que ratificaba dos sentencias previas del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco que declaraban la nulidad de dos artículos del decreto autonómico que obligaban a contratar los servicios de estos vehículos con treinta minutos de antelación y prohibían su geolocalización.

De este modo, el Alto Tribunal vino a compartir los argumentos del TSJ del País Vasco cuando consideró que estas previsiones limitaban de forma excesiva y desproporcionada el acceso al mercado de los titulares de licencias de VTC.

Además, también se refiere a otra sentencia más reciente, emitida en junio pasado por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), en la que considera que la restricción para limitar en nuestro país las licencias de VTC frente a los taxis en una proporción de uno a treinta es contraria a las normas de funcionamiento de la UE.

En su fallo, los letrados del tribunal de Luxemburgo argumentan que esta restricción no garantiza “la consecución de los objetivos de buena gestión del transporte, del tráfico y del espacio público, así como de protección del medio ambiente”. Este dictamen, que resuelve una petición prejudicial planteada por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña sobre la validez de una normativa estatal en el Área Metropolitana de Barcelona (AMB), no solo afecta a esta ciudad catalana sino a toda España, ya que el reglamento de la AMB recogía una ley nacional que incluía esta restricción desde 2018.

Con todo, este empresario, quien también preside desde hace algún tiempo la Asociación Cántabra de Vehículos de Transporte concertado o con Conductor, no se opone a que exista una regulación. “Claro que debe de existir una normativa, pero que no limite o prohíba el desarrollo de un sector en favor de otro”, concede.

Dos líneas de negocio

El director del Grupo Armoni Car, en la sala de juntas de la empresa. Foto: Nacho Cubero.

A vueltas con su grupo empresarial, Crespo detalla que su actividad se centra en dos líneas de negocio. De un lado, el alquiler de vehículos con conductor (VTC) en núcleos urbanos a través de la plataforma Cabify, al que se refiere como servicio de digitalización. Y, de otro, la llamada línea privada, contratada fundamentalmente para traslados al aeropuerto, bodas y otros eventos, además de para viajes privados o realizar rutas turísticas por Cantabria.

Con una flota de más de 70 vehículos, de los que un 85% lucen etiqueta medioambiental ECO de la DGT, y una plantilla de más de cien trabajadores, Crespo admite que cada vez el trabajo se centra más en la digitalización y menos en la línea privada, hasta el punto de que en la actualidad la primera representa más del 80% de su facturación, que el año pasado se acercó a los 2,8 millones de euros.

Una caída de los servicios privados que achaca a que cada vez es más habitual que las grandes redes de transporte que dominan este mercado, como Cabify, Uber o Bolt, ofrezcan a las empresas y organizadores de congresos descuentos a todos los invitados o asistentes que operen a través de sus plataformas.

Pese a este descenso, el “considerable” crecimiento que está experimentando la digitalización lleva a Crespo a prever que este año alcanzará los cuatro millones de euros de facturación. “Nuestras previsiones son crecer con la adquisición de más de una veintena de nuevos vehículos antes del verano para poder operar en otras ciudades y continuar aumentando nuestra presencia en Bilbao, donde se abre un escenario muy positivo”, explica.

El caso de Santander

Oficinas centrales de Armoni Car, en Santander. Foto: Nacho Cubero.

En cualquier caso, Crespo destaca la buena evolución seguida en Santander, en la que a los cuarenta vehículos que venían operando acaba de sumar otros doce que adquirió a finales del pasado año a Cabify y que, en principio, estaban destinados a cubrir servicios interurbanos.

Así, explica que su idea inicial con la compra de estos vehículos era abrir mercado en otros municipios de la región, como Torrelavega, Renedo de Piélagos, Suances o Santillana del Mar. “Pero Santander ha ido absorbiendo estos coches a medida que han ido saliendo a la calle. Y si tengo trabajo aquí no me voy a ir al extrarradio”, razona.

Sobre el tipo de cliente que utiliza sus coches, Crespo asegura que no hay un perfil claro que destaque sobre otro. “Hace años es posible que predominaran más las personas jóvenes o los ejecutivos y empresarios, pero hoy en día no hay un segmento concreto que sobresalga. También tenemos bastantes usuarios de edad avanzada que se han dado cuenta de que la aplicación móvil para contratar estos servicios es muy fácil de usar”, analiza.

Lo que no ha cambiado es los días de mayor demanda, que sigue concentrada en los fines de semana. “De lunes a jueves podemos hacer el 30% de la facturación semanal y de ahí hasta el domingo el 70% restante”, subraya.

Por último, el director del Grupo Armoni Car insiste en defender que en nueva la movilidad sostenible que se configura en las ciudades hay sitio para todos, también para el taxi que presta un servicio “importantísimo” y de “calidad”, a la vez que augura un futuro atractivo para los VTC a corto plazo. “La tendencia es esa. No vamos a tener que esperar mucho, especialmente en el norte de España donde vamos a vivir unos años muy positivos”, concluye.

El Capricho de Gaudí, una de las joyas arquitectónicas de Comillas, está gestionado por una sociedad limitada que mantiene empleo estable durante todo el año para 19 personas a tiempo completo y genera unos ingresos anuales de más de un millón y medio de euros. Viendo estos resultados se desprende la idea de que el legado arquitectónico y cultural puede ser por sí mismo rentable si hay una gestión eficaz. Además, el año pasado fue galardonado como el Mejor Referente Turístico Mundial en los premios Remarkable Venue Awards 2023, que otorga la plataforma de venta de entradas y experiencias, a partir de las opiniones de más de 1,6 millones de visitantes. Carlos Mirapeix, director general de la sociedad que gestiona el edificio modernista, no espera que con la concesión del premio crezcan las visitas, pero sí que pueda servir como espaldarazo al cambio de estrategia emprendido tras la pandemia, buscando diversificar la oferta y aumentar los ingresos sin necesidad de generar un mayor volumen de visitantes.

Cristina Bartolomé |  @criskyra | Mayo 2024

P.- ¿Qué perspectivas se abren ahora para el proyecto empresarial de El Capricho de Gaudí tras el reconocimiento como Best Ladmark Global 2023?
R.- Hace más de 13 años que comenzamos este camino como recinto monumental y museo. Hemos visto pasar muchas cosas: buenas, regulares y malas y también hemos cambiado mucho en todo este tiempo. Recibir un premio es algo maravilloso que nos permite hacer un alto en el camino y valorar el esfuerzo que hemos realizado todo el equipo. Pero al final, nuestro horizonte sigue siendo el mismo, nada ha cambiado. Seguiremos protegiendo y dando a conocer la obra de Gaudí, defenderemos nuestro modelo de gestión cultural y trataremos de hacerlo siempre de una manera original, con un sello de identidad propio. Ojalá este premio sea solamente la primera celebración de muchas. En el horizonte tenemos el 140 aniversario de la construcción Capricho de Gaudí que se terminó en 1885 o la celebración del centenario de la muerte del arquitecto en 2026. Son grandes oportunidades para seguir reivindicando la importancia de este edificio, quitarle la errónea etiqueta de ‘Gaudí menor’ y reclamar, quién sabe, que sea incluido dentro de las obras Patrimonio de la Humanidad de la Unesco como sucede con las que hay en Barcelona.

P.- ¿En qué factores dirías que se ha basado este premio internacional, cuáles han sido las claves del éxito?
R.- Hace tiempo publiqué una entrada en Linkedin que comenzaba con: “trabajar en una obra de Gaudí es una gran lección de humildad”. Y lo sigo manteniendo. Creo que es justo decir que el principal merecedor de este premio es Gaudí, que fue quien tuvo la genialidad de construir El Capricho. Sin olvidar a Máximo Díaz de Quijano, su promotor. Nos debemos a él y es bueno no olvidarlo. Y creo que debemos sentirnos orgullosos de tener en Cantabria una obra de Gaudí. Y no una obra cualquiera sino una de las tres únicas que están fuera de Cataluña y además una de las más antiguas que existen. Nosotros hemos intentado gestionar este regalo que nos dejó el arquitecto de la mejor manera posible. Siempre con respeto y corazón. Creo que le hemos puesto mucho cariño y mucho esfuerzo a este proyecto. El Capricho es un edificio muy original, lleno de secretos que son muy divertidos de descubrir. Nuestro trabajo es muy de las personas: creemos en el valor de la mediación, las actividades, los talleres. Hemos creado una propuesta que se adapta muy bien al público que tenemos. No es un espacio que caiga en el elitismo o el exceso de sobriedad de algunas instituciones culturales. Puedes venir con los niños y pasárselo bien o buscar un plan entretenido en pareja. Y no debo pasar por alto el gran apoyo que hemos recibido en estos premios. Es cierto que había un jurado muy exigente pero al final también había una parte de valoración que se basaba en los votos del público y aquí hemos tenido un gran apoyo. La gente de Cantabria en general y de Comillas en particular se ha volcado. Nos han apoyado instituciones públicas y privadas, museos amigos y muchísimas personas a título individual.

P.- ¿Qué significa para ti personalmente como director general?
R.- Cuando llegué al Capricho estábamos debajo de una sombrilla y nos empapábamos cuando llovía. Si me permites la metáfora parece que hoy, con esto del premio, hace sol y podemos estar aquí tumbados tan a gusto. Por eso le doy mucha importancia a la gente que nos ha acompañado en este viaje: a nuestro equipo, a colaboradores y proveedores. Hemos dejado nuestra vida en esto y no ha sido para nada fácil. Sé muy bien que no somos los mejores en casi nada por mucho que este premio diga que sí lo somos. Agradezco la palmadita en la espalda y es reconfortante que te digan algo bonito. Pero queremos seguir trabajando, hacer algo de lo que podamos sentirnos orgullosos. Con el tiempo me vuelvo más espiritual y a veces suelo decir que todas las crisis son un momento de catarsis y para nosotros la pandemia lo fue. Volver a la normalidad tras el drama del covid 19 fue también para nosotros un cambio de paradigma. Pusimos en marcha controles de aforo modernos, hicimos un ligero cambio de tarifas y emprendimos un viaje hacía la calidad y no la cantidad. No esperamos un aumento de visitas a raíz del premio, de hecho las hemos reducido alrededor de un 25% o 30% respecto a 2019. Buscamos si acaso diversificar nuestra oferta, crear nuevos tipos de visita, proponer nuevas experiencias. Esto a nivel económico es lo mismo que decir que queremos mejorar nuestros ingresos sin aumentar nuestro volumen de visitas. Y creo que este es un debate muy propicio para esta nueva era en la que estamos en la cresta de la ola del turismo y enfrente tenemos debates como la turistificación, la sostenibilidad, etc. Creo que uno de los conceptos que más presentes van a estar en el debate del turismo será la capacidad de carga.

Turistas visitan el edificio ideado por Antonio Gaudí y construido entre 1883 y 1885. Foto: Nacho Cubero.

P.- En cualquier caso, ¿qué podrá significar económicamente, qué porcentaje de aumento de beneficios o facturación se prevé, teniendo en cuenta que en 2021 la facturación se situó en los 1,6 millones de euros?
R.- Suelo decir que tengo envidia de las empresas escalables. De una empresa tecnológica, por ejemplo, que puede vender su producto a nivel global y multiplicando el volumen. Nosotros hemos puesto un máximo de gente que podemos acoger en nuestra casa y nuestra tarifa no es tan elástica como otros productos. Así que podemos hacer muchos esfuerzos pero hay un techo que no se puede romper. Además en el sector cultural es complicado hablar de economía ya que es un sector dominado eminentemente por lo público. Hablamos de cultura y este es un mercado muy difícil en el que cuesta hacer entender a la gente que es necesario pagar por entrar a un lugar patrimonial. Hablo siempre desde mi perspectiva en Cantabria, en otros lugares este debate ya está más que superado. Así que podemos esperar mejorar nuestro modelo, diversificarlo y buscar nuevos caminos pero creo que en todos los casos no serán cambios drásticos. Dicho esto creo que nosotros no estamos todavía en ese punto de madurez, todavía queda cierto camino de mejora y creo que podemos mejorar nuestros resultados.

P.- ¿Hay sobre la mesa proyectos de inversión de algún tipo en la villa, especialmente tras este reconocimiento?
R.- Siempre estamos invirtiendo en el edificio. Esto me gusta dejarlo siempre claro porque el principal secreto para conservar bien un edificio histórico como El Capricho es invertir en conservación preventiva. La peor enfermedad del patrimonio arquitectónico es el olvido y el desuso. Pero dicho esto, sí que tenemos proyectos de mejora en el horizonte. Por ejemplo coincidiendo con las obras que va a realizar Comillas en el marco de su Plan de Sostenibilidad Turística nosotros vamos a aprovechar y hacer unas importantes mejoras en servicios al visitante y accesibilidad. Implicarán una inversión que estimamos sea de al menos unos 400.000 euros. También estamos con un proyecto muy interesante de puesta en valor del jardín del Capricho, que por cierto es el único edificio de Gaudí que conserva su parcela original y el proyecto de paisajismo diseñado por el arquitecto. A esto le podemos añadir proyectos expositivos, nuevos eventos como El Arte del Compartir, tenemos un podcast que acabamos de publicar y recientemente hemos diseñado una nueva serie de mapas coleccionables para los peques de la casa. A veces la gente puede pensar que esto del Capricho es abrir la puerta y ya está pero nosotros no paramos de hacer cosas.

Ya somos 19 personas trabajando de manera fija, con contratos a jornada completa durante todo el año. En verano tenemos algún refuerzo y llegamos hasta las 22 personas pero siempre parece que somos pocos.

P.- ¿Podrán generarse más empleos?
R.- Uno de nuestros retos es la profesionalización de nuestra gestión. Hemos trabajado mucho en esto y seguiremos haciéndolo. Ya somos 19 personas trabajando de manera fija, con contratos a jornada completa durante todo el año. En verano tenemos algún refuerzo y llegamos hasta las 22 personas pero siempre parece que somos pocos. Nuestra directora de Operaciones, Verónica Valdés, sigue trabajando en esto y creo que el año que viene incorporaremos algún puesto más.

P.- Actualmente El Capricho de Gaudí es una realidad empresarial de carácter cultural. Antes, acogió un proyecto hostelero. Sin duda ha sido la historia de una voluntad de poner en valor el monumento. ¿Cuáles han sido los hitos desde que un grupo inversor japonés se decidió a invertir en este monumento y cuáles fueron los motivos para la compra y explotación de este BIC por parte de un grupo inversor japonés?
R.- Más que grupo inversor a mí me gustaría hablar de empresa familiar. El Capricho de Gaudí es un edificio de Cantabria, gestionado por una empresa de Cantabria con sede en Comillas y que tiene como particularidad que sus dueños son de origen japonés. Es como si uno de nosotros nos vamos a Francia y montamos una panadería. Intento simplificar esto porque así es más fácil entender nuestra escala. La propiedad actual compró el edificio como restaurante en 1990 y mantuvo esta actividad lo mejor que pudo hasta el año 2009. Pero volvemos a la escala, somos una pequeña empresa familiar que tuvo que lidiar con la crisis del 2008. El restaurante llevaba años perdiendo dinero y la situación era crítica. Los actuales presidentes, Tokiko (ella) y Taketo (él), tuvieron que liquidar aquella actividad e intentaron buscar opciones para salir adelante. Tras muchas vueltas y muchísimos problemas El Capricho de Gaudí abrió como monumento visitable el 24 de julio de 2010. No hemos inventado nada: ejemplos de edificios privados visitables hay por todo el mundo solo que en Cantabria muy pocos creían en nosotros. Hay un componente imprescindible de amor al edificio. Sin él sería imposible haber superado todo lo que ha pasado. Esto ha supuesto que se invierta siempre en conservarlo y en cuidarlo, incluso en los peores momentos. Lo hemos limpiado a mano, hemos mantenido el jardín nosotros mismos y hasta hicimos nuestro primer mapa.

P.- Actualmente, ¿hay algún tipo de colaboración económica por parte de las administraciones (local, regional, nacional) para apoyar el proyecto empresarial que gestiona el Capricho?
R.- Con las administraciones, regional y local tenemos muy buen trato pero no hay una aportación a nuestra actividad. Tampoco la buscamos con mucho esfuerzo, ya que uno de los argumentos que planteamos a la gente para legitimar nuestro trabajo es la independencia. La gente tiene que entender que el trabajo que hacemos, el que se ve y el que no se ve, cuesta mucho dinero. Y nosotros nos mantenemos exclusivamente gracias a nuestros visitantes. Cada persona que nos ha visitado es de alguna manera nuestro pequeño mecenas, nuestro patrón. Nosotros no hablamos del público como un objeto de laboratorio que se observa desde un despacho. Nosotros escuchamos, vemos y tocamos el público. Si algo no está bien lo sabemos en el minuto uno y lo corregimos inmediatamente. Por ejemplo, nuestra audioguía, los mapas en infantiles o la misma visita guiada se ha creado a partir de las necesidades que hemos ido escuchando de miles y miles de visitantes.

P.- ¿Existe un cálculo aproximado de la aportación a la economía de Comillas y de Cantabria que representa El Capricho?
R.- Voy a hablar de memoria pero en números gruesos el turismo representa el 10% de nuestro PIB y el sector cultural un 4%. Creo que son datos, ambos, suficientes para dar importancia a los sectores en los que participamos. Nuestra aportación a estos números será testimonial, muy limitada. En Cantabria hay grandes recursos turísticos como los que gestiona Cantur, que, obviamente, están interesados en promocionar sus instalaciones, son las grandes referencias; y luego están otros enclaves como el Centro Botín, el Museo Altamira… Nosotros jugamos en una liga más pequeña, pero creo que ahí somos un referente. En cuanto a los datos, generamos 19 puestos de trabajo fijos a jornada completa y también generamos algunos puestos temporales en temporadas altas. A esto hay que añadir que todos nuestros proveedores son de Comillas y alrededores en cuanto a mantenimiento y conservación, dando trabajo a carpinteros, albañiles, artesanos… que llevan con nosotros más de 20 años. Aunque para responder a esa pregunta más concretamente haría falta una auditoría y saber, por ejemplo, cuánto cuesta la marca.

El próximo mes de septiembre tendrá lugar la segunda edición de Santander International Lift City (SILC), un encuentro sectorial que tiene como objetivo divulgar el conocimiento e identificar tendencias en elevación y movilidad vertical, y que cuenta con singularidades que lo distinguen de otros eventos empresariales. Organizado y financiado por Ascensores Imem, la selección de ponentes y de asistentes se hace por invitación, con la calidad de los contenidos primando sobre los criterios cuantitativos y de marketing, y con un enfoque internacional que lo convierte en un acontecimiento especialmente atractivo para la promoción de la región.

José Ramón Esquiaga |  @josesquiaga | Abril 2024

Celebrado por primera vez en 2022 con la relevancia que se le da a los hechos fundacionales, la confirmación de las fechas en las que tendrá lugar la segunda edición del Santander International Lift City (SILC) refuerza la singularidad de un evento que ya hace dos años abrió nuevas vías en el ámbito de los encuentros empresariales y que ahora, una vez ratificada su continuidad, lo hace despejando todas las dudas que pudieran haber existido sobre el alcance de la iniciativa. Nacida por iniciativa de una empresa industrial, Ascensores Imem, que asumía tanto la financiación como la organización del encuentro, aquella primera edición del SILC tenía no solo la vocación de continuidad y de periodicidad bianual que quedarán convalidados en septiembre, sino una concepción de contenidos y participantes de la que existen pocas referencias en otros países, y ninguna entre los congresos que suelen realizarse en Cantabria.

La segunda edición del SILC tendrá lugar los días 25 y 26 de septiembre, en sedes múltiples como hace dos años y con la conectividad aplicada a la elevación como elemento central en los contenidos de las ponencias. Aunque ni las sedes ni los nombres de los ponentes están todavía cerrados en su totalidad, si que puede confirmarse que el edificio de la Universidad de Comillas tendrá el protagonismo que en la primera edición tuvo el Centro Botín, y que una de las conferencias correrá a cargo de quien fuera alcalde de Santander y ministro de Fomento, el ingeniero Íñigo de la Serna.

El exjugador de baloncesto Fernando Romay estuvo presente en la pasada edición del congreso. Foto: SILC.

“La organización del congreso fue todo un reto hace dos años, ahora esperamos que lo sea menos”, resume Antonio Pérez Luzuriaga, director de Marketing de Imem, tras repasar alguna de las ideas sobre las que se asentó el proyecto y que, ya con el aval de aquella primera edición, son también las claves que orientan la convocatoria de este año: “Queríamos organizar un encuentro divulgativo, que sirviera para reforzar la industrial de la elevación y para que el conocimiento fluya entre las empresas fabricantes, los instaladores… contando con voces autorizadas que desde un plano práctico, no teórico, analicen hacia dónde vamos, cuáles son las tendencias, qué pasos se van a dar y dónde están las soluciones”.

En lo que es otro de los elementos distintivos del SILC, los organizadores no solo realizan la selección de los ponentes, sino que cursan también las invitaciones a los asistentes. El objetivo que se persigue con ello, apunta Pérez Luzuriaga, es mantener el control y garantizar la calidad del encuentro: “Cuando decimos que es un congreso de relevancia mundial no exageramos, pero sabemos que eso no viene dado por el número de participantes, sino por su capacidad de influencia y por su procedencia: son expertos y profesionales llegados de los cinco continentes”. En aquella primera edición, apunta el director de Marketing de Imem, la tarea de contactar con los expertos a los que se pedía participar como conferenciantes, y con los profesionales del sector invitados a asistir, implicaba también explicar las características del encuentro y el porqué de su ubicación: “En esta ocasión eso ya no es necesario, y son muchos quienes nos llaman porque están interesados en venir”.

A diferencia de lo que sucede en una feria sectorial, donde las conferencias son un añadido al contenido expositivo y tienen un enfoque decididamente comercial, en el SILC las intervenciones de los expertos constituyen el núcleo del evento, y su contenido s centra en cuestiones que son de interés para el conjunto de los asistentes. “Incluso cuando el ponente es alguien de una empresa, le pedimos que su intervención no se centre en sus productos. No entendemos el congreso como un lugar donde vender, y tampoco lo entenderían así los conferenciantes a los que invitamos y vienen del ámbito científico o académico”, señala Antonio Pérez Luzuriaga, que recalca la condición de foro y punto de encuentro que quiere darse al SILC, y que iría incluso más allá de las fechas de celebración.

La conectividad será el tema central

Si en 2021 el tema en torno al que giró el congreso fue la digitalización, con la participación de directivos de empresas como Vodafone, o figuras de enorme relevancia en el sector de elevación, como Gina Barney, en la edición de este año será la conectividad el asunto central del encuentro. El objetivo es poner sobre la mesa el papel de los ascensores dentro de lo que se conoce como el Internet de las cosas, las formas en que se comunican con otros dispositivos, la forma en que recopilan datos y cómo toman decisiones basadas en la inteligencia artificial. “Invitamos a los ponentes a que alineen sus intervenciones con este tema, y también buscamos perfiles adecuados para ello”, explica el director de Marketing de Imem que, en todo caso y como sucedió también hace dos años, adelanta que habrá también expertos en materias no relacionadas directamente con el mundo de la elevación, pero de interés para cualquier empresa del sector, como la economía o el ‘coaching’.

Aunque aún queda pendiente de cerrar por completo el programa, el SILC de este año también tendrá, como el anterior, varias sedes, lo que dará pie a los asistentes a conocer Cantabria, un objetivo que indirectamente también perseguía Imem cuando decidió poner en marcha un evento de estas características: “Para nosotros no hubiera sido difícil hacer esto mismo en cualquier otro sitio, porque tenemos estructura para ello, pero somos una empresa cántabra, conocemos perfectamente los atractivos de nuestra región y sabemos que este es un sitio que va a gustar a cualquiera que venga, como nos han trasladado quienes participaron en la primera edición”.

La segunda edición del SILC tendrá lugar los días 25 y 26 de septiembre en varias sedes de Santander.

Los retornos recibidos de aquel primer congreso, en forma de comentarios como esos, pero también por la relevancia alcanzada en términos de imagen o incluso en captación de nuevos clientes, han sido notables para Imem, admite el director de Marketing de la empresa cántabra, pero sobre todo han confirmado lo acertado de una idea que considera trasladable a otros sectores: “Se ha visto que es posible que una empresa de Cantabria organice un congreso de lo suyo y que salga bien y tenga éxito. Eso es bueno para la región y nos alegra haber contribuido de alguna forma a ello”.

La tecnológica cántabra, fundada en 2020, utiliza la realidad mixta y la inteligencia artificial para desarrollar plataformas que recogen y transmiten el conocimiento de las empresas utilizando recursos digitales e imagen en tiempo real. Este conocimiento se sintetiza en instrucciones paso a paso que la propia máquina es capaz de captar y resumir a partir de las grabaciones realizadas por los empleados más veteranos. La compañía, que cuenta con un equipo de 14 personas en su sede de Santander, espera que los 500.000 euros de facturación recurrente a comienzos de 2024 se multipliquen por tres en 2025 y por 12 en 2028.

Francisco Rouco | Marzo 2024

Quién iba a pensar que la realidad virtual evolucionaría hacia un modelo con más realidad y menos virtualidad. Conservar las posibilidades de los gráficos digitales sin reducir el sentido de la vista a un entorno totalmente virtual. Ese paso siguiente, que no acaba necesariamente con la virtualidad, es la realidad mixta, que combina las imágenes creadas por ordenador con la realidad que instantáneamente perciben unas gafas provistas de cámaras y micrófonos. Aunque es una tecnología todavía incipiente y con un precio un poco desalentador –los dispositivos más capaces rondan los 3.500 euros­–, sus aplicaciones llaman la atención: recorrer unas ruinas mientras se observan recreaciones de lo que sucedió allí siglos atrás, llenar la casa (real) de muebles virtuales para ver cómo quedan antes de comprarlos o mantener una videoconferencia sin necesidad de más pantalla que las gafas. Es posible que muchos de sus usos recreativos puede que no sean lo suficientemente atractivos como para justificar el uso de unas gafas, pero es en el terreno profesional donde la realidad mixta podría sobresalir gracias a los asistentes industriales inteligentes.

La empresa cántabra Uktena, fundada en 2020, desarrolla asistentes industriales inteligentes que exprimen los últimos avances en realidad mixta e inteligencia artificial. ¿Qué ofrece un asistente así? Imaginemos a un operario que tiene que revisar una bomba de agua en una depuradora. Como no es su especialidad o desconoce el modelo en cuestión o lleva poco tiempo en la empresa, no cuenta todavía con los conocimientos suficientes para realizar la tarea con seguridad. Y tampoco quiere preguntar. Así que echa mano de las gafas de realidad mixta y enciende el asistente de Uktena. En un momento, se despliega ante sus ojos,un menú con el que puede interactuar moviendo las manos en el aire. Entre las opciones que aparecen en el menú se encuentran: un listado paso a paso de lo que tiene que hacer (con vídeos de 10 segundos de explicación que puede reproducir en un rincón de su ángulo de visión); un gemelo digital o recreación en 3D de la bomba, que puede descomponer en piezas virtuales giratorias, aumentables y combinables; un documento escrito con las instrucciones de fábrica de esa misma bomba que tiene enfrente; o una videoconferencia en conexión directa con un centro de ayuda. La conexión realidad-virtualidad del asistente es tal que el operario podría situarse frente a tres herramientas distintas y la plataforma le indicaría cuál debe coger –recordemos que el operario tiene ambas manos libres– y qué debe hacer con ella, sobreimprimiendo instrucciones digitales sobre la realidad.

“A la gente le cuesta creer lo que ofrecemos porque no lo han visto nunca, pero eso se soluciona con una demostración rápida de cinco minutos”, explica Rafael Wanderley, fundador de Uktena. La ‘startup’ cántabra, compuesta por 14 personas y con sede en Santander, propone que el conocimiento que se genera en una empresa no se quede en la cabeza de los empleados veteranos, sino que se transfiera a un software para que llegue a todo el personal que lo necesite gracias al asistente industrial inteligente. El catálogo más completo de funcionalidades solo está disponible para las gafas de realidad mixta, pero aún hay un buen número de funcionalidades, como los listados, las instrucciones orales o los vídeos, que pueden desarrollarse en tabletas, portátiles o incluso móviles.

Uktena no comparte el número de empresas que utilizan sus servicios, pero destaca que entre sus clientes se encuentran Roca, Aqualia, Equipe Cerámicas, Insud Pharma, Mademan Group, Gureak, Tecman u OBE Hettich, entre otras. Muchas de ellas están relacionadas de alguna forma con el mantenimiento electrónico, mecánico o hidráulico, las especialidades que conocían los fundadores de la empresa. “Creíamos haber encontrado un nicho en el mantenimiento, pero el nicho nos superó, porque Uktena aporta muchas soluciones en varios frentes”, apunta Wanderley.

Un ejemplo de esto se da en el grupo vasco Gureak, formado por sociedades mercantiles sin ánimo de lucro dedicadas a la industria, los servicios y el marketing, que emplea un alto porcentaje de personas con discapacidades. El grupo utiliza la plataforma de Uktena para apoyar al personal de limpieza en su trabajo diario gracias a listados de tareas e instrucciones. Pero también lo usan quienes se encuentran en cadenas de montaje de productos electrónicos. Algo parecido sucede con Insud Pharma, que utiliza los servicios de Uktena en la línea de composición de los medicamentos y también en labores de marketing.

La persona enseña al asistente profesional

Al contrario de lo que sucede en el sector tecnológico, donde lo habitual es comercializar licencias de software por usuario, Uktena liga cada licencia de 230 euros a un solo dispositivo, sin limitar cuántos usuarios utilizan la plataforma. La razón para no limitar el número de usuarios es que el algoritmo que hay detrás de la plataforma aprende del uso que se hace de ella, con lo que a Uktena le interesa que se utilice cuanto más, mejor.

El conocimiento que comparte Uktena con sus usuarios a través de gráficos, voz, vídeos, gemelos 3D y otros recursos digitales puede resultar lo más llamativo de esta tecnología. Pero no hay que olvidar que todo ese contenido es el resultado de una labor de recogida, depurado, síntesis y organización de la información que realiza la propia plataforma gracias a la inteligencia artificial.

El equipo de Uktena temía que los profesionales veteranos pensaran que, al compartir su conocimiento con el asistente inteligente, la empresa prescindiera de sus servicios.

Volvamos de nuevo a nuestra empresa de mantenimiento de depuradoras. El operario más veterano se va a jubilar pronto y su jefe le propone que cuente lo que sabe con la idea de que sirva para las personas que lo van a suceder. Pero en vez de presentarle a un aprendiz, le pide que use Uktena. Así que se coloca las gafas y se activa la fase de grabación. El operario veterano irá contando lo que sabe mientras lo ejecuta con sus manos, al tiempo que las gafas registrarán cuanto ve, hace y dice (de hecho, si el operario se mantiene callado, la plataforma le animará a que se explaye en las explicaciones). El resultado de todo esto es un clip de vídeo y audio que el algoritmo de Uktena limpia de ruido ambiental y secciona en pequeñas instrucciones para conformar un paso a paso. Cada una de estas breves explicaciones prácticas tendrá una longitud máxima de entre 40 y 50 palabras y se acompañará de un vídeo de unos 10 segundos y de un fotograma a modo de imagen en miniatura para identificar este paso en concreto. Esta labor de recogida y preparación de la información también se puede hacer con un documento escrito, al que Uktena exprimirá las ideas principales para transformarlas en listados de instrucciones breves.

En esta transmisión de conocimientos entre empleados expertos y máquinas para su libre difusión podría pensarse que aquellos podrían no ver con buenos ojos compartir abiertamente sus trucos. “Nos preocupaba que el trabajador veterano pensara que si le daba su conocimiento a Uktena, la empresa ya no le iba a necesitar. Y algo así nos encontramos al principio. Pero luego, una semana después de usarlo, ya no era así. Cuando estas personas usan Uktena comprenden que nadie les va a robar su trabajo, porque Uktena no tiene manos; puede reproducir, pero no ejecutar. Así que descubrimos que la persona se sentía valorada y reconocida como persona experta, que tenía protagonismo en el proceso y sentía que nadie le iba a echar porque tenía un conocimiento importante que la empresa no podía perder”, explica Wanderley.

Inicio difícil en Cantabria

Tras cuatro años de actividad, Uktena recibió el pasado noviembre la certificación de ‘startup’ otorgada por la Empresa Nacional de Innovación (ENISA), junto a otras tres compañías emergentes cántabras: Inhibitec Anticuerpos, El Súper de los Pastores y Siali Technologies (ver número 285 de Cantabria Negocios). Gracias a la acreditación, estas empresas pueden acceder ahora a nuevas fuentes de financiación y exenciones fiscales a las que antes no tenían acceso. Wanderley agradece el reconocimiento, pero recuerda que en la puesta en marcha de su proyecto sufrió todo lo que la ley ha arreglado –se refiere a la Ley 28/2022, de 21 de diciembre, de fomento del ecosistema de las empresas emergentes–: “Yo soy extranjero –de Brasil– y la ley anima hoy a que los extranjeros emprendan, pero cuando yo empecé, en 2020, no había nada. También trabajaba para la Universidad de Cantabria mientras tenía la empresa, con lo que tenía que pagar dos veces; ahora la tributación es única”. Wanderley también recuerda que en su primera ronda de financiación, celebrada en 2022 y que cerró en 250.000 euros, los inversores tenían beneficios fiscales hasta un determinado techo de inversión (60.000 euros) cuando hoy es de 100.000 euros. “Si yo hubiera tenido ese techo, habría cerrado mucho más dinero”.

Parte del equipo de Uktena, en sus oficinas en el Centro de Desarrollo Tecnológico de la Universidad de Cantabria, en Santander. Foto: Uktena.

“Cuando estás empezando, necesitas aprovechar las oportunidades, y entonces no había aceleradoras ni incentivos para ‘startups’ en Cantabria. Nos acogieron en otros sitios y desde allí nos abrieron la puerta de otros clientes”, explica Wanderley, que desde hace dos años y medio forma parte de Lanzadera, la plataforma de Juan Roig para impulsar empresas emergentes. “Si tienes una ‘startup’, Lanzadera es el sitio donde hay que estar, porque te abre las puertas a inversores, a clientes y también a otros temas, como, en mi caso, una asesoría legal especializada en ‘startups’. Allí preguntas y todo el mundo te da la tarjeta. O necesitas un modelo de pacto de socio y te lo dan, gratis. Es una comunidad en la que lo único que te piden es que ayudes y compartas con los demás. Son muy pesados con eso”.

Hoy Uktena vive un momento dulce, en el que los clientes actuales piden más licencias y los nuevos llegan atraídos por el boca-oreja o porque su competencia usa la plataforma. Cantabria no es una excepción. “Tenemos una docena de empresas de aquí que podrían convertirse en clientes pronto. Esto me haría muy feliz, porque al final yo vivo aquí, y me encantaría que pudiéramos aportar al lugar donde vivo”.

Uktena ingresó el pasado ejercicio más de 80.000 euros de recurrente procedente de las licencias de la plataforma, y las previsiones de la empresa son multiplicar por seis esa cantidad en 2024 para superar los 500.000 euros. Para el año 2025 se pretende triplicar esa cifra y doblarla en los siguientes hasta cerrar 2028 con 6 millones de euros. Son números de crecimiento propias de otras latitudes, pero Wanderley se muestra convencido. Para el CEO de Uktena, las grandes tecnológicas están centradas en los asistentes personales inteligentes como Siri o Alexa, y están dejando de lado el nicho de los asistentes profesionales. Un nicho que este emprendedor piensa aprovechar: “Nosotros queremos estar ahí primero, porque las ‘big tech’ terminarán llegando y querrán pelear con nosotros. O comprarnos”.

 

El Ilustre Colegio Oficial de Economistas de Cantabria mantiene su apuesta por promover la formación, el empleo y las actividades sociales que contribuyan a dar mayor visibilidad al trabajo de sus más de 1.200 colegiados. Con más de una década en el cargo, Fernando García Andrés, su presidente, asegura que la economía regional no va mal, aunque reclama más inversión en innovación; sostiene que los sectores biosanitario, cultural y agroalimentario son los que presentan un mayor potencial de crecimiento en la región, y defiende la importancia de la formación dual, también en el ámbito universitario.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Marzo 2024

Pregunta.– Tras más de cinco años, el colegio acaba de culminar su fusión con el de Titulados Mercantiles y Empresariales de Cantabria y representa ahora a más de 1.200 profesionales. ¿Satisfecho? ¿Por qué se ha tardado tanto tiempo en cerrar este proceso?
Respuesta.– Sí, mucho. Porque el proceso ha sido al principio bastante arduo a la hora de ponernos de acuerdo, pero luego hemos convergido muy fácilmente en el proyecto común. Es cierto que el Colegio de Mercantiles ha dado muchas facilidades para llegar a este acuerdo. Cabe recordar que los consejos generales de ambos titulados se unificaron en 2011, un órgano al que ahora pertenecen alrededor de 70.000 profesionales en toda España, por lo que este proceso se ha llevado a cabo de arriba hacia abajo: primero los consejos y más tarde los colegios territoriales. El de Cantabria ha sido de los últimos en realizar esta unificación, una demora que se ha producido por las diferencias de planteamientos en cuanto a la unificación, que han ido solventándose de forma consensuada. El decreto autonómico nos dio la pauta de la proporción y composición de los miembros de la nueva junta directiva en función del número de colegiados de cada una de las dos corporaciones, que ha quedado integrada por doce representantes del antiguo colegio de Economistas y dos del de Titulados Mercantiles. ¿Qué nos falta para culminar esta fusión? Inscribir los estatutos en el Registro de Colegios Profesionales. Ese será el momento definitivo. Ahora estamos en esa transición, pero operativamente ya llevamos trabajando conjuntamente como un colegio único desde hace un año, aunque es cierto que los patrimonios aún no están consolidados, que será el siguiente paso.

P.– ¿Esta nueva etapa abre nuevos retos y desafíos para el colegio o en síntesis siguen siendo los mismos?
R.– El modelo y los objetivos van a ser prácticamente los mismos. La ventaja de la unificación es que a partir de ahora vamos a tener una voz única ante la Administración. Y con más fuerza. Pero, insisto, nuestros objetivos se van a seguir centrando en tres ámbitos: la formación, tanto técnica dirigida al colectivo de profesionales que ejerce por cuanta propia, como divulgativa sobre aspectos novedosos y de relevancia para la profesión; el empleo, potenciando la Agencia de Empleo para conseguir atraer a los titulados jóvenes, que es el colectivo más reacio a incorporarse a la organización colegial; y, finalmente, la promoción de actividades sociales para contribuir a dar mayor visibilidad a la imagen del economista en la sociedad.

P.– ¿Qué y en qué ha cambiado el papel de un economista durante estos once años que lleva al frente de la entidad?
R.– Ha cambiado mucho pero todavía tiene que cambiar más. El perfil del economista se tiene que adecuar o integrar más en otras disciplinas. Se da por hecho que un economista conoce los fundamentos básicos de la economía, pero las facultades no ofrecen aún a los estudiantes el manejo de ciertas disciplinas que son necesarias para mejorar su empleabilidad. Por ejemplo, saber dirigir equipos, manejar ingentes bases de datos o trabajar con la inteligencia artificial, conectar con otras profesiones como las de sociólogos y psicólogos, o con el mundo del Derecho… Por lo tanto, la formación de economista se convierte en una disciplina mucho más amplia. Eso es lo que está cambiando y a lo que se tienen que ir adaptando las nuevas promociones si quieren tener un mejor acceso al mercado laboral. El cambio es sustancial y afecta a todas las profesiones, más aún a los economistas que están en todas las actividades y en todos los ámbitos de la sociedad: Administración, empresa privada, despachos profesionales…

Fernando García Andrés, durante la entrevista. Foto: Nacho Cubero.

P.– ¿Cómo calificaría la situación de la economía en Cantabria?
R.– Si tengo que dar una calificación concreta, diría que no va mal, aunque es cierto que tenemos que mejorar en muchos ámbitos. Pero si vemos la trayectoria de los últimos años y nos comparamos con otras comunidades autónomas, tendríamos que decir que no somos de las mejores, pero tampoco de las peores. Según los datos que manejamos, estamos en mitad de la tabla. Hay variables que no crecen como debieran –el PIB regional ha crecido por debajo de la media en 2023–, pero hay otras, como la tasa de empleo, que estamos bastante mejor que la media nacional. En cualquier caso, creo que hay que poner el acento en la inversión en I+D+i, un campo en el que estamos mal y que es fundamental para el desarrollo de la economía.

P.– En sus previsiones de hace algunos meses pronosticaba un crecimiento de la economía de Cantabria del 2,9% en 2024, tres décimas por encima del previsto en España. Sin embargo, estudios más recientes rebajan este crecimiento hasta el 1,6%, una décima por encima de la media nacional. ¿Vamos a peor?
R.– No lo creo. Nos estamos comportando un poco en la línea del resto de España. Sabemos que las perspectivas de crecimiento del país están por encima de la media de la Unión Europea. Con las previsiones ocurre que a veces es muy difícil acertar. Puede ser que en aquel entonces fueran demasiado optimistas. Y yo lo soy por naturaleza.

P.– El Informe de Competitividad Regional 2023, elaborado por el Consejo General de Economistas, sitúa a Cantabria en el grupo de comunidades con un nivel competitivo relativo medio-bajo, junto a La Rioja, Aragón, Castilla-León y Galicia, y desciende una posición respecto al informe del ejercicio anterior, hasta el noveno puesto. ¿A qué achaca este empeoramiento?
R.– Considero que la economía hay que analizarla siempre con perspectiva y con una visión a medio y largo plazo. El descenso en una posición no es significativo, por cuanto seguimos estando en mitad de la tabla. Al final es un modelo que tiene en cuenta más de medio centenar de variables con una serie de ponderaciones de las que sale un índice sintético. Sirve para tener una referencia de cómo nos movemos, pero a mí no me preocupa caer un puesto porque a lo mejor en 2023 lo subimos. Soy más partidario de ver tendencias que datos puntuales. De dónde venimos y hacia dónde vamos. Eso es lo importante.

P.– De un tiempo a esta parte, el sector sanitario y el cultural son señalados como dos de los ámbitos claves y con mayor potencial de crecimiento en la región. ¿Ahí descansa gran parte de nuestro futuro?
R.– Son una parte importante. Pensamos que el sector biosanitario tiene mucho potencial. Nos hemos fijado un poco en el Parque Tecnológico de la Salud de Granada, que ha creado un ecosistema sanitario muy favorable que aquí también se puede replicar: los institutos de investigación Idival e ITEC, la Facultad de Medicina y la Universidad de Cantabria, el Hospital de Valdecilla y luego, a su alrededor, empresas en torno al clúster TERA, que está muy focalizado en nuevas tecnologías dirigidas al sector sanitario. Creo que, con el buque insignia que es Valdecilla, habría que aprovechar todo este potencial para desarrollar una industria ligada a la salud. En cuanto al sector cultural, a nadie se le escapa que el Mupac, Faro Santander, el centro asociado del Reina Sofía y el Centro Botín son polos de atracción para atraer un turismo de calidad, no de masas, que pueden generar buenos retornos a la economía regional. Son sin duda dos sectores importantes a los que añadiría el sector agroalimentario, que también habría que potenciar.

P.– Cantabria cuenta con una industria que aporta algo más del 20% del PIB regional pero, sin embargo, adolece de una verdadera política industrial o de un plan estratégico que guíe al sector en los próximos años, según critican numerosos expertos. ¿Qué opina usted?
R.– La industria, que en el pasado ha tenido un protagonismo mucho mayor que ahora, ha ido perdiendo peso y velocidad. Creo que sería conveniente tener un plan industrial que, en lugar de hacer un gran diagnóstico de la economía de Cantabria, porque casi todo el mundo ya conoce cuáles son nuestras debilidades y fortalezas, actuara y se centrara más en proyectos sectoriales muy concretos. Y le apunto dos o tres de los que ya hemos hablado: el sector biosanitario, el agroalimentario y la I+D+i.

Creo que hay que adoptar políticas de desarrollo del mundo rural que permitan fijar la población. Analizar los precios en origen, la competencia desleal… Si no proponemos una política activa, los jóvenes no van a querer trabajar en el campo

P.– El sector primario se ha lanzado a la calle para reclamar mejoras que permitan una supervivencia que cada vez ven más amenazada. ¿El campo se muere?
R.– Bueno. La tendencia es esa, desgraciadamente. Por eso creo que hay que adoptar políticas de desarrollo del mundo rural que permitan fijar la población. Analizar los precios en origen, la competencia desleal… Si no proponemos una política activa, los jóvenes no van a querer trabajar en el campo.

P.– Cantabria, al igual que España, acaba de cerrar un año histórico en materia de turismo. Si no se hacen bien las cosas, ¿podemos llegar a morir de éxito?
R.– Puede ser. El turismo en Cantabria tiene que virar hacia un turismo más de calidad; un turismo cultural y gastronómico que sepa aprovechar las ventajas paisajísticas y de todo índole con las que cuenta la región. Hay que reordenar el turismo.

P.– ¿Las deficientes comunicaciones, especialmente ferroviarias, son la principal china en el zapato de la economía regional?
R.– Es una de ellas. Pero me atrevería a decir que la más importante es la opción que se ha empezado a valorar desde hace muy poco tiempo, que es la conexión con Bilbao y la salida a Europa y hacia el eje mediterráneo, que creo que es más importante que la conexión con el centro de la península. De todos modos, creo que la propuesta que se hace ahora de un tren de altas prestaciones hasta Reinosa es mucho más racional, lógica y viable que la del AVE, que supone una macro inversión para ganar unos minutos. Quizá llegamos tarde, pero más vale tarde que nunca. La vía de comunicación con Bilbao teníamos que haberla planteado hace quizá más tiempo y no centrarnos tanto en buscar un AVE a Madrid.

P.– Tampoco faltan voces que critican la escasa vocación de internacionalización de nuestro tejido empresarial. ¿Lo comparte?
R.– Sí, sí existe, pero es un problema derivado del tamaño medio de nuestras empresas, que en Cantabria se sitúa por debajo de la media nacional, que a su vez está por debajo de la media europea. Esta realidad complica su internacionalización y la inversión en innovación. Ahí también los poderes públicos deberían apostar por superar estos déficit, porque la Administración está para propiciar un clima y un ambiente favorable a las empresas, pero no son un empresario. El Gobierno tiene que dar facilidades, especialmente en cuestiones de las que tanto se habla ahora como la de la simplificación administrativa. En este tema tiene que pasar de las palabras a los hechos.

Junta directiva del Colegio de economistas de Cantabria.

P.– Defiende la importancia de aprender trabajando y apuesta por desarrollar la formación dual como fórmula para un crecimiento de la economía duradero, sostenible e inclusivo. ¿Por qué no triunfa en España este modelo que sí lo hace en otros muchos países de nuestro entorno europeo?
R.– La formación dual se desarrolla fundamentalmente en el ámbito de la Formación Profesional, pero no así en la universidad, donde también deberían de proveerse programas de este tipo de formación con la empresa. No veo culpables, pero creo que tanto por parte de las empresas como de la Administración no se propicia esa formación dual que en otros países, como es Alemania, supone el 100% de la formación. En España, en cambio, el nivel es muy bajo, pese a que considero que es un modelo facilitador del empleo de los jóvenes. Creo que la Administración tendría que ser el ariete que promoviera esta formación y que habría que sensibilizar de su importancia en los círculos educativos y empresariales.

P.– Las nuevas generaciones de profesionales emigran fuera de Cantabria en busca de oportunidades laborales que aquí no encuentran. ¿Qué nos hace falta para retener y atraer talento?
R.– Creo que de la universidad salen promociones muy bien preparadas, y no solo me refiero al ámbito de la economía, sino también de las ingenierías y carreras técnicas. Lo que ocurre es que las empresas locales o no demandan los suficientes profesionales, o el talento emigra por cuestiones puramente económicas. Cuando una empresa tiene a bordo a un profesional que merece la pena tienen que intentar retenerle, lo que puede conseguir a través de la formación y de un salario atractivo. En Cantabria se puede explotar el salario en especie que es la calidad de vida. Pero creo que el factor más importante de que talento emigre es que aquí no hay las suficientes oportunidades. Estamos haciendo además una mala inversión porque estamos invirtiendo en formación de talento que luego se desarrolla profesionalmente en otros lugares.

P.– El puerto y el futuro polígono de La Pasiega aparecen, junto a la Universidad de Cantabria y el Instituto de Hidráulica Ambiental, como nuestros principales activos en la atracción de inversiones y en la creación de innovación y desarrollo. ¿Añadiría alguno más?
R.– El puerto tiene una importancia sustancial dentro de la economía regional que, junto al polígono logístico de La Pasiega, si finalmente se articula, puede crear unas sinergias y un efecto arrastre hacia otros sectores que sin duda impulsarán la economía. Me parece que La Pasiega, lo financie el Estado, la Unión Europea o Cantabria, supone una inversión con un retorno innegable. Lo que también hay que hacer es apoyar lo que ya tenemos y potenciar la innovación, la investigación y el desarrollo empresarial, no solo del sector público. Y hay que hacerlo además en un horizonte de medio y largo plazo, porque estas cuestiones no se consiguen de un año para otro. Los resultados de invertir en innovación y desarrollo empiezan a verse a partir de cuatro o cinco años. Pero vamos a ir viendo la tendencia y si conseguimos avanzar del actual 0,8% del PIB regional en I+D+i al 3% que propone la Unión Europea. No podemos olvidar que la innovación te permite ser más competitivo, aumentar la facturación y crear riqueza. Pero hoy es nuestro talón de Aquiles.

A punto de cumplir 25 años, el centro tecnológico CTC es una de las puntas de lanza de la innovación en Cantabria. Con una actividad sostenida sobre dos líneas de negocio (los proyectos encargados por empresas y los concursos de concurrencia competitiva), el centro combina proyectos de innovación para compañías como ArcelorMittal o Hempel con iniciativas del ámbito público, como un segundo contrato con la Agencia Espacial Europea o el programa Futcan para llevar a la industria cántabra al siguiente nivel tecnológico.

Francisco Rouco | Marzo 2024

Cantabria puede presumir de contar con un conjunto de centros de innovación que son reconocidos en el resto del país y más allá de nuestras fronteras. Sucede con el centro tecnológico CTC, dedicado desde hace 24 años al desarrollo de soluciones y proyectos tecnológicos para mejorar la competitividad de las empresas y sus posibilidades de expansión en los mercados internacionales. Con la mayoría de sus laboratorios situados en el Parque Científico y Tecnológico de Cantabria (Pctcan) y un equipo formado por una treintena de personas, el CTC ha sabido adaptarse a las peticiones de sectores tan dispares como la exploración espacial, la fabricación textil, el tráfico marítimo, la siderurgia, la energía eólica offshore o la automoción eléctrica, entre otros.

“Cada vez son más las empresas que contemplan la innovación dentro de sus estrategias de negocio”, explica Beatriz Sancristobal Marcano, directora del centro, que añade que la inversión en i+d+I conlleva resultados a medio y largo plazo, no inmediatos –“debemos insistir en ello”–, pero que, cuando llegan, contribuyen a que las empresas mejoren su competitividad, afiancen su posición en el mercado e incluso crezcan.

El CTC está especializado en tres áreas de investigación: (1) materiales avanzados, (2) navegación y robótica y (3) industria y energía, aunque muchas de sus aplicaciones son transversales. Respecto a los materiales avanzados, la principal línea de investigación se centra en los compuestos a escala nanométrica (la millonésima parte de un milímetro) y cómo se pueden aprovechar las propiedades de los que ya están en el mercado. Ejemplo de ello es Nanocult, un proyecto auspiciado por el Ministerio de Ciencia e Innovación con fondos Next Generation y dirigido a mejorar la conservación del patrimonio cultural mediante recubrimientos enriquecidos con nanopartículas que protegen las obras de las severidades del entorno.

El Marine Corrosion Test Site se encuentra en los acantilados del Bocal. Foto: CTC.

Pero si hablamos de un entorno hostil y desgastante para los materiales a cualquier escala de tamaño, ese es el mar. Al estudio de sus riesgos está dedicado uno de los proyectos más ambiciosos del CTC: la colaboración, por segunda vez, con Hempel, el líder mundial en la fabricación de pinturas para los sectores industrial y naval, que quiere probar la resistencia de sus nuevos productos frente a la corrosión en un entorno real. Y si ambicioso es el proyecto, no es menos singular el laboratorio donde desarrollarlo: el Marine Corrosion Test Site El Bocal, una pared de 10 metros sobre el mar situada en la costa cercana a Santander. En este acantilado, que es una obra conjunta entre el CTC y el Instituto Español de Oceanografía (IEO), se exponen los materiales a las inclemencias del mar en todos los escenarios posibles: bajo el agua, en zona mareal, en salpicadura (donde golpean las olas) y sobre el agua (donde no alcanzan las olas pero sí el spray salino). Allí se colocan probetas con pinturas, recubrimientos, cables, trozos de cadena e incluso vigas, y se comprueba cómo se degradan los materiales durante al menos un año, para que pasen todas las estaciones.

Aunque la corrosión no solo prolifera en el entorno marino, también tierra adentro. Dentro de esta misma área de industria y energía sobresale el proyecto recientemente culminado con ArcelorMittal para desarrollar un modelo predictivo que adelanta cuándo y cómo aparecerá la corrosión en las tuberías de los sistemas de refrigeración de las plantas industriales. Gracias al modelo ideado por el CTC, es posible prever los daños en estas instalaciones con una antelación de siete días, lo que le permite a la primera siderúrgica mundial solucionar el problema antes de que las tuberías sufran ningún daño.

Este campo del mantenimiento predictivo arroja aplicaciones en varias de las líneas de investigación del CTC. También podemos verlo en los gemelos digitales, cuya virtualización de objetos físicos como motores, calderas y otras instalaciones críticas para la industria facilita someterlos a distintos escenarios de riesgo para ver su comportamiento y extraer datos, todo ello sin poner en peligro la maquinaria real. O también en los robots que cumplen funciones de inspectores autónomos y recopilan información a partir de cámaras y sensores que nutren los modelos predictivos que ponen fecha a posibles fallos y problemas.

”Una de nuestras filosofías es que no limitamos los sectores que trabajamos, porque una solución para el sector del plástico se puede aplicar al sector textil si la parte de producción es común”, explica la directora del centro tecnológico.

De iniciativa pública regional a centro privado con presencia en Europa

El CTC nació en 2000 en el ámbito público y enfocado a la automoción, en 2008 pasó a considerarse centro tecnológico por el Ministerio de Economía y Competitividad, ya con unas cuantas áreas de investigación más, como la ingeniería nuclear y la aeroespacial, y en 2011 se privatizó. Hoy su modelo de negocio se basa en dos pilares: dar solución a los retos de investigación e innovación que plantean las empresas y optar a proyectos regionales, nacionales y europeos bajo concurrencia competitiva, ya sea en solitario o formando parte de conglomerados público-privados.

En su andadura por Europa, el CTC ha logrado varios hitos. Uno de los principales fue el proyecto Life H2OLock, dirigido a reducir la evaporación del agua en balsas agrícolas utilizando módulos flotantes (parecidos a caparazones de tortugas grandes) y paneles fotovoltaicos para generar energía. Hoy se está desarrollando en Murcia. Otro ejemplo más reciente es el segundo contrato firmado con la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), cuyo objetivo es acortar el tiempo de habilitación que deben pasar las baterías que acompañarán a las misiones espaciales. Hasta ahora, este periodo de habilitación es de dos años; el objetivo del CTC es comprimir las pruebas para que se puedan obtener los mismos resultados pero en menos tiempo, no más de seis meses.

Para Beatriz Sancristobal Marcano, directora del centro tecnológico cántabro, “los proyectos europeos suelen ser ambiciosos y sirven para posicionarte y acreditar tu capacidad para desarrollar proyectos y entornos de colaboración. A veces son retos que pueden parecer desfasados en el tiempo, porque a nivel europeo se piden desarrollos que las empresas no necesitan hoy, pero que sí lo harán dentro de un tiempo, y alguien tiene que hacerlos”.

Beatriz Sancristobal Marcano, directora del CTC. Foto: Nacho Cubero.

Aproximadamente el 70 % de los proyectos en los que participa el centro tecnológico CTC se reparten entre instituciones y empresas españolas (la mayoría) y europeas. El 30 % restante nace en la región, pero desde el CTC apuntan que en muchos de los proyectos nacionales se intenta formar un consorcio con empresas cántabras. “Por eso es importante que las empresas de aquí nos conozcan y nos cuenten qué están haciendo para que, si surge la oportunidad, les podamos proponer ir juntos”, explica Beatriz, que recuerda que se siguió esta misma estrategia para una iniciativa amparada en el Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) del vehículo eléctrico y relacionado con la conectividad y localización de esta clase de vehículos.

Pese a no ser mayoría, también hay proyectos regionales en marcha, como el Futcan, una iniciativa para modernizar la fabricación industrial cántabra a partir de tres tecnologías que en el CTC conocen bien: los gemelos digitales, los recubrimientos con nanomateriales y los algoritmos de inteligencia artificial para mejorar la eficiencia de los controles de calidad y propulsar el mantenimiento preventivo. El plan tiene una duración de tres años y un presupuesto de 896.000 euros.

2024, un año con enormes expectativas

Para la directora del CTC, en los últimos años el centro ha hecho un esfuerzo por subir al siguiente escalón. Ha mejorado la especialización de sus equipos, reforzado su red de colaboradores y ampliado su capacidad para desarrollar proyectos nacionales y europeos. Todo ello en un entorno con sus propias dificultades intrínsecas. “El tiempo de maduración de nuestros proyectos es largo, porque desde que comienza la idea hasta que se materializa pueden pasar 10 o 12 meses, y eso hace que buscar financiación sea complicado para los proyectos que tienen más riesgo. O también puede suceder que tengas que esperar porque necesites que haya planes a nivel regional, nacional y europeo para poder llevar a cabo las investigaciones”.

Pese a todo, Beatriz Sancristobal señala que todos esos esfuerzos por mejorar se han materializado en 2024: “Hemos conseguido romper algunas barreras, incrementar el negocio y que las empresas nos vean como su socio tecnológico. 2024 va a ser un año de pleno crecimiento, con cifras de incremento del negocio por encima del 40 % y el reto de retener y sumar talento, algo que sabemos que será complicado al estar en un entorno tecnológico”.

La directora del CTC, junto al resto de mujeres que trabajan en el centro tecnológico cántabro. Foto: CTC.

Solo en 2024, el CTC se plantea superar los 2 millones de euros de facturación, lo que supondría una mejora del 42 % respecto a la cifra de 2023, que rozó los 1,4 millones de euros. En cuanto al talento, el objetivo es sumar a ocho o 10 personas más, con lo que el centro incrementaría su equipo por encima del 25 %. “Tenemos mucho que ofrecer a quien quiera tener una carrera en innovación en Cantabria: tenemos proyectos interesantes, ofrecemos un desarrollo profesional completo y compaginamos la parte profesional con la formativa. Contamos con varios doctorandos y personas que están haciendo un máster”, explica Beatriz. “Buscamos gente que se sienta a gusto trabajando aquí y que sea proactiva, ya que vivimos de ser capaces de proponer proyectos nuevos y de que las empresas los vean. Y ahí las personas son clave”.

Preguntada por qué vendrá después y cómo será el año 2025, el de los 25 años de actividad del centro tecnológico CTC, su directora responde que seguirá la misma tónica, porque la ambición de 2024 se extenderá también un año más. “El plan estratégico que nos hemos marcado es que estos dos años van a ser muy intensos para luego volver a asentarnos. No es fácil crecer en personas y en negocio, y eso tendremos que mantenerlo”.

Profesionales vinculados con la mediación y la peritación de siniestros ponen en marcha una empresa que presta servicios de gestión y tramitación de siniestros, representando a sus clientes en todas las fases de la relación con la aseguradora o en reclamaciones frente a terceros, desde la consultoría y el asesoramiento sobre las características de la póliza hasta la reclamación judicial en caso de desacuerdo entre las partes. GTRS, que comenzó a operar el pasado verano, centra su actividad en el ámbito empresarial y en sectores en los que es habitual que las pólizas y los siniestros tengan una elevada complejidad técnica. En uno de sus primeros casos de éxito, para el grupo Adelma, el acuerdo extrajudicial con la aseguradora permitió pasar de una indemnización inicial de 12 euros a un pago final que superó los 11.000.

José Ramón Esquiaga |  @josesquiaga | Marzo 2024

De acuerdo con el último informe presentado por la asociación de defensa de los consumidores Facua, las cuestiones relacionadas con los seguros ocupan la cuarta posición entre las reclamaciones atendidas durante el pasado año, inmediatamente por detrás de las que tienen que ver con la banca, los suministros eléctricos y las telecomunicaciones. A diferencia de lo que sucede con estos últimos casos, donde el conflicto suele tener su origen en subidas de precio no comunicadas o cobros irregulares, lo habitual es que los desacuerdos en materia aseguradora lo sean por las coberturas y la cuantía de las indemnizaciones, cuestiones de mucha mayor complejidad y en las que la discrepancia puede cuantificarse en muchos miles de euros.

Ambas circunstancias, la relevancia económica y la dificultad para orientarse en el laberinto de las pólizas, unido a lo habitual que pueden llegar a ser los conflictos en esta materia, están entre las motivaciones que el pasado verano llevaron a poner en marcha Gestión Técnica y Resolución de Siniestros SL (GTRS), una empresa que desde una perspectiva multidisciplinar ofrece apoyo a sus clientes en todo lo que tiene que ver con la relación con las aseguradoras, desde el asesoramiento en la póliza hasta la intervención y defensa de sus intereses cuando se produce cualquier eventualidad que considere que debería ser cubierta por la compañía.

Los peritos Ángel Sierra y Diego Sánchez y el mediador José Santos de Blas contaban ya con una larga trayectoria en el sector, en el que operaban individualmente como autónomos, cuando el año pasado decidieron unirse para crear GTRS, una empresa en la que combinar sus perfiles profesionales, unirlos a los que aportarían profesionales externos para, a partir de ahí, ofrecer un servicio que cubriera todo el abanico de servicios que puede requerir la gestión de los seguros de una empresa y que, al mismo tiempo, fuera lo suficientemente especializado como para dar respuesta profesional en cada una de las fases que puede implicar la gestión de un siniestro o, por extensión, cualquier conflicto en el que sea necesaria la intervención de un perito, un mediador o un abogado. El objetivo, apunta José Santos de Blas, es asumir una labor que requiere tiempo y es habitual fuente de preocupaciones para sus clientes: “Queremos evitarle dolores de cabeza al empresario, a mí me gusta decir que somos su aspirina”.

Ángel Sierra, Diego Sánchez y José Santos de Blas, socios en GTRS. Foto: Nacho Cubero.

El abanico de casos en los que pueden intervenir, explican los promotores de GTRS, es tan amplio como puedan serlo las incidencias en que se vea envuelta una empresa, pero por sus características, por las cuantías en juego y por su complejidad, son los relacionados con la responsabilidad civil aquellos que en mayor medida pueden comprometer la viabilidad de una sociedad, y también en los que la aportación de los profesionales de la firma puede ser más relevante. Como referencia de lo que sería una situación en la que podían requerirse el conjunto de los servicios ofertados, Diego Sánchez menciona un posible ejemplo: un componente fabricado por la empresa de su cliente falla y da lugar a una reclamación de cientos de miles de euros por la parte contraria, de la que la aseguradora se hace cargo solo de forma parcial. “Nosotros recibiríamos el caso, estudiaríamos la póliza, haríamos los informes periciales y a partir de ahí le diríamos al cliente lo que a nuestro entender debería pagar su seguro. Si opta por reclamarlo y su compañía le dice que no, intervendría nuestro mediador para intentar salvar el proceso jurídico y, en caso de no haber acuerdo, iríamos a juicio con toda la documentación que habríamos generado, con nuestros abogados si el cliente nos lo pide, y si no, con los que él indique”, explica el perito de GTRS, que menciona además lo que considera que es un elemento diferenciador de su empresa: “Al cliente siempre vamos a decirle la verdad, si vemos que no hay lugar a una reclamación, lo decimos, no vendemos humo”.

Los perfiles profesionales de los socios que han puesto en marcha GTRS aportan lo que sería otra de las particularidades en las que quieren asentar la competitividad de su empresa: la inmediatez en la respuesta. “Es algo que ya hemos puesto a prueba, en pleno puente de agosto y a poco de poner en marcha la empresa, cuando uno de nuestros clientes se encontró con un siniestro de seis cifras, muy preocupante. El perito de la compañía no acudía hasta el lunes, nosotros estábamos ahí a las dos horas, con lo que nuestro cliente contaba ya con una peritación de parte que presentar a la compañía. Es una forma de sentirse arropado y cubierto en un momento muy difícil”.

En el todavía poco tiempo que lleva operando, GTRS ha atendido ya casos para clientes de todos los sectores de la economía. Uno de los últimos ha sido para el Grupo Adelma, propietario en Hoznayo de un hotel, restaurante-cafetería, quiosco, administración de lotería y gasolinera, en una multiactividad que puede dar lugar a litigios de índole muy variada. En el atendido por GTRS, y a raíz de un robo, la discrepancia con la aseguradora venía provocada por una póliza mal concebida con la que había que hacer frente a un siniestro que, además de a Adelma, implicaba a una multinacional con sede en Cantabria y a un banco francés. Tras aportar una peritación de parte que discrepaba radicalmente de la que realizaba la aseguradora, los mediadores de GTRS logran un acuerdo extrajudicial que permite cobrar la totalidad del daño: algo más de 11.000 euros cuando la compañía estaba dispuesta a pagar inicialmente eran 12. “Un caso muy técnico y muy complejo que ilustra muy bien lo que podemos ofrecer”, resume José Santos de Blas.

La empresa cuenta ya con clientes en el ámbito agrario, en la industria y en transporte, y trabaja tanto con pymes como con grandes grupos

GTRS ofrece dos alternativas para abonar sus servicios: una cuota mensual fija o el pago puntual en función del trabajo realizado, previo presupuesto. La cuota, que se decide en función de las características de la empresa y oscila entre los 300 y los 600 euros al mes, incluye la auditoría completa de las pólizas el cliente, el asesoramiento en materia de seguros a contratar, la peritación y asistencia en caso de siniestro, la investigación de incendios y la gestión de reclamaciones frente a la aseguradora o terceros. “Todos estos son servicios que también podemos facturar directamente a clientes que no sean de cuota, pero cualquier empresa de cierto tamaño sabe que es habitual enfrentarse a situaciones que requieran estas intervenciones, y que el pago mensual fijo se amortiza rápidamente”, señala Ángel Sierra.

Con sede en Cantabria y con un relevante núcleo inicial de clientes en la región, GTRS no limita su actuación al ámbito local y plantea una estrategia en la que el eje Bilbao-Madrid-Málaga actúe como columna vertebran de su mercado en términos geográficos. Sectorialmente, la empresa no se pone límite alguno y, de hecho, cuenta ya con clientes en el ámbito agrario, en la industria y en transporte, entre otros, y en un perfil en el que tienen cabida desde pymes a grandes grupos. “Nuestros servicios son demandados por clientes muy diferentes, lo hemos visto en estos meses que llevamos de actividad y creo que es algo que confirma que ofrecemos algo que no existía y que se necesitaba”, concluye José Santos de Blas.

Tanto si se atienden las grandes cifras como si el foco se pone en la forma en que estas han repercutido en el empleo, los últimos 25 años no han sido especialmente propicios para la comunidad autónoma, y ello pese al evidente salto adelante dado en materia de infraestructuras y a algunas inversiones que han servido para atenuar un declive que se hace evidente en la comparación con el conjunto de España. Huérfana siempre de un plan industrial capaz de sobrevivir al tránsito de una legislatura a la siguiente, el turismo no ha dejado de ganar protagonismo en las políticas económicas, pero con resultados que están lejos de compensar lo perdido en el resto de sectores.

José Ramón Esquiaga |  @josesquiaga | Marzo 2024

El último cuarto de siglo, el tiempo que nos ha tocado contar desde las páginas de esta revista, es un periodo lo suficientemente amplio como para identificar tendencias que vayan más allá de lo coyuntural pero, también, tanto como para hacer imposible resumirlo todo en un titular, o en una entradilla como esta. Los grandes datos económicos de Cantabria, y sobre todo la comparación de estos con los que se dan en otras regiones o en el conjunto de España, reflejan un incuestionable declive, una pérdida de peso económico que curiosamente, y sobre todo en los últimos años, coincide con una mayor relevancia en otros aspectos. También, y al mismo tiempo, es difícil pasar por alto el evidente salto adelante que se ha dado en materia de infraestructuras y, en lo que posiblemente es la mayor paradoja al enfrentarla con otras estadísticas, la región aparece sistemáticamente entre los primeros puestos en los rankings que, a partir de índices que miden variables como la educación, la sanidad, la seguridad o el acceso a la cultura, pretenden objetivar la calidad de vida.

La economía de Cantabria tiene hoy un tamaño que dobla ampliamente al de 1999, pero ello después de crecer, prácticamente cada año, menos que el conjunto de comunidades autónomas. El resultado es que la aportación de Cantabria a la riqueza del país no ha dejado de reducirse en ese tiempo, alejándose lenta pero progresivamente de la que le correspondería por población. En 2022, último año con las cuentas cerradas, la economía de nuestra región suponía el 1,14% del total español, seis puntos básicos por debajo del dato de 1999 lo que, considerando una variable más concluyente, significa que por el camino se han quedado cerca de 1.000 millones de euros, la cantidad que habría que sumar a lo producido para mantener el PIB cántabro en la proporción que tenía respecto al español el último de los años noventa.

Aunque el dato de Cantabria confirma la pérdida de relevancia económica de la región dentro del conjunto del país, lo cierto es que la evolución de esa variable desde 1999 no es muy distinta a la que se da en el resto de comunidades autónomas de la cornisa cantábrica, y tampoco del registrado en Castilla y León, una región a la que tanto por proximidad como por vínculos históricos es habitual recurrir en términos comparativos. Con la salvedad de Galicia –y de Navarra, si queremos incluirla en el grupo de referencia– todas las autonomías del norte han crecido menos que la media española en los últimos 25 años, y dos de ellas –Asturias y la propia Castilla y León– menos también que Cantabria. Esto cambia, aunque no demasiado, si la acotación temporal se hace con otros periodos, pero incluso en ese caso la variación tiene más que ver con las proporciones –se amplía la distancia con el conjunto del país, y se acortan las diferencias con las autonomías del entorno– que con las tendencias. Esto es válido sobre todo al evaluar lo acontecido desde la crisis financiera de 2008 y algo menos, aunque también, respecto a 2019 y la situación previa a la pandemia.

Los grandes datos económicos de Cantabria reflejan una incuestionable pérdida de peso económico que curiosamente, y sobre todo en los últimos años, coincide con una mayor relevancia en otros aspectos.

Con todo, cualquier intento de amparar la modesta evolución de la economía cántabra en el similar comportamiento de las regiones cercanas queda invalidado al poner en relación ese dato con la población: atendiendo a la evolución del PIB por habitante, Cantabria se sitúa a la cola de las regiones cantábricas, y también claramente por debajo de Castilla y León. Durante el último cuarto de siglo el PIB por habitante cántabro se incrementó en un 95%, frente al 127 de Galicia, el 115 de Asturias, el 101 del País Vasco o el 104% que creció en Castilla y León. Esta última región, que en esa estadística terminó el pasado siglo por debajo de la nuestra, superó el PIB por habitante cántabro en 2011 y se ha mantenido por delante desde entonces.

Por sectores, y en contra de la percepción que generalmente suele tenerse de la región, la composición del PIB confirma que Cantabria mantiene contra viento y marea, aunque a duras penas, su condición industrial. Si el sector secundario suponía en el arranque de siglo el 20,68% de lo que producía Cantabria, al cierre de 2022 esa aportación era incluso ligeramente mayor, alcanzando el 21,61%. Por más que lo que se va sabiendo apunta a que en 2023 ese porcentaje va a reducirse significativamente –durante los tres primeros trimestres se situó en el 19,8%, por debajo por tanto de la simbólica cota del 20%– la comparativa en el largo plazo da pie a reivindicar una condición industrial que puede tenerse la impresión que descansa mucho más en la labor de las empresas que en la de los gobiernos. Sin nada parecido a un plan a largo plazo, el sector industrial es el principal perjudicado por algunas debilidades que han recorrido las últimas dos décadas y media sin ser corregidas, con la falta de suelo y las cargas burocráticas en los primeros lugares de la lista.

Probablemente ninguna estadística refleja la pérdida de atractivo económico de Cantabria con la crudeza que lo hacen las cifras de inversión extranjera. Lo hacen, además, de forma tanto más evidente cuanto más se amplíe el marco temporal, lo que hace imposible considerarlo el efecto de cualquier coyuntura. De acuerdo a lo recogido en el Registro de Inversiones Extranjeras Datalnvex, en los últimos 25 años Cantabria ha captado un exiguo 0,09% del flujo de la inversión que el capital foráneo ha realizado en España en ese tiempo, que sería el 0,10 si acortamos el plazo a la última década. Si tenemos en cuenta que la aportación cántabra al PIB español, aunque decreciente, supone un 1,2%, la cantidad que la región ha dejado de captar desde 1999 se movería en el entorno de los 5.000 millones de euros.

Grandes proyectos, grandes fracasos

Pero por encima del efecto directo en la economía de Cantabria, la principal lectura que puede hacerse de la paupérrima cifra de inversión extranjera es su condición de reflejo de la escasa consideración que tiene Cantabria como destino para cualquier proyecto empresarial, sea este en el ámbito industrial o en cualquier otro. En el cuarto de siglo que esta revista lleva acudiendo a la cita con sus lectores han sido varias las iniciativas a las que se adjudicó la capacidad para actuar como tractoras de la economía regional, e incluso de motores de un cambio profundo en la misma. Muchas veces auspiciadas desde las diferentes administraciones, y siempre aplaudidas por estas, la característica común a todas ellas fue su sonoro fracaso, en ocasiones sin llegar siquiera a concretarse. La ciudad del cine, el plan eólico, la llegada de la fábrica de Haulotte o la de GFB, Nestor Martin y la reapertura de la mina de Reocín son ejemplos de una reiteración en la frustración de las expectativas que debería habernos inmunizado contra ellas, lo que no parece ser el caso.

Por más que lo anterior, o el repaso puramente cuantitativo al pasado, pudiera dar a entender lo contrario, es obvio que estos 25 años están lejos de ser la historia de un fracaso económico. En lo que tiene que ver con las empresas industriales, y pese a los continuos avatares sufridos, la mayor parte de las que entonces eran referentes por tamaño y actividad lo siguen siendo ahora. Sniace, cuyo futuro ya era una incógnita desde mucho antes de 1999, es la principal baja en una nómina en la que siguen apareciendo Solvay, las fábricas de Celsa, Teka, BSH, Equipos Nucleares, Dinasol, Ferroatlántica o, ya con nombres distintos a los que tuvieron, Reinosa Forgings & Castings o SEG Automotive. Que la mayor parte de ellas vean periódicamente cuestionada su continuidad, como sucede en otras que forman parte de grandes grupos y pueden englobarse dentro de lo que se considera industria tradicional, da cuenta de los enormes retos a afrontar en la economía global que ha caracterizado el último cuarto de siglo, pero también su capacidad para haber ido superándolos.

Aun sin discutir la relevancia de las empresas citadas en el párrafo anterior, la estructura del tejido productivo de la región sigue reflejando, hoy como hace cinco lustros, el protagonismo casi absoluto de las pymes. Es también ahí, en abierto contraste con lo sucedido con los frustrados grandes proyectos, donde pueden rastrearse historias cuyo éxito puede no medirse en cientos de empleos, pero que sumadas suponen la principal aportación a la economía de la región. Son pymes las que, en los años a los que hacen referencia estas páginas, han dado forma a una potente industria agroalimentaria que, además de lo que supone en sí misma, es uno de los pilares sobre los que asentar a un sector primario que ha sido el principal perjudicado con el correr de las dos últimas décadas y media. Son igualmente pymes la mayor parte de los fabricantes cántabros de componentes de automoción, como también algunas de las industrias metalúrgicas que, con productos de alto valor añadido, compiten con éxito en los mercados internacionales.

La unión por autovía con la meseta, una reivindicación histórica de la región, se completó en 2009. La conexión directa con Madrid sigue pendiente. Foto: Nacho Cubero

En materia de infraestructuras, es destacable tanto el tremendo salto adelante dado en este tiempo como el que, pasadas más de dos décadas, sigan pendientes algunas actuaciones que ya se reclamaban insistentemente en 1999. Ese año estaba por completarse la autovía del Cantábrico en dirección a Asturias y apenas se habían dado los primeros pasos para construir la que habría de conectarnos con la meseta. Ambas se han terminado desde entonces, como también, más recientemente y después de algunos proyectos fallidos, el enlace entre Solares y Torrelavega y la circunvalación de Santander por la S-20. Pero, hoy como hace un cuarto de siglo, Cantabria sigue reivindicando un enlace directo por autovía con Madrid, algo que sigue dependiendo de la finalización de la vía rápida entre Aguilar de Campoo y Burgos. El ferrocarril es la otra gran infraestructura olvidada de estos 25 años, ya sea considerando la alta velocidad o las cercanías.

Sin salirnos de lo que tiene que ver con la inversión pública, pero ya al margen de las infraestructuras viarias, desde el último año del pasado milenio se han culminado iniciativas como la creación de la neocueva de Altamira, la remodelación del Mercado del Este o la creación de la cueva de El Soplao como recurso turístico de primer orden. También se ha puesto en marcha en este tiempo el Parque Científico y Tecnológico de Cantabria, una reivindicación del sector TIC que se cuenta entre las primeras a las que se dio eco en estas páginas y que fue inicialmente acogida con mucho escepticismo desde la administración regional. En relación con los proyectos que siguen en un estado solo un poco más avanzado que el que tenían 25 años atrás se cuenta la construcción de la nueva sede del Museo de Prehistoria, hoy ya en obras y rebautizado como Mupac.

Las dotaciones culturales, tanto las que están en ejecución como las ya realizadas, han sido protagonistas de algunas de las principales actuaciones puestas en marcha en estos años. El Centro Botín reclama ahí una condición destacada, convertido en un eje sobre el que en un futuro próximo pivotarán el Faro Santander –en construcción en la antigua sede del banco en el Paseo de Pereda– y el centro asociado del Reina Sofía proyectado en el que fuera edificio del Banco de España para acoger el archivo Lafuente. La valoración del alcance que todo ello pueda llegar a tener es ya una tarea para el futuro.